Si leemos bien el relato de los Hechos de los apóstoles de hoy vamos a ver una de las causas por las que se produce la envidia en el corazón del hombre y, las consecuencias de dejar que ese pecado avance en el corazón.
"El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía:
«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles.».
El éxito de los demas produce envidia en los que no saben cómo lograr los mismos resultados, aunque, en realidad Pablo y los apóstoles predicaban la verdad de Jesucristo, un verdad que no querían oír los jefes de los judíos, pues por ellos se había cumplido la Palabra de Dios: dando muerte a Jesús.
Esa envidia les impidió escuchar la Palabra que Pablo les dirigía y, como dice, Pablo se perdieron de gozar de la Salvación que Jesús les traía.
La envidia cierra nuestro corazón y nos impide disfrutar de los bienes que Dios nos quiere regalar por medio de otros hermanos. El apetito de poder y la vanidad hace que sea mi autosuficiencia y mi orgullo los que me impiden escuchar con un corazón abierto, los que me impiden disfrutar de lo que Dios tiene para mí, los que me impiden saber que no soy el único que tiene la verdad, sino que Dios se manifiesta como Él quiere y no como yo quiero y por medio de sus mejores instrumentos que, en este caso, puedo no ser yo.
Y, la envidia no sólo cierra el corazón sino que lo hace actuar de la peor manera, porque lleva al hombre a ir creciendo en el deseo de venganza, en el deseo de "quitar del medio" el motivo de tanto sufrimiento y dolor. Por eso dice el relato:
"Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio".
En realidad se aprecia aquí el lado oculto de la envidia: la cobardía, porque no es el mismo envidioso quien toma la decisión de echar a los discípulos, sino que va sembrando cizaña para conseguir sus propios fines, y, los que aceptan su cizaña se convierten en cómplices de su envidia y rencor, y así no sólo se pierden ellos mismos sino que impiden que otros compartan la Bienes que Dios quiere darles. Así lograron la expulsión de los discípulos de su ciudad.
La envidia es un "bicho muy malo" que va creciendo de a poco en nuestro corazón y produce furtos muy desafortunados, no sólo en nosotros, sino que va destilando mucho rencor y la cizaña que va sembrando, quizás con buenas razones, no se percibe hasta que no vemos el gran error cuando todo está terminado.
"Estos (los discípulos de Jesús) sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaban llenos de alegría y de Espíritu Santo".
Quienes viven en la Verdad no se preocupan de los insultos y las persecuciones, sino que se llenan de alegría por padecer en el nombre del Señor.
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