viernes, 31 de mayo de 2019

Misterio siempre nuevo

De san Máximo Confesor, abad
El Verbo de Dios nació según la carne una vez por todas, por su bondad y condescendencia para con los hombres, pero continúa naciendo espiritualmente en aquellos que lo desean; en ellos se hace niño y en ellos se va formando a medida que crecen sus virtudes; se da a conocer a sí mismo en proporción a la capacidad de cada uno, capacidad que él conoce; y si no se comunica en toda su dignidad y grandeza no es porque no lo desee, sino porque conoce las limitaciones de la facultad receptiva de cada uno, y por esto nadie puede conocerlo de un modo perfecto.

En este sentido el Apóstol, consciente de toda la virtualidad de este misterio, dice: Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre, es decir, que se trata de un misterio siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca.

Cristo, que es Dios, nace y se hace hombre, asumiendo un cuerpo y un alma racional, él, por quien todo lo que existe ha salido de la nada; en el Oriente una estrella brilla en pleno día y guía a los magos hasta el lugar en que yace el Verbo encarnado; con ello se demuestra que el Verbo, contenido en la ley y los profetas, supera místicamente el conocimiento sensible y conduce a los gentiles a la luz de un conocimiento superior.

Es que las enseñanzas de la ley y los profetas, cristianamente entendidas, son como la estrella que conduce al conocimiento del Verbo encarnado a todos aquellos que han sido llamados por designio gratuito de Dios.

Así pues, Dios se hace perfecto hombre, sin que le falte nada de lo que pertenece a la naturaleza humana, excepción hecha del pecado (el cual, por lo demás, no es inherente a la naturaleza humana); de este modo ofrece a la voracidad insaciable del dragón infernal el señuelo de su carne, excitando su avidez; cebo que, al morderlo, se había de convertir para él en veneno mortal y causa de su total ruina, por la fuerza de la divinidad que en su interior llevaba oculta; esta misma fuerza divina serviría, en cambio, de remedio para la naturaleza humana, restituyéndola a su dignidad primitiva.

En efecto, así como el dragón infernal, habiendo inoculado su veneno en el árbol de la ciencia, había corrompido al hombre cuando éste quiso gustar de aquel árbol, así también aquél, cuando pretendió devorar la carne del Señor, sufrió la ruina y la aniquilación, por el poder de la divinidad latente en esta carne.

La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo. ¿Cómo el Verbo, que existe personal y substancialmente en el Padre, puede al mismo tiempo existir personal y substancialmente en la carne? ¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo él por naturaleza, y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios, ni de la nuestra, según la cual es hombre? únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural.

jueves, 30 de mayo de 2019

Entre el tiempo y la eternidad

«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver"? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».
El tiempo para Dios no existe, pues en Él sólo hay eternidad, por eso nunca sabremos cuánto es ese poco en el que lo volveremos a ver. Y, muchas veces, ese poco o el tiempo de Dios en nuestras vidas es lo que más ansiedad nos produce, porque no sabemos esperar los tiempos de Dios. Vivimos, como muchas veces hablamos, en los tiempos del ¡ya! del ¡ahora! y eso para Dios no existe, sobre todo porque sólo Él sabe cuándo es la plenitud del tiempo para tal o cual persona, para tal o cual situación histórica. Sólo Él conoce cuándo nuestro corazón está preparado para recibir lo que Él quiere darnos, y, también, cuándo estamos dispuestos para aceptar lo que quiere decirnos.
San Pablo dice: "en la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo Único...", es Dios quién conoce los tiempos, pero es el Hombre quien tiene la libertad de aceptar y reconocer los tiempos de Dios. Porque en esa plenitud de los tiempos algunos reconocieron a Jesús y otros no.
Así ocurrió que con la muerte de Jesús en la Cruz el mundo se alegró, pero los que lo habían reconocido se pusieron tristes. En el mundo creyeron que habían dado muerte al que venía a molestar, y, en cambio los discípulos se entristecieron porque se llevaron a su Dios y Señor.
En cambio, cuando el Señor resucitó los que lo seguían se alegrarón de la Buena Noticia, y los que lo creían muerto comenzaron a vivir en la tristeza de que las Promesas que no supieron reconocer, se cumplían. El mundo y el Príncipe de este mundo comenzaron a vivir en la tristeza.
En este tiempo del Espíritu, en este tiempo del Camino de la Santidad nuestra vida tiene que estar marcada por la alegría de la Resurrección esperando el encuentro final con nuestro Dios y Señor, aquél día será la alegría plena porque lo veremos tal cual es, y se caerán las escamas de nuestros ojos cuando estemos delante de nuestro Dios. Mientras tanto, hasta que llegue el tiempo final, estamos peregrinando en este Valle pero viviendo las alegrías de la eternidad, porque el Señor quiso quedarse con nosotros en Su Palabra y en la Eucaristía, haciendo que, cada día, el Cielo baje a la Tierra y en el altar podamos contemplar a nuestro Dios y Señor, así como los ángeles lo contemplan en el Cielo. Y, ahí, precisamente en ese momento de la consagración eucarística, el tiempo se vuelve eternidad pues es Dios mismo quien viene a nuestro encuentro y nos conforta con su misma vida, y la tristeza de la ausencia y la ansiedad se disuelven en un hermoso encuentro del hombre con Dios.

miércoles, 29 de mayo de 2019

El Camino a la Verdad

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena..."
A veces queremos saber todo, comprender todo, entender todo, conocer todo... es lógico en el hombre que eso sucede, es propio de nuestra naturaleza el buscar la respuesta y el sentido a todo lo que pasa, e, incluso, a lo que aún no ha sucedido. Pero no todo lo podremos saber y conocer, ni tan siquiera lo que ha pasado. El Don de la Fe que hemos recibido y que intentamos conservar no nos explica todo, sino que nos ayuda a aceptar todo y a ofrecer el dolor de la oscuridad de no poder entender lo que, muchas veces, nos sucede.
Por esto mismo, Jesús, les decía a los apóstoles de la necesidad de que viniera el Espíritu Santo para "guiarnos hasta la verdad plena", un camino que, en algunos momentos, se hace demasiado largo recorrer. Sí, porque vivimos en tiempos donde la ansiedad es parte de nuestra vida, y todo lo que queremos para ayer y no sabemos esperar los tiempos de Dios, tiempos que son eternidad en nuestros días, y días en la eternidad de Dios; pero que, finalmente, siempre llegan en el momento en el que estemos dispuestos a entender, a escuchar.
La ansiedad que vivimos no nos permite, muchas veces, disponernos a escuchar, o, mejor dicho, no nos disponemos a escuchar lo que nos tiene que decir el Padre, porque no siempre queremos escuchar lo que no queremos escuchar, sino que queremos escuchar lo que nos venga bien a nosotros.
La Verdad Plena de la que nos habla el Señor no siempre nos alegrará, porque hablará de parte del Padre y será Él quien nos habra el entendimiento para saber qué es lo que había preparado desde siempre para nosotros, pero eso que Él preparó ¿es lo que nosotros esperábamos? Porque, a veces, tenemos la verdad delante de nuestros ojos pero no la vemos, porque vamos buscando otras verdades. Nos creemos tan sabios e inteligentes que la Verdad no la vemos porque "ya lo sabemos todo", y no nos damos cuenta que lo que hemos conocido por nuestra cuenta sólo es parte de la Verdad e, incluso, muchas veces, no es ni siquiera una parte sino que es la que yo me he inventado para mí.
No tengamos miedo al Espíritu Santo, Él vendrá a revelarnos todo lo que el Padre tiene para nosotros, y no sólo nos enseñará el Camino sino que nos dará la fortaleza necesaria para recorrerlo, aunque nos cueste dar cada paso.

martes, 28 de mayo de 2019

Cristo es el vínculo de unidad

Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan

    Todos los que participamos de la carne sagrada de Cristo alcanzamos la unión corporal con él, como atestigua san Pablo, cuando dice, refiriéndose al misterio del amor misericordioso del Señor: El misterio que no fue dado a conocer a las pasadas generaciones ahora ha sido revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas: esto es, que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y coparticipes de las promesas divinas, en Cristo Jesús.
    Y si somos unos para otros miembros de un mismo cuerpo en Cristo, y no sólo entre nosotros mismos, sino también para aquel que está en nosotros por su carne, ¿por qué, entonces, no procuramos vivir plenamente esa unión que existe entre nosotros y con Cristo? Cristo, en efecto, es el vínculo de unidad, ya que es Dios y hombre a la vez.
    Siguiendo idéntico camino, podemos hablar también de nuestra unión espiritual, diciendo que todos nosotros, por haber recibido un solo y mismo Espíritu, a saber, el Espíritu Santo, estamos como mezclados unos con otros y con Dios. Pues, si bien es verdad que tomados cada uno por separado somos muchos, y en cada uno de nosotros Cristo hace habitar el Espíritu del Padre y suyo, este Espíritu es uno e indivisible, y a nosotros, que somos distintos el uno del otro en cuanto seres individuales, por su acción nos reúne a todos y hace que se nos vea como una sola cosa, por la unión que en él nos unifica.
    Pues, del mismo modo que la virtualidad de la carne sagrada convierte a aquellos en quienes actúa en miembros de un mismo cuerpo, pienso que, del mismo modo, el único e indivisible Espíritu de Dios, al habitar en cada uno, los vincula a todos en la unidad espiritual.
    Por esto nos exhorta también san Pablo: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del espíritu, con el vinculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios. Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo y lo invade todo. Al estar en cada uno de nosotros el único Espíritu, estará también, por el Hijo, el único Dios y Padre de todos, uniendo entre sí y consigo a los que participan del Espíritu.
    Y el hecho de nuestra unión y comunicación del Espíritu Santo, en cierto modo, se hace también visible ya desde ahora. Pues, si, dejando de lado nuestra vida puramente natural, nos sometimos de una vez para siempre a las leyes del espíritu, es evidente para todos nosotros que -por haber dejado nuestra vida anterior y estar ahora unidos al Espíritu Santo, y por haber adquirido una hechura celeste y haber sido en cierta manera transformados en un nuevo ser- ya no somos llamados simplemente hombres, sino también hijos de Dios y hombres celestiales, por nuestro consorcio con la naturaleza divina.
    Por tanto, somos todos una sola cosa en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; una sola cosa por la identidad de condición, por la asimilación que obra el amor, por la comunión de la carne sagrada de Cristo y por la participación de un único y Santo Espíritu.

lunes, 27 de mayo de 2019

El Espíritu Santo nos renueva

Del Tratado de Dídimo de Alejandría, Sobre la Santísima Trinidad

    El Espíritu Santo, en cuanto que es Dios, junto con el Padre y el Hijo, nos renueva en el bautismo y nos retorna de nuestro estado deforme a nuestra primitiva hermosura, llenándonos de su gracia, de manera que ya nada nos queda por desear; nos libra del pecado y de la muerte; nos convierte de terrenales, esto es, salidos de la tierra y del polvo, en espirituales; nos hace partícipes de la gloria divina, hijos y herederos de Dios Padre, conformes a la imagen del Hijo, coherederos y hermanos de éste. para ser glorificados y reinar con él; en vez de la tierra nos da el cielo y nos abre generosamente las puertas del paraíso, honrándonos más que a los mismos ángeles; y con las aguas sagradas de la piscina bautismal apaga el gran fuego inextinguible del infierno.
    Hay en el hombre un doble nacimiento, uno natural, otro del Espíritu divino. Acerca de uno y otro escribieron los autores sagrados. Yo voy a citar el nombre de cada uno de ellos, así como su doctrina.
    Juan: A cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, dio poder de llegar a ser hijos de Dios, los cuales traen su origen no de la sangre ni del deseo carnal ni de la voluntad del hombre, sino del mismo Dios. Todos los que creen en Cristo, afirma, han recibido el poder de llegar a ser hijos de Dios, esto es, del Espíritu Santo, y de llegar a ser del mismo linaje de Dios. Y, para demostrar que este Dios que nos engendra es el Espíritu Santo, añade estas palabras de Cristo en persona: Te aseguro que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
    La piscina bautismal, en efecto, da a luz de manera visible al cuerpo visible de la Iglesia, por el ministerio de los sacerdotes; pero el Espíritu de Dios, invisible a todo ser racional, bautiza espiritualmente en sí mismo y regenera, por ministerio de los ángeles, nuestro cuerpo y nuestra alma.
    Juan el Bautista, en relación con aquella expresión: De agua y de Espíritu, dice, refiriéndose a Cristo: Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Ya que nosotros somos como una vasija de barro, por eso necesitamos en primer lugar ser purificados por el agua, después ser fortalecidos y perfeccionados por el fuego espiritual (Dios, en efecto, es un fuego devorador); y, así, necesitamos del Espíritu Santo para nuestra perfección y renovación, ya que este fuego espiritual es también capaz de regar, y esta agua espiritual es capaz de fundir como el fuego.

domingo, 26 de mayo de 2019

Conocer, Amar, Escuchar

"El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió".
Se podría decir: ¡otra vez lo mismo! siempre caemos en lo mismo: en el amor ¿no tendrá otra opción este Cristo? Y no, no tiene otra opción porque esa es la única opción que tenemos en nuestra vida: amar. Porque Dios es Amor, y somos de Él y volvemos a Él, por lo tanto nuestra vida tiene que reflejar lo que verdaderamente somos: hijos del Amor de Dios.
Claro que también es cierto que no se puede puede "guardar" la palabra de quien no se ama, pero tampoco se puede amar a quien no se conoce. Y, creo, que aún somos muchos los que no conocemos verdaderamente a Dios, a su Hijo o al Espíritu Santo. No digo que tengamos que verlos cara a cara, porque quizás sea un poco imposible, pero sí mantener con ellos un diálogo fluido y constante, abrir nuestro corazón a ellos y dejar que Ellos hablen a nuestro corazón.
Y aquí sí volvemos a caer en lo mismo: el tiempo que le dedicamos a concer a nuestro Dios, el tiempo que le dedicamos a conocer a quien amamos. Porque puede haber sido un flechazo, como se dice en las novelas: amor a primera vista, pero eso no alcanza para entregarle nuestra vida, porque el Amor de Dios tiene como consecuencia que mi vida ya no es mía sino que es de Él: "no soy yo quien vive en mí, sino que es Cristo quien vive en mí", decía San Pablo. Y ¿cómo poder vivir así si no le entrego plenamente mi vida? ¿si no me entrego constantemente a ser Fiel a Su Palabra? ¿Cómo vivir Su Palabra si no la reflexiono, si no la escucho? ¿Cómo escucharlo si no lo conozco, si no lo amo?
No son pocos los que, como en la lectura de los Hechos de los apóstoles, quieren imponer otras cargas, otras leyes, otras voluntades. Quizás no lo hacen con mala intención, sino que lo hacen sin conocer, sin saber cómo y quién es el Padre Dios, porque si lo conociéramos y supiéramos que Sus Palabras son Espíritu y Vida, que sólo busca lo mejor para sus hijos, que quiere que vivamos una vida llena de Su Amor, y llegara así al Verdadero Encuentro... entonces no intentarían modificar Su Palabra, no intentarían hacer que la palabra del hombre fuera palabra de Dios, porque la palabra del hombre se la lleva el viento, en cambio la Palabra de Dios es eterna.
Por eso, cuando tengamos dudas acerca de lo que escuchamos, de lo que nos han dicho, que no se turbe nuestro corazón, como los apóstoles recurramos al Espíritu Santo y será Él quien ilumine nuestras dudas y nos de la fuerza suficiente para enfrentar los errores humanos y volver a vivir en la Fidelidad a la Palabra del Padre, que es la única que nos da Vida, y alegra nuestro ánimo para continuar por el Camino de la santidad.

sábado, 25 de mayo de 2019

Seguimos al Señor

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia".
¿Por qué nos escandalizamos si el mundo nos odia? ¿Por qué nos escandalizamos cuando vemos y escuchamos que hay tantos mártires por otros países? ¿Por qué protestamos cuando el mundo muestra su odio hacia nosotros los cristianos?
Claro que sí, no tendría que ser lógico que lo hicieran, pero ya nos lo advirtió el Señor. Lo ilógico sería que el mundo, los hijos del mundo, los que siguen al Príncipe de este mundo, no nos criticaran, y si no nos criticaran sería porque nos hemos vuelto igual al mundo y no hay diferencia entre el mundo y el espíritu, entre los que dicen que son cristianos y los que dicen que son del mundo.
¿Por qué Jesús aceptó esta contradicción entre el mundo y el espíritu? ¿Por qué nos anunció que sería así? Porque Él lo vivió en su propia carne, porque Él sabía que al mundo le gusta vivir en la tiniebla para que no sean sus malas obras, porque Él era la Luz y no lo reconocieron, o mejor dicho, lo reconocieron y por eso quisieron apagarlo.
Siempre habrá hasta el final de los tiempos quienes no aceptan las palabras de la Luz, de la Verdad y ¿por eso tenemos que dejar de predicarlas? No, todo lo contrario, cuanto más ataquen a la Luz más tendremos que iluminar.
La sangre de tantos y tantos mártires está fortaleciendo la tierra de nuevos cristianos, de nuevos hijos de Dios que quieren encontrar en la Palabra el sentido de sus vidas, incluso el sentido de su morir por la fe. Y son ellos mismos los que nos ayudan a descubrir cuánto y cómo creemos y cuánto y cómo vivimos los que no tenemos que sufrir esos tormentos.
"Recordad lo que os dije: "No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».
A veces nos descubrimos sufriendo o quejándonos por pequeñas cosas o haciéndonos los mártires por tonterias, que no digo que, para cada uno, puedan ser importantes, pero si realmente viviéramos la fe que decimos tener, entonces encontraríamos la fortaleza en el Espíritu para poder llevar adelante nuestra cruz y no dejarnos vencer en el camino. Somos nosotros, los cristianos, quienes tenemos que mostrar un nuevo modo de vida, el modo de vivir de Cristo en este tiempo, en esta historia, aceptar los Caminos que el recorrió y vivir la Voluntad del Padre como Él la vivió.
Dejemos las quejas y los quejidos para quienes no tienen fe, abracemos con Amor la Cruz de cada día y sigamos con gozo tras los pasos de Jesús.

viernes, 24 de mayo de 2019

Testimonio alentador

"Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos..."
A veces no tomamos conciencia de que nuestras palabras y actos pueden llegar a descontertar a los que quieren vivir la fe. No terminamos de creernos aquello que nos dice Jesús: "vosotros sois la luz del mundo... sois la sal de la tierra... sois el fermento en la masa...", es decir, cuando decidimos seguir a Cristo, comenzamos a ser personas pública que tienen una misión. Y esta misión, la quieras o no, viene incluida en el paquete de ser cristianos, por eso, todo lo que hagamos repercute en los demás, y los demás, se podría decir, tienen la misión de mirar a los cristianos para saber cómo se debe vivir la fe.
¿No lo había pensado? Sí, cada uno de nosotros cuando respondió al llamado de Jesús para seguirlo (y no estoy hablando sólo de curas, monjas, consagrados... sino de todo bautizado) asumimos, aunque lo pensáramos, la misión de evangelizar, de anunciar un Camino Nuevo, de llegaar al mundo una Vida Nueva: la vida de Jesús en nuestras vidas. Por eso, aunque no lo queramos, todo lo que hagamos o digamos repercute en la vida de los demás, somos los cristianos quienes "enseñamos" el modo de vivir el Evangelio, y por eso, cuando alguien busca un Camino para llegar a Dios, mirando a un cristiano tiene que encontrar la respuesta.
Así, ya lo vemos en la Primera Comunidad, en lo que nos narran en los Hechos de los Apóstoles, hubo quienes con sus palabras y pensamientos desconcertaron a la comunidad. Por eso mismo se reunieron los apóstoles y presbíteros en le Primer Concilio de Jerusalen para resolver el tema, y enviaron una carta a las comunidades donde decían:
"Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables..."
Y es hermoso saber que la decisión no la tomaron por cuenta propia sino que se pusieron en manos del Espíritu Santo para poder discernir y ver qué es lo que tenían que hacer. No actuaron ni por orgullo ni vanidad, sino que dejaron que el Espíritu del Señor los iluminara y pudieron, como dice la lectura, llevar alegría a la comunidad:
"reunieron a la comunidad y entregaron la carta. Al leerla, se alegraron mucho por aquellas palabras alentadoras".
Y eso es lo que tiene que ser nuestra vida: ser un testimonio alentador para aquellos que buscan un sentido para vivir, para quienes no encuentran el camino para llegar a Dios, e incluso para nosotros mismos y para nuestra comunidad ser causa de paz y alegría para ser, unidos, caminando hacia el Señor.

jueves, 23 de mayo de 2019

No molestar a los que se convierten

Cuando Pablo y Bernabé llegaron a Jerusalén se reunieron con todos los apóstoles y se realizó el primer Concilio de la Iglesia, es decir, se reunieron todos para poder ver, desde el Espíritu, qué es lo que Dios pedía en tal situación, que era la controversia entre circuncidar a los gentiles convertidos al cristianismo o no hacerlo. En esta parte del relato de Hechos, me gustan una palabras que dice Pedro sobre los nuevos convertidos, pero, sobre todo, sobre aquellos que querían imponer la circuncisión a los gentiles:
"¿Por qué, pues ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar?"
Queriendo, muchas veces, hacer las cosas perfectamente no nos damos cuenta que imponemos cargas pesadas sobre los hombros de los demás. Buscamos excusas para que los demás hagan lo que, muchas veces, nosotros no hacemos y, hasta en algunos momentos, nos hemos quejado de tener que hacerlo.
Cuando nos olvidamos de lo esencial de la vida o cuando creemos que sólo nosotros tenemos razón sobre lo que pensamos, entonces, corremos el riesgo de equivocarnos e imponer sobre los demás leyes que no tienen sentido, porque lo que importa es al Gracia de Dios que desciende sobre esos corazones. Por que, como dijo Pedro:
"Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe".
Por querer ser muy legalistas nos olvidamos que es el Espíritu Santo quien salva y da a los hombres la Gracia de la purificación de sus almas, y que no podemos negarles a ellos la participación en la mesa del Señor, teniendo en cuenta aquello que le decía el Señor a los fariseos cuando le reprochaban que no descansaban el sábado, y el Señor le responde: "el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado".
Por eso, muchas veces, queriendo hacer lo mejor para nuestra iglesia nos olvidamos de hacer lo mejor para las personas, y dejamos de lado a aquellos que Dios está llamando a encontrar en la Comunidad un camino de vida y perfección. A veces, somos nosotros mismos, quienes ponemos obstáculos para que la gente venga a participar de lo que nosotros estamos viviendo, simplemente porque no han realizado el mismo camino de conversión que nos ha tocado vivir a nosotros, o porque no han cumplido, como nosotros creemos, las leyes de Dios. Como dice Santiago: "Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios...".

miércoles, 22 de mayo de 2019

Las controversias y el ego

En este capítulo 15 de los hechos de los apóstoles comienza a producirse, como es costumbre entre hombres, un controversia entre los mismos apóstoles y los nuevos cristianos. La controversia se da con la conversión de los gentiles, ya que algunos fariseos convertidos al cristianismo, pedían que los gentiles se circuncidaran según la ley de Moisés, para luego recibir el bautismo, es decir, que primero se hiciean judíos y luego se bautizaran.
Como entre ellos y Pablo y Bernabé no podían llegar a un acuerdo a ver qué era lo que convenía, decidieron subir a Jerusalén, a dónde estaba Pedro (cabeza de la Iglesia) y los demás para poder discernir qué era lo que Dios pedía.
Como vemos siempre ha estado presente, desde el comienzo de la comunidad cristiana, el pecado original de querer, cada uno, tener la razón sobre un tema y cerrarse sobre lo que yo creo. Pero, lo que nos enseñan es que frente a esas controversias siempre hay que buscar un tercero que nos ayude a discernir, y, sobre todo, un tercero que sea portador o que ayude a buscar la respuesta desde el Espíritu. No es buscar a ver quién tiene razón o quien no la tiene, sino preguntar a Dios qué es lo que quiere, por qué ha suscitado esa controversia, y cómo hay que resolverla. Sobre todo porque desde esos momentos pueden surgir cosas nuevas, y nuevos métodos o formas de vivir, porque el Espíritu de Dios es quien va suscitando nuevos modos de vida. Pero siempre tenemos que saber si lo que estoy pensando o queriendo es de Dios o no es de Dios.
Desde los primeros momentos ha sido el Espíritu Santo quien ha sabido conducir la vida de la Iglesia, siempre y cuando los hombres de Iglesia se dejen iluminar por sus Dones y estén atentos a sus inspiraciones, dejando de lado sus propios Egos. Porque somos, muchas veces, los propios hombres de iglesia quienes ponemos obstáculos al Espíritu Santo para que ilumine o suscite vida.
Pablo y Bernabé junto a los otros pudieron dejar de lado su propio ego y siendo fieles al Espíritu fueron a buscar, entre todos, y con la ayuda del Espíritu, la respuesta a la controversia y así, también, no "lastimar" el espíritu fraterno de la comunidad. Porque cuando nos quedamos parados sobre nosotros mismos y no nos abrimos a lo que Dios quiere, también fomentamos las divisiones y rompemos la comunión entre nosotros porque siempre queremos tener la razón, y no buscamos el bien de la comunidad según lo que el Espíritu Santo quiera.

martes, 21 de mayo de 2019

Perseverar en la fe

Los Hechos de los apóstoles nos siguen narrando la misión que llevó a cabo Pablo y Bernabé; una misión que para ellos supuso, así como lo había anunciado el Señor a Ananías, cuando la conversión de Pablo: "éste me es un instrumento elegido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padeer por mi nombre". Y así se lo fue mostrando el Señor, pues en cada comunidad, o en casi todas, tuvo que sufrir por el nombre del Señor, pero así y todo no dudó en seguir predicando en su nombre. Por eso, al constituir una comunidad nueva, dice el escirtor que siempre estaba "animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios".
Así como lo hizo Jesús, Pablo no se cansó de animar a la conversión, pero a la vez anunicar lo que cuesta perseverar en la fe, lo que cuesta ser Fiel a la Voluntad de Dios, porque así como lo vivió Jesús, también los que aceptamos seguirlo tenemos que encontrar la fortaleza en el Espíritu para ser Fieles y perseverar hasta el final. Como el mismo Pablo dice de su vida: "he combatido el buen combate de la fe, he alcanzado la meta, conservé la fe".
Ni en los tiempos de las primeras comunidades, ni en estos tiempos se hace fácil conservar la fe, pero tampoco es fácil aceptar los padecimientos para vivir la fe. Nos encontramos muchas que somos nosotros mismos quienes hacemos marcha atrás cuando el Señor nos presenta la Cruz para llevar en nuestras vidas, aunque sea la cruz de la negación a nosotros mismos, ya estamos diciendo que eso no es para nostros, quizás no de modo evidente, pero tampoco acogemos Su Voluntad con gozo en el corazón, sino que siempre estamos buscando caminos alternativos para no padecer por el nombre de Jesús.
Y aquí vuelvo al principio del llamado de Jesús: "quien quiera venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y sígame". Y ahí está el primer padecer por el nombre de Jesús, el primer padecer para perseverar en la fe: la negación a nosotros mismos. Una negación que en los días que corren no está en el menú de todos los días de nuestras oraciones, porque nos parece que negándonos a nosotros mismos, Dios nos impide ser felices, alcanzar lo que queremos, vivir lo que todos viven.
Pero estamos equivocados, Dios no quiere privarnos de nuestros deseos, si quieres vivir según tus deseos vive tu propio camino, pero no quieras seguir a Cristo y vivir tu propio camino: "o estás conmigo o contra de mí", dice el Señor, porque "no se puede servir a dos señores". Hoy que Jesús me presenta algo lindo, bonito y barato lo sigo y mañana no?
"Que tu sí sea sí, y que tu no sea no; se frio o caliente, porque a los tibios los vomitaré de mi boca", dice el Señor. Y esa tiene que ser nuestra respusta a la llamada de Jesús: lo sigo o no sigo, pero si lo sigo tengo que saber que será Él quien me anime con su Espíritu a seguir, y en los momentos de tribulación si acepto continuar, también tendré la fuerza del Espíritu para continuar, pero seré yo quien tenga que vovler a decir ¡Sí!

lunes, 20 de mayo de 2019

El primogénito de la nueva creación

De las Disertaciones de san Gregario de Nisa, obispo

    Ha llegado el reino de la vida y ha sido destruido el imperio de la muerte. Ha hecho su aparición un nuevo nacimiento, una vida nueva, un nuevo modo de vida, una transformación de nuestra misma naturaleza. ¿Cuál es este nuevo nacimiento? El de los que nacen no de la sangre ni del deseo carnal ni de la voluntad del hombre, sino del mismo Dios.
    Sin duda te preguntarás: -¿Cómo puede ser esto?- Pon atención, que te lo vaya explicar en pocas palabras. Este nuevo germen de vida es concebido por la fe, es dado a luz por la regeneración bautismal, tiene por nodriza a la Iglesia, que lo amamanta con su doctrina y enseñanzas, y su alimento es el pan celestial; la madurez de su edad es una conducta perfecta, su matrimonio es la unión con la Sabiduría, sus hijos son la esperanza, su casa es el reino y su herencia y sus riquezas son las delicias del paraíso; su fin no es la muerte, sino aquella vida feliz y eterna, preparada para los que se hacen dignos de ella.
    Éste es el día en que actuó el Señor, día en gran manera distinto de los días establecidos desde la creación del mundo, que son medidos por el paso del tiempo. Este otro día es el principio de una segunda creación. En este día, efectivamente, Dios hace un cielo nuevo y una tierra nueva, según palabras del profeta. ¿Qué cielo? El firmamento de la fe en Cristo. ¿Qué tierra? El corazón bueno de que habla el Señor, la tierra que absorbe la lluvia, que cae sobre ella, y produce fruto multiplicado.
    El sol de esta nueva creación es una vida pura; las estrellas son las virtudes; el aire es una conducta digna; el mar es el abismo de riqueza de la sabiduría y ciencia; las hierbas y el follaje son la recta doctrina y las enseñanzas divinas, que son el alimento con que se apacienta la grey divina, es decir, el pueblo de Dios; los árboles frutales son la observancia de los mandamientos.
    Éste es el día en que es creado el hombre verdadero a imagen y semejanza de Dios. ¿No es todo un mundo el que es inaugurado para ti por este día en que actuó el Señor? A este mundo se refiere el profeta, cuando habla de un día y una noche que no tienen semejante.
    Pero aún no hemos explicado lo más destacado de este día de gracia. Él ha destruido los dolores de la muerte, él ha engendrado al primogénito de entre los muertos.
    Cristo dice: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. ¡Oh mensaje lleno de felicidad y de hermosura! El que por nosotros se hizo hombre, siendo el Hijo único, quiere hacernos hermanos suyos y, para ello, hace llegar hasta el Padre verdadero su propia humanidad, llevando en ella consigo a todos los de su misma raza.

domingo, 19 de mayo de 2019

Glorificar al Padre

San Juan condensa en pocos renglones mucho para pensar y reflexionar, aunque no creo que me alcance el tiempo para poder decir todo lo que me ha suscitado. Pero haremos una síntesis para que sigáis pensando en casa.
Pongámonos en situación: este párrafo del evangelio está extractado de la Última Cena. Ya sabemos que Jesús tenía una clara conciencia de que se había acercado Su Hora, y esa Hora era Su Pasión y Muerte en Cruz, por eso preparó con sus apóstoles la Última Cena.
También sabía quién y cómo iba a ser su entrega, por eso le dijo a Judas: "lo que tengas que hacer hazlo pronto" y Judas salío a buscar a los Sumos Sacerdotes para entregarles a Jesús.
"Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él".
Cuando nosotros pensamos en alcanzar la gloria, pensamos en grandes momentos de nuestra vida, en lograr un buen título, haber llegado a la meta de una carrera, un torneo de fútbol, o esas gloria efímeras que vemos de tanta gente que pasa por la TV. Sin embargo Jesús nos habla de que "ahora es glorificado el Hijo del hombre" (así se llama Él a sí mismo), pero su gloria no será una corona de oro, sino una corona de espina. Entonces ¿por qué será glorificado? Y ¿Dios glorificado en él? ¿Es que Dios quiere el sufrimiento para su Hijo y para nosotros? ¿Es así como quiere ser glorificado Dios por medio del sufrimiento?
No, Dios no quiere ser glorificado por medio del sufrimiento, sino por medio de la Fidelidad en el Amor, por la Obediencia en el Amor. "Si por el pecado de un hombre (la desobediencia de Adán) entró la muerte en el mundo, por la obediencia de otro entrará la vida". Y así la gloria que el Padre consigue no es el sufrimiento de Jesús, sino su obediencia hasta la muerte, lo que trae aparejada la Resurreccion. Porque, como dice san Pablo: "si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe".
Jesús es glorificado en su Resurrección, y por la Resurrección cobra sentido la Cruz que asumió y la obediencia que vivió.
Y por eso, sabiendo cómo había obedecido al Padre y que lo había hecho por Amor a Él y por amor a nosotros, a quienes nos amó aún siendo pecadores, porque se entregó por nosotros en la Cruz, es que nos pudo decir lo siguiente:
"Hijitos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros".
"El Padre amó tanto al mundo que le envió a su Hijo Único para que todo el que crea en Él tenga la Vida eterna", esa vida eterna nos la dió Jesús por su obediencia al Padre. Una obediencia que nos invita a nosotros a vivirla, nos invita a vivirla a quienes hemos aceptado el camino de ser cristianos, otros Cristos que vivan el amor y la obediencia a la Voluntad del Padre, y así alcances por la Gracia del Espíritu la fortaleza para poder amar sin restricciones, porque ese es el único signo con el que se nos identifica: el amor que tengamos unos a otros.

sábado, 18 de mayo de 2019

Muestranos al Padre

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me conocierais a mi, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Hay un valor humano que es la magnanimidad (sí, complicado de pronunciar) peroo es un hermoso valor que nos ayuda a aspirar no sólo a lo grande sino a lo más grande, es lo que siempre nos está impulsando a mejorar, a hacer mejores cosas, mejores personas. Bueno, salvo los casos en que se nace gandules (perezosos) y sin ánimos de hacer esfuerzos por nada, pero bueno... son casos raros.
Cuando la magnanimidad la usamos para crecer, en nuestro caso de cristianos, no sólo aspiramos a ser buenos, sino a ser santos. Y aquí me acuerdo de una frase de un libro, en el que el padre le decía a su hijo cuando se decide a ser sacerdote: no quiero que seas buen sacerdote, sino un santo sacerdote. Y así tenemos que pensar o, mejor dicho, tendríamos que pensar los cristianos, no en ser buenos cristianos, sino en ser santos porque nuestro Padre Dios es Santo, como nos dijo Jesús.
Y por eso valor de la magnanimidad es que Felipe no sólo quería conocer a Jesús, sino que también quería conocer al Padre Dios, un pedido que le salió de muy dentro del alma y de, también, de la curiosidad. "Muéstranos al Padre", y Jesús le dijo:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mi, hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mi. Si no, creed a las obras".
Nosotros ya lo sabemos, por el misterio de la Santísima Trinidad que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, son un sólo Dios en tres personas, pero ¡qué lindo sería conocer al Padre! Y por eso necesitamos cada día más "adentrarnos" en la vida del Hijo, conociéndo mejor al Hijo, por la Gracia del Espíritu Santo, conoceremos al Padre. Pero ¿para qué quiero conocer al Padre? ¿No nos basta saber que el Hijo y el Padre son una misa cosa? ¿No nos basta saber que las Palabras del Hijo son las Palabras del Padre? ¿Que si le obedecemos al Hijo le estamos obedeciendo al Padre?
Si hacemos nuestra la Vida del Hijo, entonces también nosotros podremos mostrar el rostro del Hijo y del Padre a aquellos que lo buscan y no lo encuentran, que lo desean y no lo conocen, porque en los hijos tiene que verse reflejado no sólo el rostro, sino las Obras del Padre y del Hijo.

viernes, 17 de mayo de 2019

Cual es mi camino?

Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
¿Cómo podemos saber el camino? Creo que también es una pregunta que nosotros nos hemos hecho en algún momento de nuestra vida, o, por lo menos, tendríamos que hacérnosla en algún momento. ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Hacia adónde vamos? Por que si no respondemos a esas preguntas ¿cómo vamos a saber si vamos caminando bien? ¿Cómo encontrar el sentido de nuestras vidas si no nos preguntamos hacia dónde vamos?
Hoy, más que nunca, vemos por la calle gente que camina sin rumbo, que no sabe hacia dónde va, e, incluso, gente que va probando todos los caminos alternativos que surgen en la vida, pero sin saber cuál es el que tiene que tomar o cuál es el que le lleva al lugar donde quiere ir, porque tampoco sabe a dónde quiere ir.
Nosotros sabemos que nuestro Camino es Jesús, pero ¿nos lo hemos preguntado? ¿Hemos sabido cuestionarnos verdaderamente sobre si queremos seguir ese Camino? Porque no siempre caminamos sobre sus huellas, no siempre lo tenemos en el horizonte de nuestras vidas, porque si miramos a nuestro alrededor vamos a ver que no siempre estamos donde Jesús querría estar, no siempre hacemos lo que haría Jesús, no siempre hablamos como lo haría Jesús. No siempre nuestra vida es como la de Jesús.
Incluso, me atrevería a decir, que no siempre hacemos el camino de Jesús, sino que, como aquellos que no tienen fe, recorrermos otros caminos buscando otras experiencias que nos den las respuestas que Jesús ya nos ha dado.
Es claro que no siempre queremos encontrarnos con Jesús, porque Él es Verdad. Al encontrarnos con Él nos haría ver que no estamos viviendo en la Verdad, que al desviarnos por nuestra cuenta y riesgo del Camino, nos estamos mintiendo porque no es ese el Camino a recorrer, no son esos los pasos que tengo que dar, y siento la dezasón de haber caminado en vano, de no haber recibido nada porque todo lo hice por mi cuenta. Y así, por ese camino que no es el míio voy perdiendo Vida, voy perdiendo la Gracia que había en cada paso del Verdadero Camino que conduce a la Vida, porque cuando voy sobre las huellas de Jesús entonces es Él quien acompaña, es Él quien fortalece, es Él quien consuela, es Él quien me da la Gracia para levantarme si me caigo, para sostenerme si tropiezo, para que con su fuerza pueda seguir adelante aunque me cueste, aunque el dolor de la obediencia sea muy duro, pero siempre estará Él porque voy sobre sus huellas, sobre sus pasos.
¿Cómo podré saber cuál es mi Camino? Jesús es mi Camino, es el sentido de mi vida que me conduce a la Vida. Por eso siendo Fiel a la Vida encontraré, cada día, los pasos sobre los cuales la alcanzaré.

jueves, 16 de mayo de 2019

No traicionemos al Señor

Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: "El que compartía mi pan me ha traicionado." Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy".
Algunas veces no nos damos cuenta que se nos suben los "humos" a la cabeza y nos creemos más que el Señor, porque confiamos en aquél dicho que dice: "querer es poder", y sin darnos cuenta que con simplemente querer podremos hacer cualquier cosa. Sin embargo nos olvidamos de aquello que el mismo Señor nos dijo: "sin mí no podéis hacer nada". Y es cierto, cuando nos olvidamos del Evangelio nos dejamos llevar por lo mundano y es ahí cuando comenzamos a traicionar al Señor, porque dándole más importancia al mundo que al Evangelio, sin querer, le decimos al Señor que sus palabras no valen para mí.
Cuando Jesús nos dice: "yo sé bien a quiénes he elegido" lo dice porque conoce nuestro corazón y sabe que si nos disponemos a vivir en Su Voluntad, podremos alcanzar la santidad que el Padre ha soñado para nosotros. Y ahí está el núcleo de la cuestión: si nos disponemos a vivir en Su Voluntad, es decir a obedecer a Su Palabra. Y sabemos que quien no fue obediente a su palabra y se dejó llevar por su propio criterio fue Judas Iscariote, que, quizás hizo un buen razonamiento para entregarlo a Jesús, pero no era de acuerdo a la Voluntad de Dios.
Es por eso que traicionamos tantas veces al Señor: cuando nos dejamos llevar por otros criterios que no son del Evangelio, cuando no buscamos la Voluntad del Padre, cuando no imploramos al Espíritu Santo que nos ilumine. Porque nuestra misión como cristianos no es anunciar nuestras palabras, o nuestras ideas, sino lo que nos dice el Señor:
"En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
Anunciamos la Vida de Dios, una Vida Nueva que nace del Padre y nos ha sido devuelta por el Hijo en el Espíritu Santo. Y cuando somos Fieles a la Voluntad de Dios entonces es cuando iluminamos la vida de los hombres con la Luz de Dios, pero cuando anunciamos sólo nuestras ideas no llevamos al Gracia de la Salvación, sino sólo palabras humanas que son, muchas veces, caminos de perdición.

miércoles, 15 de mayo de 2019

26 años

"Un día que estaban celebrando el culto al Señor, y ayunaban, dijo el Espíritu Santo:
«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado».
Entonces, después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los enviaron. Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre".
Hoy es mi 26º aniversario sacerdotal, parecen pocos años, pero también parecen muchos años, porque el Señor me ha llevado por muchos caminos y me ha permitido entrar en muchas vidas, y todas esas vidas se han ido acumulando en mi corazón y, gracias al Espíritu Santo, han llenado mi alma de sus experiencias, de su amor, de confianza, de esperanza, pero también ha sido el dolor, la cruz, la oscuridad, los errores, el pecado, que han permitido que, cada día, pueda ser un poquito más fuerte y buscar, sobre todo, la Gracia para sostenerme en Fidelidad al Señor.
Es cierto loq ue muchas veces escuchamos de parte del Señor: "no sois vosotros quienes me han elegido sino que Yo os elegí y saqué del mundo para que vayan y den fruto en abundancia". Quizás el llamado o la llamada no es tan evidente como en este pasaje de Hechos de los apóstoles, pero siempre hay una llamada que se siente al corazón y repercute en el alma y en la vida diaria, porque cuando el Señor toca el corazón siempre hay un rebote en todas partes que te permite buscar un "algo" que de respuesta al vacío que vas sintiendo.
Ese "algo" de repente se convierte en un "alguien" que, con los medios y la disposición del corazón, se transforma en un "Alguien" que en un momento determinado se ilumina y te descubre el por qué del vacío y la insatisfacción, y así sientes que ya no puedes estar sin Él, y que tu vida puede cambiar si decides seguirlo.
Como cualquier decisión nunca es fácil tomarla, pero cuando la tomas Él te regala la Paz al alma para que comiences a vivir un Camino en la Confianza y la Entrega al más sincero y perfecto Amor. Pero una entrega que va totalmente unida su Vida, Pasión y Resurrección, porque el Camino junto a Jesús es un Camino con todos sus pasos. Pero, ciertamente, es un Camino que recorremos de Su Mano, porque cuando nos soltamos, siempre hay tropiezos y caídas, y, si somos conscientes y sinceros, podremos decir como Pedro, cuando se hundía en las aguas del mar: "¡Señor, sálvame!" y Él tenderá su Mano y nos volveremos a coger de ella para seguir caminando sobre las aguas de una vida nueva.
Son 26 años de vida sacerdotal en los que siempre tendré que agradecer lo vivido, y todo lo vivido, en luces y sombras, pecado y gracia, amores y odios... porque todo eso seguirá siendo parte de la vida y con la Gracia del Señor, se irá transformando en sabiduría que Él me permitrá repartir entre aquellos que ponga en mi camino, que es Su Camino.
Por eso, no dudes nunca que, aunque parezcan decisiones difíciles y no sepas cómo, si le dices ¡Sí! al Señor, Él tenderá su Mano y te conducirá por el mejor de los Caminos.

martes, 14 de mayo de 2019

Para que nuestra alegría sea plena

"Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud".
Permanecer en el amor de Cristo no es un simple estado estático, no es sólo quedarme sentado disfrutando de su amor, sino que es una tarea constante de todos los días, porque para permanecer en su amor tengo que ser Fiel a los mandamientos, y, principalmente a Su Mandamiento: el Mandamiento del Amor.
Para muchos ser cristianos es dar a conocer el nombre de cristianos, "cumplir" con alguna actividad religiosa y, casi que nada más después. Y con eso se conforman, porque después aceptan todos los criterios y mandamientos del mundo, haciendo lo que a cada uno le da en gana, y viviendo fuera de los mandamientos de Dios.
Hoy no somos pocos los que tenemos que hacer una gran revisión de nuestra vida para saber si, verdaderamente, permanecemos en Cristo. Sí, porque hay cosas que vivimos como a escondidas y eso es lo que nos impide permanecer en el amor de Cristo, eso es lo que no impide alcanzar, como Él dice, una alegría plena.
"Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud".
Ése es el fin de la exigencia evangélica: la alegría verdadera y plena, porque en recorrer el Camino en Fidelidad encontramos la plenitud de nuestro ser cristianos, porque el Camino es Cristo, y si vivimos como Cristo entonces alcanzaremos al alegría plena que Él alcanzó. Pero esi en el camino vamos aceptando otras directrices, nos vamos dejando conducir por nuestros instintos y gustos, vicios y pecados, entonces nunca alcanzaremos la verdadera alegría, porque de un modo u otro estaremos fuera de Cristo, fuera del Camino a la Verdadera Alegría.
Por eso es que permanecer en Cristo no es sentarme a disfrutar de llamarme cristiano, sino que es una tarea constante de fidelidad y conversión. Sí, fidelidad y conversión, porque día a día se nos van "metiendo" en nuestro modo de vivir experiencias que pueden ser "buenas" pero que no son Voluntad de Dios, y son esas las que tenemos que quitar de nuestra vida para que habite el Espíritu Santo, para que nuestras obras sean realmente de Dios.
"Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando".

lunes, 13 de mayo de 2019

Se sacrificio y sacerdote para Dios

De los Sermones de san Pedro Crisólogo, obispo

    Os exhorto por la misericordia de Dios. Pablo, o, mejor dicho, Dios por boca de Pablo, nos exhorta porque prefiere ser amado antes que temido. Nos exhorta porque prefiere ser padre antes que Señor. Nos exhorta Dios, por su misericordia, para que no tenga que castigarnos por su rigor.
    Oye lo que dice el Señor: «Ved, ved en mí vuestro propio cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestros huesos, vuestra sangre. Y si teméis lo que es de Dios, ¿por qué no amáis lo que es también vuestro? Si rehuís al que es Señor, ¿por qué no recurrís al que es padre?
    Quizás os avergüence la magnitud de mis sufrimientos, de los que vosotros habéis sido la causa. No temáis. La cruz, más que herirme a mí, hirió a la muerte. Estos clavos, más que infligirme dolor, fijan en mí un amor más grande hacia vosotros. Estas heridas, más que hacerme gemir, os introducen más profundamente en mi interior. La extensión de mi cuerpo en la cruz, más que aumentar mi sufrimiento, sirve para prepararos un regazo 'más amplio. La efusión de mi sangre, más que una pérdida para mí, es el precio de vuestra redención.
    Venid, pues, volved a mí. y comprobaréis que soy padre, al ver cómo devuelvo bien por mal, amor por injurias, tan gran caridad por tan graves heridas.»
    Pero oigamos ya qué es lo que nos pide el Apóstol: Os exhorto -dice-, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos. Este ruego del Apóstol promueve a todos los hombres a la altísima dignidad del sacerdocio. A presentar vuestros cuerpos como hostia viva.
    Inaudito ministerio del sacerdocio cristiano: el hombre es a la vez víctima y sacerdote; el hombre no ha de buscar fuera de sí qué ofrecer a Dios, sino que aporta consigo, en su misma persona, lo que ha de sacrificar a Dios; la víctima y el sacerdote permanecen inalterados; la víctima es inmolada y continúa viva, y el sacerdote oficiante no puede matarla.
    Admirable sacrificio, en el que se ofrece el cuerpo sin que sea destruido, y la sangre sin que sea derramada. Os exhorto -dice-, por la misericordia de Dios, a pres6ntar vuestros cuerpos como hostia viva.
    Este sacrificio, hermanos, es semejante al de Cristo, quien inmoló su cuerpo vivo por la vida del mundo: él hizo realmente de su cuerpo una hostia viva, ya que fue muerto y ahora vive. Esta víctima admirable pagó su tributo a la muerte, pero permanece viva, después de haber castigado a la muerte. Por esta razón, los mártires nacen al morir, su fin significa el principio, al matarlos se les dio la vida, y ahora brillan en el cielo, cuando se pensaba) haberlos suprimido en la tierra.
    Os exhorto -dice-, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa. Es lo que había cantado el profeta: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo.
Sé, pues, oh hombre, sacrificio y sacerdote para Dios; no I pierdas lo que te ha sido dado por el poder de Dios; revístete de la vestidura de santidad, cíñete el cíngulo de la castidad; sea Cristo el casco de protección para tu cabeza; que la cruz se mantenga en tu frente como una defensa; pon sobre tu pecho el misterio del conocimiento de Dios; haz que arda continuamente el incienso aromático de tu oración; empuña la espada del Espíritu; haz de tu corazón un altar; y así. puesta en Dios tu confianza, lleva tu cuerpo al sacrificio.
    Lo que pide Dios es la fe, no la muerte; tiene sed de tu buena intención, no de sangre; se satisface con la buena voluntad, no con matanzas.

domingo, 12 de mayo de 2019

Cordero y Pastor

El cuarto Domingo de Pascua es el Domingo del Buen Pastor, un domingo en que se nos invita a rezar por las vocaciones sacerdotales de todo el mundo, y, también, a rezar por nosotros, los pastores, para que podamos alcanzar a ser una imagen creíble del Buen Pastor.
Anoche cuando predicaba sobre esto pensaba en algo que, por lo menos a mí me gustó: que el Buen Pastor, que es Jesús, primero aprendió a ser Buen Cordero, el Cordero de Dios, y esa es la parte que, muchas veces, no nos gusta mirar, ni a los pastores ni a los corderos.
El pecado original que sigue su marcha en nuestros corazones, nos lleva, en algunos casos a creernos Pastores sin haber sido corderos. Nos gusta el "apetito de poder" y nos centramos en el poder de mando que tiene el pastor, pero antes, no hemos "aprendido por el sufrimiento a obedecer".
Y si no hemos aprendido a obedecer al Pastor Eterno, que es nuestro Padre Dios, ¿cómo podemos mostrar el Camino? Si el mismo Cordero de Dios nos enseñó que "no he venido a hacer mi voluntad sino la del que me envió", "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", y así, el escritor de los Hebreos nos dice: "siendo hijo aprendió por el sufrimiento a obedecer".
La obediencia, aunque no nos guste el vocablo ni lo que significa, es algo esencial que tenemos que aprender, aunque nos cueste lágrimas de sangre, pero es parte esencial en nuestra vida de cristianos, corderos y pastores. Y ¿qué es obedecer? Primero es saber escuchar. Saber escuchar para poder discernir, y sobre todo, poder discernir qué voces estoy escuchando para saber a quién obedecer.
En los hechos de los apóstoles veíamos cómo la gente escuchaba a Pablo y se unía a la Gracia de Dios, pero a otros les produjo envidia lo que veían y entonces comenzaron a sembrar cizaña en contra de Pablo y los apóstoles, y así comenzó una nueva persecución y los expulsaron de sus tierras. Pero los que aceptaron la Palabra de los apóstoles se quedaron llenos de alegría y Espíritu Santo.
Cuando aprendemos a escuchar, también aprendemos a reconocer la Voz y la Palabra de nuestro Buen Pastor, y así, si estamos dispuestos, podremos seguir su Voz, podremos ser obedientes a su Voz, a su Voluntad. Claro que para ser obedientes primero, debemos estar dispuestos a hacerlo, pues contamos de antemano que el Señor nos dará su Gracia para poder ser Fiel a Su Palabra, pero no nos dará su Gracia si no queremos obedecer.
Y el Cordero de Dios nos enseña con su vida que para ser Buen Pastor hay que vivir la obediencia al Padre, hasta la muerte y muerte en Cruz, dando la vida por Amor a la Voluntad del Padre. Así pastores y corderos tenemos el mismo y único camino de Salvación: ser fieles y obedientes como lo fue Jesús, quien es nuestro Camiino y Vida.

sábado, 11 de mayo de 2019

Este modo de habar es duro

"En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen».
"Este modo de hablar es duro", decían los discípulos de Jesús, aquellos que lo seguían por los milagros que hacía y por todo lo que oían de él. Pero cuando la palabra de Jesús se puso más exigente y ya no era tan del agrado del que la escuchaba, entonces: tu modo de hablar es duro. Siempre queremos escuchar lo bueno y lo que no nos exige demasiado, pero cuando alguien nos exige un poco más, entonces, quizás, sucumbimos a nuestra pereza y no hacemos más esfuerzo, solamente dejamos de escuchar y nos retiramos.
Por eso Jesús les dice: "¿esto os escandaliza?". Es cierto aún hoy hay quien se escandaliza por las exigencias del evangelio, hay quienes nos asombramos que en "estos tiempos tan modernos el evangelio nos pida una vida tan dura y haya tantas porhibiciones para vivir". Sin embargo buscamos a Dios para que nos haga los favores que queremos, pero no queremos vivir con Dios, sólo lo buscamos cuando lo necesitamos y si no nos pide nada extraordinario.
Y así, hoy día, los consejos evangélicos y las exigencias del cristianismo nos parecen escandalosas, porque en "los tiempos modernos" no se pueden vivir ciertas cosas que dice la Biblia, porque eso era para otros tiempos y no para ahora.
"Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él".
Y así sigue pasando, cuando el evangelio nos "aprieta" para una entrega radical, nos apartamos, vamos en busca de algo más fácil para vivir.
Y, "entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Y nos lo repite cada día cuando nos entran dudas, cuando vemos que ya no podemos más, cuando creemos que Dios ha sido muy exigente con nosotros.
"Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
Y esa es la verdad: ¿Quién nos va a dar una vida mejor que la que Cristo nos obtuvo con su muerte y resurrección? ¿Quién se ofreció o quién ofreció tanto para rescatar nuestra vida? Sólo Él, Jesús, nos entregó toda su vida y se nos sigue entregando en cada eucaristía.
¿No merece nuestra fidelidad?

viernes, 10 de mayo de 2019

Es un instrumento elegido por mí

"El Señor le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Esto que le dice el Señor a Ananías, acerca de San Pablo, es parecido a lo que nos dijo Mons. Castagna (fue el obispo que había en la Diócesis de San Nicolás cuando estaba en el Seminario) el día que (junto a otros seminaristas) nos dieron la Admisión a las Sagradas Órdenes del Presbiterado. Mons. Castagna, en realidad, les hablaba a nuestros padres y a nosotros, por supuesto, y nos decía que no nos admitía para que usáramos el sacerdocio como un trampolín para escalar más alto, no nos admitía para grandes honores, o para que los demás nos sirvan, sino que nos admitía para entregar la vida como Jesús lo hizo, en el servicio a la Iglesia y a los hombres. Que ese Camino iba a ser difícil pero que siempre contáramos con Jesús para que nos ayudara a caminar.
Hoy es, en España, el día del clero español (y soy parte de ellos) y por eso me vinieron a la cabeza aquellas palabras (que, si bien no son exactas, son similares) porque también fueron palabras similares las que usó el P. Efraín (mi padre y formador) el día de su toma de hábito: cuando me encuentren no me pregunten si soy feliz, sino si he sido fiel.
La Fidelidad a la Vocación recibida, y no sólo en el sacerdocio, es un Camino de contradicciones, de luchas, de entrega, y, por eso mismo es una Camino de Bienaventuranza, pero sólo la alcanzamos cuando somos Fieles a la Vida que el Señor nos pide vivir y a las promesas que hacemos el día de nuestra ordenación sacerdotal.
No son pocas las veces que te encuentras con gente que te dice: ¡Que bien que viven los curas! Y yo les respondo: sí, por eso somos tantos los que nos decidimos por el sacerdocio ¿te decides a ser cura? Pero, no pican en el llamado.
Todo llamado del Señor, y especialmente el llamado universal a la santidad, requiere de un corazón dispuesto a renunciar a sí mismo para hacer la Voluntad de Dios. Una renuncia que no siempre estamos dispuestos a hacer, porque el futuro incierto de lo que el Señor nos puede pedir, nos atemoriza. Preferimos quedarnos anclados en nuestro YO y nuestro pequeños proyectos que abrir nuestro corazón, vaciarlo de mí y dejar que el Señor lo colme con su Gracia y Bendición.
Hace más de 25 que soy sacerdote y si tuviese que elegirlo de nuevo lo elegiría, en realidad, cada día que amanece, lo vuelvo a elegir, porque no siempre tenemos los días de sol que parece que tenemos, no siempre recibimos alegrías y gozo, sino que, la debilidad del hombre siempre está latente y nuestra carne no siempre está al servicio del espíritu, por eso, cada día, hay que renovar el deseo de Fidelidad a Dios y a la vocación recibida.
Es cierto, el Camino que nos pide el Señor recorrer no es un valle de rosas, o sí, pero con espinas que, aunque nos hieren, muchas veces, está siempre el Señor, como buen Samaritano, que nos curas las heridas y nos consuela con su Amor.

jueves, 9 de mayo de 2019

Movidos por el Espíritu

En esta lectura de los Hechos de los apóstoles, donde vemos cómo Felipe se deja conducir por el Espíritu, podemos descubrir las maravillas que el mismo Espíritu podría hacer con nosotros si fuésemos más dóciles a sus impulsos. Si estuviésemos como los apóstoles disponibles para hacer la Voluntad de Dios, el Señor nos llevaría de un lado para otro porque el mundo necesita de testigos creíbles del evangelio, necesita de quines puedan iluminar con sus vivencia la oscuridad de otros que buscan la Luz.
El Espíritu llevó a Felipe hasta la carroza de ese hombre y sin conocerlo le hablá de Jesús, algo que no suele pasar habitualmente entre nosotros, porque no tenemos confianza con la gente, porque nos da vergüenza hablar, porque no sabemos demasiado... Siempre hay buenas excusas para callar la voz del Espíritu que quiere hablar por nosotros.
Felipe no sabía si ese hombre estaba interesado o no en lo que le decía, no sabría si podría explicarle y darle a conocer lo que él quería, sólo sabía que era el Espíritu quien lo llevaba de un lado para otro y lo que tenía que hacer era dejar que las palabras salieran de su boca. Pero, fundamentalmente, sabía que él sí creía en lo que había vivido y aún llevaba en su corazón la alegría del encuentro pascual con el Señor, llevaba en su corazón la alegría de ser enviado por Jesús, llevaba en su corazón la alegría de la salvación. Y es esa alegría la que no podemos dejar de compartir, no podemos dejarla encerrada en el corazón por miedo a qué no se comprenda, por miedo a que me digal tal o cual cosa...
A veces quisiéramos ver que lo que hacemos tiene fruto, o que pueda suceder como en la lectura, hablamos y el que escucha se convierte y pide le bautismo... Y no, eso no pasa porque el sembrador siembra la semilla y todo tiene su tiempo, y es Dios quien seguirá regando esa tierra, si es que estaba fértil, y cuando llegue el momento dará su fruto. Nuestro planes, en algunos momentos, siempre buscan los frutos, pero lo que tenemos que tener en cuenta es si nos dejamos conducir por el Espíritu, porque sólo Él sabe dónde tenemos que sembrar y cuándo. Cuando nuestros proyectos los hacemos sin contar con Dios, entonces no siempre dan frutos verdaderos, sino que, a veces, nos conformamos con nada, porque no hemos sabido contar con el Verdadero Viñador.
Y hay otra cosa que esta lectura nos enseña, que cuando estamos disponibles para el Espíritu, una vez que el Señor ve que nuestra tarea ha sido cumplida, nos lleva hacia otro lugar.
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?».
Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría".
Dejarnos guiar por el Espíritu es saber que nuestras raíces están en Él y no en la tierra que pisamos o que sembramos.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Me veis y no creeis

"En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis".
En aquellos días era difícil a la gente creer que Jesús era el Pan de Vida, porque lo veían delante de ellos y no entendían cómo podía ser aquello, si él era un hombre como los demás ¿cómo podía ser que fuera el Pan de Vida? ¿Cómo haría Él para que no tuvieran más sed? Todas preguntas que fueron respondidas después de su Resurrección y gracias al Don de la Fe que hemos recibido.
Por eso mismo nos preparamos para poder recibir el Pan de la Vida, porque es difícil comprender y entender que en ese trocito de pan y en ese poco de vino, esté el Señor de la Vida, esté nuestro Dios y Señor en la Persona de Jesucristo, Vivo y Verdadero.
¿Crees esto? Sí, creo eso. Creo en Jesús Vivo y Presente en la Eucaristía y, entonces, ¿te alimentas de Él? ¿Te alimentas con Él? ¿Vas a encontrarte con Él en el Sagrario? ¿Pasas a la Iglesia y en silencio dejas que Él mire tu corazón y te hable como sólo Él puede hacerelo? ¿Vas a misa (y no importa cómo seamos los sacerdotes que la oficiamos) a encontrarte con Su Palabra y alimentarte con el Pan de la Vida?
Porque si crees y no vas, entonces... ¡eso es más difícil de entender! que teniendo el alimento más preciado para alimentar nuestra vida de fe y conociéndolo, no vayamos a Él. ¿Podría acaso un buscador de tesoros no ir a buscar el tesoro sabiendo dónde está escondido?
Anoche decía en la homilía en la parroquia, poniendo el ejemplo de estos días en los que se rezan las flores a María: me gustaría que todos los meses fueran mayo porque así muchos más podrían disponer de tiempo para ir a rezar a María y estar en misa para recibir a Jesús. ¿Por qué en los otros meses del año no podemos hacernos tiempo para hacer lo que hacemos en el mes de mayo? ¿Las horas de los otros once meses del año son diferentes a las horas de mayo?
Cuando quiero algo hago todo lo imposible por conseguirlo, pero cuando no quiero hasta una mosca es un gran estorbo para conseguirlo.
Es para pensarlo ¿verdad?
"Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».
¿Cómo vivir la Voluntad del Padre si no nos alimentamos con el Pan de la Vida?