De las Disertaciones de san Sofronio, obispo
Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo. ¿Y qué puede
haber más sublime que esta alegría, oh Virgen Madre? ¿O qué puede haber más
excelente que esta gracia, que tú sola has alcanzado de Dios? ¿ O qué puede
imaginarse más amable o espléndido que esta gracia? Nada puede equipararse a las
maravillas que en ti vemos realizadas, nada hay que iguale la gracia que tú
posees; todo lo demás, por excelente que sea, ocupa un lugar secundario y goza
de una excelencia claramente inferior.
El Señor es contigo; ¿quién, pues, se atreverá a competir
contigo? De ti nacerá Dios; ¿quién, por tanto, no se reconocerá al momento
inferior a ti y no admitirá de buen grado tu primacía y superioridad? Es por
esto que, al contemplar tus eminentes prerrogativas, que superan las de
cualquier otra creatura, te aclamo lleno de entusiasmo: Alégrate, llena de
gracia, el Señor es contigo. Por ti ha venido la alegría, no sólo a los hombres,
sino también a los mismos coros celestiales.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya
que has cambiado en bendición la maldición de Eva y has hecho que Adán, que
yacía postrado bajo el peso de la maldición, alcanzara, por ti, la bendición.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya
que, por ti, la bendición del Padre ha brillado sobre los hombres, librándolos
de la antigua maldición.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya
que, por ti, alcanzan la salvación tus progenitores; pues has de dar a luz a
aquel que les obtendrá la salvación divina.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya
que, sin concurso de semilla, has producido aquel fruto que esparce la bendición
sobre el orbe de la tierra, redimiéndola de la maldición que le hacía producir
espinas y abrojos.
Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya
que, siendo por condición natural una mujer como las demás, llegarás a ser en
verdad Madre de Dios. Efectivamente, si el que ha de nacer de ti es, con toda
verdad, el Dios hecho hombre, con toda razón eres llamada Madre de Dios, ya que
realmente das a luz a Dios.
Llevas en la intimidad de tu seno al mismo Dios, el cual mora
en ti según la carne, y sale de ti como un esposo, trayendo a todos la alegría y
comunicando a todos la luz divina.
Pues en ti, oh Virgen, como en un cielo nítido y purísimo, ha
puesto Dios su tienda; y saldrá de ti como el esposo de su alcoba; y, cual
gigante que emprende su carrera, recorrerá el camino de su vida, provechosa en
todo para todos, alcanzando con su giro del término del cielo hasta el opuesto
confín, llenándolo todo de su calor divino y de su resplandor vivificante.
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