sábado, 30 de julio de 2016

Herodes, Herodías y su hija....

En el Evangelio de hoy se nos narra el martirio de San Juan Bautista, se podría decir que a manos de Herodes, pero, en realidad, quien pretendía su muerte era Herodías que queda como en las sombras del relato, y utiliza a su hija como instrumento para cometer su crimen o su venganza, como quieran llamarlo.
Y, por eso, más que al martirio de Juan quería que pensáramos en esta realidad del manejo de las personas que, muchas veces, hacemos o hacen con nosotros. Utilizamos o nos utilizan para realizar actos que nos nos atrevemos o que no se atreven, y simplemente porque abusamos de la confianza, de la autoridad, o de la inocencia del otro.
En el caso del martirio de Juan Herodías usó la inocencia de su hija y la autoridad de Herodes, pues en la inocencia la hija creyó que lo que pedía su madre era lo mejor, no se puso a pensar en lo que estaba pidiendo y en sus consecuencias, no utilizó su cabeza para razonar. Pero también utilizó su cuerpo para seducir y hacer que la arrogancia de Herodes le hiciera hacer ese juramento tan desproporcionado al momento, pero es que la vanidad y la arrogancia siempre juegan en contra de lo que pretendemos: quedar bien en alto frente a nuestros amigos, invitados o a los demás.
Y así, la arrogancia de Herodes fue utilizada para que Herodías pudiera cometer su venganza contra Juan Bautista, porque, en realidad, Herodes no quería matarlo, pero sí Herodías. Y, por no querer quedar mal con sus invitados Herodes, creyendo que era él quién tenía el poder fue un simple instrumento del odio de Herodías.
Si nos fijamos en esta relación de estas tres personas vamos a ver cómo el pecado: el odio, la venganza, la arrogancia, la vanidad, no sólo que le han quitado la vida a un inocente, sino que los han hecho a cada instrumentos de muerte.
Cuando dejamos que el pecado cobre fuerza en nuestras vidas no sabemos por dónde vamos a salir, o qué es lo que vamos a hacer, es una tumor maligno que va destruyendo todo lo bueno y transformando la vida.
Por eso no dejemos que las malas intenciones o malas acciones o malos pensamientos nos dominen para no transformarnos, ni en Herodes, ni Herodías, ni en la seductora mujer; sino que siempre busquemos el camino de ser instrumentos de paz, de armonía, de fraternidad, de justicia, de verdad.

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