lunes, 13 de marzo de 2017

Conversión y misericordia

La liturgia nos presenta hoy dos hermosos textos para llevarlos a nuestra vida: el primero una oración del Profeta Daniel en la cual reconoce el pecado personal y del pueblo, haciendo ver la necesidad de volver al encuentro del Señor, no porque vayan a ser castigados, sino porque el Señor es misericordioso con ellos:
"Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas".
Reconocer cuál ha sido el error y cuál ha sido el pecado es el primer paso para la reconciliación y para recibir la misericordia del Señor, pues no se puede renovar el corazón si antes no ha habido un sincero arrepentimiento de las faltas cometidas.
Y el segundo texto es un párrafo muy corto pero lleno de contenido y sentido, de parte de Jesús:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».
En pocas línea Jesús nos hace una exhortación que, a simple vista y para el hombre, es un camino sencillo pero complicado para vivirlo. Es algo complicado porque la misericordia del Señor es infinita y no podemos llegar a vivirla, pues lo que más nos gusta para imitar de Dios es ser Juez, aunque muchas veces no impartamos justicia entre nuestros iguales, pues nos olvidamos de las últimas palabras de esta exhortación de Jesús:
"pues la medida con que midiereis se os medirá a vosotros".
No usemos tanta "justicia" para juzgar y condenar a nuestros hermanos, sino que a la justicia antepongamos el amor y la misericordia para poder, no sólo juzgar el pecado, sino, sobre todo, ayudar al pecador a que se convierta y viva, pues en esa misma medida el Padre me dará la Gracia para que encuentre el Camino de mi conversión.
Pues nos gusta que los demás tengan misericordia y no me juzguen, pero ¿hago yo lo mismo con mis hermanos?

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