Padre nuestro que estás en el cielo: porque Jesús nos hizo hijos todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre, hermanos de un mismo Dios, no sólo porque su Espíritu está en nosotros, sino porque su Amor nos une a Él y entre nosotros. Un Amor que no podemos quitarnos del alma, pero si podemos dejar de usarlo. Un Amor que si lo usamos nos sana, nos convierte, nos da Vida. Si decimos Padre, decimos hermanos, si decimos hermanos decimos Familia, Familia unida en el Amor del Padre para que siempre podamos amarnos como hermanos.
Santificado sea tu nombre: por que te conocemos, por que te amamos queremos santificar, cada día tu nombre, no sólo con nuestra lengua, sino con nuestro corazón y nuestras obras, por que santificar Tu Nombre es vivir como hijo de Dios, pues: "los hombre viendo nuestras buenas obras, glorificarán al Padre que está en los Cielos". Por eso, necesitamos, día a día, tu Gracia porque sabemos que sólo no podemos santificar ni siquiera un minuto de nuestro día. Y, santificando tu Nombre santificamos nuestra vida.
Venga a nosotros tu reino; tu Reino de Paz, de Amor, de Justicia, de Libertad, de Respeto, de Alegría, de Gozo, de Verdad, de todo aquello que, como hijos tuyos, anhelamos cada día. Un Reino en el que podamos vivir unidos, en paz, con la certeza de que todos nos amamos y por eso nos respetamos, que todos buscamos el bien del hermano porque lo amamos y queremos que todos y cada uno puedan gozar de los bienes que nos diste.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: tu Reino no se construye solo en la tierra, sino que necesita de nuestra disposición y de nuestra acción: que sepamos hacer tu Voluntad y no la nuestra, que sepamos abrir nuestro corazón a Tu Palabra, renunciando a nosotros mismos, y dejándonos guiar por tu Voluntad. Tú que nos creaste sin nosotros no quieres salvarnos sin nosotros, por eso nos diste un cuerpo para que hagamos Tu Voluntad. Por eso necesitamos estar siempre cerca tuyo para poder escuchar, y escuchando tener la fuerza suficiente para obedecer, pues la obediencia es lo que nos salva de nosotros mismos, del pecado que vive en nosotros, y nos da la libertad de la Gracia para ser Fieles a tu Voluntad.
Danos hoy nuestro pan de cada día; sólo bien alimentados y fortalecidos en nuestra Vida de hijos de Dios, podemos hacer frente al mundo que nos rodea, al pecado que vive en nosotros. Solamente alimentados con el Pan de la Vida, con el mismo Cuerpo de Cristo llegaremos a vivir en plenitud nuestra misión como miembros de Su Cuerpo, como instrumentos en Tus Manos, como constructores de un Reino de personas que se aman. Ya Jesús nos había advertido: "sin Mí no podéis hacer nada", pero con Él todo lo podemos por que Él nos conforta, nos sostiene, nos fortalece, nos ayuda a vivir, como Él, la obediencia hasta la entrega total de nuestra Vida.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: la reconciliación contigo, con los hermanos y con nosotros mismos es el momento donde se renueva la Gracia del Amor, donde el Amor vuelve a encender nuestros corazones en el deseo ardiente de Fidelidad al Amor. Por que no hay mayor fuerza en el mundo que el Amor que bajó de los Cielos a nuestros corazones y nos hace aspirar a los Dones mayores y más altos. En la reconciliación se vuelven a unir el Cielo y la Tierra en nuestro corazón, pues la lluvia de Gracia que el Padre nos da por el Hijo, nos renueva, nos purifiica, nos alienta para que sigamos recorriendo el Camino de la santidad, el Camino del Amor.
No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal: y sabemos que siempre estará "satanás como león rugiente queriendo devorarnos", no podemos soltarnos de Tus Manos, necesitamos estar cogidos de Tus Manos pues la tentación está siempre a nuestro lado, porque el Mal está siempre en nuestro Camino, y se vuelve dulce a nuestros ojos y apetecible a nuestra vida. Por eso, Padre Nuestro, no permitas que nuestros ojos vean el Mal como Bien para que no caigamos en la tentación del Mundo de aceptar como dios y señor de nuestra vida el oprobio que destruye, el odio que separa, la mentira que mata, sino que con la Fuerza del Espíritu podamos resistir y cada día nos aferremos, más y más, a Tu Palabra, a Tu Amor, a Tu Voluntad para no sólo llamar hijos de Dios sino para serlo en plenitud.
Amén.
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