En una de las tantas misas que tuve ayer (sábado) pensaba en lo que decía Jesús: ¿por qué antes de decirles a los discípulos si querían seguirlo les anuncia la pasión y luego les pide que se nieguen a sí mismos que tomen su cruz de cada día y lo sigan?
Y me surgía la idea de los contratos de préstamos bancarios, telefonía móvil y tantos otros. ¿Por qué? Porque en esos contratos siempre hay una letra pequeña que, en algún momento, te hace la vida difícil porque o te cobran más o te quitan prestaciones o no puedes revocarlos y nunca la letra pequeña de esos contratos beneficia al usuario, sino a la empresa.
En Jesús no pasa lo mismo, la letra pequeña (podríamos decir) es lo primero que nos muestra y nos lo pone con letra grande para que sepamos bien lo que vamos a firmar con nuestro Sí a Dios. Y no escatima en detalles acerca de su pasión y de lo que vamos a tener que vivir: obediencia a Su Palabra, por que no se puede servir a dos señores (mi yo y Su Voluntad)
Por eso necesitamos saber Quién es el para mí, porque si es un simple hombre no tengo por qué entregarle mi vida, ni obedecerle, pues así lo dice la Sagrada Escritura: "maldito el hombre que pone su confianza en el hombre". Pero si para mí Jesús es Hijo de Dios, el Mesías Salvador, y Dios mismo, entonces mi mirada hacia Su Palabra ha de ser diferente, tiene otro significado.
Quizás la gente de aquél tiempo no podía hacer un salto en la fe hacia lo trascendental de la persona humana de Jesús de Nazaret, el hijo del carpintero; pero nosotros, después de tantos siglos, y después de tanto hablar con Él, leer Su Palabra, y conocerlo en el diálogo permanente de la oración, podemos como Pedro decir con total certeza: eres el Mesías de Dios, gracias al Don del Espíritu Santo que me fue dado el día de mi bautismo, o el Don de la Fe al que he abierto mi corazón si es que me he convertido de adulto.
Y así poder decir de corazón que Jesús es Dios me lleva a presentarme ante con un corazón totalmente vacío de mí mismo para poder ser verdadero discípulo de la Voluntad del Padre, como María: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra", le dijo al ángel.
Hoy, en este siglo XXI tenemos miedo de perder nuestra libertad si nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios, tenemos miedo de perder identidad si aceptamos la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, tenemos miedo de vivir fuera del mundo si vivimos radicalmente nuestra fe. Pero no tenemos miedo de no alcanzar la Vida Eterna si no seguimos las huellas de Jesús. Pues ese es el final de lo terrenal: lo eterno, pero sólo hay un Camino: Yo soy el Camino, Yo soy la Verdad, Yo soy la Vida.
Entonces ¿Qué es Jesús para mí? ¿Acepto firmar este contrato con un "Hágase en mí según tu Voluntad"?
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