jueves, 31 de marzo de 2016

Sentados para el diálogo

"Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
– «Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
– «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
¡Cuántas veces hemos querido que nos suceda esto: tener frente a nosotros a Jesús vivo y resucitado!? Muchas veces se nos ha presentado esta idea de necesitar ver, tocar, palpar el cuerpo vivo de Jesús, porque necesitamos signos, gestos.
Pero no siempre nos ocurre aquello que queremos. No siempre sucede como lo habíamos planeado o como lo deseamos. No siempre Dios responde del modo que se lo pedimos.
Así les sucedió también a los apóstoles. Cuando Jesús se presenta entre ellos no pueden creer lo que ven, y se les nubla el entendimiento, se asustan, pero es Jesús quién les da la paz para que puedan comenzar a comprender.
Y así nos sucede a nosotros: muchas veces tenemos a Jesús delante nuestro, que nos habla, que nos indica el camino, pero no lo vemos, porque hemos pensado tantas otras cosas y hemos querido tantas otras maneras de encontrarnos con Él, que no lo podemos ver porque estamos cerrados a verlo. Y, para poder encontrarnos con Él necesitamos paz.
Necesitamos momentos de paz, necesitamos estar en paz para poder discernir, para poder escuchar, para poder descubrir Su Voluntad. Los ruidos externos e internos no nos permiten disponernos a lo sobrenatural, a lo espiritual; por eso buscamos métodos extraños para alcanzar la serenidad del alma, recurrimos a otras realidades que no son las propias de nuestra fe, y, finalmente no encontramos lo que buscamos.
Y lo que necesitamos lo tenemos siempre al alcance de nuestro corazón: Jesús vivo y verdadero, presente en la Eucaristía que está esperando que me acerque a Él, que está escondido en el Pan Eucarístico y me espera, cada día está esperando que me encuentre con Él, que disponga de tiempo para el diálogo, para el silencio, para recibir todo lo que mi corazón necesita.
¿Aún no lo ves? Dedicamos muchos tiempo a métodos especiales de concentración, de relajación, de lectura, de esto de aquello, pero no dedicamos tiempo al silencio frente a Dios, y es el mejor método para encontrarnos con Él para encontrar el sosiego, la Luz, la claridad del corazón y de la mente para entender y aceptar lo que Él me está pidiendo vivir.
"Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
– «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras".

miércoles, 30 de marzo de 2016

En el camino junto a Jesús

"Entonces él les dijo:
– «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrará así en su gloria?»
El diálogo de Jesús con los discípulos de Emaús, es un relato que le da sentido a nuestras oscuridades y a nuestras tristezas, porque es el mismo Jesús quien se nos acerca para poner Luz sobre las cosas que no comprendemos. Claro que nos va a tirar delas orejas porque no hemos hecho caso a La Palabra que siempre escuchamos y leemos, pero es porque la nube de tristeza, agobio o desesperanza que, en algunos momentos, nos envuelve no nos permite recordar.
Es así que Jesús se pone a la par del caminante, de nosotros, para, si estamos atentos, abrirnos no sólo la inteligencia sino el corazón para comprender el significado de lo que está escrito y de lo que estoy viviendo.
Los discípulos de Emáus, como tantos otros discípulos y como nosotros mismos, creían que a Jesús no le podía pasar nada y que llegaría a ser el que los salvara de todos los males del mundo, porque era el milagroso Jesús que curaba todos los males, enfermedades, multiplicaba el pan y todo lo demás. Pero de repente lo vieron colgado de la cruz y muriendo como todos los demás. Y en ese momento todo se murió en ellos. No están preparados para la Cruz, pues no habían entendido o no habían querido entender el misterio de su muerte.
Así, cuando hay situaciones que no queremos entender o no estamos abiertos a comprender el sentido de la Cruz, las nubes de las dudas nos entristecen el alma y así llega el agobio a nuestro corazón.
Pero nunca estamos solos, si hacemos el esfuerzo la vamos a descubrir al Señor sentado a la Mesa para compartir con nosotros el Pan de la Palabra que ilumina y fortalece nuestra vida, y el Pan de la Vida que renueva la Luz y la fuerza de nuestro corazón.
"Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él hizo simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
– «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
– «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

lunes, 28 de marzo de 2016

Alegraos

Una vez que los apóstoles recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés, Pedro decía al pueblo:
"A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo»
Es lo mismo que nosotros predicamos con nuestra vida, el gozo de la Pascua, el gozo de la Resurrección y no por que hemos sido testigos presenciales del hecho como lo fue el, sino porque reconocemos el Don de la Fe que el Espíritu Santo nos ha dado, también a nosotros, y que, por la tradición nos ha llegado el testimonio que ellos fueron regalando al mundo día tras día.
Hoy nosotros somos esos apóstoles que salen sin miedo al balcón de la vida a regalar a todos los hombres que lo quieran escuchar el mismo testimonio: ¡Jesús ha resucitado y Vive para nosotros!
Y hay algo muy especial para hacer y meditar todos estos días de la Pascua, pues así como meditábamos durante la Cuaresma el Via Crucis, en este tiempo podemos meditar el Via Lucis. Sí, el Via Lucis es el Camino de la Luz que desde la Pascua nos lleva a la Venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles. Porque ahora no es el tiempo de la Penitencia (aunque siempre la tenemos que hacer para liberarnos de las ataduras del pecado) sino que tenemos que profundizar nuestra Fe en la Luz de la Pascua, una Luz que alumbra toda nuestra vida para que no tengamos miedo de vivir y por eso de anunciar lo que vivimos.
Por que así le dijo Jesús a las mujeres cuando fueron al sepulcro de madrugada:
"De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
– «Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
– «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
"Alegraos". La alegría, el mayor y más preciado don que tenemos que conquistar, porque nuestra vida cristiana es Alegría, alegría de sabernos amados por un Dios que nos ha dado la Vida, amados por un Dios que nos ha perdonado, y si el Dios que nos ha amado y nos perdonado nos envía como mensajeros ¡¿cómo no vamos a llevar la Buena Noticia a todos los hombres?! Y llevar la Buena Noticia con el brillo de la Alegría Pascual siempre en nuestro corazón, para que nuestras palabras y nuestra vida reflejen la Luz del Nuevo Día que acaba de nacer, y que nacerá cada día que abramos el corazón al Don del Espíritu que ha sido derramado en nosotros.

jueves, 24 de marzo de 2016

Comienza el Triduo Pascual

Comenzamos hoy el Triduo Pascual, donde cada día tiene su peculiaridad y cuenta con una hermosa liturgia que nos lleva a poder estar junto a Jesús y sus apóstoles cada día.
Hoy comenzamos sumándonos a la Mesa de la Última Cena, el momento más importante de nuestra vida de fe, pues en la Última Cena el Señor nos deja su Vida en el Pan, y nos deja su Amor en las Palabras.
Jesús nos va a contar muchas cosas en la Última Cena, nos va a hablar de su amor hacia nosotros, del amor del Padre por nosotros, y, sobre todo nos va a pedir que vivamos junto a Él para estar con el Padre y mostrar así un nuevo estilo de Vida al mundo de hoy.
Pero vivir su Amor no es fácil, vivir en su Amor no es fácil y, menos difícil será "amarnos como Él nos amó", pero Él sabe que ese es el mejor Camino para vivir, es el mejor Camino que Él mismo recorrió, porque es el Camino que el Padre eligió para que seamos Bienaventurados.
Y, porque sabe, nos dejó lo mejor y lo más valioso: Su Vida. La Eucaristía es para nosotros, gracias al Don de la Fe, la Vida misma de Jesús, su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, un ¡Misterio de nuestra FE! que nos llena de Vida nuestra pobre vida. Es el regalo más valioso y duradero que nos ha hecho el Señor, porque Su Vida es eterna, y seguirá entregándola hasta el fin de nuestros días.
Pero hoy no es un día para leer lo que va a pasar, hoy es un día para ir y vivir junto a nuestros hermanos lo que pasa en la Última Cena, vivir junto a mis hermanos lo hermoso del Don de la Fe, y lo grandioso del Amor entre hermanos que comparten y viven el Gran Misterio de la Fe.

miércoles, 23 de marzo de 2016

La Cena del Señor, la Mesa del Amor

Hoy me gustado algo de San Agustín sobre el Evangelio de San Juan, del oficio de lecturas:
"...encontramos en el libro de los Proverbios: Si te sientas a comer en la mesa de un señor, mira con atención lo que te ponen delante, y pon la mano en ello pensando que luego tendrás que preparar tú algo semejante. Esta mesa de tal señor no es otra que aquella de la cual tomamos el cuerpo y la sangre de aquel que dio su vida por nosotros. Sentarse a ella significa acercarse a la misma con humildad. Mirar con atención lo que nos ponen delante equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don".
Desde el lunes santo y hasta mañana jueves vamos a estar leyendo todo el relato sobre la Cena del Señor, parte por parte viendo todo lo vivido por Jesús en esa noche. Ayer vimos el diálogo con Judas y Pedro, y hoy también nos recuerda el momento de la traición de Judas con más detalle.
Pero hoy me gusta más comenzar a centrarnos en lo que es la Cena del Señor, el misterio inmenso del Amor que se entrega por entero y totalmente a aquellos que ama. Por eso me ha gustado este párrafo de San Agustín porque nos hace tomar conciencia de cómo ir a sentarnos a la Mesa del Señor, descubrir en ese Banquete Celestial no sólo lo que recibimos sino también cómo vamos hacia él y cómo recibimos lo que allí nos entregan.
"Esta mesa de tal señor no es otra que aquella de la cual tomamos el cuerpo y la sangre de aquél que dio su vida por nosotros". No es una mesa cualquiera, no es un momento cualquiera, porque en esa mesa del altar volvemos, y Él vuelve, a vivir todo lo ocurrido en aquellos días: su entrega de Amor, por nosotros, a la muerte y muerte de Cruz, y su resurrección: es el Misterio de nuestra Fe.
"Sentarse a ella significa acercarse a la misma con humildad. Mirar con atención lo que nos ponen delante equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don".
Y en ese misterio de fe recibimos el Alimento que nos da Vida, un Alimento que necesitamos porque somos débiles y pequeños, y sin Él nada ponemos hacer para alcanzar la Vida Eterna, sin Él nada podemos hacer para vivir en santidad; por eso nos acercamos humildemente a recibirlo, pues sabemos que nada hemos hecho para merecer tan Gran Beneficio.
¿Cuál es el Don que recibimos? La Vida Nueva de Jesús que se hace Pan para nosotros: El Pan de la Vida, para que podamos vivir su vida en nuestra vida, para que podamos ser otros Cristos en el mundo, para poder ser Luz, Sal y Fermento; para que seamos capaces de entregar, también nosotros, nuestras vidas como testimonio de Amor a Dios y a nuestros hermanos.

martes, 22 de marzo de 2016

La traición de los amigos

Ayer en el evangelio leíamos y reflexionábamos sobre lo más lindo de la amistad, hoy nos toca la parte más dura de la amistad: la traición de los amigos. Y en este evangelio de la Última Cena vemos dos situaciones, parecidas pero diferentes: Judas Iscariote y Pedro.
Judas Iscariote traiciona la confianza en Jesús y de Jesús. Traiciona la confianza en Jesús porque él piensa que Jesús no quiere revelarse a los hombres, que está dando largas a mostrarse como Mesías, por eso se anima a hacer un trato a sus espaldas para que, si lo apresan y lo asustan, entonces se mostrará con todo su poder y esplendor.
Y traiciona la confianza de Jesús porque lo hace todo a sus espaldas, no habla con Jesús, pues si lo hubiese hablado con él quizás la situación hubiera sido diferente, aunque Dios tenía todo pensado de esa manera pero igualmente su confianza no se habría roto.
Jesús sabe, igualmente, de esta traición y la anuncia, y, con dolor en el corazón lo anima a que lo haga pronto, porque sabe que aunque la actitud sea la contraria al amor, Dios "escribe derecho con renglones torcidos".
Y también en Judas Iscariote está la otra cara de la traición y la desconfianza. Al ver lo que había hecho no vuelve a pedir a perdón, no vuelve a ser amigo, sino que desconsolado se quita la vida. El dolor de la traición al amigo lo superó en carga, porque tampoco se dio cuenta que lo estaban utilizando aquellos que querían matar a Jesús.
A Pedro también Jesús le avisa de su traición, la traición de negar conocerlo, y no una vez, sino tres veces. Muchas veces nos hacemos los fuertes en tiempos de bonanza y de gloria, pero cuando las situaciones se ponen difíciles nos escapamos de la mejor manera que nos parezca, aunque sea traicionando nuestros propios ideales: en esta caso negando ser parte del Grupo de los Doce. No nos basta, muchas veces, decir quienes somos sino creer que podemos, con la Gracia de Dios, ser Fieles a la Vida hasta el último momento y ante todas las consecuencias.
Y Pedro, a diferencia de Judas, no se quitó la vida: lloró amargamente su traición y, reconociendo su error y pecado, volvió a integrarse al Grupo, y el Señor confirmó su Fidelidad. Por que el saber pedir perdón es una virtud que requiere fortaleza, y esa fortaleza es recompensada por la Gracia para que podamos seguir Fieles, como Pedro, hasta la muerte y muerte en Cruz.
Por eso si bien hemos de ocuparnos de no ser infieles o traidores, tenemos que saber que ante el pecado o el error, existe el camino de la reconciliación, pero sabiendo que necesitaremos más fuerza y espíritu para la reconciliación que para la traición o el pecado. Pero siempre tener confianza en el Amor que es el Camino que por el diálogo, nos ayuda a mantenernos Fieles en todo momento.

lunes, 21 de marzo de 2016

La necesidad de los amigos

Al terminar de leer el evangelio se me cruzó el pensamiento que hoy podría ser el Día de los amigos, no ese día comercial que tenemos, sino el día del amigo porque hoy "una semana antes de la pascua Jesús va a casa de sus amigos". El evangelio no dice por qué va a la casa de Lázaro, Marta y María, y por eso uno se puede hacer una idea o poner un argumento o razones.
¿Cuál es la razón que se me ocurre que tendría Jesús para ir a la casa de sus amigos en este día?
Jesús antes de entrar en Jerusalén sabía que la Hora estaba próxima, sabía que esos días eran los últimos días entre los suyos, y que ya llegaba la hora de las tinieblas en la cual sería entregado en manos de los hombres. Y, como dirá unos días más adelante: "mi corazón siente angustia de muerte".
En esos días uno quiere comenzar a despedirse, pero sobre todo uno necesita de los suyos, de aquellos que han estado siempre y con los que puede contar y confiar, y más que nada con aquellos que pueden regalarte todo el cariño que necesites sin preguntar nada, sin decir nada; son esos amigos que sólo por estar llenan tu vida de amor, de calidez, de sentido.
En cada momento de su vida Jesús nos ha dio mostrando su Humanidad, y cómo poder vivir, cada uno de nosotros, todos los pasos de nuestras vidas a imagen suya. Nos ha enseñado a no temerle al "cuando llegue la Hora", sino a buscar siempre los mejores consuelos, los mejores momentos de la vida. Y en este momento Él quería estar con los suyos, sin despreciar a su familia, pero sí con aquellos que Él había elegido para que fueran parte de su vida.
También señala que ese momento era así cuando, ante la insistencia de Judas por que María estaba derramando el perfume sobre sus pies, Jesús le responde:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Tenemos, a veces, unos gestos que hace que no podamos disfrutar de un momento de sosiego, de encontrarnos con el sabor dulce de quien nos quiere, de estar simplemente contemplando una situación. Hay quienes buscan estropear los momentos más lindos de nuestras vidas con argumentos que pueden ser útiles en otro momento, pero no en ese preciso instante.
María quizás, veía en los ojos de Jesús lo que estaba viviendo y por eso quiso estar a su lado, así como estuvo aquél día escuchándolo a sus pies, hoy quería devolverle el gozo que sus Palabras le daban a ella, del mejor modo que sabía hacerlo: perfumando sus pies y llorando sobre ellos, dejando lo mejor de ella en su vida para que su recuerdo perdure en su corazón.
No siempre tendremos esos momentos de estar así, junto a nuestros amigos, dándoles lo mejor de nosotros para que siempre nos tengamos aunque no estemos. Hoy Jesús nos recuerda lo necesario que son y lo necesario que es darnos siempre muestras del amor que hay entre los amigos.

domingo, 20 de marzo de 2016

Padre, perdónalos

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"
Hay muchas frases en la lectura de la Pasión pero hoy me quedo con esta, tan pequeña, tan corta, con tan pocas palabras pero tan enorme en su contenido y su profundidad. Para mí una frase que puede llenar de sentido toda nuestra semana santa, y permitirnos vivir cada uno de los días junto a Jesús.
¿Por quién pide perdón Jesús al Padre?
Uno podría pensar que pide perdón por los que lo están clavando en la Cruz, por los que lo lo coronaron de espinas. Quizás, pero ellos sólo cumplían órdenes de alguien que había dictado una sentencia.
Pero me parece que no pide perdón para ellos, sino para aquellos que sabiendo quién era, por egoísmo, orgullo y miedo, lo llevaron a la condena con mentiras.
Èl vino a los suyos y los suyos no lo conocieron... Quiso darles a su Pueblo una nueva vida, la Vida de Dios, pero los que podían haberlo reconocido no quisieron escuchar su Voz y por eso decidieron silenciarlo.
El pueblo hoy lo recibe entre cantos y Hosana, con Palmas y dando gracias a Dios por los milagros que había hecho; pero días después se suma a las mentiras de los grandes del Pueblo y pide su condena. No sabían lo que hacían.
Nos dejamos convencer muchas veces por las mentiras de otros y así vamos condenando inocentes a lo largo de nuestra vida. Dejamos de buscar la verdad porque es más fácil escudarse tras las mentiras de los demás, por que así yo no tengo la culpa sino que la culpa es de los que "me obligaron a hacerlo".
Por eso Pilato le dice al Pueblo, lavándose las manos: "yo soy inocente de la sangre de este hombre, que su sangre caiga sobre vosotros y sobre sus hijos".
Pero igualmente el Amor Misericordioso de Dios-Hombre se muestra en el instante de su mayor dolor, y como un ruego de último suspiro pide al Padre: "perdónalos porque no saben lo que hacen".
Es ese Amor Misericordioso el que Él quiere dejarnos para nuestra vida: saber perdonar, amar de tal modo que el perdón brote de nuestro labios como el mayor acto de entrega y sacrificio de nuestra vida. Sin ese Perdón de Jesús no podríamos haber alcanzado la Vida que en su Resurrección nos entregaría, porque siendo aún pecadores ofreció su vida por nosotros. ¿Quién de nosotros podría así ofrecer su vida por sus amigos y aún por sus enemigos?
"Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen"

sábado, 19 de marzo de 2016

San José

De la carta a los Hebreos:
"La fe es la firme seguridad de los bienes que se esperan, la plena convicción de las realidades que no se ven. A causa de ella fueron alabados nuestros mayores".
No por haber sido el padre adoptivo de Jesús San José es importante en la historia de la Salvación. Claro que la aceptación incondicional de la Voluntad de Dios para asumir esta misión le valió el título de Patrón Universal de la Iglesia, pero sabemos muy bien que para Jesús no es importante el rol como padre o como madre:
"¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la practican" "¡Felices los pechos que te amamantaron y los brazos que te acunaron! le dijeron. Y Él respondió: mas bien Felices los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".
Y no era que desmereciera la maternidad o la paternidad de María y José, sino que lo que los hacía aún más grandes que eso es la Fidelidad a Dios, haber vivido radicalmente el Don de la FE recibida por sus padres.
José desde el primer momento, aunque nos parezca extraño, cuando decide abandonar a María en secreto, está viviendo la fe, la fe en las prescripciones judaicas, y la fe en María, porque él la amaba y confiaba en ella, y sin entender qué pasaba decide asumir él lo que hubiera podido ocurrir, no quiere apedrearla, no quiere condenarla, y en la confianza en Dios decide abandonarla.
Con la misma fe asume los mensajes del Ángel y acepta a María, la acompaña a ser Madre, salva a su hijo de Herodes huyendo a Egipto... cada paso que da José en su vida es desde la Fe, su única luz y su guía es la fe en su Dios.
Y vemos así cómo desde el silencio, se podría decir, sin hacer mucho ruido José vive la Palabra de Dios y va dejando una huella clara en la historia de la salvación: no se necesitan palabras fuertes ni hechos grandiosos para ser grande, desde una fe vivida en silencio, si ese es el Proyecto de Dios, se pueden escribir grandes capítulos en la historia de la salvación.

viernes, 18 de marzo de 2016

Viernes de Dolores

Hoy por la tarde celebraremos la Memoria de los Dolores de María, Viernes de Dolores, ya próximos a comenzar la Semana Santa. Una hermosa memoria por ponernos tan cerca de María que podemos sentir el latir de su corazón, el dolor de su corazón por comenzar a sufrir junto a su Hijo. Comienza así a cumplirse la profecía de Simeón, el día de la presentación en el Templo:
"y a tí misma una espada te atravesará el corazón".
Desde ese día María conservaba esas palabras en su corazón, sabía que llegaría ese día, aunque, quizás no lo comprendiera en su momento, aunque quizás no quisiera que eso sucediera, pero sabía que no estaría sola en ese momento, como no lo estuvo nunca desde el momento de la Anunciación.
Aprendió, por la Gracia del Espíritu Santo, a "conservar todas esas cosas en su corazón", porque era el lugar especial donde Ella podía encontrarse con Su Padre, con Su Esposo para llevar adelante la vida junto al Hijo. Aprendió en el silencio a aceptar la Voluntad de Dios, pues Ella misma había aceptado ser "la esclava del Señor" pues Él la había colmado con su Gracia, pues Él le había dado el mejor de los regalos que, como mujer e hija de Israel, podía esperar: ser la Madre del Mesías Salvador.
Y en el diálogo silencioso con el Padre fue aceptando, fue comprendiendo cuál era su lugar junto al Hijo, porque no era sólo su madre, sino que era su Fiel Discípula, era la Bienaventurada que había "escuchado y practicado la Palabra de Dios", y por eso, Fiel a esa Palabra se mantenía tras las huellas del Hijo.
Como Fiel discípula de Jesús aceptó y vivió sus Palabras, lo siguió con su corazón por todos los caminos recorridos, lo acompañó con su oración en todos los lugares, y lo abrazó con su amor de madre en los momentos de mayor soledad.
María, mujer, madre, discípula. Hoy su corazón comienza a padecer porque el corazón de la madre siente antes que el hijo lo que va a suceder, sabe que el hijo "sufre una agonía de muerte". Sabe que el Hijo va a cumplir la Palabra del Padre. Sabe que, una vez más, desde el silencio tendrá que abrazarlo con su amor en la noche agónica del Getsemaní. Sabe que tendrá que acompañarlo en el Camino de la Cruz, que tendrá que sostenerlo en el dolor y el agotamiento para poder llegar hasta el final y cumplir con la Voluntad del Padre.
María, la Madre del Gozo y del Dolor, hoy nos espera a nosotros para que la acompañemos, no porque necesite de nuestra compañía sino para que nosotros, como el Hijo, nos sintamos acompañados por Ella en el Camino de la Vida, en el Camino de la aceptación de la Voluntad de Dios, en el Camino de nuestra entrega generosa y fiel al Amor del Padre que, por nosotros, entregó a Su Hijo Único para darnos vida y Vida en Abundancia.
Hoy, Viernes de Dolores, también tiene que ser nuestro deseo estar junto a La Madre para estar junto al Hijo y comenzar, unidos en un sólo corazón y una sola alma, las vivencias de la Semana Santa.

jueves, 17 de marzo de 2016

Creer y vivir

Siempre me ha resultado algo interesante el ver cómo Dios cuando elige a alguien para una misión grande modifica o cambia su nombre. Lo hizo con Abrán por Abrahán. También lo vemos en Jesús con los apóstoles. Y me resulta interesante porque al responder que ¡Sí! al Señor se nos transforma la vida, y el nombre es el signo más claro de nuestra transformación, sí, quizás sea un signo externo, pero es evidente que ese signo externo nos recuerda lo que internamente vamos viviendo.
Así lo vemos hoy también en muchos casos: religiosos y religiosas, y de manera particular en los Papas. Hay un cambio radical en la vida, se pasa a ser un llamado de Dios y se responde afirmativamente a su llamado.
En nosotros, los simples cristianos (por decirlo así) no pasa ese cambio en nuestro nombre, pero sí (espero que sí) ha de suceder en nuestro interior. En algún tiempo yo lo he llamado un "lavado de cerebro", sí porque cuando aceptamos el llamado de Jesús y decidimos seguir su Camino, tenemos que despojarnos de todos los conceptos mundanos de vivir y comenzar a pensar en cristiano. Porque no hay otra forma de entender el lenguaje de Cristo si no pensamos como Él, pues si seguimos pensando como piensa el mundo nunca podremos entenderlo.
Esto lo vemos claro en el evangelio de hoy, cuando Jesús le dice:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
¡Cómo no iban a tratarlo de loco o de endemoniado! Si ellos veían que todos morían, ¿cómo alguien iba a no poder morir? Ellos pensaban en terrenal y Jesús en celestial, dos planos diferentes que no se entienden. Lo mismo nos pasa a nosotros cuando no dejamos de pensar en mundano: no comprendemos a Jesús, no entendemos a Dios. Y, lo que es mucho más complicado es que no podemos llegar a vivir lo que Ellos nos piden porque no estamos junto a Ellos.
Fijaos qué más dice:
"Si yo me glorificara a mi mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra".
Y no es que quisiera decirles mentirosos a los judíos, sino que no sólo se trata de hablar de Dios, sino de vivir en Dios, de estar en Dios, y eso sólo lo podemos comenzar a realizar si dejamos de pensar en terrenal. Vivimos muy metidos en el mundo y toda nuestra vida pasa por lo mundano, y sólo dejamos momentos (a veces sólo minutos) para vivir cristianamente.
Y no es porque no queramos (quizás sí) pero es que no nos hemos convertido aún, no hemos purificado nuestra manera de pensar, de ser, de vivir. Sí hablamos de Dios, de Cristo pero no vivimos cristianamente. Y aquí podemos unir lo que dice San Juan en su carta:
"Quien dice que ama a Dios a quien no ve, y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso". Porque es fácil amar lo que no se ve, hacer cosas por quién no tengo a mi lado, pero a aquél que tengo a mi lado todos los días o a aquél a quién tengo que perdonar o pedir perdón... lo aparto de mi vida y para mí está muerto...

miércoles, 16 de marzo de 2016

Solo la verdad os hará libres

Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él:
«Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres.»
Frente a esta afirmación de Jesús me surge aquella pregunta que le hizo Pilatos cuando lo estaba condenando: "Y ¿qué es la verdad?" Por que siempre lo que vemos o pensamos como verdad es "nuestra verdad", que, en realidad, muchos creemos que no hay más verdad que lo que yo creo, yo veo, yo pienso. Y, en algunos casos hago verdad lo que otros me dicen, porque no tengo ni ganas de pensar, ni ver, ni averiguar.
Sí, se nos hace difíciles a los seres humanos poder distinguir cuál es la verdad Verdadera. Por eso Jesús nos pide que le escuchemos, que estemos atentos a su Espíritu que Él nos enseñará el camino de la Verdad, pues Jesús mismo es el Camino, la Verdad y la Vida. Eso significa para nosotros mantenernos firmes y fieles en Su Palabra, Caminando sobre sus mismos pasos de obediencia al Padre y Viviendo en fidelidad a la Vida que Él mismo vivió y que quiere que vivamos.
La búsqueda constante de la Voluntad de Dios nos permite estar en la Verdad de Dios, pues no buscamos hacer nuestra voluntad, sino la Voluntad de Dios, lo que implica un constante trabajo de renuncia a nosotros mismos para cotejarnos con la Palabra de Dios.
Sabemos que no siempre se comprenderá lo que vivimos, incluso en la más radical obediencia a Dios seremos, como los hermanos del Antiguo Testamento, condenados por los demás, pero ellos sabiendo que estaban en la verdad no temieron la mentira de los hombres, sino que aceptaron el martirio y Dios los libró de las llamas de la mentira. Nos enseñas así que cuando caminamos seguros en la Verdad de Dios, nada nos quitará la Vida que Él nos ha dado, y que Él cuida porque nos lleva en sus Manos.
Claro que vivir en la Verdad significa, también, para nosotros ser Luz para los demás, porque la vida del que vive en la Verdad no se calla sino que anuncia y proclama la verdad que vive. Para muchos decir la verdad es, casi, escupirle a los demás sus defectos y pecados, queriendo pasar por el Árbitro y Juez de los hombres, pero no es así como el Señor nos quiere, sino que nos quiere hermanos que sepan ayudar a sus hermanos a encontrar el Camino de la Verdad. Nuestra vida primeramente es una vida en el amor fraterno, y, gracias al amor, podemos enseñar el Camino de la Verdad con amor, con paciencia, con la sabiduría y la misericordia que brotan del Corazón de Jesús, pues es Él quien quiere que el pecado (que nosotros) alcancemos la Vida y no la muerte. No quiere juzgarnos para la muerte, sino que quiere que viendo nuestro pecado, por medio de la reconciliación, alcancemos al Vida.
¡Cuántas maneras de interpretar y vivir la Verdad! Pero es mejor que olvidándonos de nosotros mismos nos pongamos en presencia del Señor, que sea Él, siempre y sólo Él quien nos enseñe a Vivir es la Verdad de Su Palabra.

martes, 15 de marzo de 2016

No perder la paciencia

"Pero en el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!»
¡Cuántas veces perdemos la paciencia! ¡Cuántas veces perdemos la paz ante las situaciones difíciles, dolorosas!
El pueblo de Israel perdía constantemente la paciencia y se rebelaba contra Dios y Moisés, ¿el motivo? los largos años en el desierto, la falta de alimento, de agua y ¡tantas cosas que tuvieron que vivir!
A nosotros también nos pasa que cuando las cosas no van como nos gusta, que cuando los tiempos no son los que esperábamos, que cuando... siempre hay una excusa que nos hace perder la paciencia, y no sólo contra Dios sino también contra nuestros hermanos.
Uno de los motivos de la pérdida de paciencia es nuestra ansiedad. Vivimos en un mundo en donde, cada día que pasa, todo es más rápido, más intenso, más espontáneo y así pretendemos que sean todas las cosas. Hay cosas que pueden ser así: las noticias, las comunicaciones... Pero en el orden vital o sobrenatural todo tiene su tiempo, y eso nos pone mal.
Muchas veces me han escuchado decir que el problema es que Dios tiene toda la eternidad, y nosotros vivimos en el tiempo; Él sabe cuándo es el momento ideal y nosotros idealizamos nuestro tiempo.
¿Cuál es la solución para la paciencia? Claro que no hay una fórmula clara y específica, pues cada uno somos diferentes y Dios actúa diferente con cada uno. Y una muestra es el evangelio de hoy. Sí, porque si lo leéis bien para algunos será difícil de entender, otros lo comprenderán y otros lo pasarán por alto. Por que Dios habla de manera difícil, no es directo, sino que busca que le dediquemos tiempo al diálogo, a la reflexión, porque sabe que si realmente queremos encontrar paciencia, primero tenemos que buscar la Paz. Y la Paz del alma la encontramos en Él.
Y, el primer paso es no desesperarnos por no comprender de entrada su Palabra, sino saber esperar a que Su Palabra nos hable al corazón, por eso necesitamos tiempo y silencio, para que su Espíritu nos encuentre preparados para hablarnos, sin prisas.
En estos días aprovechemos la imagen de Cristo en la Cruz, para que así podamos entender lo que Jesús le decía a su gente, y que primero se dio en el desierto con el pueblo de Israel:
«Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.»
Mientras hablaba así, muchos creyeron en él".

lunes, 14 de marzo de 2016

Testimonio de vida

Dos hermosas lecturas: la salvación de una inocente, Susana, pero sobre todo la confianza de Susana en sí misma y en la Providencia de Dios; y, además, la enseñanza que nos deja Jesús, no sólo de ser Él la Luz del mundo, sino, también, el testimonio de ser consciente de quién es.
Susana ante el peligro de sufrir la sentencia de muerte, sabiendo de su inocencia, confía plenamente en la Providencia Divina porque sabe que en ella no hay pecado, se conoce a sí misma y por eso confía en la misericordia de Dios, que mirando su inocencia y su amor, es capaz de librarla del mal. Ella no hace nada por sí misma para ser liberada, pues sabe de sobra que ha sido el mal del hombre el que la acusaba y por eso, simplemente, deja que el Amor de Dios haga justicia por ella.
Así en nuestras vidas. Nos molesta mucho cuando alguien habla mal de nosotros o nos critican o levantan falsos testimonio, y eso nos quita la paz, hasta llegar, en muchos casos a acumular rencor o sed de venganza ante lo que nos han hecho. Susana nos invita a la confianza, confianza en nuestros mismos de saber que somos inocentes, y confianza en Dios, que llegará el momento en que sea Él quien demuestre nuestra inocencia.
Por eso mismo Jesús nos enseña que la Luz, también, viene de nuestro interior porque somos hijos de la Luz:
"Jesús les respondió: «Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy".
El conocernos interiormente, saber quiénes somos y de dónde venimos, y hacia dónde vamos, nos da seguridad sobre nuestras vidas, y nos permite caminar siempre hacia el horizonte que esperamos. Cuando sabemos que venimos de Dios, que Él es nuestro Padre y caminamos en Su Voluntad, no hay nada que se interponga en nuestra vida pues "todo lo podemos en Aquél que nos conforta", en Aquél que nos guía, nos alimenta y nos fortalece.
Hoy, cuando todos hablan de todos y cuando la vida real parece un reality de la TV y cuando juzgar y señalar a alguien es el alimento cotidiano, nosotros tenemos que permanecer fieles a la Verdad, Fieles a la Vida, pues sabemos quiénes somos y, sobre todo, sabemos Quién es El Señor de nuestras Vidas. No dejemos que la perversión del mundo nos lleve por sus senderos, sino que confiado en el Amor del Padre, dejémonos iluminar por la Luz de Cristo que es quien nos conduce por las Sendas de Paz hacia la Vida Verdadera.

domingo, 13 de marzo de 2016

Vocación de perdonar y ser perdonado

Hoy hay dos cosas importantes en las que pensar y reflexionar:
- el día del Seminario
- y el evangelio, pero las dos van muy unidas en la vida cotidiana de cada uno de nosotros, pero vayamos por parte.
"Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?»
Ella le respondió: «Nadie, Señor.»
«Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante.»
Es muy fácil acusar, levantar el dedo índice y señalar a quien se nos ocurra, tengamos o no tengamos razón, sea el otro pecador o no lo sea, no importa. Algunas veces nuestras acusaciones son falsas y están motivas por el rencor, el dolor, la envidia, o el simple chusmerío barrial. Seguramente, algunas veces tenemos razones fundadas pues hemos visto algo, corroboramos nuestros "informantes", pero siempre terminamos acusando.
Es evidente que Jesús no quiere que aceptemos el pecado, por eso le dice a la mujer: "Vete, no peques más en adelante". Pero una cosa es poder discernir cuándo hay pecado y cuándo no, cuando estoy en falta y cuando no, y lo mismo con mis hermanos, cuándo están en pecado o en falta. ¿Por qué discernir cuándo hay pecado? Para poder buscar un nuevo camino.
Sí, porque es fácil condenar, pero es muy difícil acompañar a mi hermano a buscar caminos de reconciliación, de paz, caminos de conversión y de encuentro con la Vida de la Gracia.
Es fácil condenar pero nos resulta difícil pedir perdón si hemos calumniado a alguien sin razón, es difícil devolverle a alguien la buena fama que le hemos quitado con nuestras condenas.
Es difícil tender la mano para ayudar al otro a levantarse, a fortalecerse, a permanecer firme en la fidelidad del Camino.
Por eso no es tan pecador quien peca sino quien sin amor condena al pecador, pues el Señor vino a mostrar el Camino de la reconciliación, de la conversión, para que los que pecamos tengamos la oportunidad de volver a la Vida de la Gracia, pues reconociendo que el Señor ha tenido misericordia con nosotros, poder ser también misericordiosos con nuestros hermanos.
Y esto qué tiene que ver con el Seminario, pues creo que una de las hermosas cosas que tenemos los sacerdotes es el Gran Don que nos dio el Señor: el poder de desatar en la tierra para que quede desatado en el Cielo, es decir el Don de la reconciliación. Cuando escuchamos al pecador poder tener, como Jesús, la capacidad de tender la mano para ayudar al caído a levantarse, para poder fortalecerlo con la Gracia de la Absolución sacramental, y consolarlo con palabras de misericordia, para sanar las heridas que el pecado va dejando en el corazón.
Por eso hoy y todos los días tenemos que rezar mucho por las vocaciones sacerdotales, por los seminaristas y por lo que somos sacerdotes, para que cada día crezcamos más en la Fidelidad a la Vida que el Señor nos ha regalado, para tengamos siempre la fortaleza necesaria para mantenernos en el Camino y que conquistemos cada día un Corazón misericordioso y fraterno como el de Jesús.

sábado, 12 de marzo de 2016

El rencor engaña nuestra mirada

"Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: «¿Por qué no lo trajeron?»
Ellos respondieron: «Nadie habló jamás como este hombre.»
Los fariseos respondieron: «¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita.»
Cuando la espina de los odio y el rencor se nos ha clavado en el corazón es muy difícil ver lo mejor de las cosas o de los otros, pues el veneno que comienza a recorrer nuestra alma es más fuerte que la verdad que se nos presenta, por eso, aunque "resucite un muerto no creerán", decía Jesús en una parábola.
No habrá así ninguna situación, ninguna palabra, ninguna acción que me ayude a ver lo bueno en el otro, pues mi corazón estará oscurecido por el odio y todos los que vengan a decirme tal o cual cosa serán "malditos" porque no entenderán mi postura y mi situación.
Y ¿cuál es la verdad? ¿La que yo siento, lo que yo veo?
Hay un sólo camino para poder llegar a descubrir si lo que veo, siento o quiero es bueno o malo, es verdad o es mentira: la paz que eso suscita en mi alma. Porque todo aquello que nace del odio o rencor no nos da paz, nos da cada día más sed de venganza. En cambio cuando abro mi corazón a la reconciliación, al perdón vuelve la luz para que con ella comience a nacer la paz en mí.
No es matando lo que no me gusta o lo que me hace dolor, sino buscando caminos de conversión, caminos de volver a mirar con otros ojos, es buscar la luz de que quizás yo no tenga razón, que me haya dejado engañar por una solo situación, por un error, por el dolor del yo herido.
Cuando dejo entrar en mi alma la Luz de la Verdad que nace del Espíritu, puedo volver a ver, a encontrar los mejores colores y las mejores razones para poder reconciliarme con la vida, con las personas, con mi vida, con mi mundo, con todo aquello que dejé de lado y quise sepultar porque me había hecho daño, y sin embargo aquello que quité de mi vida era lo mejor que me había pasado.
Es el Espíritu del Amor y la Verdad lo que resucita en uno la Vida Nueva, esa Vida que nos da alegría de vivir, que nos da el gozo de la reconciliación, que nos da la fortaleza de amar y de ser amado. Dejémonos siempre atrapar por los deseos del Espíritu Santo para que en nuestra vida siempre esté la Luz de la Vida, del Amor, de la Paz para que el gozo de vivir en Dios sea la luz que ilumine la vida de aquellos que se acercan a nosotros.