Al finalizar San Pablo el discurso en el Areópago, cuenta el escritor que:
"Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
– «De esto te oiremos hablar en otra ocasión».
Siempre hay algo que nos hace descreer o desilusionar, quizás sea un día malo, una mala experiencia, una mala actitud de alguien; pero esa sola cosa nos tira todo por la borda, o mejor dicho, eso solo nos da pie para dejar de creer o de soñar o de confiar. ¿Tendrá que ser así?
A veces tenemos que ponernos a pensar un poco más porque no es la última gota que rebosa el vaso la que tiene la culpa de todo, sino que todo lo que ha ido llenando el vaso ha sido el culpable. Y por eso tenemos que pensar qué es lo que hemos dejado entrar en nuestro corazón o qué es lo que no hemos quitado de nuestro corazón, lo que ha producido semejante desajuste en mi fe, en mis relaciones, en mi vida.
No se si lo he puesto alguna vez aquí, pero siempre me gusta un ejemplo que aprendí hace mucho tiempo: las personas somos como los frigoríficos (heladeras en argentino) que guardan y conservan las cosas para ser usadas en su debido momento, pero siempre van quedando restos de comidas o de frutas o de carnes, que no nos hemos dado cuenta. Y con el tiempo esos restos que han quedado dentro se pudren y, sobre todo la carne, cuando se pudren dan un olor tremendo, y al abrir el frigorífico parece que todo está podrido, pero no es así es sólo una cosa que quedó guardada y le puso un olor horrible a todo lo demás.
Si no observamos bien y descubrimos qué es lo que pasó quizás tiremos todo a la basura pensando que todo está podrido, y no es así, es sólo una cosa que hizo que todo se pudriera.
Creo que así nos pasa en la vida diaria, creemos que podemos dejar todo "guardado", que no nos vamos a quejar, que no vamos a decir, que lo vamos a dejar pasar... pero finalmente se ¡pudrió todo! y a qué le eché la culpa: a la última gota que colmó el vaso.
Así le pasó a la mayoría de los griegos, pero hubo otros que se fueron a hablar con San Pablo y comprendieron lo que él predicaba y creyeron en el Señor, y formaron una comunidad de fe, de esperanza y amor.
Es por eso que necesitamos, casi todos los días, revisar lo que hemos dejado guardado y quitar aquello que ya no sirve o que puede hacernos poner mal, para que nuestro corazón siempre esté lleno del Espíritu y no de las cosas que un día pueden llegar a hacer mucho daño a la fe, al amor o a la esperanza.
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