A los pocos días de ingresar en el Seminario, el 19 de enero de 1986, nuestro Formador, el P. Efraín Sueldo Luque, no tuvo mejor idea que consagrar nuestras vidas al Corazón Inmaculado de la Virgen de Fátima. Desde ese día he tenido una especial relación con María de Fátima, leyendo su historia a través de la palabra de la Hna. Lucía, una de los pastorcitos de Fátima. Siempre me ha conmovido esos momentos de encuentro profundo de almas tan inocentes con la Virgen, pero mucho más ha sido el inmenso amor que ellos, Jacinta, Francisco y Lucía, le demostraron al Señor por medio de María.
Hoy a 100 años de aquél momento Jacinta y Francisco serán declarados Santos por el Papa Francisco, para que su vida sea un modelo para todos los cristianos que intentamos, todos los días, seguir el Camino de Jesús, seguir a Jesús de la mano de María.
Pero, sobre todo, hoy como hace 100 años vuelven a resonar las palabras de María llamándonos a la conversión por medio de la penitencia y la oración. Nos vuelve a recordar que debemos volver nuestra mirada hacia Dios Padre y dejar que las Palabras de Su Hijo penetren en nuestro corazón para que vivamos en santidad.
María, como Madre, nos hace mirar a lo profundo de nuestro corazón para no sólo reconocer nuestro pecado, sino para descubrir la Obra de Dios en nosotros, ese Dios que infundió en nuestros corazones el Fuego de Su Espíritu que clama a Él llamándolo ¡Abba! ¡Padre! y si lo llamamos Padre es que tenemos que ser hijos, hijos a la medida del Hijo Único de Dios que se entregó por nosotros, por amor a nosotros, para que nosotros por Amor a Él nos entreguemos a Dios.
Los tres pastorcitos nos enseñaron que no hacen falta muchas luces, no hacen falta muchos títulos, ni mucha nada para alcanzar la santidad, sino que hace falta mucha confianza en el Señor y un deseo constante de hacer su Voluntad. Ellos con sus pocos años abrieron sus corazones al Espíritu y ofrecieron sus grandes sacrificios por la conversión de los pecadores, hicieron grandes penitencias por la paz del mundo, y supieron aceptar con amor la Cruz que el Señor les pidió vivir.
Hoy es un día muy especial. María nos vuelve a pedir que nos consagremos a su Corazón Inmaculado para que sea Ella quien nos ayude a, como Ella, a escuchar la Voz del Hijo para ser, como Él, obedientes al Padre.
"Oh Señora mía, Oh Madre mía! Yo me entrego del todo a Vos; y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como hijo y posesión vuestra.
Amén".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.