"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros".
Uno de los consejos evangélicos más complicados que nos ha dado Jesús: no juzgar a nuestros hermanos. ¿Cómo hacer para no hacerlo? Es una buena pregunta, que, la mayor de las veces no tiene respuesta. Al ser personas racionales sabemos que estamos todo el tiempo juzgando, es decir haciendo razonamientos sobre esto o aquello. Por ejemplo en este momento estas haciendo un juicio sobre si seguir leyendo esto o no hacerlo, si leer un poquito o seguir hasta el final. Es un juicio personal sobre algo.
Pero que pasa con lo que nos dice Jesús. Él va un poco más al fondo de nuestra vida de relaciones con las personas, que ya no son sólo personas extrañas a mi vida, sino que son hermanos (aunque no los conozca) y son parte de nuestra vida y de nuestra familia, y, lo que es más importante, en ellos también está Jesús: "lo que hagáis a uno de mis pequeños hermanos a mí me lo hacéis".
Entonces si vemos a alguien actuar mal ¿qué hacemos? Porque cuando miramos a alguien actuar ya estamos juzgando si lo que está haciendo está bien o mal. Exacto. Y ahí viene la cuestión ¿cómo actuamos ante lo que vemos? Y a este consejo evangélico de no juzgar, tenemos que añadirle el otro consejo: la corrección fraterna y la misericordia.
Al juicio que hacemos sobre la conducta de mi hermano tengo que "agregarle" la misericordia, es decir no levantar mi dedo acusador y señalarlo como un pecador sin remedio, ni condenarlo a muerte por tal o cual cosa, sino que con misericordia tengo que mirar a la persona y buscar el modo de saber el por qué actuó de esa manera. Pues siempre querré que a mí también me ayuden y me miren con misericordia.
Así podré ir al diálogo personal con mi hermano para poder hablar sobre lo que ha hecho y preguntarle el por qué. Pues la corrección fraterna comienza por el diálogo personal con mi hermano. Que es lo que habitualmente no hacemos, pues primero lo trasladamos a otros (cotilleo o chusmerío) y no lo hablamos con nuestros hermanos.
Un ejemplo de todo esto es el evangelio de la mujer encontrada en adulterio: todos querían condenarla y apedrearla por haber pecado, pero cuando Jesús les dijo el que esté sin pecado que tire la primera piedra, todos se fueron yendo, desde los más ancianos a los más jóvenes. Y Él le dijo: yo tampoco te condeno, en adelante no peques más, vete en paz.
Hizo un juicio porque vio su pecado, pero no la condenó, la perdonó para darle vida y alentarla a que su vida comience a vivirse sin pecado, por eso le dio la paz necesaria para volver a comenzar. Así debemos actuar, sabiendo qué hacer con lo que vemos sobre la vida de nuestros hermanos: ayudarlos a crecer, a madurar, a cambiar, a encontrar el camino hacia la paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.