“Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche”.
Un hermoso Salmo para meditar en este tiempo de adviento. Quizás no sigamos demasiado el consejo de los impíos o andemos por la senda de los pecadores, o quizás si. Pero es más seguro que no le demos demasiado tiempo a la meditación de la Ley del Señor, de día y de noche. Y, al no darle lugar a la Ley del Señor, no darnos tiempo para meditar si lo que vamos a hacer o lo que queremos hacer o lo que estamos pensando hacer es Voluntad De Dios, entonces es ahí cuando en realidad no estamos discerniendo si hacemos bien o mal.
Seguramente queramos hacer el bien, pero hay una gran diferencia entre hacer el bien y hacer la Voluntad De Dios, y no es porque Dios no quiera el bien, sino porque, quizás, en ese momento ese bien no es el que Dios quería. Quizás ese bien era el que yo quería para escapar de una situación que yo no quería afrontar o de hacer otra cosa que a mi no me gustaba, entonces le pongo el paño de bondad que se merece y me escondo de la Voluntad de Dios.
Pongo un ejemplo que leía esta mañana: una madre le explica a su niña pequeña porque le pregunta qué es la Navidad. La madre se lo explica con 3 frases: nace Jesus, viene Papa Noel, y trae regalos. Uno podría decir ¡que buena explicación! Sintética y seguro que la niña la aprende. Pero... eso es La Navidad? Esa es la catequesis que damos a los más pequeños? Con cuál de todas las frases se queda la pequeña para saber que es la Navidad?
Por eso: no siempre lo bueno es Voluntad de Dios. Tenemos que seguir, cada día, profundizando en su Ley, en los Profetas, en el Evangelio para no dejarnos llevar por las voces del mundo, que pueden ser buenas pero que desvían nuestra mirada del Hermoso Misterio de nuestra Fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.