viernes, 24 de mayo de 2019

Testimonio alentador

"Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos..."
A veces no tomamos conciencia de que nuestras palabras y actos pueden llegar a descontertar a los que quieren vivir la fe. No terminamos de creernos aquello que nos dice Jesús: "vosotros sois la luz del mundo... sois la sal de la tierra... sois el fermento en la masa...", es decir, cuando decidimos seguir a Cristo, comenzamos a ser personas pública que tienen una misión. Y esta misión, la quieras o no, viene incluida en el paquete de ser cristianos, por eso, todo lo que hagamos repercute en los demás, y los demás, se podría decir, tienen la misión de mirar a los cristianos para saber cómo se debe vivir la fe.
¿No lo había pensado? Sí, cada uno de nosotros cuando respondió al llamado de Jesús para seguirlo (y no estoy hablando sólo de curas, monjas, consagrados... sino de todo bautizado) asumimos, aunque lo pensáramos, la misión de evangelizar, de anunciar un Camino Nuevo, de llegaar al mundo una Vida Nueva: la vida de Jesús en nuestras vidas. Por eso, aunque no lo queramos, todo lo que hagamos o digamos repercute en la vida de los demás, somos los cristianos quienes "enseñamos" el modo de vivir el Evangelio, y por eso, cuando alguien busca un Camino para llegar a Dios, mirando a un cristiano tiene que encontrar la respuesta.
Así, ya lo vemos en la Primera Comunidad, en lo que nos narran en los Hechos de los Apóstoles, hubo quienes con sus palabras y pensamientos desconcertaron a la comunidad. Por eso mismo se reunieron los apóstoles y presbíteros en le Primer Concilio de Jerusalen para resolver el tema, y enviaron una carta a las comunidades donde decían:
"Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables..."
Y es hermoso saber que la decisión no la tomaron por cuenta propia sino que se pusieron en manos del Espíritu Santo para poder discernir y ver qué es lo que tenían que hacer. No actuaron ni por orgullo ni vanidad, sino que dejaron que el Espíritu del Señor los iluminara y pudieron, como dice la lectura, llevar alegría a la comunidad:
"reunieron a la comunidad y entregaron la carta. Al leerla, se alegraron mucho por aquellas palabras alentadoras".
Y eso es lo que tiene que ser nuestra vida: ser un testimonio alentador para aquellos que buscan un sentido para vivir, para quienes no encuentran el camino para llegar a Dios, e incluso para nosotros mismos y para nuestra comunidad ser causa de paz y alegría para ser, unidos, caminando hacia el Señor.

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