Volviendo a leer el diálogo de San Juan Bautista con los enviados me ponía a pensar en que él podía habese hecho pasar por cualquiera: por Moisés, por Elías, hasta por el mismo Mesías; pues la gente, quizás, le hubiesen creído. Se hubiese convertido él mismo en el protagonista de la historia, pero no lo hizo, conservó su lugar y cumplió su misión.
¿Por qué pensaba esto? Porque muchas veces nos gusta ser protagonista en la historia de los demás, o tener un papel estelar en cualquier situación. Hay gente que no puede estar en una reunión o celebración si no tiene un papel estelar, si no da la nota, si no se hace ver: busca protagonismo en todo momento, sin darse cuenta que hay otros a su lado que también pueden y deben tener un lugar en ese mismo momento.
Este protagonismo, del que sufrimos muchas veces, es fruto de la vanidad, pues creemos que sólo yo puedo hacer las cosas, pues nadie como yo sabe hacer lo que yo hago (incluso sin saber lo que estoy haciendo o habiendo personas más capaces que uno para hacerlo)
Lo que implica que busque siempre los honores del protagonista: que me aplaudan, que me alaben, que alaben mi trabajo y mi dedicación, en fin que siempre hablen bien de mí por las cosas grandes que he realizado.
Pero cuando alguién dice algo que no me gusta ¡uyuyuyuy! me pongo de los nervios, porque no saben apreciar lo que he realizado, cuánto he entregado... pero ¿cómo van a decir eso con lo que yo he hecho? Ni que hablar si alguien ocupa el lugar que yo he ocupado siempre, con la famosa frase: "toda la vida lo hice así", ya queda para siempre estipulado que nadie más puede hacer lo que. Claro como tengo asegurada la eternidad de mi vida...
Sí, la vanidad muchas veces nos hace querer ser más protagonistas que lo que Dios nos está pidiendo. Por eso, Juan Bautista nos enseña hoy a saber ocupar nuestro lugar: ser protanogista pero de la Voluntad de Dios en mi vida, dejando lugar a los demás para que los demás sean sus propios protagonistas. Ocupar el lugar de los demás no me da más puntos a mi favor, sino al contrario, me hace restar puntos pues no estoy dejando a los demás crecer.
Así, Juan Bautista va a decir también: "es necesario que yo disminuya para que Él crezca". Si realmente tengo muchas capacidades y Dios me ha dado muchos talentos, entonces ponlos al servicio de tus hermanos enseñándoles a hacer lo que tú dices que no saben, y así, cada uno puede, también, entregarse al Señor.
No permitamos que la vanidad nos lleve a pensarnos mejores que otros, pero tampoco dejemos que la falsa humildad nos haga quedarnos al margen para que no tener que ser yo quien trabaje por el Reino. Pues ya lo dijo Jesús en la parábola de los Talentos: "al que tiene se le dará más y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene", porque no tiene la disposición de ponerse al servicio de sus hermanos trabajando por el Reino de los Cielos.
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