martes, 13 de junio de 2017

Que tu sí sea ¡SÍ!

Le dice San Pabo a los Corintios:
"Hermanos:
¡Dios me es testigo!
La palabra que os dirigimos no es sí y no.
Pues el Hijo de Dios, Jesucristo, que fue anunciado entre vosotros por mí, por Silvano y por Timoteo, no fue si y no, sino que en él solo hubo sí".
En el Apocalipsis la Palabra nos dirá:
"Que tu sí sea sí y que tu no sea no, se frío o caliente, pues a los tibios los vomitaré de mi boca, dice el Señor".
Nos acostumbramos, muchas veces, a que nuestra decisión por seguirlo a Cristo y vivir cristianamente sea entre sí y no, entre frío y caliente, entre tal vez y quizás, entre si se puede o si quiero, entre si tengo ganas o no las tengo. Creemos que (y es cierto) el cómo vivimos nuestra fe depende de nosotros. Y es cierto, claro, pues en todo momento decidimos como vivimos y qué hacemos, pero cuando tomamos la decisión de seguir a Cristo, Él asume que nuestro Sí es un Sí serio, con todas las letras y que lo asumiremos en todo nuestra vida. Pues el aceptar un Camino de santidad es aceptar un compromiso de vivir de determinada manera, siguiendo determinadas pautas.
En nuestro caso lo que seguimos es a Cristo, y las pautas que Él nos dejó en Su Palabra no es un sí hoy y un no mañana, o un tal vez, o si hoy tienes ganas puedes hacerlo.
Por eso, para que nuestra decisión sea real y verdadera nos dejó o nos puso como horizonte o ideal lo que dice en el evangelio de hoy:
"Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
No es por que nosotros tengamos la capacidad de serlo por voluntad propia, sino que nuestra decisión de seguir a Cristo nos hace "merecedores" de recibir Su Luz para que en nosotros ilumine a los demás. Mientras mantenemos nuestro ¡SÍ! a la Fidelidad a Dios nuestra Luz seguirá siendo brillante, pero cuando cambiemos el Sí por el No o por el Tal Vez, cuando nos volvamos tibios para vivir lo que hemos visto como Voluntad de Dios, entonces nuestra Luz se irá apagando, pues ya no estamos en Cristo, sino que nos alejamos de su Luz.
La Gracia de perseverar en el ¡SÍ! a Dios es una Gracia a pedir todos los días, pues todos los días estamos tentados a dejarnos llevar por el mundo y transformar el Fuego del Espíritu en aire mundano que nos conduce a las tinieblas del mundo.

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