jueves, 2 de marzo de 2017

No mezclar para saborear mejor

Creo que a muchos nos ha pasado que, estando en una comida o cena, tomando alguna copa de vino nos traen en otro momento un vino mucho mejor o de mayor calidad; para que no se mezclen los sabores y poder apreciar mejor el nuevo vino, vaciamos nuestra copa y recién ahí (una vez limpia) la llenamos con el vino nuevo para poder apreciar todo su sabor. Así también, cuando vemos que sobre un vino bueno alguien le mezcla otra bebida azucarada nos parece una aberración porque pierde el sabor de lo bueno.
Es el ejemplo que se me cruzaba por la cabeza (será por el ayuno de ayer) al leer, nuevamente, el evangelio del llamado de Jesús y de su condición para seguirlo:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga".
Me parece que, a veces, no tenemos la sensación o la seguridad de lo que nos ofrece el Señor cuando nos llama; de lo que nos da Dios al llamarnos a ser sus hijos, y por eso, como con el vino bueno, mezclamos el ser hijos de Dios y ser hijos del mundo, sin darnos cuenta que la mezcla, aunque sea más dulce, hace perder el valor bueno a lo mejor.
No es fácil seguir al Jesús por sus mismas huellas, pero sí es apetitoso el manjar celestial que nos presenta y la Vida Nueva que nos trae. Pero resulta evidente que el precio que nos pide pagar no nos resulta muy barato. Por eso, como ocurre, algunas veces, compramos marcas blancas o nos enganchamos de la luz del vecino, para poder (creer que) alcanzamos los mismos efectos y los mismos fines que pagando el mayor costo. Quizás pueda ocurrir con algunas cosas del mundo que podamos tener los mismos efectos en la limpieza o en otras cosas, pero en la vida espiritual nos vamos a dar cuenta que no es lo mismo, porque la fortaleza de la Gracia sólo viene dada de la relación con Dios, de los frutos de sus Sacramentos, y si no vamos a Él por el Camino adecuado no recibiremos lo que nos promete.
Así ya en el Antiguo Testamento se lo decía al Pueblo que había elegido:
"Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a el, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob».
Es una elección personal lo que hacemos, y es una elección que nadie puede hacer por nosotros, por eso nunca el Señor nos mintió en los "costos" de esta elección; nos brinda lo mejor pero todo eso implica de parte de nosotros una respuesta acorde a lo que queremos alcanzar.
Igualmente, en el libro del Apocalipsis nos vuelve a insistir con nuestra responsabilidad en la elección y nos dice:
"que tu sí sea sí, y que tu no sea no; se frío o caliente, pues a los tibios los vomitaré de mi boca, dice el Señor".
Pues bien, en este hermoso tiempo de cuaresma que hemos comenzado nos toca volver al desierto para encontrarnos con el Señor, para que nos hable directo al corazón y nos ayude a discernir cómo queremos vivir, y nos de la fuerza necesaria para poder responder con Fidelidad y Sinceridad a su llamado: si decidimos que sea sí que realmente sea ¡SÍ! y si es no, simplemente, como el joven del evangelio, damos media vuelta y seguimos otro camino.

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