viernes, 12 de mayo de 2017

Un combate diario para creer y confiar

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí..."
Si bien este pasaje del Evangelio es el comienzo de una exhortación sobre las moradas eternas, también estas palabras nos sirven para alentarnos en todo momento. No es sólo el misterio de la muerte física lo que turba nuestro corazón, sino también tantas otras muertes espirituales que hemos de vivir constantemente lo que ensombrece nuestra vida.
¿Por qué Jesús ante estas situaciones nos dice "creed en Dios y creed también en mí"? Si creemos, pero hay cosas que nos duelen y nos fastidian mucho cuando suceden, y situaciones o cruces espirituales que no nos dejan dormir ni confiar.
El dolor de una muerte física o espiritual, el cargar una Cruz física o espiritual o moral, son dolores que no siempre los entendemos o comprendemos, y no siempre es de nuestro agrado poder asumirlos. La respuesta, muchas veces, es ¿por qué a mí Señor? ¿Por qué tengo que vivir esto si lo que yo quiero es otra cosa, hasta incluso algo más santo de lo que estoy viviendo?
Creer en Dios y en Jesús es saber confiar, primero, en Su Amor Infinito y, sobre todo, en su Voluntad que puede ser muchas veces algo que Él me pida que viva, o algo que Él permita que viva. ¿Por qué estas dos manera? Porque entre Dios y el hombre también se "meten" otros hombres, la libertad de "otros hombres", e incluso mi propia libertad.
Miremos la vida de Jesús ¿tenía Él que sufrir todo lo que sufrió? No tendría que haberlo sufrido, pues Él no tenía pecado y lo único que quería era hacer la Voluntad del Padre. Y la Voluntad del Padre era que entregara su Vida para nuestra Salvación. Por eso dice San Pablo:
"En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos".
Sin quererlo los hombres actuaron según su propia voluntad egoísta y llevaron a la muerte a Jesús, pero Dios hizo de ese gran pecado una Gracia de Salvación para todos los hombres.
En nuestra vida ocurre lo mismo: debemos saber confiar en el Tiempo de Dios y en su Voluntad, pues es Él quien conoce cuándo es el momento y hasta cuánto puedo yo llevar lo que me pide. Por eso tenemos que estar siempre tomados de Sus Manos, porque sólo su Gracia nos Salvará, nos sostendrá en los momentos de caídas y nos levantará cuando no tengamos más fuerzas. Pero siempre estará Él para consolarnos y mostrarnos el Camino que nos conduce a la Vida. Y así a pesar de nuestras oscuridades y dudas seguiremos combatiendo hasta el final el combate de la Fe, del Amor y la Esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.