Desde anoche que leí estas lecturas me quedé pensando en la conexión entre las tres, porque el libro de los Reyes y el Evangelio hablan de un milagro de resurrección: el de Elías con el hijo de la viuda, y el de Jesús con el hijo de la viuda de Naím. Pero ¿qué tenía que ver la carta de San Pablo? Y lo que me hizo pensar fue que también Pablo habla de una resurrección. Sí, estoy un poco loco pero me parece que sí, que habla de su propia resurrección:
"Porque habéis oído hablar de mi pasada conducta en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad y de mi raza como defensor muy celoso de las tradiciones de mis antepasados.
Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que lo anunciara entre los gentiles..."
La conversión de Pablo es un poco una resurrección, pues es un nacer a una vida nueva, un volver a vivir en otra vida, pero esta vez, como el dice una "vida nueva en Cristo".
Y así nosotros tenemos, constantemente, la posibilidad de resucitar, porque siempre estamos en proceso de conversión. Aunque nos cueste muchas veces reconocer nuestros errores y pecados, pero no tenemos por qué sufrir por no poder reconocerlos, no tenemos que padecer por darnos cuenta que nos hemos equivocado. ¡Son tantos los errores que cometemos diariamente! Pero sería mucho mejor si supiéramos pedir perdón, disculpas; si pudiéramos ir con un corazón humilde a reconciliarnos ¡cuántas cosas resucitarían en nuestras vidas!
Por que la peor de las muertes no es la física, sino la espiritual: cuando se va muriendo la esperanza, la alegría, la paz, el amor entre amigos, entre hermanos; cuando el amor en todas sus dimensiones va perdiendo vida, es nuestra vida la que va perdiendo. Pero todo ello puedo resucitar si reconocemos nuestras faltas y abrimos el corazón a la reconciliación.
Y aquí me suenan hermosas las palabras de la viuda a Elías:
«Ahora sé que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor está de verdad en tu boca»
Ahí también está hablando de nosotros, pues hemos sido ungidos profetas en nuestro bautismo, aprovechemos la Gracia Bautismal y hagamos que nuestras palabras sean palabras que den vida, que generan paz, concordia, fraternidad; que sean signo de esperanza para aquellos que han perdido vida con los años. No dejemos que los rencores, los odios, las desavenencias nos transformen en instrumentos de discordia, de desesperanza, sino que, por medio de la reconciliación, seamos sembradores de Gracia.
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