miércoles, 13 de julio de 2016

Ser instrumentos de Dios

Dios le hablaba al pueblo por medio de Isaías diciéndole:
"¿Se enorgullece el hacha contra quien corta con ella?
¿Se gloria la sierra contra quien la mueve?
Como si el bastón moviera a quien lo sostiene o la vara sostuviera a quien no es de madera!
Por eso, el Señor, Dios del universo, debilitará a los hombres vigorosos y bajo su esplendor encenderá un fuego abrasador»
Cuando nos suceden las mejores cosas, o alcanzamos nuestras metas siempre nos alegramos y estamos orgullosos de nosotros mismos, porque pudimos hacer lo que queríamos. Pero cuando nos suceden cosas malas, o cuando no hacemos bien las cosas, siempre le preguntamos a Dios ¿porqué me castigas? o ¿porqué me abandonas?
Por esa causa es que Dios le dirigía esas palabras a su pueblo. En los tiempos de bonanza creemos que todo lo podemos lograr por nosotros mismos, y nos olvidamos que la fortaleza y la gracia viene de Dios. Pero en los malos tiempos siempre volvemos al Padre a reprocharle lo que no ha hecho por nosotros.
Estos ejemplos que el Señor pone nos hace recordar la virtud de ser instrumentos en Manos de Dios. Una palabra que quizás nos suene mal porque, en los tiempos vivimos, no queremos que nadie maneje nuestra vida, que nadie se meta a decirme qué es lo que tengo que hacer. Pero, cuando hemos conocido el Amor que Dios nos tiene y hemos aceptado (es más queremos) a un Dios Padre y Señor de nuestra vida, entonces estamos en camino de ser instrumentos en las Manos de Dios. Y esa es una decisión libre que tomamos, como María: "¡Hágase en mí según Tu Palabra!"
Una virtud que se va configurando (como toda virtud) día a día en nuestra vida, pues la virtud no nace de un día para otro, sino que cada día voy realizando actos que me lleven a crear un hábito, y el hábito me llevará a la virtud. Para esto hoy Jesús nos dice cómo comenzar a crecer en esta actitud de instrumento, cuando en su oración dice al Padre:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien".
Creer que el Padre sabe mejor que yo lo que me hace bien. Creer que no siempre es posible entender intelectualmente la Voluntad de Dios. Creer que siempre el Padre buscará el mejor camino para mi vida, pues es Él quien me Ama con Amor Infinito. Y saber, por supuesto, que en su Infinita misericordia siempre sus Caminos serán caminos perfectos que conducirán mi vida hacia Su Vida.
Son los más pequeños los que se dejan llevar de la Mano de Su Padre, por que confían en Él, por que se reconocen a sí mismos como pequeños y se esfuerzan por seguir haciéndolo. Y, nuevamente, tenemos a María que nos lo enseña:
"He aquí la esclava del Señor" dejó en Manos de Dios toda su libertad, pues Él es su Dios y Señor, y en Él está puesta toda su confianza y esperanza.

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