"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si nuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena de la “gehenna” del fuego".
No fue una ocurrencia de San Pablo decir que la letra de ley mata, sino que el mismo Jesús fue quien puso el listón muy alto, pues llevar a plenitud la Ley y los profetas no es sólo decir he cumplido todo con exactitud, sino haber vivido todo en plenitud. Y la plenitud de la Ley la vivió Jesús en todo momento, pues no se contentó con hacer lo justo y con cumplir con las reglas establecidas, sino que miró la Ley desde el Espíritu que el Padre quiso darle.
Cumplir es fácil, vivir es más complicado.
Por muchos años se ha vivido "cumpliendo" con la obligación de hacer esto o lo otro, pero los corazones han seguido estando vacíos y duros como piedra, porque no se ha llegado a dejar pasar al Espíritu a nuestras vidas. Y, cuando alguien decía que la vida del cristiano implicaba más exigencia lo trataban de loco o de exagerado, y es simplemente porque no todos leen el evangelio en profundidad o no dejan que el Evangelio sea, realmente, quien ilumine la vida.
"Y si nuestro Evangelio está velado, lo está entre los que se pierden, los incrédulos, cuyas mentes ha obcecado el dios de este mundo para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y nosotros como siervos vuestros por Jesús".
Cuando le permitimos al dios de este mundo iluminar nuestros corazones, nos volvemos muy burros para comprender la Verdad de Dios, y creemos que lo que nos dicen sólo es palabra de hombre, y lo que tenemos que creer es la Palabra de Dios pues es la única capaz de salvarnos. Por esa misma razón a dónde debemos ir a beber todos los días es a la Palabra de Dios, y alimentarnos en el Pan de la Vida para poder vivir Su Voluntad, dejando de lado la liberalidad sin vida que nos propone el mundo.
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