viernes, 10 de mayo de 2019

Es un instrumento elegido por mí

"El Señor le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Esto que le dice el Señor a Ananías, acerca de San Pablo, es parecido a lo que nos dijo Mons. Castagna (fue el obispo que había en la Diócesis de San Nicolás cuando estaba en el Seminario) el día que (junto a otros seminaristas) nos dieron la Admisión a las Sagradas Órdenes del Presbiterado. Mons. Castagna, en realidad, les hablaba a nuestros padres y a nosotros, por supuesto, y nos decía que no nos admitía para que usáramos el sacerdocio como un trampolín para escalar más alto, no nos admitía para grandes honores, o para que los demás nos sirvan, sino que nos admitía para entregar la vida como Jesús lo hizo, en el servicio a la Iglesia y a los hombres. Que ese Camino iba a ser difícil pero que siempre contáramos con Jesús para que nos ayudara a caminar.
Hoy es, en España, el día del clero español (y soy parte de ellos) y por eso me vinieron a la cabeza aquellas palabras (que, si bien no son exactas, son similares) porque también fueron palabras similares las que usó el P. Efraín (mi padre y formador) el día de su toma de hábito: cuando me encuentren no me pregunten si soy feliz, sino si he sido fiel.
La Fidelidad a la Vocación recibida, y no sólo en el sacerdocio, es un Camino de contradicciones, de luchas, de entrega, y, por eso mismo es una Camino de Bienaventuranza, pero sólo la alcanzamos cuando somos Fieles a la Vida que el Señor nos pide vivir y a las promesas que hacemos el día de nuestra ordenación sacerdotal.
No son pocas las veces que te encuentras con gente que te dice: ¡Que bien que viven los curas! Y yo les respondo: sí, por eso somos tantos los que nos decidimos por el sacerdocio ¿te decides a ser cura? Pero, no pican en el llamado.
Todo llamado del Señor, y especialmente el llamado universal a la santidad, requiere de un corazón dispuesto a renunciar a sí mismo para hacer la Voluntad de Dios. Una renuncia que no siempre estamos dispuestos a hacer, porque el futuro incierto de lo que el Señor nos puede pedir, nos atemoriza. Preferimos quedarnos anclados en nuestro YO y nuestro pequeños proyectos que abrir nuestro corazón, vaciarlo de mí y dejar que el Señor lo colme con su Gracia y Bendición.
Hace más de 25 que soy sacerdote y si tuviese que elegirlo de nuevo lo elegiría, en realidad, cada día que amanece, lo vuelvo a elegir, porque no siempre tenemos los días de sol que parece que tenemos, no siempre recibimos alegrías y gozo, sino que, la debilidad del hombre siempre está latente y nuestra carne no siempre está al servicio del espíritu, por eso, cada día, hay que renovar el deseo de Fidelidad a Dios y a la vocación recibida.
Es cierto, el Camino que nos pide el Señor recorrer no es un valle de rosas, o sí, pero con espinas que, aunque nos hieren, muchas veces, está siempre el Señor, como buen Samaritano, que nos curas las heridas y nos consuela con su Amor.

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