domingo, 3 de julio de 2016

Un niño en brazos de su madre

"Por que así dice el Señor:
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados".
Me parece una imagen preciosa la que nos brinda la Palabra sobre el consuelo del Señor, Él siempre quiere consolarnos en nuestras penas, tristezas y agobios, y quiere hacerlo de una manera que supera todo lo imaginado: "como a un niño a quien su madre consuela", así está nuestra alma en sus brazos en los momentos de mayores agobios y entregas.
"Como un niño en brazos de su madre", no es algo imposible para nosotros poder llegar a ser niños en Dios. No es difícil por que lo necesitamos, necesitamos sentir esos brazos divinos que nos sostengan, que nos protejan y que nos consuelen, por que no sabemos cómo salir, muchas veces, de ciertos momentos de oscuridad o de tinieblas en nuestras vidas. Y si nos hacemos niños encontraremos ese consuelo divino que no sólo nos acaricia el alma, sino que nos permite, con su Luz, ver el camino hacia la paz, hacia la alegría de encontrar un rumbo, un esperanza, fortaleza y discernimiento para poder alcanzar aquello que necesitamos
"Aunque una madre se olvidara del fruto de sus entrañas, yo nunca te olvidaré", es otra de las frases que usó el Señor en el Antiguo Testamento para hablarle a su pueblo.Y es cierto, quizás una madre humana pueda olvidarse de sus hijos. Pero también es cierto que los hijos algunas veces pasamos de largo de nuestros padres, porque ya nos hemos hecho grandes y tenemos muchas ocupaciones en nuestras vidas, y no tenemos tiempo para dedicarles a quienes nos dieron la vida. Pero Dios no, nos abandona aunque a nosotros nos parece que nos deja solos, Él no nos abandona. Somos nosotros quienes en la arrogancia de "nuestra edad madura" pretendemos ser los dioses de nuestras vidas y llegamos así a darnos la cabeza contra la pared cuando nos descubrimos incapaces de encontrar la paz, la alegría, la esperanza que supimos recibir y tener.
"Un niño que en los brazos de su madre descansa y se abandona". Cuando vemos esas imágenes de los pequeños en los brazos de sus madres que duermen serenamente, que llorando llegan a ellas y se calman y sueltan su mejor sonrisa, así puede sentirse nuestra alma cuando reconociendo su pequeñez se deja caer en los Brazos de Dios, en los brazos de María.
Tenemos tanto en nuestra vida de fe. Tenemos tanto y muchas veces lo dejamos de lado. Hoy Dios nos vuelve a insistir "quiero sostenerlos en mis brazos" para que "al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; se manifestará a sus siervos la mano del Señor"

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