viernes, 24 de junio de 2016

Precursores de la alegría

Cuando María, embarazado de Jesús, llega a la casa de Isabel, embarazada de Juan, dice el Evangelio que:
"al escuchar el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno".
Fue ésta la frase que hoy me levanté pensando, por el nacimiento de Juan Bautista. Ante la presencia del Mesías, Juan saltó de alegría antes de nacer. Y se me ocurría pensar en que así ha sido el Precursor de la alegría de la salvación, pues antes de comenzar a predicar el bautismo de conversión y la reconciliación del hombre consigo mismo y con Dios, Juan Bautista predicó la alegría de la cercanía del Mesías.
Y creo que es eso lo que nos toca también a nosotros, como profetas, comenzar a anunciar con más fuerzas, con más entusiasmo: la alegría de la presencia de Cristo en nuestras vidas. Que podamos ser verdaderamente alegres de sabernos escogidos por Dios, desde antes de nacer, para anunciar un Camino de Salvación a los hombres, un camino de salvación que ha comenzado en nuestras vidas primero, y que es esa la alegría que tenemos: sabernos amado, perdonados y salvados.
"Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel – tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza -: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Nos toca así, nacer cada día a la alegría que nos trae el Señor, una alegría que nace de lo más profundo de nuestro ser, porque es ahí, en el fondo de nuestro corazón y de nuestra alma, donde el Señor comienza su obra de redención, de salvación, quemando el pecado que hay en mí y colmándome de su Gracia, Gracia Salvadora, que comenzará a brotar desde mi vida hasta la vida de mis hermanos, como una fuente de agua que brota hasta la vida eterna.
Sí, no podemos dejar de compartir alegría tan grande, pues el Señor ha puesto sus ojos en mí, en tí, en nosotros y nos ha llamado para que llevemos la Luz de la alegría a un mundo que en tinieblas sólo busca el placer de un día, en cambio el Señor nos ha dado el gozo de la eternidad, pues Él mismo habita en nosotros pues en "Él vivimos, nos movemos y existimos".

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