"Esto dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros y volved al Señor.
Decidle: “Tú quitas toda falta, acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión".
¿Cuántas promesas le hemos hecho al Señor? ¿Cuántas promesas nos hemos hecho a nosotros mismos? ¿Cuántas hemos cumplido y cuántas no lo hemos hecho? Si pusiéramos todas las promesas que hemos realizado en una balanza no nos alcanzaría la vida para cumplirlas a todas. Y si pusiéramos todas las que no hemos cumplido?
El Señor no quiere nuestras promesas, ni nuestros sacrificios, ni nuestros holocaustos, quiere nuestro corazón arrepentido y humillado, que se confiesa culpable y así encuentra liberación en su alma para vivir la libertad de los hijos de Dios que saben quiénes son, qué quieren y hacia dónde el Padre los guía.
Reconocer nuestra debilidad y nuestra imperfección, junto a nuestros pecados, no es indigno para el hijo de Dios, sino que es el primer paso para que recobremos la dignidad de Hijos de Dios, pues el reconocernos pequeños y necesitados, nos abre a la Gracia de la Conversión.
Pues reconocer y decir que soy pecador casi que no significa nada si no va acompañado de una actitud, de actos de arrepentimiento y conversión. Aunque el Padre sabe que todos nuestros propósitos, muchas veces, duran lo que una flor, no porque no tengamos la decisión de llevarlos a buen fin, sino que Él sabe que nuestra humanidad es más fuerte que nuestro espíritu.
Por eso Él nos invita a volver a Él. Sí, debemos mirarnos y reconocernos y descubrir en qué hemos pecado, conocer nuestra debilidad, pero para presentarnos ante Él con el corazón contrito y humillado para que Él nos lo purifique y nos renueve por dentro, nos de la Gracia de la fortaleza del Espíritu para volver a iniciar el largo camino de la santidad.
"Tomad vuestras promesas con vosotros y volved al Señor", no nos miremos a nosotros mismos confiando que nosotros solos vamos a poder contra nosotros, ¡no! volvamos al Señor, pues sólo en Él está nuestra fortaleza, sólo en Él está nuestra esperanza y nuestra alegría, nuestra vida y la luz para alumbrar nuestro camino. En nosotros mismos no está la Gracia, sino la disposición para vivir en la Gracia de Dios.
No le prometamos al Señor nada, sólo dispongamos el corazón para vivir en Fidelidad a la Vida que Él nos ha dado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.