miércoles, 31 de enero de 2018

De las cartas de San Juan Bosco


    Si de verdad buscamos la auténtica felicidad de nuestros alumnos y queremos inducirlos al cumplimiento de sus obligaciones, conviene ante todo que nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóvenes, por quienes trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejercí el ministerio sacerdotal, y no sólo yo, sino toda la Congregación salesiana.
    ¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bastante prolongada, he tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar, amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a la vez.
    Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia lo llevaba a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor.
    Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.
    Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor. Éste era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles, ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignorantes y rudos, e incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con benignidad y con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos concibieran la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón.
    Son hijos nuestros, y por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.
    Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos.
    En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los culpables.

martes, 30 de enero de 2018

De san Ireneo

El Verbo de Dios se hizo hombre y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que el hombre, unido íntimamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adopción. 
En efecto, no hubiéramos podido recibir la incorrupción y la inmortalidad, si no hubiéramos estado unidos al que es la incorrupción y la inmortalidad en persona. ¿Y cómo hubiésemos podido unirnos al que es la incorrupción y la inmortalidad, si antes él no se hubiese hecho uno de nosotros, a fin de que nuestro ser corruptible fuera absorbido por la incorrupción, y nuestro ser mortal fuera absorbido por la inmortalidad, para que recibiésemos la filiación adoptiva? 
Así, pues, este Señor nuestro es Hijo de Dios y Verbo del Padre por naturaleza, y también es Hijo del hombre, ya que tuvo una generación humana, hecho Hijo del hombre a partir de María, la cual descendía de la raza humana y a ella pertenecía. 
Por esto, el mismo Señor nos dio una señal en las profundidades de la tierra y en lo alto de los cielos, señal que no había pedido el hombre, porque éste no podía imaginar que una virgen concibiera y diera a luz, y que el fruto de su parto fuera Dios con nosotros, que descendiera a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida (el hombre, obra de sus manos), y que, después de haberla hallado, subiera a las alturas para presentarla y encomendarla al Padre, convirtiéndose él en primicias de la resurrección. Así, del mismo modo que la cabeza resucitó de entre los muertos, también todo el cuerpo (es decir, todo hombre que participa de su vida, cumplido el tiempo de su condena, fruto de su desobediencia) resucitará, por la trabazón y unión que existe entre los miembros y la cabeza del cuerpo de Cristo, que va creciendo por la fuerza de Dios, teniendo cada miembro su propia y adecuada situación en el cuerpo. En la casa del Padre hay muchas moradas, porque muchos son los miembros del cuerpo. 
Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre y dispuso aquella victoria que iba a conseguirse por el Verbo. Al mostrarse perfecta la fuerza en la debilidad, se puso de manifiesto la bondad y el poder admirable de Dios.

domingo, 28 de enero de 2018

Hablar con autoridad

"En la ciudad de Cafarnaún, y el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas".
"Hablar con autoridad", si nos ponemos a analizar el mundo de hoy, y, sobre todo, a quienes tienes delante un micrófono, ya sea en la TV, en la radio o en cualquier lugar, creen que tienen autoridad para decir lo que se les ocurra. Sí, nos pasa muy a menudo, con la famosa frase de: "yo nunca miento", o "siempre digo la verdad", me escudo para decir lo que se me ocurre y, muchas veces, cuando alguien no quiere escucharme tengo que levantar la voz, porque pareciera que si grito tengo más autoridad.
Y, en realidad, la autoridad no me la da ni las voces altas, ni los micrófonos, ni los títulos, sino la vida misma: la coherencia en mi vida, me da la autoridad necesaria para poder expresar ideas, conceptos o para poder dar consejos. Aunque no siempre nos creamos capacitados para darlos, pero también es cierto que los consejos sólo aconsejan, no obligan a nadie a hacer lo que uno dice. Pero si ves que el consejo viene con la fuerza de la sabiduría de la vida, entonces internamente ese consejo valdría la pena utilizarlo.
Tampco da autoridad en el hablar los cargos o responsabilidades: y te lo digo yo que soy..., y yo que me he currado este título o esta función me da derecho a decir tal cosa... Y muchas veces hablamos "por boca de ganso" (por lo menos así se dice en argentina) porque hablamos de lo que otros dijeron, pero tampoco nos hemos puesto a averiguar si lo que dijeron tiene algo de cierto. Pero como lo dijeron el al TV o salio en el Facebook, entonces tiene toda la autoridad del mundo.
¿Por qué la gente decía que Jesús hablaba con autoridad? Porque Él es la Palabra del Padre, hablaba de lo que había visto y escuchado junto al Padre, porque su vida no era otra cosa que ser Fiel a la Voluntad del Padre y aunque eso le costara la muerte de Cruz, no se iba a salir ni una coma de lo que el Padre le pidiera. Su vivencia de la obediencia en el Amor era lo que le daba autoridad al hablar, y cuando se sabe de qué se habla porque se ha vivido lo que se dice, entonces esas palabras tienen la fuerza de la vida.
Fijaós en la respuesta de los demonios, cada vez que los exuplsaba: "sabemos quién eres, el Hijo de Dios". Ellos conocían a Jesús, sabián quién era. Satanás conoce las Escrituras y sabe de memoria lo que dicen, pero no vive como Jesús la Voluntad de Dios.
Así nos vemos muchas veces, hablamos de memoria cosas que no hemos vivido, y cosas que aún rehúsamos vivir. Dejemos que el Espíritu nos permita llevar a la vida la Palabra de Dios, para que sea nuestra vida la tenga autoridad para anunciar el Mensaje que vivimos.

sábado, 27 de enero de 2018

De los sermones de San Proclo de constantinopla


Alégrense los cielos, y las nubes destilen la justicia, porque el Señor se ha apiadado de su pueblo. Alégrense los cielos, porque, al ser creados en el principio, también Adán fue formado de la tierra virgen por el Creador, mostrándose como amigo y familiar de Dios. Alégrense los cielos, porque ahora, de acuerdo con el plan divino, la tierra ha sido santificada por la encarnación de nuestro Señor, y el género humano ha sido liberado del culto idolátrico. Las nubes destilen la justicia, porque hoy el antiguo extravío de Eva ha sido reparado y destruido por la pureza de la Virgen María y por el que de ella ha nacido, Dios y hombre juntamente. Hoy el hombre, cancelada la antigua condena, ha sido liberado de la horrenda noche que sobre él pesaba.

Cristo ha nacido de la Virgen, ya que de ella ha tomado carne, según la libre disposición del plan divino: La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros; por esto la Virgen ha venido a ser madre de Dios. Y es virgen y madre al mismo tiempo, porque ha dado a luz a la Palabra encarnada, sin concurso de varón; y así, ha conservado su virginidad por la acción milagrosa de aquel que de este modo quiso nacer. Ella es madre, con toda verdad, de la naturaleza humana de aquel que es la Palabra divina, ya que en ella se encarnó, de ella salió a la luz del mundo, identificado con nuestra naturaleza, según su sabiduría y voluntad con las que obra semejantes prodigios. De ellos según la carne procede Cristo, como dice san Pablo.

En efecto, él fue, es y será siempre el mismo; mas por nosotros se hizo hombre; el amigo de los hombres se hizo hombre sin sufrir por eso menoscabo alguno en su divinidad. Por mí se hizo semejante a mí, se hizo lo que .no era aunque conservando lo que era. Finalmente, se hizo hombre para cargar sobre sí el castigo por nosotros merecido y hacernos de esta manera capaces de la adopción filial y otorgamos aquel reina, del cual pedimos que nos haga dignos la gracia y misericordia del Señor Jesucristo, al cual junto con el Padre y el Espíritu Santo, pertenece la gloria, el honor y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

viernes, 26 de enero de 2018

Ungidos para ser Fieles

"Al acordarme de tus lágrimas, siento un gran deseo de verte, para que mi felicidad sea completa. Porque tengo presente la sinceridad de tu fe..."
Es una hermosa frase de san Pablo a Timoteo, un obispo a quien él mismo consagró. ¿Por qué me parece hermosa? Porque hay un sentimiento de compasión, de cercanía, y una expresión sincera de un corazón de padre que se hace eco del sufrimiento de su hijo espiritual. Pero, además, Pablo no sufre por el sufrimiento de Timoteo, sino que quiere alegrarse, junto a Timoteo por lo que le está tocando vivir. Pero esa alegría no es la alegría de la risa fácil por algo chistoso, sino la alegría que brota del Espíritu porque Timoteo está, como Pablo, "padeciendo por Cristo", y eso es lo que San Pablo quiere compartir con Timoteo: los padecimientos de Cristo en su propia carne, para que "su felicidad sea completa".
"No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios".
Pero ¿cómo pude alegrarse de padecer, de sufrir? Sí, porque el unirse a Cristo no es sólo para que el Señor nos de salud, no nos pase nada, sino que me uno a Él por la salvación de los hombres, y la Gracia de la Salvación se alcanza por la aceptación de la Cruz. Y si Cristo nos elegió para padecer junto a Él, para unir nuestra cruz a su Cruz, es una elección que llena el corazón del elegido con el gozo del Espíritu por haber sido llamado a tan alto grado de amor.
Es por eso que Pablo le muestra el camino, a Timoteo, y a nosotros, para no desfallecer en la prueba:
"Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad".
¿Cuál es el Don que hemos recibido de Dios? El Don de la Fe, el Don del Espíritu Santo que se nos ha dado el día d enuestro bautismo, el día en que hemos confirmado nuestra fe, el día en que nos hemos reconciliado con el Señor y nuestros hermanos por la Confesión, y en algunos casos, el día en que hemos sido ungidos como pastores del Señor. Cada uno según la vocación recibida ha sido ungido con el Espíritu Santo para vivir unidos a Cristo y, con su Gracia, poder dar testimonio en todo momento de la Vida recibida.

jueves, 25 de enero de 2018

San Pablo y nosotros

La conversión de San Pablo nos abre una puerta a la esperanza de saber que cuando el corazón está dispuesto Dios pone todos los medios necesarios para que podamos alcanzar la Gracia de la conversión.
También es cierto que si miramos el testimonio de San Pablo no podemos llegar a apreciar la disposición de Saulo para convertirse en cristiano. Entonces ¿que es lo que vio Dios para llamarlo y darle esa Gracia? Algo que decía el mismo Jesus, cuando en el Templo echó a los mercaderes: "el celo por la Casa de mi Padre me consume". Saulo estaba encendido de Celo por la Lay y los Profetas, desde su vivencia radical de la fe judía Saulo quería proteger su religión de esta "nueva secta" que acababa de nacer y por eso perseguía a los cristianos.
Ese celo por la fidelidad a Dios es lo que hace que sea el mismo Jesús quien le revela a Saulo la Verdad, y es el Espíritu Santo quien lo confirma en esa Verdad. Y así como antes perseguía a los cristianos para defender la Ley y los Profetas, ahora comienza él a predicar el Camino que Jesús comenzó a vivir y a mostrar con su vida. Es Pablo ahora quien encendido por el mismo fuego del Espíritu Santo va a encender con su palabra a los que no conocen a Jesús de Nazaret.
Es su pasión por la Verdad lo que lo lleva a luchar constantemente con todo aquello que no lo deja ser Fiel a Dios, su temperamento, su genio apasionado lo lleva a no tener miedo a los hombres pues es Dios quién está con Él y por eso "contra viento y marea" y en todo momento, sea en libertad o en la cárcel, no deja de anunciar lo que ha cambiado su vida, no deja de proclamar la alegría de la Buena Noticia de Jesucristo, porque no solo lo sabe, sino que lo vive como Camino de Verdad que le da Vida Nueva.
Muchas veces no tenemos no sólo el valor de San Pablo, sino la fuerza de su Palabra para proclamar lo que hemos leído, lo que hemos vivido, lo que Jesús nos pide que vivamos y que testimoniemos con nuestra vida. Hoy, quizás, no es que tengamos miedo, pero no somos tan audaces como lo fue él para dar a conocer lo que es el centro de nuestra vida, lo que es el sentido de nuestra vida, lo que es el Caminar con Cristo, en la seguridad que Él es el Señor de nuestra vida.
Y es el mismo San Pablo quien nos anima a no mirar nuestro pecado y nuestras imperfecciones, pues es desde ellas mismas en donde se descubre y se puede percibir la Gracia de Dios, pues desde lo imperfecto que es nuestra propia humanidad y vida, Dios va realizando grandes cosas, y lleva a todos los hombres la Gracia de la conversión y la fuerza del Espíritu para que todos puedan llegar al encuentro personal y definitivo con el mismo Jesús que es Quien no conduce por el Camino de la Vida.
Es desde ese encuentro íntimo y personal con el Señor en donde llenamos nuestro Corazón con su Voz, con su Palabra, con su Amor, con su Verdad, con su Vida, y así, cuando estamos llenos de Él no podemos hacer otra cosa que ir dejando su rastro y su Vida por donde pasemos. Y será su Espíritu quien nos de las palabras o los silencios necesarios para dar testimonio veraz de lo que Él nos transmite y nos hace vivir.

miércoles, 24 de enero de 2018

La parábola del sembrador

Es cierto que a nosotros, por la Gracia del Espíritu Santo, se nos ha a conocer los misterios del Reino de los Cielos, pues por el Don de la Fe creemos en la Palabra que el Señor ha querido que quedara escrita para nuestro crecimiento espiritual y para señalarnos el Camino que hemos de recorrer hacia la Eternidad. Pero no siempre usamos de ese mismo Espíritu para dejar que la Palabra penetre en nuestro corazón y eche suficientes raíces como para que sea Ella la que ilumine nuestro caminar diario. Quizás algunos de los puntos que hoy señala el Señor en la Parábola del Sembrador ocurran en nuestra vida y por eso no siempre tenemos el andar confiado por los Caminos del Señor, sino que vamos tropezando constantemente o no llevamos alegría en nuestro caminar.
Veamos mejor la explicación de la parábola y pensemos dónde nos ubicamos en los detalles que el Señor nos regala:
"El sembrador siembra la palabra". Sabes que el Señor ha sembrado, por el Espíritu Santo que nos ha dado, su Palabra en nuestro corazón, pero, además la tenemos escrita para que, por Ella, Él nos hable y oriente nuestra vida.
"Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos". No es que estemos buscando a Satanás a que venga por nosotros, sino que él "está como león rugiente esperando a quien devorar", y si no estamos fuertes en el espíritu y atentos a los signos que nos da el Señor, entonces satanás se aprovecha de nuestra desconfianza en Dios y nos hace confiar en los planes y proyectos del Mundo que no son los de Dios. Y serán los placeres del mundo los que nos lleve a vivir en lugar de la Fidelidad a la Palabra de Dios.
"Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben". La inconstancia en la oración, en la reflexión de la Palabra, en la recepción de la Eucaristía no permiten que nuestro espíritu esté atento y fuerte, por eso la Palabra no echa sus raíces en nuestro corazón, y vamos dando tropezones en la fidelidad. La constancia en la vida espiritual es lo que nos lleva a la virtud y fortalece nuestra debilidad por el Espíritu.
"Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril". Nunca tenemos tiempo para ponernos a reflexionar, la escuchamos pero enseguida salimos corriendo de la oración, o de la misa, y no nos damos tiempo para que el silencio nos ayude a madurar lo que hemos recibido. Incluso en la oración nuestra mente está en cualquier lugar menos cerca del Corazón de Jesús. El silencio que dejamos después de escuchar la Palabra, o después de comulgar, o después de rezar es el silencio del otoño del alma en el cual las raíces toman mayor profundidad para poder florecer y fructificar.
"Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno". La tierra buena es la que ha sido trabajada con esmero, quizás con dolor y en la oscuridad de la noche, pero la constancia en el trabajo espiritual y en la recepción de los sacramentos, pueden hacer que nuestro corazón sea fértil para la siembra y si he aceptado con Amor la Palabra del Padre, y he puesto mi seguridad en él, entonces la Obediencia a su Voluntad será la que nos regale frutos en abundancia.

martes, 23 de enero de 2018

Familia de Dios

No sola la sangre y el apellido nos hacen pertenecer a una familia, sino la manera de comportarnos con esa familia, el amor, el servicio, la cercanía, y ¡tantas otras cosas! son las que nos hacen familia. Los lazos de sangre hasta se podrían decir que solo recuerdan de dónde venimos, pero quienes somos lo vamos construyendo día a día.
Es por eso que a Jesús casi ni le interesa que María lo haya parido (que tampoco es esa la situación) porque lo que más le importa es que María haya sido la "fiel esclava del Señor" y haya vivido en absoluta obediencia al Padre, a su Voluntad.
Es así que, en la Última Cena, también nos dice que:
"Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste".
Y esta unidad la vivió el Señor en el Amor, en el Amor al Padre y en la obediencia a su Voluntad. Es lo mismo que nos pide a nosotros para ser Familia de Dios, Familia de Cristo. Y así vemos cómo no es solo el ser bautizados lo que nos hace cristianos, sino que como cristianos tenemos un Camino que recorrer, una Vida que vivir: la vida de la unidad en el Amor y la obediencia a la Voluntad de Dios.
Y es algo que ya sabemos que este Camino que nos ha presentado el Señor no es un Camino fácil para la vida del hombre, más para este hombre que somos nosotros en este siglo XXI, pues tenemos "mucho mundo" dentro nuestro y ese mundo no nos deja ver con claridad la Voluntad de Dios, pues se nos va filtrando por todos lados y nos dejamos convencer, casi, fácilmente.
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Pero no debemos desfallecer en la lucha de alcanzar tan altos idelaes, pues tenemos la Gracia del Espíritu que nos ayuda, constantemente, a desear lo que el mismo Padre ha sembrado en nuestro corazón, y esa semilla es la semilla de la santidad, del pertenecer a su Familia, la que nos lleva a buscar ese Ideal. Pues aunque para el hombre todo parezca imposible no lo es para quien se deja caer en las Manos del Padre y se guiar por su Espíritu.
Si bien todo nos parece complicado y difícil en el camino de la santidad, todo se vuelve más fácil cuando nos dejamos transformar en hijos por la Gracia del Espíritu y confiando en la Providencia del Amor del Padre, intentamos, día a día vivir en Fidelidad a la Voluntad de Dios, siguiendo los ejemplos de María y José, que aún en la oscuridad de la Fe pudieron seguir siendo Fieles en todo momento a lo que el Padre les pedía.

lunes, 22 de enero de 2018

Las luchas diarias

"Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir".
Así como un reino dividido no puede subsistir, tampoco podemos "llegar a buen puerto" si nuestro interior está dividido. Es enorme lucha que siempre llevamos a cabo entre la carne y el espíritu, es la división que hay en nosotros mismos. Es la lucha que tenemos todos los días para poder llegar a alcanzar el Ideal de vida que nos hemos propuesto o que Dios nos ha propuesto. Para ello tenemos que tener plena conciencia de lo que queremos o de lo que Dios quiere, y esa es la cuestión: ¿sabemos lo que queremos o lo que Dios quiere de nosotros? ¿Queremos lo que Dios quiere para nosotros?
Porque luchar por luchar no sirve para nada, siempre ganará lo que más me guste y no lo que debe hacer, pues todo estará en función de lo que haya elegido ser. Por eso cuanto más sea consciente y tenga en claro qué es lo que quiero ser o lo que debo ser, según la Voluntad de Dios, entonces mis luchas internas tendrán sentido. De lo contrario siempre estaré luchando hasta que llegue el día del cansancio y deje ya de luchar conmigo mismo.
Claro que cuando he descubierto que lo que Dios quiere que sea es el Ideal de Vida que quiero vivir, ya las luchas no son sólo mías, sino que el Espíritu viene en mi ayuda para fortalecerme, para ayudarme a discernir, para darme la Luz necesaria para encontrar el mejor sendero para alcanzar el Ideal que el Señor me ha mostrado para vivir.
Por eso mismo, cuando el Señor dice:
"todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre", porque pecar quiere decir que consciente y libremente estoy en contra de lo que Dios quiere para mí, y si he renunciado al Espíritu Santo, entonces no tengo quien me ayude con la fortaleza, quien me ilumine con su Luz, quien me aliente a vivir en Dios, pues he rechazado al Espíritu que habita en mí y que me hace llamar a Dios ¡Abba! Y en esa lucha ganó el mundo para quien he de dejar mi vida y mis ideales.

domingo, 21 de enero de 2018

Convertíos...

"Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina".
Al leer la carta de San Pablo pareciera que Dios no quiere que disfrutemos, ni que nos alegremos, sino que tengamos una vida llena de tristeza y de amargura, pero no hay nada más lejos de eso lo que Dios quiere. San Pablo, siendo tan exigente consigo mismo ha descubierto el Camino de la Salvación y nos lleva al extremo de intentar pensar si seremos capaces de dejar todo con tal de vivir para Dios, porque en Dios está la Verdadera Vida y su Vida es la que le da sentido a todo lo que nos toca vivir, sea en alegría o tristeza, luz u oscuridad...
Cuando el Señor nos pide que dejemos todo, como a los apóstoles frente al llamado de Jesús, ¿seremos capaces de dejar todo por seguirlo a Él? ¿Podremos como los apóstoles decirle que ¡Sí! y seguirlo? Es claro que que no hoy nos pide que si estás casado abandones a tu familia, ni a tus hijos; que si tienes tal cosa vendas todo y dejes todo de lado; pero lo que Dios quiere es que no vivas aferrado a todo lo que no es eterno, sino que seas tú quien, unidos a la eternidad de Dios, hagas que todo cobre sentido en Él.
Porque muchas veces vivimos tan aferrados a las cosas de este mundo, a las seguridad que creemos que nos dan las cosas de este mundo, que nos olvidamos de mirar hacia lo alto y descubrir que sólo Dios hace que todo tenga sentido en nuestras vidas. Encontrar en Dios el sentido de lo que vivimos y del para qué vivimos es lo que hace que todo pueda verlo de diferente manera y pueda así, disfrutar de todo lo que Él me brinda.
Cuando el Señor nos llama y optamos por seguirlo en nuestro propio estilo de vida: laical o consagrado o sacerdotal, entonces comienza nuestra propia conversión pues tenemos que hacer un cambio de sentido en nuestro caminar, en nuestro pensar, en nuestro vivir. Porque ya no vivimoms para nosotros mismos, sino que vivimos para Dios y por Dios. Aquello que Jesús nos dijo en la Última Cena: "estáis en el mundo pero no sois del mundo", es lo que nos recuerda que diariamente las "cosas" del mundo (su manera de pensar, de actuar, de vivir) se nos van "pegando" a nuestra vida, a nuestra conducta y por eso el "convertíos", es una conversión constante, descubrir qué es lo que hemos adquirido del mundo, y si no es Voluntad de Dios, poder rechazarlo de mi vida, porque he optado por la Vida en Dios.
Convertir, es simplemente, recordar el sentido que le quiero dar a mi vida, y si me torcí en el caminar, volver a retomar el Camino, con la Gracia de Dios.

sábado, 20 de enero de 2018

De san Ireneo

El sacrificio puro y acepto a Dios es la oblación de la Iglesia, que el Señor mandó que se ofreciera en todo el mundo, no porque Dios necesite nuestro sacrificio, sino porque el que ofrece es glorificado él mismo en lo que ofrece, con tal de que sea aceptada su ofrenda. La ofrenda que hacemos al rey es una muestra de honor y de afecto; y el Señor nos recordó que debemos ofrecer nuestras ofrendas con toda sinceridad e inocencia, cuando dijo: Si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve luego y presenta tu ofrenda. Hay que ofrecer a Dios las primicias de su creación, como dice Moisés: No te presentarás al Señor tu Dios con las manos vacías; de este modo el hombre, hallado grato en aquellas mismas cosas que a él le son gratas, es honrado por parte de Dios.
    Y no hemos de pensar que haya sido abolida toda clase de oblación, pues las oblaciones continúan en vigor ahora como antes: el antiguo pueblo de Dios ofrecía sacrificios y la Iglesia los ofrece también. Lo que ha cambiado es la forma de la oblación, puesto que los que ofrecen no son ya siervos, sino hombres libres. El Señor es uno y el mismo, pero es distinto el carácter de la oblación, según sea ofrecida por siervos o por hombres libres; así la oblación demuestra el grado de libertad. Por lo que se refiere a Dios nada hay sin sentido, nada que no tenga su significado y su razón de ser. Y por esto los antiguos hombres debían consagrarle los diezmos de sus bienes; pero nosotros, que ya hemos alcanzado la libertad, ponemos al servicio del Señor la totalidad de nuestros bienes, dándolos con libertad y alegría, aun los de más valor, pues lo que esperamos vale más que todos ellos; echamos en el cepillo de Dios todo nuestro sustento, imitando así el desprendimiento de aquella viuda pobre del evangelio.
    Es necesario, por tanto, que presentemos nuestra ofrenda a Dios y que le seamos gratos en todo, ofreciéndole con mente sincera, con fe sin mezcla de engaño, con firme esperanza, con amor ferviente, las primicias de su creación. Esta oblación pura sólo la Iglesia puede ofrecerla a su Hacedor, ofreciéndole con acción de gracias del fruto de su creación.
    Le ofrecemos, en efecto, lo que es suyo, significando con nuestra ofrenda nuestra unión y mutua comunión, y proclamando nuestra fe en la resurrección de la carne y del espíritu. Pues del mismo modo que el pan, fruto de la tierra, cuando recibe la invocación divina, deja de ser pan común y corriente y se convierte en eucaristía, compuesta de dos realidades, terrena y celestial, así también nuestros cuerpos, cuando reciben la eucaristía, dejan ya de ser corruptibles, pues tienen la esperanza de la resurrección.

viernes, 19 de enero de 2018

La verdad libera el corazón

"David se inclinó rostro a tierra y se postró.
Y dijo a Saúl:
«¿Por qué haces caso a las palabras que dice la gente: David busca tu desgracia”? Tus ojos han visto hoy mismo en la cueva que el Señor te ha entregado en mi mano. Han hablado de matarte, pero te he perdonado, diciéndome: “No alargaré mi mano contra mi amo, pues es el ungido del Señor”.
La historia entre el rey Saúl y David continua y nos va enseñando cada día más cosas. Veíamos que la envidia había entrado en el rey y quería matar a David, hasta que Jonatán lo disuadió. Pero eso no le bastó a la gente que es mala de corazón y siguieron sembrando cizaña en el corazón del rey y comenzó, otra vez, a perseguir a David.
Incluso, había soldados del lado de David que lo empujaban a vengarse del rey, pues para que eso termine era mejor matar al rey y ¡listo! Pero David que tenía un corazón bueno no se dejó convencer en ningún momento por esas insinuaciones sino que siguió el consejo de la Bondad.
En este episodio vemos cómo David se muestra ante el rey y le hace ver, con la verdad en los labios y el corazón, cómo se había equivocado él y la gente de mal corazón y malas intenciones. Logra así con la bondad de sus palabras y actuar la conversión del corazón del rey quien vuelve a quererlo y respetarlo no sólo como hijo, sino como su próximo sucesor.
"Que el Señor te recompense el favor que hoy me has hecho. Ahora sé que has de reinar y que en tu mano se consolidará la realeza de Israel".
A veces creemos que todos quieren hacernos bien cuando nos "llenan la cabeza y el corazón" con murmuraciones contra otras personas, pero somos culpables si no aprendemos a discernir entre el bien y el mal, y, sobre todo, si no hacemos el esfuerzo por aprender a descubrir cuándo hay verdad y bondad en las palabras de los demás. Porque cualquier puede decir lo que quiera pero soy yo quien tiene que discernir qué acepto de esas palabras y qué no, pues de lo que acepte se llenará mi corazón y mi mente, y de eso será lo que yo también hable y me haga eco.
Y, como dice el Señor: "sólo la Verdad os hará libres", tengamos siempre el valor de defender no sólo la verdad, sino defender a las personas pues nadie tiene el derecho de hacer daño con sus palabras a nadie, ni de ofender ni de ser ofendido, pues si me uno a sus malas acciones y palabras soy tan culpable como el que más, pues no he intentando apagara la maldad de las palabras o del actuar, sino que me he unido a él con la complicidad o el silencio.

jueves, 18 de enero de 2018

Haz lo mejor

Alguna otra vez hemos meditado sobre la envidia, cómo se mete en nuestras vidas y es capaz de hacernos cometer los mayores males, pues la envidia enceguece nuestra mente y nubla nuestro corazón, hasta tal punto, que, como al Rey Saúl le hace querer matar a su mejor soldado, a David, sólo por haber escuchado que la gente lo vitoreaba más que al mismo Rey.
Pero también en bueno meditar sobre la actitud que tiene Jonatán el hijo del Rey y amigo de David, que no puso más "leña al fuego" (como se dice habitualmente) no hizo que su padre, el Rey, siguiese con su plan de matar a David por envidia, sino que intentó hacerle ver lo que realmente pasaba y mostrarle el camino mejor. Lo que se dice lo ayudó a calmar sus ánimos y a no cometer un delito del que luego se arrepentiría y no podría deshacerlo.
Y ese también tendría que ser nuestro parecer. Quizás nunca nos toque hablar con un rey, pero sí constantemente nos encontramos en situaciones donde se "despelleja" a alguien con nuestras lenguas, o conocemos a quien está acumulando ira contra alguien y ¿qué es lo que hacemos? ¿cómo actuamos? ¿Actuamos como Jonatán o echamos leña al fuego?
Claro que también está la actitud de "yo no me meto", que es la más fácil de todas, me quedo fuera de la situación y paso por la vida sin hacer nada, ni bueno ni malo, por miedo a lo que me digan o a cómo me miren. Y ahí también estamos actuando totalmente mal, pues estamos "pecando de omisión", siendo que Dios nos ha puesto en ese lugar y nos ha permitido "enterarnos" de una situación en la que podría ayudar a que sea mejor.
¡Ah! Pero yo no se hablar, no sé qué decir... No te preocupes, siempre que tengas disposición para ayudar el Señor pondrá las palabras en tu boca y si no sabes qué decir, sólo distrae la atención de la conversación y hablen del tiempo, que ahí seguro que no pecas.
Claro que no es sólo la envidia lo que me hace hablar mal de los otros, sino muchas otras cosas que hay en mi corazón y mi mente, las que me llevan a la crítica, y al chusmerío barato que hacen que la gente pierda su buen nombre y su fama. Y por eso aquí tengo que poner aquella frase de Jesús: "no hagais a los demás lo que no quieres que te hagan a tí", o en positivo "haz a los demás lo que te gustaría que hagan por tí".

miércoles, 17 de enero de 2018

Vende todo lo que tienes...

"El joven dijo: «Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?»
«Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes".
La inquietud del joven era entrar en la Vida eterna por eso le pregunta al Señor, pues ya cumplía en su vida todos los mandamientos, pero, aparentemente, suponía o sentía que aún le quedaban cosas por cumplir o vivir para lograr ese anhelo. Y ahí está la respuesta del Señor: "vende todo loq ue tienes y ven y sígueme".
Y aquí hay un tema que siempre ha traído muchas discusiones en muchos ámbitos eclesiales: la pobreza que nos pide el Señor. Aquí, junto al joven lo invita a vender todos sus bienes. Pero también está lo dice en el Monte de las Bienaventuranzas: "Bienaventurados los que tienes espíritu de pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos".
Y cuando realmente se busca el espíritu de la Palabra descubrimos que las dos situaciones son iguales, pues la pobreza es ausencia de bienes o consciencia de que los bienes no son nuestros, de que nada hay que nos ate a este mundo y por eso podemos vivir libremente la Voluntad de Dios, pues el "seguir" a Cristo no es otra cosa que hacer la Voluntad de Dios, después de habernos despojado de nuestro propio yo: "quien quiera venir en pos de mí níeguese a sí mismo".
Hoy, al recordar la memoria de San Antonio, abad (San Antón) vemos como en su caso pudo descubrir su vocación de ermitaño y tuvo la fortaleza, como tantos otros santos, de vender todos sus bienes terrenales y sin nada que lo ate a este mundo dedicarse a una vida de completa contemplación.
Pero no a todos Jesús los llamó a vender todos sus bienes materiales, pues ese no es el fin de su llamado, sino que nos invita a no dejarnos "atar" por ningún bien, ya sean bienes materiales o espirituales. Los bienes materiales los conocemos y sabemos cómo atan la vida de las personas y nos hacen egoístas y vanidosos, con la incapacidad para compartir con los que más necesitan o para poder estar atentos a quienes están a nuestro lado.
Pero también los bienes espirituales nos llevan a la vanidad espiritual dejando de lado, muchas veces, a quienes necesitan de nuestra ayuda y de nuestra compañía. Estos bienes también nos llevan a la soberbia espiritual haciéndonos creer más o mejores que los demás, permitiendo que nuestra autosuficiencia y orgullo nos hagan pensar que nadie como nosotros puede hacer las cosas o nadie puede estar a nuestra altura, y así me convierto en egoísta y juez de aquellos que "no son como uno".
Por eso no podemos dejar de unir la pobreza material a la espiritual, ni la espiritual a la material, porque no pueden existir una sin la otra pues lo importante es que encontremos el equilibrio y la fortaleza en nuestro espíritu para saber que todo le pertenece al Señor y que todo lo que tengo es por su Gracia y Amor que ha obraado en mí, y me ha otorgado el uso de esos bienes para ponerlos al servicio de Su Voluntad y de los hermanos.

martes, 16 de enero de 2018

Las apariencias engañan o engañamos con las apariencias?

"Pero el Señor dijo a Samuel:
«No te fijes en las apariencias ni en lo elevado de su estatura porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón».
Es muy difícil para nosotros, humanos, mirar más allá de las apariencias, y son las apariencias las que nos dan la pauta de lo que hacemos y de lo que hacen los demás. Inlcuso, muchas veces, al vivir en este mundo de hoy que sólo se rige por apariencias, nos cuesta, también a nosotros mismos, no dejarnos llevar por las apariencias y así vamos "cambiando" nuestro estar y lo modificamos de acuerdo al lugar o con quién nos encontramos.
Este modo de vivir nos hace ocultar, en algunos momentos, nuestro ser cristianos y nos "ocultamos" bajo la apariencia del mundo, como para pasar desapercibido. Algunas veces lo hacemos inconscientemente, pero otras veces, de acuerdo al lugar o con quien estemos lo hacemos muy consciente como para que no se nos juzgue por nuestra fe y nuestro modo de vivir.
"Las apariencias engañan" dice un dicho popular, pero tamibén es cierto que engañamos con las apariencias. Claro que también es cierto que aparentamos ser cristianos y en realidad no los somos, y no porque no queramos serlo, sino porque sólo aparantamos serlo, pues por dentro no estamos de acuerdo con muchas cosas de las que Dios nos pide vivir.
"Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»
Por estar siempre atentos a las apariencias tenemos un ojo siempre dispuesto a juzgar las apariencias de los demás, a ir mirando qué es lo que hacen los demás para ver qué hacemos nosotros.
Es algo lógico porque eso nos ayuda a "sobrevivir" en algún lugar, en un ambiente, es lo que se llama instinto de supervivencia. Pero no es lo que Dios nos llama a vivir pues no son llama a sobrevivir, sino a Vivir en Su Voluntad.
Pero, por otro lado, nuestro ojo siempre está más atento a lo que viven los demás para poder cuestionarlos o para poder "excusarnos": "si ellos lo hacen ¿por qué yo no?", "si todos los hacen es porque está bien hacerlo". Y en lugar de mirar y examinar nuestro corazón según la Voluntad de Dios, lo examino según el actuar o el aparentar de los demás.
Si juzgo a los demás y me doy cuenta que están actuando mal, entonces tengo la obligación de hacer uso de la "corrección fraterna" e ir a su encuentro para mostrarle el camino, y escuchar el porqué actúa como lo hace. Y poder tenderle una mano si lo necesita y lo acepta. Pero señalar sólo con mi dedo el pecado de mi hermano y darlo a conocer, eso es una debilidad que será tenida en cuenta para mi propio actuar.
Si miro mi actuar en función de la Voluntad de Dios será Él quien me de la Gracia necesaria y suficiente para poder ir corrigiendo mi forma de ser e ir configurándome, cada día más, a imagen se Jesús para que mi vida siga madurando su fe y se manifieste no sólo a los ojos del mundo, sino a los ojos de Dios, como lo que realmente tiene que ser.

lunes, 15 de enero de 2018

La obedeciencia vale más que el sacrificio

"Samuel exclamó:
-«¿Le complacen al Señor los sacrificios y holocaustos tanto como obedecer su voz?. La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad, más que la grasa de carneros. Pues pecado de adivinación es la rebeldía y la obstinación, mentira de los terafim".
Siempre el hombre ha sabido argumentar a su favor excusas de todo tipo cuando no hacía la voluntad de Dios, y una de las más grandes excusas para dejar tranquila la conciencia han sido y son las "promesas" externas que hacemos ante algo que queremos. Le ofrecemos al Señor sacrificios que valen poco o le prometemos largas peregrinaciones o cansancios que, para Él, no son nada pues nada cambia en el interior del corazón del hombre.
Si leemos bien el pasaje de Samuel de hoy quizás nos asombremos por el enfado del Señor pues Saúl ha cumplido con lo mandado por el Señor, pero Saúl es el representante de su pueblo y su pueblo no obedeció al Señor, sino que hizo lo que quería. Y para "tapar" lo mal que había obrado le ofeció sacrificios y holocaustos de aquellos que había ganado con su desobediencia.
Todos los actos litúrgicos, las procesiones, las peregrinaciones, los sacrificios, los ayunos, los rezos de rosarios y via crucis, todo eso sólo es de utilidad si me ayuda a convertir el corazón a la Voluntad de Dios. Si todos los actos de devoción me fortalecen para renunciar a mi YO y ponerme, cada día, más a disposición del Señor, entonces puedo alegrarme porque estoy siendo Fiel a lo que hago, pero si todo lo que hago me "resbala" en el alma y no me convierto a la Voluntad de Dios, si cada día no maduro en el espíritu y en el Amor a Dios y al prójimo, entonces han sido palabras tiradas al viento y actos realizados sin sentido.
Por eso vemos cómo en el evangelio se nos presenta a Jesús con los apóstoles comiendo en un día de ayuno, porque no era necesario en ese momento ese sacrificio, porque el Esposo estaba con ellos y aún, quizás, les faltaba mucho para poder entender el sentido tan profundo de lo que Jesús nos invita a vivir. Los actos religiosos y nuestras oraciones son el Espíritu Nuevo que el Señor nos quiere dar y nos da, pero si ese Espíritu no "cae" dentro de alguien con la disposición a ser un Hombre Nuevo de nada sirve. Cuando tengamos la dispsoición para ser verdaderamente Fieles a la Voluntad de Dios, entonces el Espíritu nos fortalecerá y ayudará a crecer y a vivir como Hombres Nuevos,

domingo, 14 de enero de 2018

Escuchar en silencio

"En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el Arca de Dios.
Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió:
«Aquí estoy.»
Corrió adonde estaba Elí y le dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Samuel aún no conocía al Señor, aunque sí vivía en el Templo del Señor, pero aún no conocía su Voz y su forma de actuar, por eso ante la Voz que lo llamaba corrió hacia quien sí conocía: Elí.
Siempre hay, dentro nuestro, una voz que nos llama, que nos invita a buscar algo más que le de sentido a nuestra vida, algo que nos llene el vacío con el que vamos creciendo si no conocemos bien para lo que hemos venido. Necesitamos tener algo y alguien que nos motive para seguir adelante, para alcanzar los más altos ideales, para volar hacia las alturas del ser.
Pero para escuchar esa Voz interior que nos habla debemos hallar el valor para hacer silencio en nuestro interior y en el exterior, pues la Voz del Señor sólo la escuchamos en el silencio, en el diálgo íntimo con el Señor, estando con Él en su casa que es nuestro propio corazón.
Por eso hoy en día somos incapaces de hacer silencio. Nos aturdimos con cualquier ruido o con cualquier actividad, para no pensar, para no descubrir que aún está vacío ese lugar de nuestro interior y que no sabemos cómo llenarlo, o, en otros casos, no estamos dispuestos a buscar a Quien pueda llenarlo y darle plenitud.
Samuel pudo tener quien le ayudar a escuchar y a entender esa Voz, y así como corría prontamente hacia Elí a buscar respuesta, abrió su corazón a la Voz del Señor y le dijo, sin miedo:
"¡Habla que tu siervo escucha!".
Y así comenzó la Vida Nueva del Profeta Samuel.
Y algo parecido sucedió con los discípulos de Juan Bautista que, escuchando las palabras de Juan, siguieron a Jesús y fueron con Él a su casa, para ver "donde vivía". Fueron a descubrir si era real lo que decía Juan y escuchar lo que tenía que decirles Jesús, pero más que nada necesitaban saber cómo vivía, para sabe si esa vida era también posible para ellos.
Y sí, la vida de Jesús era posible para ellos y ahí descubrieron que las palabras de Juan sobre Jesús era veraderas, compartiendo con Él unas horas pudieron encontrar a Quien les llenaba el corazón y al Maestro que era el Mesías esperado. Ese encuentro los llenó tanto de gozo que salieron convencidos a buscar a otros para que tuvieran el mismo encuentro que ellos, así Andrés fue a buscar a su hermano y lo llevó hacia el Señor.
Este también tiene que ser el itinerario de nuestra vida: encontrarnos en la intimidad con el Señor para que, convencidos y enamorados, salgamos a testimoniar lo que hemos hallado, lo que nos ha llenado el corazón de gozo y plenitud: "hemos encontrado al Mesías, el Señor".

sábado, 13 de enero de 2018

Reyes e instrumentos de Dios

"Tomó entonces Samuel el frasco del óleo, lo derramó sobre su cabeza (la de Saúl) y lo besó, diciendo:
«El Señor te unge como jefe de su heredad. Tú regirás al pueblo del Señor y lo librarás de la mano de los enemigos que lo rodean».
Así fue cuando el Señor cumpliendo el pedido del pueblo de Israel elegió a Saúl para que lo gobernase. Y así, también, sin nosotros saberlo nos ungió como reyes el día de nuestro bautismo. Digo sin saberlo pues la mayoría de nosotros hemos sido bautizados siendo aún muy pequeños, y, por eso, sin conciencia de lo que hacían sobre nosotros. Pero quienes nos llevaron a ungirnos sí lo sabían, como Samuel que ungió a Saúl.
Dios es así: Él elige y unge y después nos va dando "pistas" sobre el sentido de nuestra vida, sentido que elegimos seguir o no, tenemos la libertad de optar. Si optamos por aceptar el llamado a lal vida en santidad entonces tenemos que comenzar a entender o comprender el sentido de nuestra unción, y creo que en las palabras de Samuel a Saúl está una parte del sentido de nuestra unción como reyes del Pueblo de Dios, o del Reino de los Cielos en la Tierra: regir, gobernar, hacer crecer el Reino que ha venido a nosotros y defenderlo de los enemigos que lo atacan.
Claro que este Reino tiene, se podría decir, como dos jurisdicciones: una interna y otra externa. La primera a regir es la interna, es el Reino que habita en mi corazón es el primero que tengo que regir y defender de los enemigos que lo atacan. Y para poder regirlo tengo que conocer qué significa ese Reino en mí, por eso leo las escrituras y dialogo con el Rey que me ungió para conocer y saber cómo regir.
Y así cuando "pongo en orden" el Reino que habita en mí puedo comenzar a llevarlo, muchas veces sin querer, a donde el Señor me envíe pues enviado suyo soy.
Así vemos en el evangelio que el Señor después de elegir a Leví (Mateo) irá a su casa a cenar con él, ahí comenzará el diálogo donde le dará a conocer el Reino que comienza a vivir en él. Necesitamos sentarnos a la Mesa con el Señor para alimentar el Reino que vive en nosotros, para poder escucharlo mientras nos habla y renueva nuestros deseos de seguirlo. Y, sobre todo, purifica nuestro corazón y nuestra mente con sus palabras, porque, aunque ungidos con su Espíritu y Renovados por su Sangre, seguimos día a día enfermando a causa del pecado que vive en nosotros, y por eso necesitamos constantemente de su Gracia sanadora para que al sanarnos y perdonardonarnos nos fortalezca con su Amor, con su Misericordia y así, como Él, podamos nosotros también llevar con Amor el Reino de los Cielos a nuestra tierra, y ser instrumentos y apóstoles del Señor.

viernes, 12 de enero de 2018

Las heridas del orgullo

Si leemos atentamente la primer lectura del libro de Samuel nos vamos a dar cuenta de cómo somos los hijos de Dios, o, mejor dicho, todos, cuando nos encaprichamos con algo: no nos importa los riesgos que nos digan que vamos a correr, o los peligros que nos están avisando que tendremos que pasar, lo que nos importa es lo que queremos y nada más.
Asi le pasó al pueblo de Israel al querer tener un Rey humano en lugar de tener a Dios como autoridad primera. Las advertencias que Dios le hacía la Pueblo no eran mentira pero estaban convencidos que lo mejor era la que ellos pensaban, no importaba nada más que su propio pensamiento y su propia visión de su pobre realidad.
En nuestras vidas sucede algo parecido: conocemos los límites que nos pone el Señor para que nuestra vida no sufra las consecuencias del pecado, pero nos encaprichamos, muchas veces, en hacer lo que queremos o lo que todo el mundo hace, sin ponernos a pensar los riesgos de lo que estamos haciendo o viviendo.
Y, claro, cuando sucede lo que nos han avisado o cuando vemos que Dios ya no está a nuestro lado, entonces volvemos a clamar al Cielo porque Él nos ha dejado, porque nadie me ha ayudado, porque esto y porque lo otro, pero muy pocas veces hacemos el examen claro de decir que todo ha sido culpa mía por no haber escuchado y obedecido a lo que me decían. Y, así, muchas veces, nuestros caprichos se pagan caro o los pagamos caro, porque no sabemos cómo salir de semejante lugar o cómo hacer para volver a retomar el camino. No porque no podamos retomar el camino sino porque el pecado ha sido de orgullo y el orgullo es muy difícil de disuadir, cuando me doy cuenta que lo que hice ha sido de orgulloso que soy, no me da la cara o no quiero, muchas veces, reconocer que me he equivocado que a pesar de lo que me habían dicho y avisado seguí haciendo mis propios planes.
Pero tiene que llegar un momento en mi vida en que pueda tener la fuerza suficiente y la capacidad de razonar tal que pueda enmendar lo que he hecho. Tiene que llegar el momento en que, también, me pueda dejar llevar hasta el Señor para pedir perdón, para renovar el deseo de seguir siendo de Dios y vivir según sus Leyes, descubrir que el mejor Camino a recorrer en mi vida es el que Él mismo prepraró para mí porque su Amor es por mí y para mí.
Como en el Evangelio tenemos que ser o tenemos que encontrar esos amigos que nos lleven hasta el Señor, haciendo lo que sea para que pueda Él mismo sanar mi corazón herido o enfermo, pues sólo el perdón del Amor puede sanar nuestros corazones, no sólo por la relación con el Señor, sino, también y sobre todo, en la relación conmigo mismo y con los demás, pues cuando el orgullo invade nuestras decisioines no sólo destruimos nuestra relación con Dios, sino también con quienes queremos y con uno mismo cuando nos damos cuenta de lo que hemos hecho.

jueves, 11 de enero de 2018

Para que sirva de testimonio

"La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio ».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a el de todas partes".
Hoy me resultaron interesante dos cosas en este pequeño párrafo del evangelio: la insistencia de Jesús para que los milagros no sean divulgados; y, por otro lado, que hagan la ofrenda que correspondía para que "sirva de testimonio".
En el evangelio de ayer Jesús le decía a los apóstoles, cuando ellos insistían en quedarse en ese lugar porque venían muchos a buscar milagros, que tenía que irse a predicar a otras aldeas "porque para eso he salido". Jesús tiene muy en cuenta su misión "evangelizadora", salió del Padre para anunciar la llegada del Reino de Dios, la conversión de los corazones del Hombre hacia el Padre, hacia su Palabra, para que el Hombre vuelva a ser lo que el Padre quiso en el principio de la creación. Los milagros, se podría decir, son un hecho secundario en la misión de Jesús, pero muchos lo seguían "porque hacía milagros o porque les saciaba el hambre con los panes y los peces", pero porque su Palabra convertía sus corazones y les daba otro enfoque de sus vidas.
Y aún hoy nos pasa lo mismo: son muchos los que buscan el milagro y no el Don de la FE, buscan la sanación del cuerpo y no la liberación del pecado. Sí, nos quedamos en lo anecdótico y no vamos a lo esencial de nuestra fe. Por eso mismo, en muchos casos, nos alejamos de Dios porque tal cura o tal obispo o tal religioso no dan testimonio, y nos perdemos la oportunidad del encuentro con el Señor que es lo que realmente importa en mi vida de Fe.
Y por qué agegaba "para que les sirva de testimonio"? Porque era importante que descubrieran que la Gracia de Dios purificaba el cuerpo y el alma, pues en esa época se unía la impureza del cuerpo a la impureza del alma, y Dios puede purificar tanto el alma como el cuerpo, pero si el alma está purificada nada importa cómo esté el cuerpo. Es el Don de la Fe, la Esperanza y el Amor lo que sostiene nuestra vida y, aunque nuestro cuerpo sufra la enfermedad, el envejecimiento del cuerpo, si el alma está unida a la Vida de Dios siempre estará con ánimo de seguir entregándose y dándose en sacrificio de Amor.
Pero al vivir en una sociedad que se fija tanto en lo externo y en lo superficial, lo único que vemos, como en aquella época es que estamos en desgracia por una enfermedad, por una cruz, por tal o cual cosa, que ya no estamos en las manos de Dios y, en realidad, somos nosotros los que nos hemos soltado de sus Manos en lugar de aferrarnos a Él para poder vivir con esperanza la Cruz que nos toca cada día. Y en esa esperanza está la fortaleza para "dar testimonio" que la Cruz no es una desgracia, sino que es el medio por el cual la Gracia llega a nosotros y nos fortalece el alma para aceptar y llegar hasta el final sin perder la fe.

miércoles, 10 de enero de 2018

Escuchar y responder en todo momento

Hay lecturas que marcan un acontecimiento en tu vida o que las asociamos a alguna fecha en particular y cuando las vuelves a leer, vuelven a surgir los mismos sentimientos y las mismas palabras que ese día se escucharon. Para mí esta lectura del llamado de Samuel es muy clara, fue la lectura de la misa del día en que ingresé en el seminario (15.1.1986) ¡Cuánto tiempo! Pero fue un día donde comenzó una nueva etapa en la vida y donde en realidad, después de mucho tiempo se pudo cumplir, quizás, la misma imagen: encontrar a alguien que me ayudó, como a Samuel, a escuchar al Señor.
Y eso es lo que hoy pensaba al volver a leerla: no siempre vamos a preguntar a quien corresponde. Es decir, sentimos en nuestro corazón un llamado y creemos que ese llamado es para tal o cual cosa, y sin decir nada más nos lanzamos a la carrera hacia eso que sentimos. Pero ¿será verdad eso que hemos sentido? Samuel por tres veces corrió hacia Elí, creyendo que era él quien lo llamaba. Elí tampoco sabía lo que estaba pasando pues creía que podría estar soñando Samuel y por eso lo volvia a la cama, a hacer lo que estaba haciendo.
Alguna vez nos puede pasar lo mismo: vamos detrás de algo que no nos dice nada, y porque no es lo que yo creía vuelvo a hacer lo mismo que estaba haciendo. Como que lo que he escuchado es un sueño o una voz falsa que no me dice nada.
En nosotros pueden ocurrir dos cosas: como ya sabemos cómo son los llamados del Señor, a veces nos hacemos los sordos porque no queremos responder al Señor y por eso seguimos "adormilados" en nuestro lugar y haciendo nuestra vida, aunque siempre tenemos ese "cosquilleo" en nuestro interior de insatisfacción, de querer hacer algo o vivir algo que aún no ha llegado, y por eso o vivimos algo parecido que va "llenando" ese vacío aparentemente; o rechazamos de lleno al Señor y vamos viviendo todo lo contrario para no tener que pensar en lo que hemos perdido.
Pero también se dan otras situaciones, y tomando el ejemplo de Samuel y Elí, en que Elí pueda no comprender lo que pasa pero que igual responde a la situación y no ayuda a que la persona escuche verdaderamente el llamado del Señor y nos vaya guiándo erróneamente.
Y ¿cómo sabemos cuál es el camino? ¿Cómo responder ante estas situaicones? Creo, sin ser un gran especialista en todo esto, que lo primero que hay que saber es la disposición que tenemos, cada uno, para escuchar al Señor. Porque puede ser que el Señor hable y que quien me ayude en la vida espiritual sea bueno, pero si no quiero disponerme a su llamado nunca podré responder como es debido, y seguiré haciéndome el sordo siempre.
Y cuando está la disposición no sólo para escuchar, sino también para responder, entonces lo que me invade el corazón es la Paz que nos da el Señor en el momento de mi respuesta. Puede ser sí que lo que el Señor me pida no sea lo que estaba en mis planes, pero si respondo libremente y con un corazón dispuesto Él me llena de Paz para poder, como María dar mi Sí a su Voluntad.
Y no creamos que el Señor nos llama sólo una vez en la vida, sino que en todo momento nos está llamando para hacer su Voluntad, no es que Él quiera cambiar los planes constantemente, sino que la historia necesita que demos respuesta según el Proyecto del Padre, y como nos hemos puesto en Sus Manos para ser sus Instrumentos, entonces, siempre habrá cosas nuevas y diferentes, quizás, para hacer. Por eso necesitamos estar siempre con el corazón dispuesto para que Él pueda conducirme por donde más lo necesite.

martes, 9 de enero de 2018

De Jueces y castigadores

"Mientras insistía implorando ante el Señor, Elí observaba su boca. Ana hablaba para sí en su corazón; solo sus labios se movían, más su voz no se oía. Elí la creyó borracha.
Entonces le dijo:
-«¿Hasta cuándo vas a seguir borracha? Echa el vino. que llevas dentro».
A veces nos creemos muy valientes al juzgar a alguien por una apariencia y mucho más valientes somos cuando por ese juicio vamos al otro y le "cantamos unas cuantas". Eso le pasó a Elí, le pareció que Ana estaba borracha y fue a decírselo. Eso no es valentía, sino que es una mala actitud pues antes de juzgar tengo que averiguar qué está pasando y si lo que realmente están viendo mis ojos es la verdad o sólo me están engañando por un concepto ya previo que tengo en mi cabeza.
Porque muchas veces las apariencias engañan y otras veces me dejo engañar por las apariencias, y cuando intento "ayudar" con mi juicio a alguien solamente lo estoy estropeando todo pues juzgo injustamente, sin conocer y sin saber, y muchas veces sin amor. Y al ir a "cantarle las cuarenta" a alguien por lo que he visto o me han dicho, puedo hacer mucho daño y en lugar de ayudar hago todo lo contrario.
Frente al error de Elí, quien tuvo más valor fue Ana quien no se quedó con lo que Elí le dijo sino que le dijo la verdad de lo que estaba pasando:
"Pero Ana tomó la palabra y respondió:
-«No, mi Señor, yo soy una mujer de espíritu tenaz. No he bebido vino ni licor, solo desahogaba mi alma ante el Señor. No trates a tu sierva como a una perdida, pues he hablado así por mi gran congoja y aflicción.»
Y eso ha sido un gran paso para ella pues pudo salir de su sorpresa, y muchas veces de nuestra indignación por lo que dicen de uno, o por lo que me han venido a decir. Pues cuando somos injustamente juzgados nos da mucha bronca y el dolor nos enceguece y, en algunos caso, o respondemos de muy malos modo y en otros hacemos silencio y dejamos que todo pase. Y no tiene que ser así. Tenemos que tener la actitud de Ana de poder decir lo que estamos viviendo y por qué lo estamos viviendo, para que quien dice que quiere ayudarme lo haga en realidad.
Así fue como la voz de Ana transformó le prejuicio que se había hecho Elí en una ayuda para Ana:
"Elí le dijo:
-«Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda el favor que le has pedido.»
Ella respondió:
-«Que tu sierva encuentre gracia a tus ojos .»
Es evidente que Elí supo escuchar y abrir su corazón a la situación de Ana, y eso es algo de mucho valor, porque saber escuchar y rectificar lo que he dicho o hecho es de alguien valiente y de mucho corazón. Porque no siempre tenemos el valor y la fuerza para rectificarnos, para pedir disculpas y, sobre todo, para tender la mano para ayudar al otro a levantarse de su situación.
Nos gusta más salir a "cantar las cuarenta" pero no a tender la mano para ayudar a levantarse a alguien de su situación, o sobre todo, a abrir el corazón y los oídos para saber qué es lo que está viviendo o sucediendo en su vida. Ser Juez y Castigador es lo que más fácil es para hacer, sin embargo eso sin amor y compasión no sirve de nada para construir el Reino de los Cielos.