Hoy San Pedro le da una cátedra a los sanedritas acerca de la obediencia:
"hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", le dice a quienes, supuestamente, tienen que obedecer a Dios y no a sí mismos, ni tan siquiera a otros hombres, sino sólo a Dios. Pero, muchas veces, en el caso de los sanedritas (y como nos suele suceder a nosotros, también) no escuchamos la Voz de Dios, porque estamos muy ofuscados o enrollados sobre nosotros mismos.
Y ahí es donde comienza el camino de la obediencia: "quien quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo", nos pedía Jesús. Porque no se puede obedecer a alguien si no se le escucha, si no se le abre el corazón para que lo que me está diciendo sea aprehendido realmente por mí. Por que, seguramente nos pasa, hay días en que "nos entra por una oreja y nos sale por otra", bueno no sólo días, sino con algunas personas nos suele pasar así.
Y es ahí donde tenemos que aprender a renunciar a nosotros mismos en dos relaciones: en las relaciones con Dios, por supuesto, y en las relaciones con aquellos que realmente quieren acompañarme y ayudarme en el camino de la santidad.
Con Dios nos suele suceder que le decimos muchas cosas, pero poco tiempo le dedicamos al silencio para que Él nos hable. O también es el caso que leemos Su Palabra como quien lee el periódico de la mañana sabiendo que las noticias siempre serán las mismas, a no ser que haya ocurrido alguna catastrofe o haya perdido mi equipo favorito. Pero sino van pasando las palabras de la Sagrada Escritura como las letras del telediario que las leo pero nunca me acuerdo lo que dicen. Por eso es necesario darle tiempo al Señor para que me hable al corazón.
Y lo mismo, o parecido, nos puede suceder con quienes quieren acompañarnos a ser santos. Nos ponemos a hablar entre nosotros pero no hablamos de las cosas de Dios, sino de las cosas de los hombres, y sobre todo de lo que hacen o dicen aquellos que nos interesa para poder criticar o "repasar" sus vidas (como dicen por aquí) (que es en definitiva un criticar las vidas de los demás, un chusmerío)
¿Por qué no hablamos de las cosas de Dios cuando nos encontramos? Porque, a veces, no sabemos cómo hacerlo. No sabemos cómo hablar de nuestra vida de oración, de nuestro interior, de lo que pasa, de lo que me gusta. Nos da miedo pedir consejos porque no se si lo que me van a decir me va a gustar o no, y por eso mejor no pregunto, porque al preguntar me comprometo a tener que hacer lo que me digan... Todo porque no renuncio a mí mismo.
Y Dios viene y me dice: "no tengaís miedo", y se en el fondo de mi corazón que la obediencia a Dios es el Camino que Jesús recorrió y que me ha invitado a recorrer con Él para alcanzar la Bienaventuranza, para alcanzar la felicidad que llega de la mano de la santidad para quienes hemos decidido responderle a Dios: queremos segurite, pero que en el camino aflojamos y no lo escuchamos.
Por eso, no dudes en tu día a día de abrir los oídos y el corazón a la Palabra de Dios, pues es Él el Único Camino que nos da la Paz para una Vida en santidad, y nos fortalece con su Espíritu para ser Fieles a la Vida que nos promete vivir.
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