miércoles, 17 de mayo de 2017

Permanecer: un acto de mi voluntad

"Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Cuando lees el evangelio todos los días pareciera que te dan ganas de decir: ¡y dale! otra vez con lo mismo!. En esto Jesús, al escuchar siempre al Padre, tiene una actitud paternal o mejor dicho, me hace acordar a las madres: siempre nos recuerdan lo mismo cuando vamos a salir de casa: ten cuidado, llevas todo, ¿a qué hora vas a volver? y ¡tantas otras recomendaciones! que una y otra vez nos vuelven a decir todos los días.
Y ¿no se cansan de recomendarnos siempre lo mismo? NO. El amor no se cansa nunca, nos dice San Pablo. Y si el Amor no se cansa nunca, el Amor siempre va a estar atento a recomendarnos lo necesario para que, al salir, de la casa nos mantengamos sanos y salvos.
El Señor nos recuerda que permanezcamos en Él cuando salgamos a la vida diaria, porque en la vida diaria es donde están los peligros de no permanecer en Cristo, porque siempre hay tentaciones, peligros, tropiezos... y son esas pequeñas cosas que nos hacen salir del Camino y nos llevan a vivir una vida paralela a nuestra vida en Cristo.
Y ¿por qué tengo que estar siempre pendiente de permanecer en Cristo? Porque la decisión de ser cristiano es mía y Cristo no permanecerá en mí si yo no permanezco en Él. En cuanto yo decido que sea otro y otros a los que escucho y obedezco, entonces ya no le escucho ni obedezco a Él. "No se puede servir a dos señores, pues amarás a uno y aborrecerás al otro".
Quizás, también es cierto, que tanto el mundo como Dios me den cosas buenas, pero cuando elijo uno descarto el otro y ¿quién es el que me da la Vida: el mundo o Dios?
No puedo ir aceptando la Vida en Cristo sólo cuando lo necesito o cuando me "entran ganas", sino que mi vida es un permanecer en Cristo, incluso en los tropiezos y caídas, pero siempre me levanto para seguir el mismo Camino.
Por eso tengo que pensar que, al levantarme, tengo que volver a hacer un acto de voluntad de adhesión en el Amor a la Palabra de Dios, al Amor del Padre y al seguir a Cristo de cerca, para que mi vida siempre esté en Él, adherida a Él, como el "sarmiento a la Vid", pues sólo así mis frutos serán propios de quien está injertado en la Vid Verdadera, y sólo así podrán ver a quién sirvo pues "por los frutos conocerán que sois mis discípulos".

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