«Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles.
La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».
La Verdad de Dios no necesita ser gritada a los cuatro vientos, ni hay que gritarla con fuerza, porque no es la fuerza de la voz lo que hace a una frase más verdadera que otra, sino la fuerza de la vida la que hace que la Verdad sea escuchada.
Cuando vemos en épocas de elecciones a los políticos alzar tanto la voz para hacerse notar o para demostrar su verdad, parece que nos quisieran "meter" su verdad a la fuerza en nuestras cabezas. No hace falta.
Por eso Jesús no tuvo que andar gritando o voceando por las calles, su Voz era escuchada por todos y aceptada sólo por aquellos que tenían disposición a creer. Pues los que no quisieron creerle siempre buscaron argumentos para condenarlo, y aunque les hubiera gritado la verdad a la cara tampoco le hubieran creído.
Nosotros también somos siervos y mensajeros del Señor, Él se complace en nosotros porque hemos recibido Su Palabra y creemos en Él, por eso nuestra vida cotidiana es la Voz de Dios que habla de lo que creemos. O ¿nuestra vida cotidiana es la Voz de Dios que habla de lo que creemos?
Por eso el Señor cuando nos habla de que nos ha elegido desde el seno de nuestras madres, y nos ha destinado para ser sus profetas, siempre nos dice que no tenemos que temer lo que vamos a decir o cómo lo diremos, porque si nuestro corazón está libre de nosotros mismos y disponible para Dios, será el Espíritu Santo quien nos guíe, quien ponga Sus Palabras en nuestros labios y nos ayude a vivir en Fidelidad a lo que creemos.
Y así, del mismo modo, tampoco nos importará lo que los demás piensen o digan sobre nosotros, porque tenemos puesta nuestra confianza en Aquél que nos llamó y nos destinó a ser sus mensajeros, a vivir según Su Palabra y a llevar a todos los hombres la Buena Noticia de la salvación.
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