viernes, 31 de marzo de 2017

El actuar de los impíos

Ya el libro de la Sabiduría nos lo decía o, mejor dicho, ya en el libro de la Sabiduría Dios nos ponía en alerta, a unos y a otros:
"Se decían los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable..."
Siempre la oscuridad va a intentar tapar a la Luz porque en la oscuridad o en las tinieblas todo vale, pues no se puede distinguir entre el bien o el mal y, si todo vale, puedo hacer lo que quiera que nadie puede decirme nada. En el todo vale siempre vale la mentira por verdad, lo falso por verdadero, lo ilegal por legal, lo inmoral por moral.
Así podemos darnos cuenta que lo que estamos viviendo en este siglo no es nada novedoso, no es original lo que se está viviendo o queriendo vivir, no es original que unos se pongan en contra de lo que Dios quiere o de su Voluntad, ni mucho menos que diciéndose hijos de Dios vivan según las tinieblas del mundo.
Por eso mismo el Señor nos dice:
"Así discurren, pero se equivocan, pues los ciega su maldad.
Desconocen los misterios de Dios, no esperan el premio de la santidad ni creen en la recompensa de una vida intachable".
Dándonos esperanza de que los que intentamos vivir en la Luz del Espíritu, aunque nos cueste cada día ser Fieles al Señor, ese es el camino de la santidad, el Camino de una vida intachable que nos conduce a la eterna, y por eso a la Bienaventuranza prometida.
Lo mismo le pasaba a Jesús pues aunque muchos lo consideraban el Mesías, tampoco le creían pues creían saber de dónde venía, al conocer a su familia descartaban que por eso fuese el Mesías.
Nuestro razonamientos cuando nos dejamos influenciar por las tinieblas siempre son falsos o equívocos, por eso cuando hablamos de una vida de fe en el Señor nuestro mirar es desde Él, desde la Luz del Espíritu y "por los frutos los conoceréis", sabremos qué es de Dios y qué no por que podremos dar frutos del espíritu: paz, alegría, esperanza, verdad, justicia, fortaleza, fraternidad, unidad...

jueves, 30 de marzo de 2017

Becerro de oro o Jesús

"En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Ante la ansiedad de que Moisés no bajaba del monte y el pueblo se sentía solo se hicieron un Dios de oro. Necesitaban algo que los uniera y que les diera seguridad, por eso se pusieron a adorar al Becerro que sus manos habían construido y que, por lo mismo, les decía lo que ellos querían escuchar y no lo que necesitaban para vivir.
El hombre de suyo necesita estar re-ligado a algo o a alguien, necesita tener un referente y un guía que lo acompañe a vivir, de ahí viene la palabra religión y aunque no se tenga un Dios concreto (ponedle el nombre que quieras) siempre hay algo a lo que divinizar para poder estar "más seguro", algo que le da sentido a lo que vivo y me da pautas para vivir. Ese algo o alguien puede estar dentro o fuera de mí, puede ser algo o alguien que me confianza y seguridad, o puedo ser yo mismo el dios de mi vida.
Y así nos pasa algunas veces: cuando el tiempo de espera de lo que queremos de Dios se hace largo, abandonamos a nuestro Dios y Señor, y vamos detrás de otros dioses que me dan más confianza, y que, en algunos casos, hacen lo que yo quiero. Me escapo, más de una vez, de la mirada de mi Dios y Señor y me pongo a adorar otros dioses.
Así el hombre está en un constante camino de conversión buscando redimirse de sus infidelidades a al Verdadero Dios, a quién ha querido entregar la vida, pero que por momentos no reconoce como su Dios y Señor.
Esta claro que no hablo de los que no creen en el mismo Dios que los cristianos, sino que hablo particularmente para nosotros, los que, en un momento de nuestra vida, hemos decidido libre y voluntariamente, no sólo llamarnos, sino ser cristianos. Y por eso mirad lo que sigue del mismo párrafo donde Dios habla al pueblo y el diálogo con Moisés:
"Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre".
Siempre tenemos alguien intercediendo por nuestra vida de fe, por nuestra en general; pero, sobre todo, tenemos a Alguien que intercedió para que nuestra Vida sea Verdadera y no sólo ofreció una oración, sino que ofreció su Vida para volver a unirnos al Padre. En esta Semana Santa no lo volvamos a dejar solo, vivamos junto a Él su entrega al Padre y su entrega por nosotros, para que nosotros podamos volver a renovar nuestra Fidelidad a la Vida que nos dio en el árbol de la Cruz, y venciendo la necesidad de tener otros dioses volvamos a creer y confiar en nuestro Dios y Señor.

miércoles, 29 de marzo de 2017

La misericordia del Señor para con los que se arrepienten

De las Cartas de san Máximo Confesor, abad
 
    Los predicadores de la verdad y ministros de la gracia divina, todos los que desde el principio hasta nuestros días, cada uno en su tiempo, nos han dado a conocer la voluntad salvífica de Dios, nos enseñan que nada hay tan grato y querido por Dios como el hecho de que los hombres se conviertan a él con sincero arrepentimiento.
    Y, para inculcamos esto mismo de un modo aún más divino, la divina Palabra del Dios y Padre, aquel que es la primigenia y única revelación de la infinita bondad, con un rebajamiento y condescendencia inefables, se dignó convivir con nosotros, hecho uno de nosotros; e hizo, padeció y enseñó todo aquello que era necesario para que nosotros, que éramos enemigos y extranjeros, que estábamos privados de la vida feliz, fuéramos reconciliados con nuestro Dios y Padre y llamados de nuevo a la vida.
    En efecto, no sólo curó nuestras enfermedades con la fuerza de sus milagros, no sólo nos liberó de nuestros muchos y gravísimos pecados, cargando con la debilidad de nuestras pasiones y con el suplicio de la cruz -como si él lo mereciera, cuando en realidad estaba inmune de toda culpa-, con lo que saldó nuestra deuda, sino que nos enseñó también, con abundancia de doctrina, a imitarlo en su benignidad condescendiente y en su perfecta caridad para con todos.
    Por esto afirmaba: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Y también: No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Y decía también que él había venido a buscar a la oveja perdida. Y que había sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Asimismo, insinúa de una manera velada, con la parábola de la dracma perdida, que él ha venido a restablecer en el hombre la imagen divina, cubierta por el repugnante estiércol de los vicios. Y también: Os aseguro que habrá en el cielo gran alegría por un pecador que se convierta.
    Con este fin, a aquel hombre que cayó en manos de los ladrones, que lo desnudaron, lo golpearon y se fueron dejándolo medio muerto, él lo reconfortó, vendándole las heridas, derramando en ellas aceite y vino, haciéndolo montar sobre su propia cabalgadura y acomodándolo en el mesón para que tuvieran cuidado. de él, dando para ello una cantidad de dinero y prometiendo al mesonero que, a la vuelta, le pagaría lo que gastase de más.
    Nos muestra también la condescendencia del buen padre para con el hijo pródigo que regresa arrepentido, al que abraza, al que devuelve plenamente sus prerrogativas de hijo, sin echarle en cara su conducta anterior.
    Por esto mismo, cuando encuentra a la oveja que se había apartado de las otras cien, errante por los montes y colinas, la devuelve al redil, no a golpes y con amenazas ni agotándola de fatiga, sino que, lleno de compasión, la carga sobre sus hombros y la vuelve al grupo de las demás.
    Por esto también clamaba: Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré descanso. Y decía: Tomad sobre vosotros mi yugo, dando el nombre de yugo a sus mandamientos, esto es, a una vida ajustada a las enseñanzas evangélicas; y dándoles también el nombre de carga, ya que, por la penitencia, parecen algo pesado y molesto: Porque mi yugo -dice- es suave y mi carga ligera.
    Y en otro lugar, queriendo enseñamos la divina justicia y bondad, nos manda: Sed santos, perfectos, misericordiosos, como vuestro Padre celestial. Y también: Perdonad y seréis perdonados. Y: Cuanto queréis que os hagan los demás, hacédselo igualmente vosotros.

martes, 28 de marzo de 2017

Qué es importante el sábado o el hombre?

"Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado".
¿Qué era más importante curar al enfermo o respetar el sábado? Para los que querían acusar a Jesús lo importante era encontrar una excusa para condenarlo por haber infringido la ley: en sábado no se podía trabajar ni hacer esfuerzos. Por eso no lisiado no podía llevar su camilla como le había dicho Jesús, ni tampoco podría Jesús curarlo en ese día. Pero para quienes querían acusarlo bastaba con que hiciera cualquier cosa, porque cualquier cosa valía para poder acusarlo por estar en contra de la Ley.
No miramos el bien que alguien hace con alguna decisión, con algún acto o con sus palabras, sino que cuando tenemos entre los ojos la idea de que siempre va a actuar en contra de lo que yo quiero, lo único que veo son sus posibles errores y no sus aciertos.
Es tan profundo el daño que nos ha hecho el pecado original que, muchas veces, no nos damos cuenta cómo nos dejamos dominar por instintos malsanos pues no dejamos que la vida fluya como el agua para sanear todo lo que toca a su paso.
La visión que tiene Ezequiel del agua que sale del templo es una respuesta a nuestra vida cristiana: hemos recibido el agua purificadora del bautismo y nos ha purificado el corazón y ha llenado nuestra vida con su pureza. Nuestro cuerpo que es Templo Vivo del Espíritu Santo es ese templo de la visión que deja verter sus aguas para purificar el mundo donde vive, así nuestras palabras cuando están llenas del Espíritu son renovadoras, dan vida, esperanza, alegría, amor. Pero cuando hemos dejado de renovar los Dones del Espíritu en nuestro corazón y le dimos paso al espíritu del mundo ya nuestras palabras y acciones no son renovadoras ni purificadoras, sino que buscan la división, el engaño, la mentira, la discordia, provocan desesperanza, tristezas...
Por eso, cada día, Jesús nos invita a purificar nuestro corazón para que los Dones del Espíritu se renueven en nosotros, para que siempre lo que hagamos no sea para poner palos en la rueda de la vida, sino para que sea partícipes de la renovación de la sociedad, para que llevemos siempre la alegría de la esperanza de un hombre nuevo capaz de descubrir siempre lo mejor de la creación, lo mejor de cada hermano, y dar así un nuevo impulso de esperanza a lo que se va desgastando.

lunes, 27 de marzo de 2017

Exijo milagros ¿tengo fe?

Le dijo Jesús al funcionario que vino a pedirle por un milagro pues su hijo estaba enfermo:
"Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
Creo que en muchas oportunidades somos muy exigentes, o demasiado exigentes, ya sea con Dios, con los demás o con uno mismo. Aquél que es exigente con los demás lo es con Dios y con uno mismo, pues no podemos separar tanto nuestra forma de ser: con este soy así, con este soy asá y con aquél de este otro modo. No tenemos tantas formas de modificar nuestra personalidad de acuerdo con quien estemos, salvo que tengamos un gran problema psicológico de varias personalidades (aunque en algunos casos pareciera que es así...)
Jesús no es que no quería responder al pedido de este funcionario, sino que quería ayudarnos a pensar a todos: ¿por qué exigimos tanto si no damos poco? Si Dios nos diera todo lo que le pedimos ¿encontrará fe en nosotros? O sólo encontrará a alguien que cree en su propio poder: porque todo lo que yo pido Él me lo da. Y ¿cuando no pueda darme lo que le pido?
Para creer, en realidad, no necesitamos de milagros. Para amar no necesitamos que el otro/a sea como yo quiero y haga lo que yo quiero. Para obedecer no necesito que me den la orden que a mí me interesa o que a mi me gusta, he de obedecer aunque no me guste lo que me manden.
Sí, es cierto: la vida de relaciones humanas es complicada, no siempre es como queremos que sea. Pero siempre podemos mejorarla si nos abrimos para sabe mirar mejor, sin condicionantes de nuestra parte. Una mirada más simple y sincera nos ayudará a descubrir al otro con mejor disposición de corazón, y así no le exigiré que haga lo que yo quiero para que me demuestre quién es verdaderamente.
Si realmente quiero amar lo amaré tal como es. Si quiero creer en Él intentaré conocerlo y no pedirle milagros. Si quiero obedecer lo hará porque se de quién me fío, pero no porque sólo me ordene lo que quiero hacer, eso lo hago porque quiero.
Es que en esto de la fe también se nos van metiendo los "derechos" que tengo: porque como hijo tengo derecho a que mi padre me de todo lo que quiero; como pobre tengo derecho a que me alimenten siempre; como tal tengo derecho a... Pero en ese rol de las exigencias de los derechos también están nuestras obligaciones para actuar en coherencia con lo que estoy pidiendo y por qué lo estoy pidiendo y... ¿qué hago yo para agradecer todo lo que me dan? ¿Sigo exigiendo? ¿Sigo pidiendo? ¿Maduro en el Amor? ¿Maduro en la FE?

domingo, 26 de marzo de 2017

Somos Luz en el Señor

San Pablo le escribe a los Efesios:
"Antes erais tinieblas, pero ahora , sois luz por el Señor.
Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas.
Pues da vergüenza decir las cosas que ellos hacen a ocultas".
Y Jesús nos recuerda que "por los frutos los conoceréis", y creo que es lo que tenemos que añadir a esta exhortación de san Pablo, pues muchas veces no miramos los frutos sino solamente lo que hacemos o decimos, y si para nosotros está bien quiere decir que está bien, y si los frutos no son de "bondad, justicia y verdad" entonces por más que yo piense que he actuado bien no lo he hecho.
Nuestro YO nos nubla y nos quita la Luz de la Verdad, de la Bondad, de la Justicia pues nos hace ver lo que queremos ver. Por eso san Pablo nos dice: "buscad lo que agrada el Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas".
Y ¿cómo tomamos partes en las obras estériles de las tinieblas? Cuando simplemente nos dejamos llevar por nuestro orgullo, o por nuestra soberbia, o cuando seguimos el pensar de otros sin ponernos a pensar "de qué lado están", o cuando sin pensar nos dejamos mover por el rencor, el dolor, la venganza. Ante esta posibilidad siempre tenemos que recordar lo que el Señor nos dijo: "quien quiera venir detrás de mí: niéguese a sí mismo", es decir, ante cada impulso o ganas de esto o aquello tengo que detenerme a pensar no sólo el por qué o para qué sino si realmente es Voluntad de Dios que tenga que ser así.
"Antes erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor". Nuestra vida tiene que iluminar el camino de otros, pues, aunque no lo queramos somos llamados a ser Luz, Sal y Fermento, somos llamados a guiar a otros hacia el Señor:
"los hombres viendo vuestras buenas obras glorificarán al Señor".
¿Mi vida tiene obras que puedan llevar a los hombres hacia Dios?

sábado, 25 de marzo de 2017

Hoy también esperan un Sí

Quizás hoy no sea el día justo, pero nos gusta creer que sí, el día en que el Ángel llegó a la casa de María, Virgen y el Hijo de Dios se encarnó en su seno: la Anunciación del Ángel a María y la Encarnación del Hijo de Dios. Un título para un día que más que un día cualquiera, porque me gusta pensar que este es el día en que Dios Padre pensó más que nada en todos nosotros, porque ese pedido a María era para brindarnos todo su Amor por nosotros, sus más pequeños y débiles hijos que no podían encontrar el Camino hacia la Casa Paterna, y por eso necesita enviar desde la Casa al Hijo que sí conocía al Padre y sabía el Camino.
Es hermoso pensar en ese Infinito Amor del Padre que en una adolescente virgen se hace hombre para demostrarnos hasta cuánto es capaz de amarnos, y para ayudarnos a ver cuánto podemos amarnos.
Hay una canción que habla de este día y dice que toda la creación, desde Adán y Eva, estaban expectantes esperando que los labios de María se abrieran para dar el Sí, pues su Sí era importante no sólo para los que vendrían después de Ella, sino también para los que habían vivido antes de ese Sí, pues el Hijo que Ella engendraría en su seno sería Quien desataría las cadenas de la muerte no sólo de los futuros sino también de las almas pasadas.
Por eso, el día de la Anunciación debe ser un día de mucho recogimiento en nuestro corazón, para poder, incluso, ponernos en la piel de María e intentar visualizar ese día: poder sentir la mirada y la voz del Ángel que viene a decirte: ¿Quieres ser Fiel a la Voluntad de Dios? ¿Quieres concebir en tu seno al Hijo de Dios?
Por que las mismas palabras que el Ángel le dirigió a María aquél día, son las mismas que todos los días nos susurra a nosotros en nuestro corazón: ¿Quieres ser Fiel a la Voluntad de Dios hoy? ¿Quieres ser imagen de Jesús vivo hoy? ¿Quieres ser lleno/a de Gracia en este día? ¿Quieres ser Fiel a la Vida que un día de hoy comenzó a nacer en el seno de María?
Y el Padre Dios, hoy como ayer y como cada día, estará esperando nuestra respuesta a su pregunta, estará expectante toda la creación para poder gozarse con nuestra respuesta y llenarse la creación entera de la Gracia salvadora de Dios.
Por eso, al hacer hoy nuestra oración intentemos escuchar esa misma voz que escuchó María y abramos nuestro corazón a la Gracia para poder responder junto a Ella, con Ella y para Dios:
¡He aquí la Esclava del Señor que se haga en mí lo que has dicho!

viernes, 24 de marzo de 2017

Promesas no, vida sí.

"Esto dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros y volved al Señor.
Decidle: “Tú quitas toda falta, acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión".
¿Cuántas promesas le hemos hecho al Señor? ¿Cuántas promesas nos hemos hecho a nosotros mismos? ¿Cuántas hemos cumplido y cuántas no lo hemos hecho? Si pusiéramos todas las promesas que hemos realizado en una balanza no nos alcanzaría la vida para cumplirlas a todas. Y si pusiéramos todas las que no hemos cumplido?
El Señor no quiere nuestras promesas, ni nuestros sacrificios, ni nuestros holocaustos, quiere nuestro corazón arrepentido y humillado, que se confiesa culpable y así encuentra liberación en su alma para vivir la libertad de los hijos de Dios que saben quiénes son, qué quieren y hacia dónde el Padre los guía.
Reconocer nuestra debilidad y nuestra imperfección, junto a nuestros pecados, no es indigno para el hijo de Dios, sino que es el primer paso para que recobremos la dignidad de Hijos de Dios, pues el reconocernos pequeños y necesitados, nos abre a la Gracia de la Conversión.
Pues reconocer y decir que soy pecador casi que no significa nada si no va acompañado de una actitud, de actos de arrepentimiento y conversión. Aunque el Padre sabe que todos nuestros propósitos, muchas veces, duran lo que una flor, no porque no tengamos la decisión de llevarlos a buen fin, sino que Él sabe que nuestra humanidad es más fuerte que nuestro espíritu.
Por eso Él nos invita a volver a Él. Sí, debemos mirarnos y reconocernos y descubrir en qué hemos pecado, conocer nuestra debilidad, pero para presentarnos ante Él con el corazón contrito y humillado para que Él nos lo purifique y nos renueve por dentro, nos de la Gracia de la fortaleza del Espíritu para volver a iniciar el largo camino de la santidad.
"Tomad vuestras promesas con vosotros y volved al Señor", no nos miremos a nosotros mismos confiando que nosotros solos vamos a poder contra nosotros, ¡no! volvamos al Señor, pues sólo en Él está nuestra fortaleza, sólo en Él está nuestra esperanza y nuestra alegría, nuestra vida y la luz para alumbrar nuestro camino. En nosotros mismos no está la Gracia, sino la disposición para vivir en la Gracia de Dios.
No le prometamos al Señor nada, sólo dispongamos el corazón para vivir en Fidelidad a la Vida que Él nos ha dado.

jueves, 23 de marzo de 2017

No endurezcamos el corazón

Esto dice el Señor a Jeremías:
"Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así les dirás:
“Está es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”».
Cuando nos centramos en nuestros solos pensamientos y no hacemos caso a la Voz del Señor, se nos endurece no sólo el entendimiento sino también el corazón y nuestros caminos se alejan del Señor.
El Señor le envía este mensaje al Pueblo que había decidido ser el Pueblo Elegido por el Señor pero, una y otra vez, también deciden, por esto y por aquello, dejarlo de lado e irse con otros dioses. Dios no le habla a un Pueblo que no lo conocía, sino a aquél Pueblo que sabiendo quién era Dios había tomado la decisión de seguirlo.
Dios no le exige a quien no lo ha conocido, sino a quien conociéndolo toma la decisión de seguir, libremente, los mandatos del Señor. Por que cuando tomamos una decisión de vida hemos de ser coherentes con lo que decimos que queremos ser, aún en los momentos donde encuentre demasiadas piedras en el camino, aún cuando el camino se haga cuesta arriba, aún cuando piense que todo se ha terminado y nadie me acompaña en el caminar.
Sino miremos y contemplemos el Camino del Via Crucis. En cada estación lo vemos a Jesús soportando no sólo el peso de la Cruz y de los pecados de todos hombres, sino la incomprensión de los suyos, de aquellos a quienes había dado salud, por quienes había hecho milagros, a quienes sus palabras habían dado luz para vivir. Fueron sus mismos paisanos, quienes habían visto sus obras, quienes no sólo no ayudaron en el Camino sino que le hicieron más pesado el caminar, pero aún así Él no quiso condenarlos sino salvarlos, y es más no quiso salvarse sino condenarse para darnos una Vida Nueva.
Hoy, muchas veces, somos nosotros mismos quienes actuamos de una manera similar a los paisanos de Jesús, volviendo a condenar a quien no comprendemos, a quien no nos gusta, a quien nos dice lo que no queremos escuchar o a quien hace lo que no queremos que haga.
"En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Encontremos el Camino para que nuestra vida siga al lado del Señor, para que su Luz sea nuestra luz y su Vida sea nuestra vida, no dejemos que nuestro yo pecador se vuelva contra nuestros hermanos y Dios.

martes, 21 de marzo de 2017

Pensar para no tener que pedir perdón

"En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete".
Se podría decir que la pregunta de Pedro puede llegar a surgir por el cansancio que, a veces, provocan las relaciones personales o, mejor dicho, las situaciones difíciles con otras personas. Quizás a alguien le haya pasado que ha tenido que perdonar más de una vez pero a próxima vez ¿estaré dispuesto a perdonar? ¿Cuál es el límite para dar el perdón?
Creo que uno tiene que estar siempre dispuesto a perdonar, como también a pedir perdón, pero hay una condición sin la cual el perdón no llega al corazón: el arrepentimiento sincero y el deseo de reparar el daño causado. Sin estas dos condiciones no sólo no llega la Gracia del perdón al corazón, sino que tampoco hay un sincero pedido.
Conocemos mucha gente que a cada momento te dice: perdona, no fue mi intención. ¿En serio no fue tu intención? ¿No tendrías que empezar a pensar antes de obrar o hablar? Porque ya van demasiadas veces que "no tienes intención" pero al final haces daño.
Quizás antes de pedir perdón tendríamos que pensar en no hacer daño el prójimo, en buscar siempre reflexionar antes de actuar o hablar, o si es el caso de un hermano usar la corrección fraterna que nos enseñó el Señor, para no meter la pata y ofender a alguien "sin intención".
Alguien dijo una vez: "el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones". ¿Habrá que pensarlo, no?
Por eso es mejor que aprendamos a pensar y, sobre todo, a pensar en el daño que hacemos cuando no pensamos lo que hacemos, cuando hacemos pensando solo en mí y no en los demás, o también cuando hacemos queriendo quedar bien con algunos y por eso dañamos a otros.
Por que también es cierto que no sólo hacemos daño cuando hacemos o decimos algo para afectar la buena fama del prójimo, sino cuando omitimos algo que pueda ayudar a mi prójimo, cuando no hacemos la corrección fraterna correspondiente cuando alguien está ofendiendo a mi prójimo: "lavarse las manos como Pilato" es un pecado de omisión que muchas veces no tenemos en cuenta en nuestra vida cotidiana.
Así que antes, como dice el refranero popular: "antes de poner su lengua en movimiento ponga su cerebro en funcionamiento", así evitaremos tener que pedir perdón pues no haremos daño a nuestro prójimo, y así poder tener en cuenta lo que Jesús nos dijo: "con la vara con que midáis seréis medidos".

lunes, 20 de marzo de 2017

San José, hombre de silencio y fe

Por cuestiones de la liturgia hoy día 20 de marzo se celebra la Solemnidad de San José, aunque en algunos lugares se ha realizado también el domingo. Pero nunca deja de ser algo bueno para el alma mirarnos en San José para renovar nuestra vida de entrega a la Voluntad de Dios.
En los tiempos que vivimos es casi normal que todos busquemos un lugar para destacar, para ser famosos, para que se nos vea o se nos aprecie desde un lugar más alto del que estamos, y, por eso, si es posible vamos pisando, sin que se den cuenta, a los demás, cercanos o lejanos.
Se ha hecho muy común que todos busquemos algo de fama y desde muy pronta edad, por eso tantos programas de top talent para niños, y los padres los llevan ya desde los pocos años que ni saben hablar casi, pero ya quieren ser famosos, menos mal que aún no ha salido la Casa de Gran Hermano con niños pequeños... pero no faltará mucho.
Claro que esto no es propio de este tiempo, sino que es propio del hombre que siempre ha buscado tener lugares de privilegio y puestos de poder, para saciar su hambre de dominar.
San José se nos presenta en la historia de nuestra salvación como el hombre justo, pero un hombre que siempre se mantuvo en silencio. No hay nada en los evangelios que nos recuerden palabras de José, sino que sólo nos muestran un hombre justo y silencioso que buscando siempre lo mejor para los demás, acepta dócilmente la Voluntad de Dios en todo momento.
Aún en la noche más oscura de la fe y de la razón se desprende de sí mismo y acepta la Voluntad de Dios que se le anuncia entre sueños. Porque la aceptación de María como esposa es un salto en la fe y, quizás, hasta una negación de la razón, pues María estaba embarazada cuando él la tomó por esposa. Ya había decidido abandonarla en secreto, pero sin menoscabar su dignidad, sino aceptando él el pecado, y en ese momento es cuando el Señor le pide el salto en la fe: "el hijo que ella está esperando es fruto del Espíritu Santo", y él la tomó por esposa y fue su esposo fiel y solícito hasta el día de su muerte.
Por eso San José es modelo de padre, de esposo, de trabajador, de hombre de fe pues en todo momento, desde el silencio supo buscar el Bien, la Verdad y la Voluntad de Dios. Y así pudo vivir no a la sombra de María y Jesús, sino a su lado buscando y viviendo en todo momento lo que el Padre le pedía, amando y protegiendo la vida que se le había encomendado como esposo y padre, asumiendo su rol en esa y en esta etapa de la historia de la salvación.

domingo, 19 de marzo de 2017

Un diálogo que ilumina la vida con la verdad

Aunque la liturgia hoy no celebre el día de San José, todos sabemos que es San José, y aquí en España es el día del padre. Por eso son muchas cosas las que hoy dan para pensar, pues en muchas familias hay padres que no están y otros que han partido a la Casa del Padre. También muchos celebran el día de su santos y otras comunidades a su santo patrono.
Igualmente el evangelio también nos da "mucha tela" para cortar, porque el diálogo de Jesús con la Samaritana tiene un contenido inmenso de amor, sencillez y verdad. ¡Cómo "conquista" Jesús el corazón de la mujer samaritana! Y cómo ella transmite la Buena Noticia a sus hermanos, son dos escenas para meditar y llevarlas a nuestra vida.
Pero quiero detenerme en el diálogo, en el diálogo entre un varón y una mujer, entre dos desconocidos que se encuentran por "casualidad", entre dos personajes enemistados por ser de ciudades divididas, que, finalmente, termina siendo el mejor diálogo contado de Jesús con una persona.
No sólo podríamos hablar de cómo Jesús rompe la barrera del pre-juicio, sino que cuando encuentra un corazón sediento Él se dispone al dialogo sin miramientos, y, como en este caso, es capaz de revelar lo mejor de sí para que ese corazón encuentre la Verdad que busca.
También tenemos que descubrir que para poder dialogar sinceramente con el Señor no tenemos que tener miedo a lo que nos diga o nos muestre de nuestra vida, pues Él sólo quiere que nos encontremos con la Luz de la Verdad para poder guiar nuestra vida hacia la Vida. Y al aceptar lo que Él nos dice también nos da la Gracia para poder comenzar a descubrir un nuevo camino.
Ese diálogo "a corazón abierto" es el que Jesús quiere que tengamos con Él, sin miedos y sin esconderle nada de nuestra vida. Sin miedo a lo que Él nos quiera decir o pedir, sin miedos a que lo que me muestre no sea lo que quiero ver, sin miedo a que lo que me pida no lo pueda hacer.
Ella, la samaritana, comprendió que estaba ante alguien que le decía la verdad, pero no se inquietó por esa verdad, sino que se inquietó por darlo a conocer a todos pues había "encontrado un hombre que le decía todo lo que había vivido", y ese hombre parecía un profeta y quizás podía llegar a ser el Mesías esperado.
Fue tanto su entusiasmo que los demás vinieron a conocerlo y conociéndolo creyeron en Él.
Así son los diálogos con el Señor, cuando Él nos habla al corazón nos llena tanto de Amor que enciende nuestra vida y no nos queda otra cosa que salir a compartirlo.

sábado, 18 de marzo de 2017

La alegría de perdonar y ser perdonado

Tanto la profecía de Miqueas como Jesús en el evangelio nos hablan del arrepentimiento y del pedido de perdón, dos actitudes que en este tiempo, y en todos los tiempos, tenemos que comenzar a vivir.
Pero hoy no quiero centrarme ni en el pecado, ni en el arrepentimiento, sino en la alegría de perdonar y ser perdonado.
La parábola del Hijo pródigo nos muestra la alegría del Padre al recobrar con vida al hijo que se había alejado de él, por eso nos muestra que el perdón produce alegría no sólo en el que es perdonado, sino también en quien sabe perdonar.
"Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por cien que no necesitan de perdón", dice Jesús. Y no es que no necesiten ser perdonados, sino que no han reconocido su pecado quizás por miedo a descubrirse con errores y pecado.
Pero cuando miramos y descubrimos la alegría del perdonar y ser perdonados, no puede dejarnos como si nada, sino que debe movilizar el corazón para buscar esa alegría, pues la alegría de la Gracia recibida es la que nos sigue motivando para volver al Camino, para volver a creer y tener la esperanza de que podemos, con la Gracia de Dios, alcanzar la santidad que el Señor quiere para nosotros.
Muchas veces vemos y conocemos gente que vive con esa amargura en el corazón: la amargura de no sentirse perdonado o la amargura de no haber perdonado. Por eso necesitamos todos sentir, primero, la alegría de sabernos perdonado, la alegría de saber que hemos podido morir a nuestro orgullo y al reconocer nuestra debilidad y pecado, recibir no sólo la Gracia del Perdón, sino la alegría de haber vuelto a vivir una relación que creíamos perdida.
Así, cuando alguien obre contra mí y venga a pedirme perdón no dudaré en perdonarlo porque sé lo hermoso que será compartir juntos, como el Padre y el Hijo pródigo, la alegría del abrazo nuevo, la alegría del sentirnos unidos otra vez por el lazo del amor.
Y, sí, cuando hay verdadero amor entre las personas existe la capacidad de pedir perdón y dar perdón, pero cuando ese amor, ya sea fraterno o filial, se desvanece por el orgullo y el dolor, ya no hay tanta fortaleza como para poder perdonar o pedir perdón. Hace falta volver la mirada hacia atrás y descubrir cuánto hemos perdido, pues la espina que se clava en el corazón por el dolor del pecado, hace que la vanidad y el orgullo, transformen el dolor en rencor y del rencor se pase al odio. Antes de todo eso recurramos al Espíritu Santo que para sane nuestras heridas y que la Sangre del Señor nos transforme y nos fortalezca para que, con humildad y verdad, podamos abrir el corazón al arrepentimiento y recibir la Gracia del Perdón, y la Gracia de perdonar.

viernes, 17 de marzo de 2017

Cuál ha sido la piedra angular que desheché?

"Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que deshecharon los arquitectos es ahora la piedra angular".
La desconsideración, la falta de interés, la envidia, el orgullo o la vanidad, son todos defectos, errores y pecados propios de todos los hombres que hemos nacido con el pecado original y no nos tenemos que horrorizar porque nos demos cuenta que los tenemos, es más tenemos que descubrir que los tenemos para no confundirnos con una pureza que no existe pues de una u otra forma siempre están en nuestras vidas. Claro que el tomar conciencia de que también tenemos pecado no es para quedarnos sentados en el sofá de la comodidad y no hacer nada al respecto, sino que la toma de conciencia es para poder descubrir el camino de renovación interior, de conversión.
Todo esto porque son los errores y los pecados los que nos llevan a deshechar la piedra fundamental en nuestras vidas.
Tanto la lectura de la venta de José el hijo de Israel de la primera lectura, como la parábola de la Viña y los viñadores del evangelio, nos llevan a pensar que nuestros pensamientos y actitudes nos hacen "librarnos", de alguna manera, de aquello que nos molesta o que no ayuda a nuestros intereses.
Claro que siempre ocurre que aquello que habíamos tirado como algo inservible en nuestras vidas llega un día que lo necesito y ¿dónde lo encuentro? ¡qué hago para volver a recuperarlo? Con algún objeto de nuestra casa es fácil, vamos a la ferretería o a algún lugar lo compramos y ¡listo! Pero cuando hablamos de personas, cuando hablamos de nuestras discusiones y peleas por temas o situaciones que, cuando las miramos a la distancia, son nimiedades o, quizás, grandes problemas... pero con el tiempo necesitamos a esa persona... ¿Cómo volvemos a hablar? ¿Tenemos la fuerza suficiente para pedir perdón?
Y, como dice el refrán: "el ladrón juzga a todos de su misma condición", me pongo a pensar y creo que el otro me va a hacer pagar con la misma moneda, que va a tomar venganza sobre mí y me va a dar largas... Y tantas malas ideas que nos surgen en la cabeza frente a un hecho del que me he arrepentido pero no se cómo solucionarlo.
El primer paso al arrepentimiento y pedido de perdón siempre es el más difícil, pero si no lo intento nunca sabré cómo termina la historia.
Por eso es más fácil reconocer en un primer momento que no soy tan puro, que tengo grandes pecados y defectos para que, la vanidad no me domine y me haga vender a mi hermano o me quiten la viña que el Señor me preparó.