"Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
¿A quién obedecer? ¿A quién obedecemos? ¡Esa es la cuetión! Hoy, en el siglo XXI, como en aquella época parece ser que a los que queremos ser Fieles a Dios no se nos permite decir lo que creemos y de lo que estamos convencidos. Si hablamos de lo que creemos y de lo que estamos seguros que, para nosotros, es la Verdad se nos repudia, se nos pide callar, se nos tiran huevos en las casas, nos pintan las iglesias, se desnudan frente a nosotros...
¿Tenemos que obedecer a la verdad del mundo? ¿Tenemos que callarnos porque nuestra verdad no es igual a tu verdad? ¿Acaso no somos tan dignos de la libertad de expresión como cualquier otro hijo de vecino?
"Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres", va a contestar Pedro en otra acusación. Y no podemos callar lo que "hemos visto y oído" porque "somos testigos" y se nos ha enviado a llevar la Buena Noticia a todos los hombres de todos los tiempos.
Los apóstoles no pudieron salir de su encierro hasta tanto no les fue enviado el Espíritu Santo, porque hasta ese momento tenían temor de sufrir el mismo matirio que Jesús, pero a partir de ese momento, de Pentecostés, nunca más tuvieron miedo, hasta el día de hoy, todo aquél que tiene el Espíritu Santo es un enviado y tiene el mandato de anunciar lo que ha creído, así como también tiene el mandato de vivir lo que anuncia. Y, como el Señor, en aquella época, hoy también es perseguida la Verdad que Él anunció.
Hoy, a 2000 años de la muerte de Cristo, podríamos volver a recordar las palabras que el Señor le dijo a Saulo cuando llegaba a Damasco: "Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?", porque Saulo buscaba a los cristianos para entregarlos a los autoridades judías, encarcelarlos y hacerles cambiar de idea acerca de su fe. Si no cambiaban sus ideas se los enviaba a la muerte.
Y todo esto me lleva a pensar que, realmente, el mundo no ha cambiado, no son tan originales los socios del mundo para querer hacer callar a Dios que habita ente nosotros y en nosotros. Hace 21 siglos que se quiere quitar a Dios del mundo y no se ha podido. ¿Quién es el que vence en estos momentos de oscuridad y tinieblas?
Y así volvemos a la primera pregunta ¿a quién queremos obedecer: a Dios o al hombre; a Dios o al mundo; a la Luz o a las tinieblas? Seguramente nos dará miedo lo que los hombres puedan hacer con nuestra cuerpo y que nos quieran impedir hablar sobre lo que creemos, pero tenemos que seguir predicando la Verdad que nos ha sido revelada. Pues no luchamos contra el mundo, sino que queremos llevar la Luz de Dios al mundo.
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