domingo, 5 de mayo de 2019

Me amas? Sígueme

En el evangelio de hoy hay como dos momentos en los que se habla del amor al otro. La primera cuando dice que es el discípulo al que Jesús amaba quien reconoce primero su voz, aunque no lo haya visto, pero lo reconoce, porque siempre se reconoce la voz de quien se ama de verdad. La segunda vez es el diálogo entre Jesús y Pedro, a quien le pregunta si lo ama por tres veces.
Si nos pusiéramos nostálgicos o románticos nos parecería algo muy bonito, y es así, porque todo lo que hable y nos demuestre el verdadero amor es hermoso escucharlo o vivirlo. Pero en este caso hay algo más que nos hace pensar que no sólo se trata de un amor sentimental o afectivo, sino de un amor efectivo.
Sí, un amor efectivo (y no de dinero) sino que este Amor lleva implícito una acción, pues el amor se demuestra con obras y no sólo con palabras bonitas.
Cuando el discípulo reconoce la voz del Señor, es Pedro quien inmediatamente sale a su encuentro, porque también él amaba al Señor. El amor que Pedro siente por el Señor lo impulsa a la acción rápida y no duda en lanzarse al lago e ir nadando hacia Él. Era el Señor Resucitado quien lo espera en la otra orilla y no duda en ir, sea como sea, necesita encontrarse con Él. Y así lo hacen los demás pero llevando la carga de la pesca milagrosa, una carga que se convierte, luego en alimento para ellos, pues Jesús los invita a almorzar. Es el Señor Resucitado quien nos llama y nos alimenta.
Y en el segundo momento, después del encentro y de darle el alimento verdadero, que no sólo es el pan y el pescado, sino que el Verdadero Alimento es el diálogo con el Señor Resucitado, se produce el diálogo entre Jesús y Pedro. Un diálogo o declaración de amor de Pedro a Jesús, un Amor que va más allá de lo afectivo, pues Jesús no quiere sólo el afecto de Pedro, sino que ese afecto lo tiene que demostrar en una acción concreta: apacentar su rebaño. Y para poder hacerlo: ¡Sígueme!
Cuando decimos que somos cristianos es porque hemos conocido a Cristo, y si lo hemos conocido lo hemos amado, y si lo amamos lo escuchamos y sabemos que amarlo implica una misión. Una misión que es llevar ese Amor a todos los hombres, mostrar el Camino que los lleva a la Vida, un Camino que es el mismo Jesús, una Vida que es el mismo, una Verdad que es el mismo Jesús. Así nuestra vida no puede ser imaginada si no hemos conocido verdaderamente al Señor y no hemos respondido como lo hizo Pedro, no sólo a la pregunta del Amor al Señor, sino en el llamado que Jesús le hizo: ¡Sígueme! Pues ahí no le preguntó si lo quería seguir, porque cuando se ama verdaderamente se sigue sin condiciones al Verdadero Amor.

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