"Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que deshecharon los arquitectos es ahora la piedra angular".
La desconsideración, la falta de interés, la envidia, el orgullo o la vanidad, son todos defectos, errores y pecados propios de todos los hombres que hemos nacido con el pecado original y no nos tenemos que horrorizar porque nos demos cuenta que los tenemos, es más tenemos que descubrir que los tenemos para no confundirnos con una pureza que no existe pues de una u otra forma siempre están en nuestras vidas. Claro que el tomar conciencia de que también tenemos pecado no es para quedarnos sentados en el sofá de la comodidad y no hacer nada al respecto, sino que la toma de conciencia es para poder descubrir el camino de renovación interior, de conversión.
Todo esto porque son los errores y los pecados los que nos llevan a deshechar la piedra fundamental en nuestras vidas.
Tanto la lectura de la venta de José el hijo de Israel de la primera lectura, como la parábola de la Viña y los viñadores del evangelio, nos llevan a pensar que nuestros pensamientos y actitudes nos hacen "librarnos", de alguna manera, de aquello que nos molesta o que no ayuda a nuestros intereses.
Claro que siempre ocurre que aquello que habíamos tirado como algo inservible en nuestras vidas llega un día que lo necesito y ¿dónde lo encuentro? ¡qué hago para volver a recuperarlo? Con algún objeto de nuestra casa es fácil, vamos a la ferretería o a algún lugar lo compramos y ¡listo! Pero cuando hablamos de personas, cuando hablamos de nuestras discusiones y peleas por temas o situaciones que, cuando las miramos a la distancia, son nimiedades o, quizás, grandes problemas... pero con el tiempo necesitamos a esa persona... ¿Cómo volvemos a hablar? ¿Tenemos la fuerza suficiente para pedir perdón?
Y, como dice el refrán: "el ladrón juzga a todos de su misma condición", me pongo a pensar y creo que el otro me va a hacer pagar con la misma moneda, que va a tomar venganza sobre mí y me va a dar largas... Y tantas malas ideas que nos surgen en la cabeza frente a un hecho del que me he arrepentido pero no se cómo solucionarlo.
El primer paso al arrepentimiento y pedido de perdón siempre es el más difícil, pero si no lo intento nunca sabré cómo termina la historia.
Por eso es más fácil reconocer en un primer momento que no soy tan puro, que tengo grandes pecados y defectos para que, la vanidad no me domine y me haga vender a mi hermano o me quiten la viña que el Señor me preparó.
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