lunes, 2 de abril de 2018

¡Alegráos!

"En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Una doble y contradictoria sensación: alegría y miedo. Alegría porque ¡El Resucitó! la tumba está vacía, pero miedo por que no sabemos qué pasará de ahora en más. ¿Cómo vivir esta realidad? ¿Cómo explicar qué es lo que ha pasado? ¿Cómo hablar con alegría de un misterio?
Por eso, ante el miedo que nos producen las nuevas situaciones, y los nuevos desafíos, siempre, Jesús sale a nuestro encuentro para calmar el corazón de tanta ansiedad y de tanta angustia, que es lo que produce el miedo a lo nuevo. Y por eso, ante la alegría que expresaban las mujeres, aumenta esa alegría manifestándose resucitado.
Ellas no tienen dudas de que está vivo, pero el miedo no les permite tener una afirmación clara y rotunda pues todavía no lo habían visto. Ahora sí, al verlo se tiran a sus pies y lo abrazan no sólo con sus brazos sino con todo su corazón y toda su alma, porque la alegría que Jesús les entregó ha borrado toda ansiedad, ha quitado todo el miedo, y ahora sí pueden ver con todo su ser al que amaban, y a quien las ama.
La alegría que expresábamos ayer en la Fiesta de la Pascua, es la alegría que Jesús quiere que tengamos cada día de nuestras vidas, alegría de saber que está Vivo, y, sobre todo, de saber que es Él quien nos mantiene con Vida, de saber que es Él quien nos regala la alegría verdadera para que nuestra vida tenga un nuevo color cada día: el color de la Esperanza, el color de la Fe, el color del Amor.
Son esos colores que Él hace vivos los que tornan nuestra vida con la alegría del Día Nuevo que ha nacido, de un Día Nuevo que nos invita a celebrar, cada día, la Vida que viene a nosotros y nos llena de alegría y esperanza.
Sí, es cierto que en este peregrinar por el tiempo y el mundo, no siempre tenemos ganas de estar alegres ni esperanzados, que los colores se nos van disipando y quedamos entre grises y, a veces, llegamos al negro de la Noche Oscura, pero si somos capaces de levantar un poco la mirada de nuestro ombligo y miramos a la Cruz, veremos que en su humanidad Él también sufrió esa noche oscura, pero, sin embargo, siguió confiando en el Amor del Padre y por eso, aunque tuvo que beber el Cáliz de la Amargura, al tercer día resucitó de entre los muertos, y su Luz nos dio nueva Vida.
Aunque la desesperanza nos lleve siempre hasta la oscuridad de la tumba, pues las mujeres iban a buscar a Jesús muerto, sabemos que en ese lugar sólo encontraremos vació, pues ya no está ahí ¡ha resucitado! Y con Él nuestra Esperanza. Y esta es la Verdad que nos la anunció Pedro:
"A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

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