domingo, 19 de marzo de 2017

Un diálogo que ilumina la vida con la verdad

Aunque la liturgia hoy no celebre el día de San José, todos sabemos que es San José, y aquí en España es el día del padre. Por eso son muchas cosas las que hoy dan para pensar, pues en muchas familias hay padres que no están y otros que han partido a la Casa del Padre. También muchos celebran el día de su santos y otras comunidades a su santo patrono.
Igualmente el evangelio también nos da "mucha tela" para cortar, porque el diálogo de Jesús con la Samaritana tiene un contenido inmenso de amor, sencillez y verdad. ¡Cómo "conquista" Jesús el corazón de la mujer samaritana! Y cómo ella transmite la Buena Noticia a sus hermanos, son dos escenas para meditar y llevarlas a nuestra vida.
Pero quiero detenerme en el diálogo, en el diálogo entre un varón y una mujer, entre dos desconocidos que se encuentran por "casualidad", entre dos personajes enemistados por ser de ciudades divididas, que, finalmente, termina siendo el mejor diálogo contado de Jesús con una persona.
No sólo podríamos hablar de cómo Jesús rompe la barrera del pre-juicio, sino que cuando encuentra un corazón sediento Él se dispone al dialogo sin miramientos, y, como en este caso, es capaz de revelar lo mejor de sí para que ese corazón encuentre la Verdad que busca.
También tenemos que descubrir que para poder dialogar sinceramente con el Señor no tenemos que tener miedo a lo que nos diga o nos muestre de nuestra vida, pues Él sólo quiere que nos encontremos con la Luz de la Verdad para poder guiar nuestra vida hacia la Vida. Y al aceptar lo que Él nos dice también nos da la Gracia para poder comenzar a descubrir un nuevo camino.
Ese diálogo "a corazón abierto" es el que Jesús quiere que tengamos con Él, sin miedos y sin esconderle nada de nuestra vida. Sin miedo a lo que Él nos quiera decir o pedir, sin miedos a que lo que me muestre no sea lo que quiero ver, sin miedo a que lo que me pida no lo pueda hacer.
Ella, la samaritana, comprendió que estaba ante alguien que le decía la verdad, pero no se inquietó por esa verdad, sino que se inquietó por darlo a conocer a todos pues había "encontrado un hombre que le decía todo lo que había vivido", y ese hombre parecía un profeta y quizás podía llegar a ser el Mesías esperado.
Fue tanto su entusiasmo que los demás vinieron a conocerlo y conociéndolo creyeron en Él.
Así son los diálogos con el Señor, cuando Él nos habla al corazón nos llena tanto de Amor que enciende nuestra vida y no nos queda otra cosa que salir a compartirlo.

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