"Hermanos, os exhortamos a seguir progresando: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado".
Os exhortamos a seguir progresando, le dice Pablo a los tesalonicenses, porque ha visto que habían crecido y madurado en la fe y en el amor, pero que nunca nos debemos quedar quietos, o como se dice "dormidos en los laureles", sino que siempre hay algo más para hacer o algo más en lo que madurar o algo más en lo que seguir convirtiéndonos. El Camino de la santidad llega hasta la perfección en Dios, por lo tanto hasta que no nos presentemos ante Él el progreso en nuestra vida espiritual no termina.
Y a este progreso, para más concreción le sumamos la parábola de los talentos:
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó..."
"A cada cual según su capacidad", el Señor sabe nuestras capacidades y comprende nuestra vida, pero siempre espera que no tengamos miedo de esforzarnos en progresar. Esa es la disposición a la que él hace referencia, cuando el miedo, la vergüenza o vaya a saber qué paralizan nuestras vidas y nos hacen escondernos bajo tierra, entonces es que no tenemos la capacidad suficiente o no queremos llevarla a cabo para hacer que nuestros talentos den frutos como lo espera el Señor.
Un podría interpretar, también, como un acto prudente de esconder el talento para no perderlo, pero es preferible perder el talento intentando hacerlo fructificar que esconderlo bajo tierra por miedo. Y somos muchos los que escondemos nuestros talentos y creemos que estamos haciendo bien escondiéndolo, y no, no estamos haciendo bien, sino que estamos renunciando a lo que el Señor nos dio y mostrando que no tenemos confianza en que Él sabe qué capacidades tenemos, y sabe qué podemos hacer con ese o esos talentos.
Por eso mismo tengo que tener una relación muy profunda y constante con el Señor para que sea Él quien me vaya indicando el camino a seguir, para que sea Él quien me vaya quitando los miedos o la vergüenza a la hora de poner en marcha el talento que me regaló.