miércoles, 1 de junio de 2016

Ser Fieles al Don recibido

Me parece muy alentador para comenzar, cada día, las palabras de San Pablo a Timoteo:
"Doy gracias a Dios, a quien sirvo, como mis antepasados, con conciencia limpia, porque te tengo siempre presente en mis oraciones noche y día.
Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza".
Al comenzar cada día nos ponemos en presencia de Dios, dejamos en sus manos no sólo nuestras vidas sino, también, las vidas de nuestros hermanos. Y, así, de este modo, cada día, renovamos el Don de Dios que hay en nosotros, pues es en la oración de la mañana donde comenzamos a tomar conciencia de nuestra pertenencia al Señor.
Y ¿cuál es el Don de Dios que hay en nosotros? Por la Gracia del Espíritu Santo que se nos ha dado hemos sido transformados en Hijos de Dios, y no sólo de nombre, sino que lo somos en realidad (tomando las palabras de San Juan) Y ese es el Don de Dios, la filiación divina ¡y ya es bastante! Pero, además, este don implica un llamado: "sed santos como vuestro Padre Celestial es Santo", y para ello se nos dan todos los bienes necesarios para llevar a cabo semejante proyecto de Dios en nosotros.
Por que, tengamos en cuenta, que el proyecto es de Dios en nosotros, pues ha sido Él quien ha puesto su mirada en nosotros y nos llamó y nos eligió "antes de la creación del mundo para seamos santos e irreprochables en su presencia por el amor"; pues para eso nos da, cada día, los dones necesarios para alcanzar tan alto grado de vida. Y, para recibir esos Dones del Señor para vivir el día, los tenemos que pedir cuando comienza el día: abrir el corazón a Su Gracia para que sea Él quien nos vaya guiando y llevando de la Mano por el Camino de la disponibilidad a Su Voluntad.
Y, en este día a día, hay algo que nos remarcar San Pablo: "no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza", una hermosa realidad que vive en nosotros y que tenemos que tener siempre presente para que no haya nada que nos aplaste o nos haga retroceder en el Camino que Dios nos pide recorrer.
La fortaleza que viene de Dios es la fuerza que nos ayuda a no tener miedo de los hombres y del mundo, sino que, confiados en el Espíritu del Señor ser Fieles, siempre, a Dios antes que a los hombres, para que "los hombres viendo nuestras buenas obras glorifiquen a Dios", aunque muchas veces no quieren ver o no quieren comprender lo que debemos vivir, o cómo debemos vivir.
Y será la Templanza en el Amor la que nos lleve a vivir serenamente en las adversidades, las oscuridades y muchas veces, en las persecuciones, dando testimonio no de nuestras fortalezas sino de la Gracia de Dios que hay en nosotros.

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