En este capítulo 15 de los hechos de los apóstoles comienza a producirse, como es costumbre entre hombres, un controversia entre los mismos apóstoles y los nuevos cristianos. La controversia se da con la conversión de los gentiles, ya que algunos fariseos convertidos al cristianismo, pedían que los gentiles se circuncidaran según la ley de Moisés, para luego recibir el bautismo, es decir, que primero se hiciean judíos y luego se bautizaran.
Como entre ellos y Pablo y Bernabé no podían llegar a un acuerdo a ver qué era lo que convenía, decidieron subir a Jerusalén, a dónde estaba Pedro (cabeza de la Iglesia) y los demás para poder discernir qué era lo que Dios pedía.
Como vemos siempre ha estado presente, desde el comienzo de la comunidad cristiana, el pecado original de querer, cada uno, tener la razón sobre un tema y cerrarse sobre lo que yo creo. Pero, lo que nos enseñan es que frente a esas controversias siempre hay que buscar un tercero que nos ayude a discernir, y, sobre todo, un tercero que sea portador o que ayude a buscar la respuesta desde el Espíritu. No es buscar a ver quién tiene razón o quien no la tiene, sino preguntar a Dios qué es lo que quiere, por qué ha suscitado esa controversia, y cómo hay que resolverla. Sobre todo porque desde esos momentos pueden surgir cosas nuevas, y nuevos métodos o formas de vivir, porque el Espíritu de Dios es quien va suscitando nuevos modos de vida. Pero siempre tenemos que saber si lo que estoy pensando o queriendo es de Dios o no es de Dios.
Desde los primeros momentos ha sido el Espíritu Santo quien ha sabido conducir la vida de la Iglesia, siempre y cuando los hombres de Iglesia se dejen iluminar por sus Dones y estén atentos a sus inspiraciones, dejando de lado sus propios Egos. Porque somos, muchas veces, los propios hombres de iglesia quienes ponemos obstáculos al Espíritu Santo para que ilumine o suscite vida.
Pablo y Bernabé junto a los otros pudieron dejar de lado su propio ego y siendo fieles al Espíritu fueron a buscar, entre todos, y con la ayuda del Espíritu, la respuesta a la controversia y así, también, no "lastimar" el espíritu fraterno de la comunidad. Porque cuando nos quedamos parados sobre nosotros mismos y no nos abrimos a lo que Dios quiere, también fomentamos las divisiones y rompemos la comunión entre nosotros porque siempre queremos tener la razón, y no buscamos el bien de la comunidad según lo que el Espíritu Santo quiera.
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