viernes, 30 de junio de 2017

Si quieres puedes limpiarme

«Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero, queda limpio».
Una pequeña frase pero muy llena de sentido y sentimiento pues el que se siente y se sabe limpio siempre buscará quién pueda librarlo de su suciedad. Claro que para eso hace falta el reconocerse o el sentirse sucio, el sentirse enfermo para buscar un médico, sentir el dolor del pecado para buscar un confesor, sentir hambre de Dios para buscar el Pan de la Vida.
Hoy en día quizás estás muy llenos de todo y cubiertos de todo tipo de trivialidades que nos ayudan a esconder o a tapar necesidades espirituales. Hay, también, una escala de valores diferentes que nos llevan a tener hambres de otro tipo y necesidades de otros valores. Pero siempre, en algún momento, surge desde dentro del alma la necesidad de religarnos a algo más allá de lo que somos.
En este evangelio el leproso se acerca a Jesús porque no sólo la lepra era su peor enemigo, sino que la comunidad entera lo había desterrado y enviado al desierto, fuera de su familia, de sus amigos, de sus raíces. Y, quizás, el dolor era más de la soledad de su gente que de su enfermedad. Por eso necesitaba estar limpio, porque estando limpio su cuerpo los demás lo volverían a recibir en su casa, en su comunidad.
Sentir el dolor del pecado en el corazón o sentir el sabor agrio en la boca es el primer paso para poder buscar el perdón. Pero si no hay un reconocer mi error, mi falta, mi pecado nunca podré encontrar la paz de la reconciliación, pues la Gracia de la reconciliación no sólo es con los demás, sino con uno mismo, pues la Gracia de la reconciliación trae la paz al alma, limpia no sólo las manchas externas del pecado, sino que nos devuelve la pureza original del bautismo.
Así es de pensar que sólo cuando hay verdadero arrepentimiento y deseo de crecer en la Gracia es cuando la reconciliación se produce en serio, pero si sólo sale de mi boca la palabra perdón pero no nace del fondo del corazón, con un deseo de verdadera conversión, nunca llega el baño de Gracia que purifica todo nuestro ser para que vuelva a su pureza original.
La actitud del leproso nos lleva ponernos en su piel para sentir ese dolor que produce el pecado, la soledad que va sembrando en nuestro corazón, para que humildemente y con sinceridad podamos acercarnos al Señor y decirle:
Si quieres puedes limpiarme; si quieres puedes perdonarme.

jueves, 29 de junio de 2017

Columnas y ejemplos de fidelidad

San Pedro y San Pablo, dos columnas de la Iglesia sobre las cuales se sostiene nuestra fe no sólo por su doctrina, sino por su vida de fe y su fidelidad al Señor.
Pedro, un pescador que escuchando la Voz del Señor en su barca que le decía: "Te haré pescador de hombres", dejó todo y lo siguió. Y dejar todo para él significo casa, familia, esposa, trabajo y comenzó a seguir al Señor. Vivió junto a Él y en el momento más importante, cuando tenía que estar junto a Él, lo negó tres veces, pero al darse cuenta de lo que había ocurrido "lloró amargamente" y se arrepintió de su error.
Pablo, un hombre de letras, un hombre estudioso y defensor de la Ley y los Profetas, celoso de su su fe decide, con la anuencia de los Ancianos, perseguir a esta nueva secta que había comenzado a surgir: los cristianos. Pero en el camino el Señor se le aparece y le hace ver el Camino que Él mismo le propone. Y así, dejándolo todo comienza a vivir la Vida de Cristo: "ya no soy yo quien vive en mí, sino que es Cristo quien vive en mí".
Sus vidas nos muestran que cuando escuchamos verdaderamente la Voz del Señor no podemos seguir indiferente a lo que nos propone: o dejamos todo para seguirlo o renunciamos a creer en Él, pero siempre la última palabra está en nosotros: "que tú sí sea sí y que tu no sea no".
Pedro y Pablo pudieron dar un Sí completo al Señor, pues a pesar de sus pecados encontraron el camino del arrepentimiento y una vez que descubrieron el Amor del Señor, no dudaron en entregarse a Él hasta la última gota de su sangre.
Hermosa afirmación de San Pablo al finalizar su vida:
"Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe".
Y así han sido las vidas de los dos: un combate entre el espíritu y la carne, entre la carne y el espíritu, para poder llegar a vivir en plenitud la Voluntad de Dios. Pero en esa lucha no estamos solos, si queremos ser Fieles al Señor, siempre será Él quien esté con su Gracia a nuestro lado para ayudarnos a librar el duro combate de la fe.
Así nuestro amor al Señor no será sólo afectivo sino que será un amor efectivo que se realiza y concreta cada día en la entrega a Su Voluntad, renunciando a mi Yo y siguiéndolo, paso a paso, como lo hicieron Pedro y Pablo.

miércoles, 28 de junio de 2017

Nuestra alianza con el Señor

Al leer este diálogo de Dios con Abrán sobre el tema de la descendencia de Abrán, un tema que es bastante difícil para él pues ya no tenía edad para tener descendientes, parece que es algo impensable a esa altura de su vida de creer. Pero Dios sigue insistiendo en la descendencia de Abrán, hasta que él llega a creer a Dios y así sella una Alianza Dios con Abrán. Todo esto me hacía pensar en algo que, hace muchos años, decía un profesor en una clase:
"hay tanto para creer en nuestro Credo que nos dedicamos a creer lo que no está en él, y en cambio no le creemos a Dios".
Somos muchos los que recitamos cada domingo el Credo de nuestra fe, pero no siempre creemos en el Credo, sino que creemos en lo que el mundo nos dice. Decimos por ejemplo que creemos en un Dios Padre todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra. Este Dios y Padre fue revelado por los profetas y, últimamente, por el Hijo Único que nos habló de Él y nos enseñó cómo era, y nos ayudó a hablarle como a nuestro Papá - Abba. Pero vamos detrás de otros dioses, buscamos nuestros destinos en los horóscopos, en las cartas, en tantas cosas ponemos nuestra confianza que nos olvidamos del poder de nuestro Padre Celestial. No confiamos en Su Providencia.
Creo en Jesucristo su Único Hijo.... ¡Tanto nos dio el Hijo para salvarnos! Él pagó con su sangre nuestro rescate del pecado, nos dejó su Cuerpo y Sangre para fortalecernos y renovarnos día a día para que no perdamos nunca la santidad que nos hace hijos de Dios. Pero sin embargo nos alimentamos con otros panes que no dan vida, sino que nos separan de la Vida, pues no lo buscamos en Su Palabra ni en la Eucaristía.
Por eso Jesús nos dice hoy:
"Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis".
Si no estamos alimentados de Dios, si nuestra vida no es de Dios ni para Dios, si nos hemos alejado de Cristo y no nos alimentamos con su Pan de Vida ¿podremos tener Vida de Dios? ¿Podremos dar los frutos abundantes del Espíritu? No esperemos buenos frutos si lo que alimenta las raíces de nuestra vida espiritual no son los alimentos que nos da el Padre y el Hijo, sino alimentos superfluos que encontramos en cualquier lugar.
Dios selló una alianza con Abrán con animales muertos y la mantiene por los siglos. Dios selló una Alianza Nueva ya no por la sangre de animales sino con la misma Sangre del Hijo que se renueva en cada Altar Eucarístico ¿lo dejarás pasar de largo? O irás al Altar para mantener viva la Alianza que Dios hizo contigo?

martes, 27 de junio de 2017

Algunos de Sus consejos

Muchos creen que Jesús nunca ha dado consejos fuertes, que siempre tenemos que poner la otra mejilla y que ante lo que nos digan tenemos que bajar la cabeza en sumisión a lo que los demás nos hagan. En algunos momentos quizás tenga que ser así, pero no siempre tenemos que prestarnos a que los demás nos pisoteen como quieran y nos hagan sentir la peor porquería del mundo, porque no somos así los cristianos. Nuestra vida de fe la tenemos que valorar como lo que verdaderamente es "un tesoro en vasija de barro", y aunque lo que más se note sea el barro hay en nosotros valores que reales y que debemos cuidarlos y hacerlos fructificar.
«No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.
Uno de los consejos de Jesús es este:
"Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas".
Claro que está hablando de hacer el bien, pues el lo que nos gusta que los demás hagan con nosotros; pues si hacemos el mal con los demás, estamos dejando abierta la puerta para que los demás hagan lo mismo con nosotros. Está sabido que no siempre vamos a obtener la misma respuesta de los demás, pero, por lo menos, nos va a quedar muy tranquila la conciencia y vamos a poder madurar nuestra entrega, cuando lo que intentamos cada día es hacer el bien a todos sin mirar a quien. Y teniendo en cuenta el primer consejo, sabiendo que, muchas veces, no podremos hacer todo lo que queramos porque muchos no sabrán aceptar o valorar lo que le brindamos desde nuestra vida de fe.
Y sí, vivir los consejos evangélicos nunca ha sido tarea fácil, por eso también nos advertía Jesús:
"Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos".
La Puerta Estrecha del Reino es la puerta por la que entramos cada día a la vida diaria, pues el Reino lo construimos todos los días aquí en la Tierra. Por eso al comenzar cada día tenemos que plantearnos, desde la oración, los consejos que tenemos que vivir, o por lo menos, recordarnos que tenemos que vivir los consejos evangélicos y así el Señor nos dará su Gracia para poder asumir cada uno de ellos, sabiendo que no tenemos en nosotros ni la fuerza ni la Gracia suficiente para hacerlo por esfuerzo propio. Siempre y en todos los días necesitamos de Él.
Pues Él mismo nos lo repite:
"¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».
Pero nada de esto nos lleva al desánimo sino que nos alienta porque sabemos que Él es quien nos allana el Camino para poder no sólo entrar por la puerta estrecha sino para vivir cada día en Fidelidad a la Vida recibida y elegida.

lunes, 26 de junio de 2017

Sal de tu tierra...

"En aquellos días, el Señor dijo a Abrán:
«Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
Abran tenia setenta y cinco años cuando salió de Jarán".
Muchas veces escucho a gente que, de acuerdo a la edad, cuando les hablas de cambiar o modificar algo de sus vidas dicen que ya no pueden que "a esta edad es imposible cambiar".
Sin embargo Dios le pide a Abrán que deje su casa a los 75 años de edad; Santa Isabel era una anciana cuando concibió a Juan Bautista, y así hay muchos ejemplos en las Sagradas Escrituras en donde Dios no se fija si alguien es joven o anciano para pedirle un cambio de vida, sólo mira la disponibilidad del corazón para aceptar Su Voluntad pues lo demás vendrá por su Gracia.
No podemos perder la confianza en que la Providencia hará su "trabajo" en nosotros si, realmente, hay disponibilidad de querer hacer la Voluntad de Dios; pues cuando le dejamos a Dios el espacio para que Él actué "hace maravillas con sus siervos", pero si siempre ponemos excusas para no hacer su Voluntad nos perderemos las Gracias que Él tenía para nosotros y no alcanzaremos la meta que Él pensó para nosotros.
Y, por otro lado, también es signo de desconfiar de su Gracia, de no tener esperanzas de que Él pueda hacer con nosotros grandes cosas aún cuando tengamos poca o mucha edad, pues a Dios la edad del cuerpo no le preocupa, sino que le preocupa la edad de nuestra alma, que no se envejezca el alma es lo que Dios no quiere, pues un alma envejecida es porque ha perdido la esperanza y la confianza en el Señor, y con ella Él no puede hacer nada.
En el Camino de la Vida en Santidad que el Señor nos ha llamado a transitar siempre hay nuevas propuestas y nuevas metas, es el Señor quien nos va guiando y nos va dando la Gracia para seguir ascendiendo en el camino de santidad, pero siempre con nuestra disponibilidad de corazón, siempre con nuestra mirada puesta en Él pues cuando miramos hacia nosotros comenzamos a hundirnos en la pobreza de nuestro ser, pues sólo de su Mano podemos seguir "caminando sobre las aguas" caudalosas de un mundo que va perdiendo Vida.
"Abrán marchó, como le había dicho el Señor". Esa es la propuesta de Dios de cada día: dejar la comodidad y las excusas y creer que de su Mano todo es posible, aún seguir madurando y creciendo en nuestra vida espiritual, sea cual sea nuestra edad y el estado de nuestro cuerpo, siempre está la esperanza y la confianza de que Dios nos acompañará para poder ser Fieles a la Vida que Él quiere que alcancemos a vivir.

domingo, 25 de junio de 2017

No tengais miedo a los hombres

"No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros".
Cada día podemos ver en las noticias o en nuestros propios pueblos cuántas son las agresiones que sufrimos los cristianos por el simple hecho de ser cristianos, de vestir un hábito religioso, de llevar un símbolo colgado, de decir lo que realmente pensamos desde nuestra fe, o ¡son tantos los motivos que los enemigos encuentran para querer quitarnos del medio!
Claro que no es nada nuevo lo que ocurre en tantos lugares, pues ya desde la antigüedad vemos cómo el Profeta Jeremías también escuchaba esas insinuaciones:
"Oía los rumores de la gente:
«¡Terror por todas partes!
¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!»
Hasta mis amigos más íntimos
acechaban mi caída:
«Tal vez se lo pueda seducir;
prevaleceremos sobre él
y nos tomaremos nuestra venganza».
"Nada nuevo hay bajo el sol". Lo único nuevo cada día es nuestra actitud frente a la Voluntad de Dios que nos va pidiendo una entrega constante, una Fidelidad radical. Por eso el Señor nos hablaba de la confianza en el Padre, pues es el Padre Celestial quien conoce todo nuestro ser y nos cuida como la pupila de sus ojos.
Sólo la confianza en su Providencia nos animará cada día a vivir sin miedo a los hombres, pues ellos no pueden quitarnos la vida si el Padre no lo quiere o permite, pero aunque ellos nos la quitaran el Padre nos daría la Vida Eterna, que es nuestra verdadera Vida.
Cada día que hay un insulto, una calumnia, una persecución o un martirio el mundo nos va demostrando lo importante que es el testimonio de nuestra fe, nos va demostrando que realmente podamos cambiar el mundo si continuamos siendo Fieles a la Vida que el Señor nos ha regalado y nos pide vivir, porque si no fuésemos capaces de cambiar la realidad o modificar nuestra realidad el mundo ni siquiera se molestaría en insultarnos pues no servimos para nada. Pero si ponemos en evidencia el pecado del mundo, entonces sí querrán quitarnos del medio.
"Si esto hacen con la madera verde qué no harán con la seca" nos decía Jesús viendo lo que harían con él. Y nosotros los que nos hemos decidido a vivir con, por y para Jesús seguimos sus huellas y por eso el mundo nos odio, pero el odio del mundo no es más grande que el Amor de nuestro Padre Dios, por eso vivimos confiados y seguros en el Amor de Dios que es quien nos da la Vida Verdadera.

sábado, 24 de junio de 2017

La Voz que clama en el desierto

De los sermones de San Agustín

La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo.
Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo y sacar provecho de él.
    Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.
    Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegan hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.
    Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: Dinos quién eres. Y él respondió: Yo soy la voz del que clama en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.

viernes, 23 de junio de 2017

En el centro del Amor y la Vida

Cada vez que hemos dibujado un corazón en alguna parte es para representar el amor a alguien, el amor por alguien o el deseo de amar a alguien. Le hemos dado a algo tan espiritual y tan importante como es el amor el lugar más noble y vital para la vida del hombre: el centro del corazón. Y también para cada uno de nosotros el corazón es lo más sagrado, decimos muchas veces: me ha llegado al corazón, me has hecho doler el corazón, me has roto el corazón, mi corazón está llorando. Le damos al corazón sensaciones y expresiones que son puramente expresiones humanas, lo humanizamos porque es el centro de nuestra vida, pues sin él no tenemos vida. Si el corazón no trabajase como es debido nuestra vida se va deteriorando, pero si está fuerte y vigoroso nuestro cuerpo lo estará igual.
Es por eso que en la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús vemos también nuestro corazón, pues Él es el centro de nuestra vida, es el principio vital de nuestra espiritual y es quien nos da la fuerza y el vigor para vivir en plenitud. Por eso la liturgia nos presenta unos puntos hermosos para reflexionar y purificar nuestro corazón, hacer una limpieza de todo aquello que no es puro en nuestra fe para que la sangre esté siempre nueva y nuestra vida espiritual sea siempre vigorosa.
En la primera lectura Moisés le dice al pueblo de Israel:
"Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.
Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones".
El Señor nos eligió y nosotros elegimos seguirlo, por eso nuestra vida de fe tiene que estar centrada en sus preceptos y prescripciones, en Su Voluntad, pues "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", y así nutrimos todos los días nuestra vida de la Gracia del Señor, pues para que podamos ser Fieles a su Voluntad Él nos dará su Gracia.
San Juan en su carta nos dice:
"A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo".
No hay más testimonio para que el mundo crea que somos hijos de Dios, que vivir como tales, permaneciendo en Él y dando testimonio del amor que nos tiene porque "nos amamos unos a otros como Él nos ha amado". Y sólo podremos amarnos de ese modo si Él está en nosotros y nosotros estamos en Él: reflexionando Su Palabra, recibiendo el Pan de la Vida, viviendo sus Sacramentos. Así la Gracia nos permitirá siempre manifestar la alegría de ser hijos, pues nuestro corazón estará rebosante de su Vida.
Y como ese caminar es, muchas veces, duro y nos agobia el no poder vivirlo en plenitud, entonces el Señor nos dice:
"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobres vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera".
Para caminar seguros y no claudicar en medio del camino, el Señor nos lleva la carga si nosotros llevamos la de Él, pues si unimos nuestro yugo a su Cruz Él se transforma en Cireneo para nosotros y con Él llegamos a vivir lo que el Padre quiere para nosotros.

jueves, 22 de junio de 2017

Un diálogo de amor y confianza

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis".
No hacen muchas falta muchas palabras ni alzar la voz cuando tenemos que dialogar con quien conocemos y con quien amamos, pues el conocimiento del otro y el amor que nos tenemos nos bastan para entendernos y saber qué necesitamos cada uno. Y así es la oración, es un diálogo entre dos personas que se aman y se conocen, o se conocen y se aman. Por eso a la hora de hablar entre los dos dialogamos de lo que hemos vivido, pues de lo vivido salen las necesidades para seguir viviendo.
Cuando nos presentamos ante el Padre para hablar con Él, sabemos y contamos con un corazón que escucha y que sabe lo que necesitamos, pero que no necesita que se lo digamos, sino que necesita que lo escuchemos. Nuestro hablar con Él es para poder desahogar nuestro corazón y dejarlo libre de todo agobio, pesar e intereses superfluos, para así poder recibir todo lo que Él tiene para darnos.
Porque si no dejamos en sus Manos todo lo que vamos guardando en nuestro corazón, nunca habrá lugar para poder recibir y conservar lo que Él nos va entregando día a día, pues en el diálogo con el Padre es Él quién más nos regala.
Todo lo que en el silencio le entrego al Padre lo va transformando en las Gracias que necesito para seguir andando en el Camino de la Fidelidad. Todo lo que voy uniendo a la Cruz de Cristo Él lo va transformando en Gracias para quienes lo necesiten. Todo lo que dejo en las Manos de María Ella lo va utilizando para el bien de nuestros corazones.
Es por eso que nuestra oración es un diálogo de amor y de confianza, amor pues el amor me ayuda a no dejar nada guardado pues los corazones que se aman no tienen vergüenza de compartir lo que han vivido, sino que, al contrario, necesitan conocer la vida para poder acompañarla. Y ese compartir constante madura mi confianza pues se que el Amor nunca va a traicionar, nunca mal utilizará lo que vivo, sino que me ayudará a vivir, a asumir, a aceptar para poder crecer.
Así Jesús al enseñarnos el Padre Nuestro nos ha dado lo mejor de su diálogo con el Padre para que nosotros también podamos entender que la oración es un diálogo entre personas que se aman: entre un Padre y su hijo, entre Hermano y hermano; entre Madre e hijo, en definitiva un diálogo que se amor y confianza para caminar cada día con fortaleza y esperanza de que alcanzaremos la meta a la que hemos sido llamados.

miércoles, 21 de junio de 2017

Hipócrita o testigo creíble

No seáis como los hipócritas, nos dice Jesús. Y para mejor busqué qué significa hipocresía en el diccionario: fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan; como para que tengamos en claro que es la hipocresía y quienes son hipócritas. Porque podemos llegar a interpretar mal el evangelio si pensamos que Jesús no quiere que hagamos ningún acto religioso a la luz pública, sino que todo lo vivamos encerrados entre las paredes de nuestra habitación o del Templo.
Lo que Jesús no quiere es que hagamos las cosas o para sólo cumplir y quedar bien, o sólo para que los demás vean una buena cara de alguien que no es tan bueno. Hoy en día la sociedad nos exige vivir de determinada manera y, no son pocos, los que sin creer en eso viven como si fueran otra cosa que no son.
Claro que también se da no sólo el hecho de "parecer" muy santo, sino también se da el hecho de "parecer" muy diablo. Pues a muchos les ha pasado que han tenido que ocultar su vida cristiana porque en el lugar de trabajo o en la escuela o en otro lugar le prohibían expresar su fe.
Lo que Jesús nos pide es que tengamos buenas raíces cristianas, que nuestra fe sea fuerte y bien arraigada en Él mismo para que nunca tengamos que reprimir lo que creemos o expresar algo que no somos, simplemente ser libres en el Espíritu para que nuestra vida sea espejo de lo que creemos.
Por eso es necesario que los católicos "purifiquemos" nuestra vida de fe. Sí, purifiquemos nuestra vida de fe, porque me parece que a muchos se nos han "pegado" cosas de otras religiones y vamos por ahí haciendo una mezcla de creencias que no es bueno para el testimonio que tenemos que dar.
Es cierto que respetamos y valoramos todas las religiones, pero no he visto a ningún (y permítanme el ejemplo) musulmán con una cruz colgada al cuello, o un budista rezándole a la Virgen María, simplemente porque ellos tienen sus propios modos de rezar y de creer. Pero te encuentras con católicos que tienen en su casa un Buda, o una pirámide, o llevan signos de otras religiones colgados en sus cuellos, y pareciera como que no se cree en lo que se dice creer, pues "por las dudas...."
Y por eso parecemos hipócritas pues no terminamos de creer en lo que decimos creer, pues confiamos en otros dioses y no en Nuestro Dios y Señor. Tenemos que tener en cuenta que nuestra vida es testimonio de lo que creemos, y eso es una siembra constante en el corazón de los demás, pero ¿qué es lo que mi vida testimonio a los demás? ¿Es mi vida un testimonio claro de lo que creo o de lo que digo creer?

martes, 20 de junio de 2017

La perfección en el Amor

"Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto"
Llegar a tanta perfección nos resultaría imposible. En realidad es imposible llegar a la perfección de Dios porque nosotros somos creaturas imperfectas y en pecado, pero así y todo Jesús, nuestro Dios, nos exige la perfección del Padre. Y ahí cabe la pregunta ¿cuál es esa perfección?
Esta exigencia del ser perfectos surge de las afirmaciones que viene haciendo desde el comienzo de este discurso, en el cual habla de la plenitud de la Ley de Moisés, que no es el cumplir con la letra sino el vivir desde el Espíritu lo que Dios ha mandado. Y la vivencia desde el Espíritu es la vivencia desde el Amor.
Porque podríamos hacer una lista de los 10 mandamiento y cada día veremos que, básicamente, cumplimos los 10 y no rompemos ninguno. Pero si a los 10 mandamientos le agregamos el plus (de lo que llamo el 11º mandamiento) del "un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como Yo os he amado" y en función de saber cómo debemos amar, le sumamos el Cántico de la Caridad de San Pablo, nos vamos a dar cuenta que hay muchos lugares en los cuales no podemos poner una cruz porque no hemos vivido el amor de semejante modo.
Por eso, si buscamos perfección podemos encontrar muchos significados y podemos ver que hay mucha gente que es perfecta: en el estudio, en el trabajo, en su deporte, en su profesión. Pero no es esa la perfección que el Señor busca en nosotros, pues sabe que somos imperfectos, sino la perfección es la del Amor.
Santa Madre Teresa de Calcuta diría "amar hasta que duela" y es cierto que muchas veces duele mucho amar como Jesús nos lo pide, pues significa morir a muchas ideas, a muchos juicios, a muchos deseos.
Pero también hay que saber que aún amando como nos amaba Jesús tuvo palabras fuertes y duras con aquellos que no buscaban la Voluntad de Dios, sino sus propios fines. Y, a pesar de amarlos, como al joven de la parábola "con tristeza lo vio alejarse". Pues el Amor no implica aceptar todo de todos, sino amar a todos a pesar de tener que aceptar que muchas veces hay que sufrir por quienes se alejan de la Voluntad de Dios por no querer amar como Él nos lo pide.
Por ese, cada día y todos los días, necesitamos el Verdadero Alimento del Amor: Su Palabra y Su Vida, su Palabra que nos oriente y abra el corazón para que el Pan de la Vida alimente nuestro deseo de alcanzar la perfección del Amor.

lunes, 19 de junio de 2017

La Palabra que da vida

Las lecturas de hoy son de esas que uno puede usar en algún momento (o en todos) para refrescarle a los demás el evangelio que uno nunca lee. Porque cuando queremos hacer quedar mal a alguien, o hacer ver lo mal que se está portando porque lo que ha hecho no me conviene a mí, saco de la chistera pasajes del evangelio que nunca utilizo para crecer yo.
En este caso al decir Jesús "cuando alguien te abofetee en una mejilla preséntale la otra", eso me gusta para que los demás no me devuelvan o no tomen venganza cuando hago algo malo contra ellos. Pero claro que también me olvido que Jesús dijo: "no hagáis a otros lo que no te gusta que te hagan a tí", o tantos otros pasajes que son un todo en el evangelio.
Pero es que siempre la malicia que llevamos en nuestro corazón nos ayuda a "intentar" librarnos de nuestro pecado con el evangelio, y así poder decirle a los demás que yo soy bueno y no como piensan, por eso tomo pasajes convenientes del evangelio para tomar venganza o intentar que no me culpen de mi pecado.
Sí, es cierto que llevamos (al decir de San Pablo) "la espina del pecado" en nosotros y "no hacemos todo el bien que debemos sino el mal que deseamos", y por eso hemos de tener cuidado cómo utilizamos el evangelio, pues la Palabra de Dios es una Palabra que nos ayuda a crecer y no a defendernos de nuestros errores.
Por esa espina que hay en nosotros no siempre estamos atentos al Evangelio para ponerlo en práctica en nuestra vida, sino que intentamos utilizarlo del modo más conveniente y es así cuando comenzamos a despreciar la Palabra de Dios. Despreciar no porque no la valoremos, sino porque le damos un "uso" indebido, no la apreciamos en su justa medida, pues dejamos que la Palabra de Dios sólo parezca un manual para defensa personal.
Claro que es, en algunos casos, el reflejo de mi comportamiento con Dios y con las personas: uso de ellos de la mejor manera que me conviene, pues cuando los necesito recurro a ellos y cuando no paso olímpicamente de su presencia en mi vida; cuando me hacen falta los utilizo para mi propia defensa y cuando no ni siquiera me preocupo si necesitan de mí.
Lo cierto es que cuando dejamos que la Palabra de Dios sea Luz verdadera en mi vida no sólo ilumina, fortaleza y enseña, sino que me ayuda a descubrir mi pecado y me invita a la conversión constante. Así es La Palabra quien orienta, fortalece y protege mi vida:
"procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios; con las armas de la justicia, a derecha e izquierda..."

sábado, 17 de junio de 2017

En el camino de la reconciliación

"Hermanos:
Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.
Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.
De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.
Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo".
Realmente las cartas paulinas son un incentivo constante para nuestra vida espiritual, para nuestra vida cristiana. San Pablo intenta contagiarnos todo el fuego del espíritu que él lleva en su corazón, toda la alegría de haberse encontrado con un Nuevo y Verdadero Camino de Salvación. Y nos lo presente tal cual él lo está viviendo: totalmente renovado por el Espíritu y encendido por el fuego de su Amor.
Claro que cuando nosotros intentamos espejarnos en sus palabras y en sus vivencias vemos una gran distancia entre lo que anhelamos (como él) ser y lo que en realidad vemos que somos cada día. Ese espejarnos en sus vivencias nos ayuda constantemente y no lo tenemos que pensar como un fracaso en nuestra vida espiritual, ni tal siquiera como un horizonte al que nunca llegaremos.
Y es ese espejarnos en la vida de los santos lo que nos hace descubrir lo que hemos vivido y cuánto nos falta por vivir. Y en ese camino estamos: el camino de la reconciliación, con nosotros mismos y con Dios. Claro que para que haya buena reconciliación tiene que haber reconocimiento de los errores y asumir que me he equivocado, que lo que he vivido no estaba en el Camino de la Voluntad, no era evangélico y por lo tanto, decidido a vivir he de tomar el primer paso de la reconciliación: pedir perdón.
"Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáremos a ser justicia de Dios en él."
El mejor camino que podemos recorrer en nuestra vida y el que más Gracia nos otorga y más alegría nos da es el Camino de la Reconciliación con el Padre, conmigo mismo y con los hermanos y el primer paso es reconocer mi error. Y eso nos lo enseñó Jesús en la Parábola del Hijo Pródigo: sólo reconociendo que me he equivocado puedo volver a la Casa del Padre para vivir una vez más la alegría del abrazo divino.

viernes, 16 de junio de 2017

Nuestro tesoro: ser sus hijos

"Hermanos:
Llevamos el tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.
Atribulados en todo, más no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados , mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo".
¿Cuál es el tesoro que tenemos? ¿Lo hemos reconocido? ¿Hemos podido reconocer el hermoso regalo que nos ha hecho Dios y el precio que ha pagado por el?
El espíritu de hijos que nos ha regalo Dios es el mejor tesoro que podemos recibir en esta vida y en el próxima, pero es un tesoro que no siempre hemos sabido valorar, cuidar y, sobre todo, hacerlo crecer y producir. Claro que nos sabemos hijos de Dios, pero no siempre lo valoramos como es debido, por eso San Pablo habla de lo que puede ocurrirnos pero no nos ocurre porque llevamos ese tesoro en nuestro interior.
No es que nosotros tengamos la fuerza en nosotros mismos, ni la capacidad de perdonar, ni la suficiente esperanza para poder mirar hacia arriba y confiar en la ayuda que nos viene de la Providencia. Todos esos dones sobrenaturales nos vienen gracias a nuestra filiación divina: porque creemos confiamos, y creemos gracias al Espíritu que nos ha sido dado y que nos sostiene y mantiene en la fe en Nuestro Dios y Señor que nos envió a Su Hijo Único para darnos Vida y en abundancia.
Es esa vida divina la que nos mantiene atentos y vigilantes, y nos asiste en los momentos de turbación y oscuridad, es su Espíritu que habita en nosotros el que nos ayuda a pedir lo que necesitamos y acude en nuestro socorro cuando estamos apurados y abandonados. Es la Sangre y el Cuerpo de Cristo quien nos ayuda a dar sentido a todo lo que sufrimos y padecemos, y nos consuela el saber que en su Cruz nada pierde valor, sino que todo es para el bien de aquellos que lo aman.
"Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios".
Es de buen hijo ser agradecido, dice algún refrán por ahí, y eso es lo que hemos de tener muy en cuenta, agradecer diariamente el Don que hemos recibido, el tesoro de Gracia y Vida que el Padre nos ha dado al llamarnos a ser su hijos.