"Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor.
Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor.
Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Y llegó una voz que le dijo:
– «¿Qué haces, aquí, Elías?», y él respondió:
– «Ardo en celo por el Señor, Dios del universo..."
No es fácil saber cuándo el Señor nos habla, pero es sencillo entender que siempre va a ser en el susurro de la brisa suave. ¿Por qué? Por que nunca querrá quitarnos la libertad de negarlo, ni querrá obligarnos a escucharlo. Es por ello que hay que estar atentos a Su Voz, pues siempre nos habla en el silencio, nunca dando gritos o grandes voces.
Vivimos en estos tiempos metidos en mucho ruido, no sólo ruidos externos sino también internos, porque el ritmo tan acelerado que llevamos siempre no nos permite detenernos a escuchar "el susurro de la brisa suave", y así vamos perdiendo mucho tiempo en la relación con nuestro Padre Dios.
Pero, claro ¿cómo hacer silencio interior? Es todo un desafío ir adecuando nuestro interior al silencio, y en es todo un esfuerzo poder llegar a hacerlo. Es un desafío porque para poder ir haciendo silencio interior tengo que ir ordenando mis prioridades, mis problemas, mis necesidades. Tengo que saber si realmente quiero silencio interior o me gusta como vivo. Porque en el hacer silencio interior me voy a encontrar conmigo mismo, con mi realidad, con mis cosas y, muchas veces, no tenemos fuerza para descubrir cómo estamos interiormente; y, en otros casos tenemos miedo de no encontrar nada en nuestro interior.
Y algo más que nos ayuda a hacer silencio interior es crecer en la confianza en la providencia. Sí, porque si confío en la Providencia Divina sabré que Dios quiere ayudarme a crecer, y sabe que para crecer tengo y necesito tiempo con Él. Por eso, si confío en la Providencia sabré que todo lo que Él quiera que yo realicé lo haré con su Gracia. Pero cuando no confío en la Providencia siempre creo que el único que puede hacer todo lo que quiero soy solo yo. Y por eso voy arrebatando tiempo de donde no hay para hacer todo lo que tengo ganas, sin preguntar si todo lo que quiero hacer es lo que debo hacer.
¿Qué es lo más hermoso de todo esto? Que cuando encuentro el silencio interior y en ese silencio me encuentro en un diálogo íntimo con el Señor, consigo Paz, Confianza, Esperanza, Amor, Alegría, todos aquellos dones que vienen del Espíritu Santo, porque es lo que el Señor me regala cuando me encuentro con Él, y lo hago con un corazón abierto y dispuesto a escuchar y hacer Su Voluntad. Y así comienzo un día nuevo dibujando en mi rostro los Dones que han llegado a mi corazón.
Por eso, al comenzar la mañana dediquemos un momento a "escuchar el susurro suave de la brisa" pues ahí "está el Señor".
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