Hay lecturas que marcan un acontecimiento en tu vida o que las asociamos a alguna fecha en particular y cuando las vuelves a leer, vuelven a surgir los mismos sentimientos y las mismas palabras que ese día se escucharon. Para mí esta lectura del llamado de Samuel es muy clara, fue la lectura de la misa del día en que ingresé en el seminario (15.1.1986) ¡Cuánto tiempo! Pero fue un día donde comenzó una nueva etapa en la vida y donde en realidad, después de mucho tiempo se pudo cumplir, quizás, la misma imagen: encontrar a alguien que me ayudó, como a Samuel, a escuchar al Señor.
Y eso es lo que hoy pensaba al volver a leerla: no siempre vamos a preguntar a quien corresponde. Es decir, sentimos en nuestro corazón un llamado y creemos que ese llamado es para tal o cual cosa, y sin decir nada más nos lanzamos a la carrera hacia eso que sentimos. Pero ¿será verdad eso que hemos sentido? Samuel por tres veces corrió hacia Elí, creyendo que era él quien lo llamaba. Elí tampoco sabía lo que estaba pasando pues creía que podría estar soñando Samuel y por eso lo volvia a la cama, a hacer lo que estaba haciendo.
Alguna vez nos puede pasar lo mismo: vamos detrás de algo que no nos dice nada, y porque no es lo que yo creía vuelvo a hacer lo mismo que estaba haciendo. Como que lo que he escuchado es un sueño o una voz falsa que no me dice nada.
En nosotros pueden ocurrir dos cosas: como ya sabemos cómo son los llamados del Señor, a veces nos hacemos los sordos porque no queremos responder al Señor y por eso seguimos "adormilados" en nuestro lugar y haciendo nuestra vida, aunque siempre tenemos ese "cosquilleo" en nuestro interior de insatisfacción, de querer hacer algo o vivir algo que aún no ha llegado, y por eso o vivimos algo parecido que va "llenando" ese vacío aparentemente; o rechazamos de lleno al Señor y vamos viviendo todo lo contrario para no tener que pensar en lo que hemos perdido.
Pero también se dan otras situaciones, y tomando el ejemplo de Samuel y Elí, en que Elí pueda no comprender lo que pasa pero que igual responde a la situación y no ayuda a que la persona escuche verdaderamente el llamado del Señor y nos vaya guiándo erróneamente.
Y ¿cómo sabemos cuál es el camino? ¿Cómo responder ante estas situaicones? Creo, sin ser un gran especialista en todo esto, que lo primero que hay que saber es la disposición que tenemos, cada uno, para escuchar al Señor. Porque puede ser que el Señor hable y que quien me ayude en la vida espiritual sea bueno, pero si no quiero disponerme a su llamado nunca podré responder como es debido, y seguiré haciéndome el sordo siempre.
Y cuando está la disposición no sólo para escuchar, sino también para responder, entonces lo que me invade el corazón es la Paz que nos da el Señor en el momento de mi respuesta. Puede ser sí que lo que el Señor me pida no sea lo que estaba en mis planes, pero si respondo libremente y con un corazón dispuesto Él me llena de Paz para poder, como María dar mi Sí a su Voluntad.
Y no creamos que el Señor nos llama sólo una vez en la vida, sino que en todo momento nos está llamando para hacer su Voluntad, no es que Él quiera cambiar los planes constantemente, sino que la historia necesita que demos respuesta según el Proyecto del Padre, y como nos hemos puesto en Sus Manos para ser sus Instrumentos, entonces, siempre habrá cosas nuevas y diferentes, quizás, para hacer. Por eso necesitamos estar siempre con el corazón dispuesto para que Él pueda conducirme por donde más lo necesite.
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