domingo, 31 de diciembre de 2017

La simpleza del amor y la obediencia

Es hermoso finalizar el año con la Fiesta de la Sagrada Familia porque ellos son nuestro modelo y ejemplo a seguir, son quienes Dios a puesto al frente de nuestras vidas para poder descubrir el Camino que nos lleve a la felicidad que Ellos alcanzaron y vivieron, pero una felicidad que no nace del simple hecho de no haber padecido nada en vida, sino por la simplicidad con que vivieron la Obediencia a la Voluntad de Dios.
Y es esa simplicidad de vida la que tenemos que conseguir, y no sólo como familia humana, sino como familia-comunidad, como familia-iglesia: estara unidos en el Amor Verdadero y en la Obediencia a la Voluntad de Dios. Son dos aspectos de nuestras vidas que, en muchos momentos, se nos olvida que tenemos que vivirlos. Algunas veces ponemos tanto amor (sensible) que nos olvidamos que lo importante es la Voluntad de Dios y vamos perdonando y aceptando miles de pecados en contra de los mandamientos y la Voluntad de Dios. Otras veces nos centramos tanto en los mandamientos que nos olvidamos de amar y nos tornamos simples justicieros de la verdad, sin tener en cuenta a la persona que lo tiene que vivir.
La simplicidad del Amor y la Obediencia es un equilibrio muy difícil para nuestra vida cotidiana. ¿Cómo lo llevamos a cabo? ¿Cómo encontramos el equilibrio que encontró José y María, junto a Jesús para vivirlo? El punto de equilibrio nos lo da la Gracia de Dios y la Paz en el corazón. La Gracia de Dios que alcanzo por medio de los sacramentos, especialmente por la Eucaristía y la Reconciliación, pues no sólo al recibirlos sino al pensar qué es lo que recibimos, pues al Eucaristía es la Vida de Amor de Jesús que se nos da como alimento para fortalecer nuestra vida de amor a Dios y a los demás. La Gracia de la Reconciliación no es sólo saberme perdona, sino tomar conciencia de todo el Amor que el Padre tiene por mí para perdonarme para que yo también pueda amar de la misma manera y tener compasión y saber perdonar como a mí me perdonan.
Por otro lado la fuerza de la simplicidad de María y José estaba en el saberse pequeños, en haberse, cada uno, convertido en esclavo de la Voluntad de Dios, pues de la humildad y de la pequeñez es desde donde el Padre comienza a construir grandes cosas, pues el corazón que se sabe pequeño e hijo es el corazón que reconoce que no sabe, que tiene que dejarse guiar y acompañar para alcanzar los ideales más altos, para llegar hasta las altas cumbres de la perfección en el Amor.
No pretendamos alcanzar las grands alturas con nuestras propias fuerzas y, ni tant siquiera, pasando por encima de nuestros hermanos. Somos una gran Familia de Dios y todos, de acuerdo a nuestra propia vocación, hemos de alcanzar la cima de la santidad en el Amor, pues no hay otro Ideal más alto, para nuestras vidas que la santidad. Y es ahí cuando no sólo ponemos nuestra mirada en la Sagrada Familia sino que a Ellos les pedimos que nos ayuden a conquistar la humildad y sencillez con que ellos vivieron el Amor y la Obediencia a la Voluntad de Dios.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Renovar el hombre nuevo

En la liturgia de las horas leía algo que escribía San Hipòlito:
"Por tanto no discutáis entre vosotros ni dudéis en volver a él. Cristo es Dios por encima de todas las cosas: él quiso borrar el pecado de los hombres renovando al hombre viejo, que él había creado a su imagen desde el comienzo, manifestándote, de este modo, el amor que tiene por ti. Si obedeces sus mandatos y, por tu bondad, imitas al que es bueno, llegarás a ser semejante a él, y él te honrará; pues no es mezquino el Dios que te ha hecho dios para su gloria".
Me fijé en esta frase porque al estar a fin de año siempre nos ponemos en plan "económico" y comenzamos a hacer balances de lo que nos ha sucedido, de lo que nos ha pasado, y todo eso. Pero, a veces, me parece que hacemos un balance de nuestro año para nada, porque no hacemos nada de lo que vemos que hemos hecho mal, de todo lo que nos ha traído problemas no cambiamos nuestra actitud, de todo lo que hemos aprendido no hemos puesto nada en acción, o casi nada. Muchas veces vemos que nuestra vida sigue igual, cometemos los mismos errores, creamos las mismas divisiones, no hemos perdonado ni hemos alcanzado el perdón.
Por todo esto me quedó esta frase de san Hipólito: "por tanto no discutáis entre vosotros ni dudéis en volver a él". No sólo hay discusiones entre personas sino también con nosotros mismos, porque no siempre nos ponemos de acuerdo entre lo debemos hacer y lo que queremos hacer. Generalmente, gana lo que queremos hacer o lo que el mundo nos invita a hacer. Y, a veces, después de hacer lo que queremos nos damos cuenta que no estaba bien, que hemos metido la pata o que no estamos en armonía con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Y eso provoca en nosotros incertidumbre, falta de paz, y, nos cuesta volver a encontrar el rumbo pues no siempre estamos dispuestos a "matar" a nuestro orgullo y reconocer que nos hemos equivocado.
"Él quiso borrar el pecado de los hombres renovando al hombre viejo". Nuestro pecado personal que lo tenemos, y ¡vaya si lo tenemos! nos lleva a decir cosas que, aparentemente, pueden estar bien, pero no siempre producen los frutos que quiero ¿por qué? Porque no siempre me pongo a pensar si lo que voy a decir es lo que Dios quiere que diga, si eso que voy a decir es para el Bien de mis hemanos o simplemente es un impulso mío, o surge de mi envidia, de mi orgullo, de un comentario que me hicieron. ¿Cuántas veces he dicho cosas que no hicieron bien a nadie, sino todo lo contrario? ¿Por qué las dije? ¿Con qué fin?
Por eso Jesús siempre nos recuerda: "niégate a tí mismo", porque la primera reacción que siempre tenemos es desde nuestro propio YO, y ese Yo siempre está con el dolor del pecado: "Porque lo que hay en el mundo – la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero -, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia". La concupiscencia es esa amargura del pecado que nos lleva a hacer lo que no debemos, sino lo que queremos, y por eso, pensar antes de hablar o de actuar, y pensar desde lo que Dios quiere es lo que nos ayuda a ser esos Hombres Nuevos que Jesús quiere que seamos, Gracias a la Vida que Él nos dio. Pero siempre tendremos que saber pensar y vivir desde Dios para poder actuar y vivir como Él.

viernes, 29 de diciembre de 2017

Vivir los mandamientos

Nos comienza diciendo San Juan:
"Queridos hermanos:
En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él".
Para los que creemos, para quienes queremos vivir el cristianismo, sabemos o hacemos un acto de fe al decir que esto es Palabra de Dios, no lo que yo estoy escribiendo, sino lo que se contiene en las Sagradas Escrituras. No es Palabra de Dios porque Dios lo haya escrito, sino porque quien lo ha escrito estaba inspirado por Dios, es lo que creemos lo que queremos vivir en Cristo.
Partiendo de esa base tenemos que intentar, con la Gracia del Espíritu Santo, hacer vida lo que leemos y lo que creemos. Por eso mismo, San Juan, es tan fuerte al hablarnos de nuestra vida en Cristo, de hacernos ver que si decimos una cosa y hacemos otra no sólo le mentimos al mundo, sino que nos mentimos a nosotros mismos haciéndonos creer que somos algo que no vivimos. Pues la "fe sin obras es muerta", así él mimso lo va a decir más adelante: "quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve es un mentiroso".
¿Por qué tanta radicalidad en la Palabra de Dios? ¿Por qué los apóstoles y evangelistas fueron tan duros al escribir sus cartas a las comunidades y marcar una línea tan fuerte entre la palabra y la vida? Porque ellos mismos han tenido que tomar una decisión radical en sus vidas: seguir a Cristo o no seguirlo, y en ese seguirlo les implicó un montón de sufrimiento que afontaron o asumieron con alegría porque "eran considerados dignos de sufrir los mismos sufrimientos que Cristo".
Pero no eligieron seguir a Cristo para sufrir, sino porque en Jesús encontraron un Camino que hizo que sus vidas cambiaran por completo, y de ese modo se vieran "completadas" por la vida que el mismo Jesús les permitió vivir y les mostró cómo vivirla: en obediencia de amor a la Voluntad del Padre y en servicio de amor a los hermanos. Ellos experimentaron en carne propia lo que es vivir en Cristo, lo que es Amar como Cristo nos amó, por eso, inspirados por sus vivencias y el Espíritu Santo, nos exhortan a dejarnos conducir por el mismo Espíritu sin poner obstáculos a sus inspiraciones, y sin poner excusas a la hora de vivir radicalmente la Voluntad de Dios.
Es cierto que hoy en día la Voluntad de Dios y los mandamientos los tenemos "guardados" en un cajón de nuestra vida, y, como a todo el mundo, nos parece que muchas cosas de esos mandamientos hoy no deberían existir, pero también sabemos y creemos lo que nos dicen las Escrituras: "la Palabra de Dios es eterna", y como dijo el mismo Jesús "no he venido a abolir la Ley sino a darle plenitud", y nosotros creemos eso, por lo tanto, los mandamientos y la Voluntad de Dios son el Camino que nos conduce a la plenitud de nuestra vida de fe.
"Queridos míos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado".

jueves, 28 de diciembre de 2017

La Valentía de los Inocentes

Al rezar la liturgia de las horas quería compartir este párrafo del escrito de san Quodvuldeo, sobre este día de los Santos Inocentes:
"Cuando los magos hacen saber a Herodes que ha nacido el Rey, Herodes se altera y, para no perder su reino, quiere matar al recién nacido; y, sin embargo, si hubiese creído en él hubiera podido reinar tranquilo aquí en la tierra y para siempre en la otra vida. ¿Por qué temes, Herodes, al oír que ha nacido el Rey? Él no ha venido para destronarte, sino para vencer al diablo. Pero esto tú no lo entiendes y por esto te alteras y te llenas de furor; y, para perder al único niño que buscas, te conviertes en el cruel asesino de muchos".
¿Por qué compartirlo? Porque me parece que es el argumento que se usa desde hace muchos siglos para combatir a lo que no se entiende: se trata de quitar del medio y, si es posible, de la faz de la tierra, aquello que me atemoriza, lo que puede ser que me quite "el trono" en el que estoy sentado. Sea el trono que sea, no hace falta que sea el trono real, sino cualquier trono que yo me mismo me haya creado en mi vida, creyendo que soy el único que puede ser así, que soy el mejor o tantos otros tronos que voy construyendo desde mi orgullo y vanidad.
Pero, si miramos la vida que pasa alrededor nuestro vamos a ver que siempre ha habido y va a haber Herodes que quieren quitar del medio el cristianismo y por eso al cristiano, incluso los mismos cristianos, muchas veces, atentamos contra nosotros mismos cuando no somos capaces de sacar las narices de nuestro ombligo y no nos damos cuenta que el mundo necesita de nuestro valor para defender lo que creemos.
Por ejemplo, la sangre derramada por estos mártires que hoy celebramos se toma para la risa, se hacen bromas y más bromas, sin ponernos a pensar que así sólo pasamos por alto lo que eso significó para la vida de aquellas familias, o lo que significó para esas comunidades. Nos olvidamos de los mártires de nuestros pueblos porque, en algunos, se tiene miedo de lo que puedan pensar otros porque hablamos de que han sido mártires por el odio de otros que, quizás, hoy viven en la memoria del mismo pueblo.
Pero también nos olvidamos que con nuestras palabras y obras no defendemos la fe de nuestros hermanos, no ayudamos con nuestras oraciones a la vida de los que aún siguen sufriendo el matirio diario de defender su vida cristiana. Con nuestra cobardía aún seguimos dando "pasto a las fieras" para que sigan quitándole brillo a los valores cristianos que el evangelio nos pide vivir.
Hoy no sólo son Herodes los que matan o atacan a los cristianos inocentes, sino que hay Herodes que vamos destruyendo nuestra fe, nuestros valores y no somos capaces de defender lo que nos da Vida. Por eso no permitamos que el mundo nos lleve de su mano y nos haga olvidar lo que realmente vale para nosotros y nuestra vida de fe. No nos dejemos engañar por lo cómodo, sino que seamos valientes para vivir nuestra Fe.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

De los Tratados de San Agustín


    Lo que existía desde un principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos Y lo que tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida. ¿Quién podría tocar con sus manos a la Palabra, si no fuese porque la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros? Esta Palabra, que se hizo carne para que pudiera ser tocada, comenzó a ser carne en el seno de la Virgen María; pero no fue entonces cuando empezó a ser Palabra, ya que, como nos dice Juan, existía desde un principio. Ved cómo concuerda su carta con las palabras de su evangelio, que acabáis de escuchar: Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios.
    Quizá alguien piense que hay que entender la expresión «la palabra de vida» como un modo de hablar que se refiere a Cristo, pero no al cuerpo de Cristo que podía ser tocado por nuestras manos. Atended a las palabras que siguen: Porque la vida se ha manifestado. Por tanto, Cristo es la Palabra de vida.
    ¿Y de dónde se ha manifestado esta vida? Existía desde un principio, pero no se había manifestado a los hombres; en cambio, sí se había manifestado a los ángeles, que la veían y se alimentaban de ella como de su propio pan. Pero, ¿qué dice la Escritura? El hombre comió pan de ángeles.
    Así, pues, en la encarnación se ha manifestado la misma Vida en persona, y se ha manifestado para que, al hacerse visible, ella, que sólo podía ser contemplada con los ojos del corazón, sanara los corazones. Porque la Palabra sólo puede ser contemplada con los ojos del corazón; en cambio, la carne puede ser contemplada también con los ojos corporales. Éramos capaces de ver la carne, pero no a la Palabra; por esto la Palabra se hizo carne, que puede ser vista por nosotros, para sanar en nosotros lo que nos hace capaces de ver a la Palabra.
    Y nosotros --continúa- testificamos y os anunciamos esta vida eterna, la que estaba con el Padre y se nos ha manifestado, esto es, se ha manifestado entre nosotros y, para decirlo con más claridad, se ha manifestado en nuestro interior.
    Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos. Atended, queridos hermanos: Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos. Ellos vieron al mismo Señor presente en la carne y oyeron las palabras que salían de su boca, y nos lo han anunciado. Nosotros, por tanto, hemos oído, pero no hemos visto.
    ¿Somos por eso menos dichosos que ellos, que vieron y oyeron? Pero entonces, ¿por qué añade: A fin de que viváis en comunión con nosotros? Ellos vieron, nosotros no, y sin embargo vivimos en comunión con ellos, porque tenemos una fe común.
    Y esta nuestra comunión de vida es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos estas cosas --continúa- para que sea colmado vuestro gozo. Gozo colmado, dice, en una misma comunión de vida, en una misma caridad, en una misma unidad

martes, 26 de diciembre de 2017

De los sermones de San Fulgencio de Ruspe


    Ayer celebrábamos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el martirio triunfal de su soldado.
    Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo; hoy su soldado, abandonando la tienda de su cuerpo, ha entrado triunfante en el cielo.
    Nuestro Rey, a pesar de su condición altísima, por nosotros viene humilde, mas no con las manos vacías: él trae para sus soldados una dádiva espléndida, ya que no sólo les otorga copiosas riquezas, sino que les da también una fortaleza invencible en el combate. En efecto, trae consigo el don de la caridad, que eleva a los hombres hasta la participación de la. naturaleza divina.
    Y, al repartir estos dones, en nada queda él empobrecido, sino que de un modo admirable enriquece la pobreza de sus fieles sin mengua de sus tesoros inagotables.
    La misma caridad que hizo bajar a Cristo del cielo a la tierra ha hecho subir a Esteban de la tierra al cielo. La misma caridad que había precedido en la persona del Rey resplandeció después en su soldado.
    Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre, tuvo por arma la caridad, y ella le dio siempre la victoria. Por amor a Dios no cedió ante la furia de los judíos, por amor al prójimo intercedió por los que lo apedreaban. Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para que se enmendasen de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para que no fuesen castigados.
    Apoyado en la fuerza de esta caridad, venció la furia y crueldad de Saulo y, habiéndolo tenido por perseguidor en la tierra, logró tenerlo por compañero en el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba conquistar con su oración a los que no había podido convertir con sus palabras.
    Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con él de la gloria de Cristo, con él desborda de alegría, con él reina. Allí donde entró primero Esteban, aplastado por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayu1ado por las oraciones de Esteban.
    Ésta es, hermanos míos, la verdadera vida, donde Pablo no es avergonzado por la muerte de Esteban, donde Esteban se congratula de la compañía de Pablo, porque en ambos es la caridad la fuente de su alegría. La caridad de Esteban, en efecto, superó la furia de los judíos, la caridad de Pablo cubrió la multitud de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer juntamente la posesión del reino de los cielos.
    La caridad, por tanto, es la fuente y el origen de todo bien, la mejor defensa, el camino que lleva al cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni temer, porque ella es guía, protección, camino seguro.
    Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la que todo cristiano puede subir al cielo, aferraos a esta pura caridad, practicadla unos con otros y subid por ella cada vez más arriba

lunes, 25 de diciembre de 2017

Feliz Navidad

"Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra Paz a los hombres que ama el Señor", fue el cántico que iniciaron los ángeles luego de anunciar la Buena Noticia a los pastores en Belén. Es el mismo cántico que volvemos a recitar o cantar en esta Navidad y en cada Eucaristía que celebramos, porque se nos ha dado ha conocer el Camino que nos lleva a Dios, se nos ha revelado el misterio oculto desde los siglos.
Pero, también hoy, nos unimos al Coro de los Ángeles y todos decimos ¡Feliz Navidad!, dos palabras que encierran un mundo de deseos y una gran noticia: "hoy en la ciudad de David nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor".
No hay lugar en el mundo en que no se digan estas dos palabras. No hay lugar en el mundo en que estas palabras no resuenen aunque los oídos de quienes la escuchen no entiendan o no quieran entender el significado de este hermoso milagro.
Pero en todo el mundo resuena, casi al unísono la hermosa frase ¡Feliz Navidad! Una frase que pareciera que quiere borrar con su sonido todo lo negro del año, todas las angustias y tristezas, todos los males y errores, todo lo que nos ha traído dolor y angustia, y dar así una nueva Luz, infundir nuevas fuerzas y nuevos deseos para un nuevo año que vamos a iniciar.
Algo sucedió en aquella noche, en aquél Portal que, aunque no lo creamos, lo repetimos todos, lo escuchamos, porque ese anuncio se ha ido propagando a lo largo de las generaciones y a lo largo del mundo, no para obligar a creer sino para ayudarnos a ponernos de pie ante un mundo, ante una historia que, muchas veces, pareciera que no tiene un buen futuro.
Pero hoy ¡ha nacido un Salvador, el Mesías el Señor! pues "el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad". Y así como Juan dio testimonio del Señor, también nosotros damos testimonio de su nacimiento, de que la alegría de los ángeles en Belén y de los pastores que fueron a ver el Misterio, es la alegría que hoy tenemos que desborda nuestros corazones.
Y nuestra alegría nace de la Fe, del Don que Dios nos regaló con el nacimiento de su Hijo en carne mortal, pues cuando Él nació en el mundo el mundo comenzó a vivir en Dios, porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y "a cuantos la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios".
Así cada día que nos abrimos a la Vida que el Señor nos regala, podemos volver a vivir aquella alegría del Portal de Belén, pues ese Niño que nos ha nacido, es el mismo Niño que nos llama a vivir como niños entre los brazos del Padre, para que, cada día sea Navidad, pues cada día nacemos al Amor de Dios que se nos entrega para amarnos y para que amemos como Él nos amó.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Un Templo para el Señor

Ya comienza la Navidad, se termina el Adviento y llega el Nacimiento. Aunque hoy es extraño pues aún celebramos por la mañana el Adviento y por la Noche el Nacimiento del Salvador. Casi como en la vida real: hay poco tiempo cuando el Niño quiere nacer.
Cuando recién pensaba en estas lecturas del Domingo IV me surgía una hermosa asociación (que en realidad nunca la había pensado): Dios le dice a David:
"Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán:
«Ve y habla a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Tú me va a construir una casa para morada mía?".
¡Qué osados que somos muchas veces! Queremos nosotros hacer de Dios y somos simples creaturas, no nos damos cuenta lo que Él ha hecho por nosotros, y aún así, desde nuestra pequeñez queremos encerrar a Dios en algo tan efímero como unas piedras. No no podemos nosotros encerrar a Dios, ni tan siquiera podemos destruir sus planes, sus proyectos.
Por eso el mismo Señor del Universo se permitió habitar en un hermoso Templo construido por su propia mano: el Seno de María, la Virgen. Ese fue el más hermoso de los Templos construídos por Dios mismo, un Templo que ha sido y es el modelo principal para que todos podamos tener "una copia" en nosotros mismos.
En realidad, cada uno de nosotros, somos un templo construído por la mano de Dios, pero no siempre en estos templos habita, como en el Seno de María, el mismo Señor. Aunque el quiere estar siempre habitando en nosotros, pero nosotros pasamos de largo, muchas veces, de su Querer y dejamos que nuestro templo sea habitado por otros dioses más efímeros y pasajeros, más mundanos y materiales, que no dan Vida, sino que sólo nos hacen vivir placeres superficiales y vanos.
Hoy es un día para abrir de par en par las puertas de nuestros corazones y dejar que el soplo del Espíritu nos ayude a dar el ¡Sí! a Dios como lo hizo María, y así, que habite en cada uno de nosotros el Señor que Nace en esta Navidad. Que el Niño que nació en Belén y que se nos da en cada Eucaristía habite siempre en el Templo de nuestro corazones, y como en Belén nos permita ser ante el Padre niños en el Espíritu para que Él pueda realizar sus sueños en nuestras Vidas.
La Navidad comenzó en Nazaret cuando María le dijo ¡Sí! a Dios, que hoy, nosotros, frente al Niño que nace podamos como María volver a repetir el Misterio de Navidad diciendole a Dios: ¡Aquí estoy! ¡Hágase en mí según Tu Palabra!

sábado, 23 de diciembre de 2017

Anunciemos Su Llegada

"Esto dice el Señor Dios:
«Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo".
El mensajero llegó y anunció, ese fue Juan Bautista que anunció la llegada del Mesías y pudo verlo con sus propios ojos, y mostrarlo como el "Cordero de Dios". Hoy, nosotros, hemos recibido, también, el anuncio y no por la voz de Juan Bautista, sino que en todo el mundo se habla de Navidad, en todos los escaparates nos desean Feliz Navidad, pero ¿sabemos qué esperamos en Navidad? ¿El mundo sabe lo que es Navidad?
De tanto que se nos anuncia, ya hace más de un mes que las tiendas han comenzado con los anuncios de Navidad, con las ventas de Navidad, con las rebajas de Navidad. Y nosotros ¿hemos preparado el corazón para Navidad?
"De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando". ¿Es cierto que andamos buscando al Señor? Algunos buscan algo, no se sabe qué, pero siempre hay algo que se busca, pues el alma del hombre busca religarse a algo más alto que él mismo, pero muchos no saben qué o a quién buscan, y por eso van probando por todos lados para ver si encuentran lo que necesitan.
Nosotros, los cristianos, sabemos a Quien buscamos, pero no siempre lo mostramos, no siempre vamos a su encuentro. Y, en realidad, somos nosotros, los cristianos quienes en este tiempo debemos anunciar, ser "la voz del clama" en la oscuridad del mundo que el Salvador nace en Navidad. Ser la voz que clama que Navidad no es solamente un tiempo de compras y de regalos, sino que es tiempo de reflexión, de preparar el corazón, de reconciliación, de paz, de volver al Amor Primero para poder encontrarnos con el Señor que nace y nacer con Él a la Vida Nueva que Él mismo nos trae.
"El mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando".
En Cristo se regocija nuestro corazón. En Cristo está nuestra Esperanza. En Cristo está nuestra Vida Nueva. Por eso dejemos todo lo que estemos haciendo y desalojemos nuestro corazón de todo lo que no sea de Dios para poder preparla al Señor que Nace. No dejemos que sean los escaparates de las tiendas quienes sean la voz de la Navidad, sino que sean nuestros corazones quienes llenos de gozo anuncien la llegada del Mesías, del Esperado por los siglos, del Amor de los Amores que se hace niño y hombre, para que nosotros nos hagamos niños, hijos de Dios por la Vida que Él mismo nos trae.

viernes, 22 de diciembre de 2017

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí

Después que Isabel, llena del Espíritu Santo, alabara la fe de María, Ella dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
¡Cuántas cosas hemosas salen de nuestros labios cuando estamos llenos del Espíritu Santo! Cuando dejamos al Espíritu hablar por nosotros; cuando dejamos al Espíritu llevarnos por los Caminos del Señor todo es gozo y explosión de alegría, pues con almas pequeñas y dóciles a la Voluntad del Padre, Él puede hacer grandes cosas.
Porque María no cantó por la grandeza de sí misma, sino por su humildad, por su pequeñez porque gracias a su disposición a dejarse guiar por el Espíritu según la Voluntad de Dios, ha sido el Padre quien ha obrado marabilladas por meido de Ella: "porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí".
No es diferente de todo lo que Jesús va a ir predicando más adelante acerca de la infancia espiritual, porque no sólo lo sabe por ser Dios, sino porque lo ha visto en sus padres cómo desde su pequeñez el Señor ha podido hacer grandes cosas, cómo por su fe en la Palabra se han dejado modelar y conducir por el Espíritu de acuerdo a la Voluntad de Dios.
¡Cierto! No es fácil ser pequeño. No es fácil volverse niño en manos de Dios. No es fácil... Nada es fácil. Si fuera fácil no necesitaríamos el Espíritu Santo para fortalecernos. No necesitaríamos el Pan de la Vida para alimentar nuestro deseo de santidad. No necesitaríamos del Padre para conocer nuestro camino. Es decir, viviríamo como vivimos pero sin llamarnos cristianos, porque no necesitamos ni de Dios, ni de Cristo, ni de nada. Y, a veces, parece que así es.
Pero si descubrimos este Camino que hoy nos muestra María, vamos a poder experimentar, a pesar de los momentos duros por los que también pasó Ella, que el gozo de la disponibilidad en obediencia a la Voluntad de Dios, no es posible describirlo ni explicarlo, porque ese gozo llena y estremece el corazón del hombre, pues es el gozo del Espíritu que fluye en nosotros.
En estos días que nos quedan para Navidad centremos nuestra mirada en esa Niña-Madre que se hizo Esclava del Señor para ser la Feliz por generaciones por haber creído en la Palabra del Señor, para que nosotros como Ella podamos abrir nuestro corazón al Espíritu Santo y dejarnos modelar por Él para, con su fortaleza, madurar como niños en el espíritu.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Levántate y ven!

"¡La voz de mi amado! Vedlo, aquí llega, saltando sobre los montes, brincando por las colinas.
Es mi amado un gamo, parece un cervatillo.
Vedlo parado tras la cerca, mirando por la ventana, atisbando por la celosía.
Habla mi amado y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía y ven".
La Palabra de Dios que surge a través del autor del Cantar de los cantares, nos invita a ir hacia el Misterio de la Navidad con un hermoso deseo de encontrarnos con el Amor de los Amores que viene a nuestro encuentro. Un encuentro que nos habla de lo que todos anhelamos, un encuentro que nos conduce a la Luz de la Paz de un recién Nacido, un encuentro que enciende el deseo de volver a Nacer, un encuentro que nos llena de ilusión y de esperanza porque el Amor se hace Persona y viene a traernos la hermosa noticia de que el Padre nos perdona y nos ama.
¡Levántate, amada mía, hermosa mía y ven!
Dejemos atrás todo lo que nos llena de nostalgia, los malos recuerdos, los momentos de dudas, de oscuridad, de lágrimas y de tristezas, de dolores y agonía, pues está por nacer el Esperado por todos los siglos, y para ir a su encuentro debemos enjugarnos las lágrimas de las tristezas, porque su Luz ilumina todas nuestras oscuridades, su Amor enciende nuestros corazones, su sonrisa engalana y da brillo a todas nuestras lágrimas y disipa las tinieblas de nuestros errores y pecados.
¡Levántate, amada mía, hermosa mía y ven!
Él ha mirado nuestra necesidad, a descubierto nuestro pecado, se ha fijado en nuestras debilidad, a tomado cuenta de nuestros ruegos y no quiere que caigamos en la postración de la soledad, del dolor, de la tristeza, de la agonía, por eso nos invita a ponernos en pié, a descubrir que es Él quien nos Ama con amor infinito y, a pesar de lo que somos, o, mejor dicho, porque somos lo que somos nos mira con Amor de Madre y siente debilidad por nosotros para que nosotros nos fortalezcamos con su Amor. Por eso quiere que vayamos hacia Él con el corazón partido para que ese Nuevo Corazón que nace en Belén sane nuestras heridas con el Amor que él mismo derrama sobre nosotros, que nos libere de las ataduras del odio, del rencor, de las envidias, de los malos momentos vividos, y nos encienda en la esperanza de que, cada día, volvemos a nacer con Su Vida.
Por esto y por tantas otras cosas, en estos días que se acercan a la Navidad ¡Levántate, amada mía, hermosa mía y ven! acércate a Jesús, busca su mirada y descubre cuánto te ama, y deja que su sonrisa ilumine tu vida y su Vida colme de Esperanza, Fe y Amor la tuya.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Alégrate, llena de Gracia

"El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ya antes de dar una respuesta al Plan de Dios, María era la llena de Gracia, por eso el Ángel la saludó de ese modo, dándole a entender (aunque Ella quizás no se diera cuenta) que Dios la había preparado para ese momento.
Y, a nosotros los bautizados, también nos ha llenado de Gracia el día de nuestro bautismo cuando el Espíritu Santo fue infundido en nuestro cuerpo trasnformándonos en hijos de Dios. Desde ese momento también nosotros podemos escuchar las mismas palabras: ¡Alégrate! pues estás con la Gracia de Dios. Una Gracia de Dios que hemos de conservar y mantener a lo largo de nuestra vida, pues también, como María, tenemos una misión particular cada uno.
Una misión que no se nos ha dado explícitamente como a María, pero que sí hemos ido discerniendo a lo largo de nuestra vida, o, seguramente, aún nos falta por discenrir y descubrir.
Pero estamos seguros de una vocación primera y fundamental: la santidad, pues para eso el Señor nos regaló su Vida y nos dió su Espíritu: "para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor".
María, por la Gracia y el Espíritu, concibió (como dicen los Padres de la Iglesia) primero la Palabra en su corazón y después en su seno. Nosotros como hijos de Dios e hijos de María, también hemos de dejar que la Palabra se haga vida en nuestro corazón para que podamos ser Portadores de Buenas Noticias, siempre y en todo lugar. Pues la Alegría de la Buena Noticia, que hemos recibido y que creemos, es la Alegría que tenemos que transmitir con nuestra vida de cristianos.
Una alegría fundada en la certeza de nuestra filiación divina, en la esperanza de la Vida Nueva que se nos ha dado y que vamos conquistando cada día, y, sobre todo en la vivencia plena del Amor de Dios que hay en nosotros y que nosotros lo vivimos con nuestros hermanos.
Pues cuanto más nos entregamos a misión de llevar, como María a Isabel, la alegría de la Vida Nueva que hay en nosotros, más se aumenta la Gracia que el Señor nos otorga cada día para ser Fieles a la Vida que nos ha dado y que nos pide vivir.
Por eso el "¡Alegrate! llena de Gracia" que María escuchó es el mismo que Ella quiere que sintamos en nuestro corazón, cada día, al despertarnos a la Vida en Dios. Esa misma Vida que nos preparamos a celebrar con el Nacimiento de su Hijo.

martes, 19 de diciembre de 2017

De San Ireneo

La gloria del hombre es Dios. El beneficiario de la actividad de Dios, de toda su sabiduría y poder, es el hombre.
    Y de la misma forma que la habilidad del médico se manifiesta en los enfermos, así Dios se manifiesta en los hombres. Por eso dice san Pablo: Dios encerró a todos los hombres en la desobediencia, para usar con todos ellos de misericordia. En estas palabras el Apóstol se refiere al hombre que, por desobedecer a Dios, perdió la inmortalidad, pero que alcanzó luego la misericordia, recibiendo la gracia de adopción por el Hijo de Dios.
    El hombre que, sin orgullo ni presunción, piensa rectamente de la verdadera gloria de las creaturas y de la de aquel que las creó -es decir, de Dios todopoderoso que da a todos el ser- y permanece en el amor, en la sumisión y en la acción de gracias a Dios recibirá de él una gran gloria y crecerá en ella en la medida en que se asemeje al que por él murió.
    El Hijo de Dios se sometió a una existencia semejante a la de la carne de pecado para condenar el pecado y, una vez condenado, expulsarlo fuera de la carne. Asumió la carne para incitar al hombre a hacerse semejante a él y para proponerle a Dios como modelo a' quien imitar. Le impuso la obediencia al Padre para que llegara a ver a Dios, dándole así el poder de alcanzar al Padre. El Verbo de Dios que habitó en el hombre se hizo también Hijo del hombre, para que el hombre se habituara a percibir a Dios y Dios a vivir en el hombre, conforme a la voluntad del Padre.
    Por eso, pues, aquel que es la señal de nuestra salvación, el Emmanuel nacido de la Virgen, nos fue dado por el mismo Señor, porque era el mismo Señor quien salvaba a los que por sí mismos no podían alcanzar la salvación; por eso Pablo proclama la debilidad del hombre, diciendo: Ya sé que en mí, es decir, dentro de mi estado puramente natural, no habita lo bueno; así indica que nuestra salvación no proviene de nosotros, sino de Dios. y añade también: ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Y luego, para aclarar quien lo libra, afirma que esta liberación es obra de la gracia de Jesucristo nuestro Señor.
    También Isaías dice lo mismo: Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis.» Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona y os salvará. Esto lo dice para significar que por nosotros mismos no podemos' alcanzar la salvación, sino que ésta es consecuencia de la ayuda de Dios.

lunes, 18 de diciembre de 2017

En el silencio de San José

En este segundo día de la Novena de Navidad, nos encontramos con San José, un silencioso hombre justo que, muchas veces, pasa desapercibido por este Misterio de Navidad. Y no es que José no haya tenido un rol fundamental en esta historia, sino que también su silencio nos enseña a vivir el Misterio de Navidad.
Sí, José tiene un papel fundamental en esta historia, como nos lo cuenta el Evangelio de hoy porque ante la situación de María, José como buen judió podía haber tomado otras decisiones, pero en el silencio supo aceptar la Voluntad de Dios.
Por un lado vemos a un hombre justo que no comprende la situación que está viviendo y tiene varias opciones para resolver tal situación, pero no lo hace desde una perspectiva egoísta sino que decide con amor: abandonarla en secreto. Porque el amor de José a María es verdadero y puro, y por eso no puede decidir otra cosa que no sea seguir amándola desde el exilio.
Y Dios responde al amor de José, y le revela el secreto escondido en el seno de María:
«José, hijo de David, no temas acoger a , tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Y también, desde el silencio, acepta la Voluntad de Dios y fiel a Él, toma a María por esposa y se convierte en el Padre de Jesús.
El silencio de San José con el que iniciamos esta semana antes de Navidad nos tiene que llevar, también a nosotros, a buscar ese silencio ante el Misterio, pero no sólo ante el Misterio de Navidad, sino ante tantos misterios que suceden en nuestras vidas. Hay situaciones que no comprendemos, que no entendemos; hay momentos que no sabemos qué camino tomar o qué decisión tomar; nos dejamos llevar muchas veces por las prisas de este mundo y, en algunos casos, tomamos decisiones que luego no podemos corregir o porque lo que se hizo no tiene vuelta atrás o porque el orgullo y la vanidad no me dejan retroceder.
Por eso San José nos lleva al silencio ante cada decisión, nos lleva a ver que el silencio es necesario en nuestra vida, el silencio de la oración, el silencio de la reflexión ante Dios, el silencio de la consulta con el hermano, sería en una palabra el silencio que me lleva al diálogo que da luz a una situación, que despeja oscuridad y que revela misterios que no comprendo.
No permitamos que las prisas de este mundo nos obliguen a no detener nuestra marcha ante el misterio, sino que podamos detenernos a contemplar lo hermoso de la vida y a admirar cómo Dios se manifiesta para poner Luz en la Oscuridad.

domingo, 17 de diciembre de 2017

El protagonista de la historia

Volviendo a leer el diálogo de San Juan Bautista con los enviados me ponía a pensar en que él podía habese hecho pasar por cualquiera: por Moisés, por Elías, hasta por el mismo Mesías; pues la gente, quizás, le hubiesen creído. Se hubiese convertido él mismo en el protagonista de la historia, pero no lo hizo, conservó su lugar y cumplió su misión.
¿Por qué pensaba esto? Porque muchas veces nos gusta ser protagonista en la historia de los demás, o tener un papel estelar en cualquier situación. Hay gente que no puede estar en una reunión o celebración si no tiene un papel estelar, si no da la nota, si no se hace ver: busca protagonismo en todo momento, sin darse cuenta que hay otros a su lado que también pueden y deben tener un lugar en ese mismo momento.
Este protagonismo, del que sufrimos muchas veces, es fruto de la vanidad, pues creemos que sólo yo puedo hacer las cosas, pues nadie como yo sabe hacer lo que yo hago (incluso sin saber lo que estoy haciendo o habiendo personas más capaces que uno para hacerlo)
Lo que implica que busque siempre los honores del protagonista: que me aplaudan, que me alaben, que alaben mi trabajo y mi dedicación, en fin que siempre hablen bien de mí por las cosas grandes que he realizado.
Pero cuando alguién dice algo que no me gusta ¡uyuyuyuy! me pongo de los nervios, porque no saben apreciar lo que he realizado, cuánto he entregado... pero ¿cómo van a decir eso con lo que yo he hecho? Ni que hablar si alguien ocupa el lugar que yo he ocupado siempre, con la famosa frase: "toda la vida lo hice así", ya queda para siempre estipulado que nadie más puede hacer lo que. Claro como tengo asegurada la eternidad de mi vida...
Sí, la vanidad muchas veces nos hace querer ser más protagonistas que lo que Dios nos está pidiendo. Por eso, Juan Bautista nos enseña hoy a saber ocupar nuestro lugar: ser protanogista pero de la Voluntad de Dios en mi vida, dejando lugar a los demás para que los demás sean sus propios protagonistas. Ocupar el lugar de los demás no me da más puntos a mi favor, sino al contrario, me hace restar puntos pues no estoy dejando a los demás crecer.
Así, Juan Bautista va a decir también: "es necesario que yo disminuya para que Él crezca". Si realmente tengo muchas capacidades y Dios me ha dado muchos talentos, entonces ponlos al servicio de tus hermanos enseñándoles a hacer lo que tú dices que no saben, y así, cada uno puede, también, entregarse al Señor.
No permitamos que la vanidad nos lleve a pensarnos mejores que otros, pero tampoco dejemos que la falsa humildad nos haga quedarnos al margen para que no tener que ser yo quien trabaje por el Reino. Pues ya lo dijo Jesús en la parábola de los Talentos: "al que tiene se le dará más y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene", porque no tiene la disposición de ponerse al servicio de sus hermanos trabajando por el Reino de los Cielos.

sábado, 16 de diciembre de 2017

El que quiera oír que oiga

"Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
"Cuando bajaban del monte", se refiere al momento de la trasfiguración de Jesús ante Pedro, Juan y Santiago. Un mometo en el que Jesús manifestó su divinidad, y se lo vio junto a Moisés y Elías, y la voz del Padre que decía: Este es mi Hijo, el amado, escuchadlo.
Demasiadas cosas en un solo momento que, generalmente, no tienes tiempo de procesarlas y entender qué es lo que ha pasado, qué significan, qué sucedió. Te queda no sólo el corazón lleno de gozo, sino que la cabeza no comprende el gran misterio que ha sucedido.
Por eso, al bajar del monte surgen muchas preguntas. Preguntas que hay que hacérselas a quien puede responderlas, o mejor, dicho a quien las ha suscitado en el corazón y la mente.
Nos suele suceder que cuando vamos a la oración y podemos llegar a contemplar ese gran misterio de la relación con Dios, surgen dudas, preguntas, situaciones que no sabemos cómo explicarlas o cómo decidirnos para hacer Su Voluntad. Por eso debemos seguir en diálogo con el Señor.
Hay veces en que al no entender o comprender lo que el Señor quiere, somos nosotros quienes hacemos silencio, nos encerramos en nosotros mismos y al no tener respuestas seguimos haciendo lo que nos parece o, simplemente, ni siquiera nos ponemos a pensar qué se puede o debe hacer.
Ante las dudas, las inseguridades, frente a lo que me dijo fulanito o menganito, o si alguien ha sembrado la duda en lo que estoy viviendo... ve al Señor, Él te ayudará a poder resolver, a encontrar el camino para llegar a la claridad de las cosas, a recibir la Luz del Espíritu que te ayude a comprender y a discernir cuál es la Verdad, cuál es Su Voluntad.
"Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Es evidente que Dios no te va a enviar un whatsapp o un correo electrónico o una llamada por teléfono para que todo sea tan claro que no tengas dudas. A veces lo hace tan evidente que al final no lo crees, pero si estás con el corazón dispuesto a encontrar la respuesta entonces lo entenderás. Porque Dios, como dice el refrán: escribe derecho con renglones torcidos. ¿Por qué? Porque quiere que aprendamos a discernir a partir de las cosas que suceden, a partir de su Palabra, a partir de un asesoramiento espiritual, a partir del consejo de mis hermanos; pero, sobre todo, para que todo esto me sirva tengo que estar dispuesto a entender. Por eso, muchas veces, Jesús finalizar sus exhortaciones diciendo: "quien tenga oídos que oiga", porque no hay peor sordo que el que no quiere oír.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Meditar la Voluntad de Dios

“Dichoso el hombre 
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores, 
ni se sienta en la reunión de los cínicos; 
sino que su gozo es la ley del Señor, 
y medita su ley día y noche”.
Un hermoso Salmo para meditar en este tiempo de adviento. Quizás no sigamos demasiado el consejo de los impíos o andemos por la senda de los pecadores, o quizás si. Pero es más seguro que no le demos demasiado tiempo a la meditación de la Ley del Señor, de día y de noche. Y, al no darle lugar a la Ley del Señor, no darnos tiempo para meditar si lo que vamos a hacer o lo que queremos hacer o lo que estamos pensando hacer es Voluntad De Dios, entonces es ahí cuando en realidad no estamos discerniendo si hacemos bien o mal.
Seguramente queramos hacer el bien, pero hay una gran diferencia entre hacer el bien y hacer la Voluntad De Dios, y no es porque Dios no quiera el bien, sino porque, quizás, en ese momento ese bien no es el que Dios quería. Quizás ese bien era el que yo quería para escapar de una situación que yo no quería afrontar o de hacer otra cosa que a mi no me gustaba, entonces le pongo el paño de bondad que se merece y me escondo de la Voluntad de Dios.
Pongo un ejemplo que leía esta mañana: una madre le explica a su niña pequeña porque le pregunta qué es la Navidad. La madre se lo explica con 3 frases: nace Jesus, viene Papa Noel, y trae regalos. Uno podría decir ¡que buena explicación! Sintética y seguro que la niña la aprende. Pero... eso es La Navidad? Esa es la catequesis que damos a los más pequeños? Con cuál de todas las frases se queda la pequeña para saber que es la Navidad?

Por eso: no siempre lo bueno es Voluntad de Dios. Tenemos que seguir, cada día, profundizando en su Ley, en los Profetas, en el Evangelio para no dejarnos llevar por las voces del mundo, que pueden ser buenas pero que desvían nuestra mirada del Hermoso Misterio de nuestra Fe.

jueves, 14 de diciembre de 2017

El reino de los cielos sufre violencia

"Desde los días de Juan el Bautista, hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan".
Hablar de violencia en estos tiempos que vivimos puede ser malo, pero no en el sentido en que lo dice Jesús, pues es el mejor de los sentidos. Pues no habla de la violencia hacia los demás, sino la violencia en nosotros mismos. La violencia interior contraria a la pusilanimidad que muchas tenemos para defender lo que creemos, para defender en nosotros mismos los dones del espíritu y no dejarnos caer en la tentación del mundo.
El Reino de los Cielos ha sido "sembrado" en nosotros el día de nuestro bautismo, por el Espíritu Santo que se nos ha dado, a partir de ese día el Reino de los Cielos sufre violencia en nuestro interior pues lucha constantemente con el espíritu del mundo que crece sin medida y sin parar. Pero no siempre nos hacemos la violencia necesaria para defender los Dones del Espíritu, para defender la Voluntad de Dios, para seguir madurando en lo que Dios nos va pidiendo día a día.
Seguramente nos hacemos más violencia para encontrar argumentos que nos permitan defender nuestras ideas y gustos, que para defender la Voluntad de Dios, pues el yo humano es más fuerte que el yo divino que hay en nosotros. Y, por otro lado, lo que nos ofrece el mundo está más en consonancia con lo que queremos vivir que con lo que debemos vivir como cristianos. Pues siempre el mundo me presentará los mejores argumentos y la mejor publicidad para hacerse con mi vida, y Dios no se opondrá a la libertad que tengo para elegir, sino que simplemente estará viendo cómo me alejo de Su Gracia, cómo me suelto de Su Mano para ir a recorrer solo el camino que he elegido.
Es cierto que la Fidelidad a la Vida que el Señor me ha concedido vivir y que quiere que la lleve a plenitud, una vida en santidad, no es el camino más fácil, pero para recorrerlo Él me ha asegurado su Gracia, su Fortaleza, su Luz y, sobre todo, me ha dado su Espíritu para que no me falta nada para el camino. Pero al comenzar a recorrerlo tendré que ir despejandolas malezas del mundo para poder ver con claridad. Tendré que ir haciendo oídos sordos a los cantos de sirena que me quieren hacer desviar del Horizonte Divino. Y todo eso y aún más implica violencia, violencia para no dejarme vencer, violencia para no torcer el camino, violencia para perseverar en el encuentro con el Señor que me indica, que me sugiere, que me muestra lo que debo hacer y cómo hacerlo en cada centrímetro de ese Camino.
Sí, la mayor violencia que tengo que hacer es en contra de mí mismo, en contra de lo que me gustaría frente a lo que debo. Pero ante ese dolor que muchas veces desgarra mi alma, tengo que contara con la suave caricia de la Mano del Señor que siempre está conmigo y sana las heridas de la lucha, para que, a pesar de los tropiezos y caídas, pueda continuar perseverando hasta el final del Camino.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Levantar la mirada para tomar fuerzas y seguir...

Dice Dios por medio de Isaías:
"¿Por qué andas diciendo, Jacob, y por qué murmuras, Israel: «Al Señor no le importa mi destino, mi Dios pasa por alto mis derechos»?
Sí, también nos lo dice a nosotros pues son muchas veces las que renegamos y nos enfadamos con Dios por lo que nos pasa, por lo que nos toca, por lo que nos duele... ¡por tantas cosas! Cuando no entendemos, cuando no comprendemos, cuando no nos detenemos a mirar y mirarnos, y, sobre todo, cuando sólo vemos la piedra que nos ha producido dolor, o la que nos derribado, sólo ese momento nos basta, muchas veces, para destruir toda una vida de fe, de esperanza, para dejar de ver todo lo que Él ha realizado en mi vida y que nunca me había detenido a agradecer o, simplemente, a reconocer como realizado por Él en mi vida.
Y nos sigue diciendo:
"¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno que ha creado los confines de la tierra.
No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia.
Fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto.
Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan".
Es cierto que la vida nos cansa, que las dificultades nos golpean fuerte, que las cruces nos hacen caer, pero nunca hemos de desfallecer ante las pruebas que vienen en la vida. Si realmente confiamos en el Señor sabremos que tendremos la fortaleza necesaria, la Gracia suficiente y el espíritu encendido para poder sobreponernos ante cualquier dificultad, cruz u oscuridad; porque todo viene del Señor en quien he puesto mi confianza y a quién le he entregado mi vida.
Por eso la liturgia para poder completar esas Palabras del Señor nos lleva a las de Jesús en el Evangelio:
«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Porque es fácil confiar en los días de sol, pero es más necesario entregarnos en los días de tormenta. Mantenernos en pie cuando no pasa nada es fácil, pero necesitamos más fortaleza cuando soplan vientos huracanados. Son esos días en los que necesitamos elevar nuestra mirada hacia el Señor, y sobre todo, hacia el Señor Crucificado que es nuestra fortaleza, pues ahí en la Cruz nos entregó su Vida y su Amor para destruir en nosotros todo lo que no nos deja ser Fieles a la Vida que Él mismo nos dio y vivió por nosotros.
No levantemos sólo la mirada y el corazón para quejarnos al Señor, sino levantemos la mirada y el corazón para llenarnos de Su Luz, de Su Gracia y de su Vida y dar Gracias porque Él siempre está a nuestro lado aunque nosotros nos alejemos de Él.

martes, 12 de diciembre de 2017

Disponibilidad y prontitud mariana

La prontitud de espíritu en María no sólo se manifestó en la visita a su prima Santa Iabel, sino que, también, a lo largo de la historia de la salvación María siempre ha estado al lado de quien más la necesitaba. En América la devoción a la Guadalupana fue la primera que aconteció en el continente, y eso fue, poco tiempo después de que comenzara la evangelización de América.
Esa prontitud mariana es la que Dios quiere que imitemos en nuestras vidas, una prontitud que se da porque se tiene la mirada puesta en el otro y no en uno mismo. Cuando nuestras preocupaciones nos ocupan "la vida", nunca podremos estar atentos a nuestros hermanos, y la prontitud de María nunca la podremos imitar.
Hay dos ejemplos claros que han quedado marcados en la Palabra de Dios: uno es el que leemos hoy, la visita a Isabel: "María partió y fue sin demora"; y otro lo contemplamos en las bodas de Caná, cuando "sin tener neceidad" provocó el milagro de la conversión del agua en vino, y digo sin tener necesdad para que veamos la diferencia.
¿Qué difencia? Muchas veces nos pasa que decimos: "no hay necesidad de que yo haga tal cosa", o "a esa gente no la conzco para que me voy a meter...", sin embargo María, aunque nada tenía que ver con que los novios se quedaran sin vino, igualmente, "se metió" y provocó el primer milagro de Jesús que fue importante, no sólo para los novios y los invitados, sino para los discípulos que lo seguían.
En el caso de la visita a Isabel podríamos ver en nosotros que, a veces, podemos decir: "no tengo mucho que hacer", "ahora no puedo porque me duele esto o me pasa aquello". María había concebido a su hijo y sin embargo "partió sin demora". Hoy se podría decir que era una irresponsable porque hacer semejante camino recién embarzada... Pero era más importante dar una mano, pues también Dios se encarga cuando hacemos su Voluntad.
En estos dos ejemplos de la disponibilidad y prontitud mariana hay dos manera de "poder ver": en la visita a Isabel vemos cómo es Dios quien habla de una situación difícil, "tu pariente Isabel ha quedado embarazada", no tuvo que decirle Dios que Isabel la neceistaba, como María no pensaba en sí misma pudo descubrir la necesidad de Isabel y por eso "pronta salió a su casa".
En el caso de las Bodas de Caná nadie le dijo nada, sino que mirando comprendió la situación y se dispuso a hacer algo, también prontamente. No esperó a que vienieran a decirle haz esto o aquello, ni tampoco puso reparos para decir "y qué tengo yo que ver", y "no voy a salir a comprar yo las cosas".
Cuando nuestro espíritu está libre de nosotros mismos, y ha aprendido a confiar en Dios, siempre estaremos disponibles para hacer su Voluntad y tender una mano a quién lo necesite sin importar quién es o qué necesita, lo importante es que libre de mí mismo actúa prontamente en favor de mis hermanos, que aunque no tengan lo que necesiten, le ofrezco lo que tengo: mi Fe, mi conianza en la Providencia y mi Esperanza en que todo saldrá bien si nos ponemos en manos del Señor.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Toma tu camilla y echa a andar

Dios, por medio del profeta Isaías, quiere volver a encender la esperanza en el Pueblo de Israel, la esperanza de la liberación para que puedan seguir andando, para que puedan seguir confiando y agradeciendo por los bienes recibidos. La esperanza de que todo lo que se ha secado y perdido vuelva a reverdecer y a encontrar, pues es lo que todos necesitamos saber: siempre tenemos que confiar en la Providencia que nos ayuda a renacer de las cenizad del pecado.
Porque en definitiva la esperanza que tenemos puesta en el Señor es el poder renacer de nuestro pecado, de todo lo que el pecado fue secando o destruyendo en nuestras vidas, lo podemos rescatar y mejorar con la Gracia de la Reconciliación, con la Gracia del Perdón.
Por eso en el milagro del Evangeliio lo primero que Jesús le dice al enfermo es: "tus pecados te son perdonados", pues es la peor de las enfermedades pues el pecado va secando el alma, quitándonos la Gracia necesaria para revitalizar nuestra Fe, nuestro Amor y nuestra Esperanza. Cuando el pecado se hace vicio en nuestras vidas todo se vuelve oscuro, pues la Luz del Espíritu se va perdiendo en nuestro horizonte.
La reconciliación con los hermanos y con Dios nos devuelve la alegría del encuentro, el gozo del amor recuperado y todo vuelve a renacer y florecer en nuestras vidas. Así la llegada del Mesías es anunciada como ese reverdecer el mundo en que vivimos, pues el Mesías nos da una nueva oportunidad de volver al Padre, nos muestra el Camino a recorrer en la Gracia para que sea Ella la que nos fortalezca los pies cansados, la que nos encienda el espíritu apagado y nos conduzca por los senderos del Amor, la Paz y la Verdad.
Cuando nos encontramos con el Señor en el confesionario es sentir esa voz que nos dice: "¡Toma tu camilla y echa a andar!", pues la enfermedad que te atormentaba ya no existe, ya la borrado de tu vida. Y ese Gozo inmenso de haber sido sanado es lo que renueva la esperanza en el Amor de Dios por nosotros.
No dudemos en este tiempo de Adviento de recurrir al Señor, incluso de ser los amigos del enfermo quienes llevan a su amigo hasta el Señor, para que sea Él quien sane sus males y le devuelva la Luz de la Esperanza, la fuerza del Amor y la constancia de la Fe para volver a recorrer el Camino de la Vida.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Consolad en la Esperanza de la Vida

«Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados».
Hermosas palabras de Dios para el Pueblo, para nosotros una misión, pero una hermosa misión y a la vez una misión complicada. Porque casi todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos tenido que consolar a alguien por uno u otro motivo. Pero no siempre los consuelos que brindamos lleganal corazón de la persona, sino que son consuelos superficiales, frases hechas, "compradas" o "robadas" de alguna tarjeta o libro.
Sin embargo Dios nos dice "hablad al corazón.. gritadle que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen". El consuelo que el quiere que demos a los demás es el consuelo de la liberación del pecado, la alegría de que ya no somos hijos del pecado sino que hemos sido liberados y transformados en hijos de Dios. Por eso, cuando hemos de dar consuelo no sólo a quien está dolorido por el peso de la Cruz, sino a quien está aún bajo el peso de su propio pecado.
Hablar al hombre de la liberación del pecado, de la alegría de la Gracia, del gozo de haber conocido el Amor de Dios y de intentar vivir cada día ese Amor para con todos, es lo que nos ayuda a levantaranos con la esperanza puesta en un Nuevo Horizonte, en un Nuevo Mundo, en un Nuevo Hombre que surja de las tinieblas y viva en la maravillosa Luz que nos ilumina desde Belén hasta la Resurrección.
Hoy como en los tiempos de Isaías necesitamos y el mundo necesita que le mostremos Caminos de Vida, de Esperanza, para que haya deseos de conversión, deseos de una Vida Nueva en Dios, en Cristo, pues sabemos que Él ees el Único Camino que nos conduce a la Salvación.
Por eso, para nosotros, que comenzamos esta Segunda Semana de Adviento se nos está invitando a "preparad nuestros corazones", pues también nosotros, como Juan Bautista, somos "una voz que clama en el desierto", no somos la Palabra del Padre, sino somos la voz que habla la Palabra del Padre, que transmite la Palabra de Dios que da Vida a los Hombres, que ilumina el Camino de la Esperanza.
Y, así nosotros, tenemos que despejar nuestros corazones de todo aquello que no deja ver la Luz de Dios en nosotros pues con el tiempo se nos han ido acumulando pequeñas infidelidad que han "opacado" la Luz en nostros, que nos han quitado el brillo de la Gracia y que, muchas veces, nos impiden anunciar con Gozo la Buena Notiica.
Es tiempo de preparar nuestro corazón, de allanar el Camino al Señor, para que nazca y renazcamos con Él en la Esperanza de la Vida que un día nació en Belén, y que, cada día, nace en nosotros para darse al mundo.

sábado, 9 de diciembre de 2017

De San Cirpiiano

Es saludable aviso del Señor, nuestro maestro, que el que persevere hasta el final se salvará. Y también este otro: Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 
Hemos de tener paciencia, y perseverar, hermanos queridos, para que, después de haber sido admitidos a la esperanza de la verdad y de la libertad, podamos alcanzar la verdad y la libertad mismas. Porque el que seamos cristianos es por la fe y la esperanza; pero es necesaria la paciencia, para que esta fe y esta esperanza lleguen a dar su fruto. 
Pues no vamos en pos de una gloria presente; buscamos la futura, conforme a la advertencia del apóstol Pablo cuando dice: En esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que se ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Así pues, la esperanza y la paciencia nos son necesarias para completar en nosotros lo que hemos empezado a ser, y para conseguir, por concesión de Dios, lo que creemos y esperamos. 
En otra ocasión, el mismo Apóstol recomienda a los justos que obran el bien y guardan sus tesoros en c! cielo, para obtener el ciento por uno, que tengan paciencia, diciendo: Mientras tenemos ocasión, trabajemos por el bien de todos, especialmente por el de la familia de la fe. No nos cansemos de hacer el bien, que, si no desmayamos, a su tiempo cosecharemos. 
Estas palabras exhortan a que nadie, por impaciencia, decaiga en el bien obrar o, solicitado y vencido por la tentación, renuncie en medio de su brillante carrera, echando así a perder el fruto de lo ganado, por dejar sin terminar lo que empezó. 
En fin, cuando el Apóstol habla de la caridad, une inseparablemente con ella la constancia y la paciencia: La caridad es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educada ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; disculpa sin limites cree sin limites, espera sin limites, aguanta sin limites. Indica pues, que la caridad puede permanecer, porque es capaz de sufrirlo todo. 
Y en otro pasaje escribe: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vinculo de la paz. Con esto enseña que no puede conservarse ni la unidad ni la paz si no se ayudan mutuamente los hermanos y no mantienen el vínculo de la unidad, con auxilio de la paciencia