"La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio ».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a el de todas partes".
Hoy me resultaron interesante dos cosas en este pequeño párrafo del evangelio: la insistencia de Jesús para que los milagros no sean divulgados; y, por otro lado, que hagan la ofrenda que correspondía para que "sirva de testimonio".
En el evangelio de ayer Jesús le decía a los apóstoles, cuando ellos insistían en quedarse en ese lugar porque venían muchos a buscar milagros, que tenía que irse a predicar a otras aldeas "porque para eso he salido". Jesús tiene muy en cuenta su misión "evangelizadora", salió del Padre para anunciar la llegada del Reino de Dios, la conversión de los corazones del Hombre hacia el Padre, hacia su Palabra, para que el Hombre vuelva a ser lo que el Padre quiso en el principio de la creación. Los milagros, se podría decir, son un hecho secundario en la misión de Jesús, pero muchos lo seguían "porque hacía milagros o porque les saciaba el hambre con los panes y los peces", pero porque su Palabra convertía sus corazones y les daba otro enfoque de sus vidas.
Y aún hoy nos pasa lo mismo: son muchos los que buscan el milagro y no el Don de la FE, buscan la sanación del cuerpo y no la liberación del pecado. Sí, nos quedamos en lo anecdótico y no vamos a lo esencial de nuestra fe. Por eso mismo, en muchos casos, nos alejamos de Dios porque tal cura o tal obispo o tal religioso no dan testimonio, y nos perdemos la oportunidad del encuentro con el Señor que es lo que realmente importa en mi vida de Fe.
Y por qué agegaba "para que les sirva de testimonio"? Porque era importante que descubrieran que la Gracia de Dios purificaba el cuerpo y el alma, pues en esa época se unía la impureza del cuerpo a la impureza del alma, y Dios puede purificar tanto el alma como el cuerpo, pero si el alma está purificada nada importa cómo esté el cuerpo. Es el Don de la Fe, la Esperanza y el Amor lo que sostiene nuestra vida y, aunque nuestro cuerpo sufra la enfermedad, el envejecimiento del cuerpo, si el alma está unida a la Vida de Dios siempre estará con ánimo de seguir entregándose y dándose en sacrificio de Amor.
Pero al vivir en una sociedad que se fija tanto en lo externo y en lo superficial, lo único que vemos, como en aquella época es que estamos en desgracia por una enfermedad, por una cruz, por tal o cual cosa, que ya no estamos en las manos de Dios y, en realidad, somos nosotros los que nos hemos soltado de sus Manos en lugar de aferrarnos a Él para poder vivir con esperanza la Cruz que nos toca cada día. Y en esa esperanza está la fortaleza para "dar testimonio" que la Cruz no es una desgracia, sino que es el medio por el cual la Gracia llega a nosotros y nos fortalece el alma para aceptar y llegar hasta el final sin perder la fe.
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