"En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres..."
Resistir al Espíritu Santo... ha sido una acusación muy fuerte la que hizo Esteban, lleno del Espíritu, a los Sumos Sacerdotes. Pero, no es sólo a ellos a quién acusa, sino a los que siguieron los impulsos de aquellos que están resistiendo a la inspiración del Espíritu Santo. Porque cuando quisieron matar a Jesús comenzaron a difundir el mensaje entre la gente, y la gente asumió que debía morir sin siquiera preguntarse si tenía que ser así. Aquél a quien habían recibido con palmas y gritos de júbilo, lo entregaron con al grito de ¡A ese no! ¡A Barrabás! ¡Crucifícalo!
También nosotros, muchas veces, nos resistimos al Espíritu Santo cuando sabemos qué es lo que nos pide Dios y no hacemos otra cosa que lo contrario o sólo intentamos no escucharlo para seguir nuestro camino. Creemos que porque somos buenos lo que pensamos siempre es de Dios, y ahí tamibén estamos resistiendo "de modo pacífico" al impulso del Espíritu Santo. Porque resistir al Espíritu no sólo es estar en Contra de los que Dios quiere, sino tamibén omitir preguntarnos cuál es la Voluntad de Dios.
¿Cuándo no resistimos al Espíritu Santo? Cuando intentamos, todos los días, discernir cuál es la Voluntad de Dios, qué es lo que Dios quiere de mí. Cuando en la oración, al comenzar el día, nos ponemos a disposición de Él para hacer Su Voluntad. Cuando en la oración reflexionamos su Palabra y revisamos nuestra vida para saber qué hemos hecho y cómo hemos vivido. Cuando asumimos nuestros errores y pedimos perdón al Padre por no haber sido todo lo obediente que debiéramos o por haber sido infieles al Amor.
Claro que no hay una fórmula mágica para saber cuándo resistimos al Espíritu Santo en concreto, pero sí hay una fórmula para saber que, por lo menos, estamos en disposición de vivir según Él: "quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo cargue con su cruz de cada día, y sígame", es lo que nos ha dicho el Señor cuando nos ha llamado. Si hemos respondido que Sí a su llamado entonces, todos los días debemos recordar la condición sin la cual no podemos comenzar a seguirlo, porque para poder seguir los impulsos del Espíritu Santo primero tengo que renunciar a mis criterios, a mis gustos, a mis proyectos y dejar que el Espíritu Santo anime mi vida.
¡Ven Espíritu Santo! y en enciende en los corazones de tus fieles un rayo de tu Luz.
¡Ven Padre de los pobres! Ven a darnos tus dones, ven a darnos tu Luz.
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