domingo, 31 de julio de 2016

Los tacones de la vanidad

"¡Vanidad de vanidades, – dice Qohelet – . ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!"
Me desperté con esta frase de la lectura de hoy, pero me desperté pesando un ejemplo de la vanidad y lo único que se me ocurrió fue esto: los tacones de los zapatos. Muchos usan los tacones (sobre todo para las fiestas) porque los tacones (dicen) estilizan, dan mayor altura, y otras cosas que no voy a detallar aquí. Y hacen a quién los usa "presumir" de gran persona, de elegancia. Por eso hasta los adolescentes o pre-adolescentes los usan, y aveces con tanta mala fortuna que terminan con un tobillo esguinzado por no saber caminar con semejantes tacones. Pero, el hecho es que no se puede caminar toda la noche o todo el día con ellos, llega un momento (en las fiestas) donde se vuelve a las alpargatas porque para bailar es mejor; o en el día donde cuando se tiran los tacones y el pie vuelve a pisar la realidad del suelo se siente un alivio increíble.
Así es la vanidad nos hace querer estar a más altura de lo que soy, pero no puedo estar toda la vida en una altura falsa, porque en algún momento me estropeará la columna vertebral de mi vida: la humildad, la verdad, la fraternidad. Por que nadie quiere estar con alguien que cree que está más alto, simplemente porque se ha subido a algo artificial. Sólo quien camina a su altura normal puede disfrutar del caminar largo de la vida sin tener que mantener un "nivel" que no es cierto.
Aunque, en realidad, hay tacones verdaderos que no nos cansamos de usar: las virtudes, los valores humanos, los dones sobrenaturales que, a pesar de que cuestan conseguirlos, cuando los tenemos nos dan la altura del alma que vive buscando a Dios, que encuentra a Dios y sabe mantener su fidelidad a la Palabra. Es la aceptación de uno mismo y la búsqueda de los bienes celestiales lo que nos dan la altura de Dios, y nos permiten vivir sin tener que sufrir el esguinzarnos un tobillo o dañarnos la columna vertebral de nuestra vida. Sino que quien conquista los bienes del cielo conquista un alma transparente y alegre, que siempre se "goza con la verdad" y es capaz de alegrar con la alegría de los demás, "no es engreído, no se reía de la desgracia ajena, se goza con las conquistas de los demás, busca siempre el compartir sus bienes, tanto espirituales como materiales", vive el Amor, la Verdad, la Justicia y lo vive con la alegría de aquellos que han alcanzado la altura de Dios, pues Dios está en su corazón y ese es su Gran Tesoro que nunca le será quitado, todos los demás pierden valor o los roban o los perdemos en el camino.
"En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos".

sábado, 30 de julio de 2016

Herodes, Herodías y su hija....

En el Evangelio de hoy se nos narra el martirio de San Juan Bautista, se podría decir que a manos de Herodes, pero, en realidad, quien pretendía su muerte era Herodías que queda como en las sombras del relato, y utiliza a su hija como instrumento para cometer su crimen o su venganza, como quieran llamarlo.
Y, por eso, más que al martirio de Juan quería que pensáramos en esta realidad del manejo de las personas que, muchas veces, hacemos o hacen con nosotros. Utilizamos o nos utilizan para realizar actos que nos nos atrevemos o que no se atreven, y simplemente porque abusamos de la confianza, de la autoridad, o de la inocencia del otro.
En el caso del martirio de Juan Herodías usó la inocencia de su hija y la autoridad de Herodes, pues en la inocencia la hija creyó que lo que pedía su madre era lo mejor, no se puso a pensar en lo que estaba pidiendo y en sus consecuencias, no utilizó su cabeza para razonar. Pero también utilizó su cuerpo para seducir y hacer que la arrogancia de Herodes le hiciera hacer ese juramento tan desproporcionado al momento, pero es que la vanidad y la arrogancia siempre juegan en contra de lo que pretendemos: quedar bien en alto frente a nuestros amigos, invitados o a los demás.
Y así, la arrogancia de Herodes fue utilizada para que Herodías pudiera cometer su venganza contra Juan Bautista, porque, en realidad, Herodes no quería matarlo, pero sí Herodías. Y, por no querer quedar mal con sus invitados Herodes, creyendo que era él quién tenía el poder fue un simple instrumento del odio de Herodías.
Si nos fijamos en esta relación de estas tres personas vamos a ver cómo el pecado: el odio, la venganza, la arrogancia, la vanidad, no sólo que le han quitado la vida a un inocente, sino que los han hecho a cada instrumentos de muerte.
Cuando dejamos que el pecado cobre fuerza en nuestras vidas no sabemos por dónde vamos a salir, o qué es lo que vamos a hacer, es una tumor maligno que va destruyendo todo lo bueno y transformando la vida.
Por eso no dejemos que las malas intenciones o malas acciones o malos pensamientos nos dominen para no transformarnos, ni en Herodes, ni Herodías, ni en la seductora mujer; sino que siempre busquemos el camino de ser instrumentos de paz, de armonía, de fraternidad, de justicia, de verdad.

viernes, 29 de julio de 2016

80 aniversario del martirio de Don Bartolomé

80 aniversario del martirio del Beato Bartolomé Rodríguez Soria (nacido en Riópar - martirizado en Munera)
Cuando uno lee la vida de los santos y los mártires lo hace, generalmente, pensando en gente que ha vivido hace mucho tiempo y en lugares muy lejanos a los nuestros, tanto que nos parece imposible lo que han vivido. Pero en este caso de Don Bartolomé, ha sido un hijo de este pueblo, que recorrió las calles de Riópar, que su familia vivió aquí, que aún hay familiares suyos entre nosotros. Que si vamos a Munera aún hay gente que lo recuerda como sacerdote, hay gente que fue bautizada por él, que escuchó su palabra, que convivió con él y su familia. Y te da para pensar...
Cuando lees los testimonios sobre la vida de Don Bartolomé te impacta la simpleza de su vida, y la profundidad de su fe: su amor a la Eucaristía era tan profundo que no podía estar un día sin adorarla, y hasta le dolía que la gente no quisiera recibirlo a Jesús.
Su conciencia de pastor y su obediencia a Dios era tan clara y fuete que decidió no abandonar a su rebaño sino quedarse junto a ellos, hasta dar la vida por ellos. Él también combatió el buen combate de la fe, alcanzó la meta y recibió la corona de la vida en el martirio.
Pero estas atrocidades no sólo pasaron hace miles de años, ni tampoco sólo hace 80 años, sino que siguen pasando hoy: todos los días vemos o leemos cómo hay gente que sigue persiguiendo a los cristianos y no son sólo los islamistas, sino gente de nuestro entorno. Quizás los más extremistas cortan cabezas, te dan un tiro o vaya a saber qué plan tienen para seguir matando a los que creen en Dios.
Y también están los otros perseguidores que quieren hacer desaparecer a la Iglesia de la faz de la tierra, o, por lo menos, de algún país conocido. Y buscan el modo de este lado, de este otro. Te insultan por la calle, te calumnian en tu barrio. Y ¿por qué será? ¿Por qué tanto odio contra los que profesamos una misma fe? ¿Por qué no podemos tener nosotros, los cristianos, los mismos derechos que tantos otros que nos quieren callar, amedrentar, y hasta quitar la vida?
Por eso, el Señor, nos da estos ejemplos, como el de Don Bartolomé y tantos otros: no hay respuestas ni explicaciones para lo que está ocurriendo, pero sí hay una respuesta de nuestra parte a todos los que nos odian: la única respuesta válida es la de Jesús: seguir siendo Fiel y Obediente al Padre hasta entregar la propia vida, y ofrecer el perdón.
Don Bartolomé en su último suspiro tomó la mano de uno de sus asesinos, la besó y le dijo "yo te perdono", y entregó su alma al Señor.
No son tiempos fáciles para vivir la Fe de manera radical, pero Jesús nunca nos prometió que iba a ser fácil, sino que "la puerta que conduce a la Vida es estrecha", pero, aunque para el hombre sea imposible alcanzar esta fortaleza de fe, no lo es para Dios. Por eso San Pablo nos lo recuerda: "todo lo puedo en Aquél que me conforta", y para eso he de vivir en Dios, con Dios y para Dios.
Don Bartolomé no dejó ni un día de estar en Él, con Él y para Él, y así fue testigo y lo sigue siendo de una vida entrega en Obediencia a la Voluntad, vivida en la Fe, la Esperanza y el Amor.
Beato Bartolomé Rodríguez Soria, ruega por nosotros.

jueves, 28 de julio de 2016

Dejarnos modelar por el Padre

Dos frases muy parecidas:
Entonces el Señor me dirigió la palabra en estos términos:
-«¿No puedo yo trataros como este alfarero, casa de Israel? – oráculo del Señor -.
Pues lo mismo que está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel».
Y Jesús a la gente:
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Esta claro que Dios no nos va a destruir para hacernos de nuevo, como lo hace el alfarero con su obra, pero sí intentará que volvamos a pensarnos, a buscar un sentido a lo que hemos estado viviendo para comenzar a dar pasos nuevos en vista de un fin claro y definido, un fin que nos lleve a la plenitud de nuestra vida. Es lo que comúnmente llamamos proceso de conversión. Es Dios quien nos muestra el camino de la conversión y soy yo quien decide convertirse y, aunque, algunas veces, Dios permita que me choque con más de una pared, siempre estará en mí el aprender o seguir chocándomelas.
Y algo parecido nos dice Jesús: cuando descubrimos la novedad del Evangelio y decidimos seguir a Jesús es cuando tenemos que ponernos a revisar nuestra vida, como si fuera un armario en cambio de temporada: si algo no nos sirve para seguir a Cristo lo quitamos de nuestra vida y aceptamos lo nuevo que Él nos presenta. Claro está que siempre habrá cosas que no quiera dejar, pero para ser alguien Nuevo no puedo andar con parches de ropa vieja, o soy todo nuevo o no.
Siempre nos dará miedo el cambio hacia Cristo, porque muchos podremos decir: "pero lo que estoy viviendo no está mal, no hago mal a nadie"; pero lo que Dios quiere de mí no es que no haga mal a nadie, que está bien, y eso lo puede hacer cualquier persona, incluso la que no tenga fe. Lo que Dios quiere es que yo sea santo. Por eso tengo que quitar aquello que me pueda estar atando a mí mismo y quedarme totalmente libre para que el Señor sea quien pueda dirigir la barca de mi vida.
Como María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y la llamamos Bienaventurada a lo largo de las generaciones.

miércoles, 27 de julio de 2016

Construir el Reino de los Cielos

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo".
¿Se parece un tesoro, para mí, el Reino de los Cielos? ¿Es para mí importante vivir cristianamente? ¿Por qué acepto ser cristiano? ¿Qué hay en el cristianismo que no quisiera perder? ¿Por qué sigo siendo cristiano?
Estas son algunas de las preguntas que se ocurren constantemente al ver nuestra vida cristiana, al ver que no terminamos de valorar de lo que tenemos, lo que Dios nos ha regalado con el Don de la Fe.
¿Qué soy capaz de dejar de lado para agradar a Dios? ¿Soy lo suficientemente fuerte como para abandonar lo que me gusta por obedecer a Dios? ¿Podré dejar todo para seguir al Señor?
Quizás mi respuesta, como San Pedro, sea ¡Te seguiré Señor por donde vayas! pero, llegado el momento no pueda dar testimonio de lo que creo, por miedo, por vergüenza, por esto o por lo otro. Quizás el testimonio no sea dar la vida en martirio como está ocurriendo hoy en tantos lugares, pero sí me puede pedir el Señor que: no hable mal de la gente, que defienda al inocente, que ayude al necesitado, que atienda a quien está a mi lado, que me ocupe de mi familia, y tantas cosas pequeñas de todos los días, para las que, muchas veces, no tengo tiempo, o, simplemente no me doy cuenta porque estoy ocupado haciendo lo que quiero.
Pues, entonces, ¿qué es el Reino de los Cielos para mí? ¿Cómo lo vivo cada día? ¿Cómo lo construyo cada día? Porque es eso lo que decimos todos los días: "venga a nosotros tu Reino". Pero el Reino no cae de sorpresa del Cielo, sino que se realiza por medio de nuestras acciones: "venga a nosotros tu Reino, hágase Tu Voluntad así en al tierra como en el Cielo". Claro... pero Tu Voluntad no es la mía, lo que Dios me está pidiendo no es lo que yo quiero hacer o vivir.
Y ahí está la respuesta a si el Reino de los Cielos es un tesoro para mí o no: no acepto la Voluntad de Dios, por eso no le pregunto qué he de hacer o cómo he de vivir, porque quien no quiere escuchar una respuesta mejor no pregunta. Y así el Reino de los Cielos que lo construyan otros y yo voy a ocupar un pequeño lugar en una pequeña habitación que quede en el final del Reino.
¿Qué es el Reino de los Cielos? Es la vida misma, de cada uno de los cristianos, que se va adecuando a la Voluntad de Dios para hacer de este mundo un Reino de personas que se aman, porque viven en el Amor de Dios, para Dios y por los hermanos, pues han reconocido y conocen que Dios es Padre Nuestro y que mi prójimo es más que eso, es mi hermano.

martes, 26 de julio de 2016

Los abuelos, nuestros tesoros

Hoy es el día de los abuelos de Jesús: San Joaquín y Santa Ana, y por eso hoy se reza mucho por los abuelos nuestros, los que están con nosotros y los que ya están en el Cielo. Los abuelo son una parte importante en nuestras vidas, pues de ellos nos vienen muchas cosas, y, si las sabemos aprovechar son muchas cosas que hacen más fuerte nuestra vida y se le dan un sentido más profundo a todo lo que tenemos y vivimos. Por que los abuelos son nuestras raíces más cercanas: su vida, su historia son nuestra vida y nuestra historia, son nuestras raíces y el primer sustento de todos nuestros valores esenciales, pues de ellos traemos, aunque no lo sabemos, un gran bagaje de historia.
Aunque no siempre los tenemos en cuenta; aunque no siempre valoramos el diálogo con ellos, el compartir y el preguntarles cómo fue su vida, cómo vivieron tal o cual cosa, cómo se conocieron entre ellos, cuáles fueron sus sufrimientos, sus alegrías. ¡Hay tanto en la vida de los abuelos que no sabemos y deberíamos conocer! ¡Hay tanta experiencia en sus años y tanta vida! Que no tendríamos que dejar pasar el tiempo sin estar con ellos.
Y también es cierto que los abuelos tendrían que tener tiempo para sus nietos, para sus hijos, para poder contarles la vida, para hablarles de sus experiencias, porque sus experiencias son sabiduría, sus consejos son oro para nuestras vidas y, sin saberlo, vamos desechando un gran tesoro de nuestras vidas.
Hoy muchos no sabemos, ni conocemos cómo superar tal o cual situación, cómo vivir tal o cual dolor, cómo salir de tal o cual crisis, y muchas veces nos ahogamos en un vaso de agua. Si miramos la historia de nuestros abuelos vamos a descubrir que, a pesar de todo lo que han tenido que pasar, siempre han salido airosos, que a pesar de tantos dolores y entregas, siempre han conservado el amor, la fidelidad, la honestidad, la verdad.
Hoy demos gracias por nuestros abuelos, los abuelos jóvenes y los no tanto, por los que están y por los que ya no están, para que no despreciemos el hermoso Don de la Sabiduría de los Abuelos y siempre podamos encontrar en ellos el alimento necesario para fortalecer las raíces de nuestras vidas.

domingo, 24 de julio de 2016

Insistir en la oración

Siempre me ha resultado un poquitín divertida esta lectura del Génesis: la insistencia de Abrahám frente a Dios para salvar a Sodoma y Gomorra. Claro que no es divertido que Dios quiera destruir un pueblo, sino que eso de ir regateándole a Dios de 5 personas, de a 10, hasta llegar a que no destruya el pueblo, es una actitud de alabar de Abrahám.
Una actitud que ya desde pequeño, nosotros, sabemos utilizar porque cuando nos surgían (y nos surgen) algunos caprichos no parábamos de pedir con insistencia. Claro que había dos manera de que dejáramos de insistir: o nos compraban o nos daban permiso; o nos daban una colleja o nos ponían en penitencia por ser tan pesados. También es cierto que eso sucedía en la época de antes, por que hoy, en la mayoría de los casos, al primer berrinche se le da a los niños lo que quieren y más aún.
Pero también es una actitud que Jesús nos pide en el Evangelio, pues en la parábola del amigo inoportuno Él nos habla de pedir con insistencia, y ¡eso nos ha gustado!: si somos insistentes Dios nos escuchará.
Y aquí nos podríamos acordar de un momento de la vida de Jesús: tres veces clamó al Padre para que lo librar del Cáliz que tenía que beber... pero no lo hizo. ¿No lo hizo? Y ahí está la cuestión del pedir con insistencia. Nos acordamos del "pedid y se os dará", pero no nos acordamos del final de la parábola:
"Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?"
Cuando los padres deben decir que no a los hijos porque lo que piden no es prudente, no es necesario o simplemente no se puede, hay que dar razones del por qué no. En nuestra relación con el Padre Celestial, Él nos da el Espíritu Santo para que comprendamos con Su Luz qué es lo mejor para nuestra vida, qué es lo que necesitamos y, sobre todo, dejemos que el Espíritu Santo pida por nosotros pues Él sabe mejor que nosotros qué es lo que necesitamos: si fortaleza, si discernimiento, si sabiduría, si consuelo...
Así antes de comenzar a pedir lo que queramos hemos de insistir en pedir el Espíritu Santo para que sea Él quién nos guíe en nuestra oración, quién nos guíe en la vida, en la relación con nuestro Padre Celestial para que, siguiendo su impulso, podamos recorrer el Camino de la Santidad "combatiendo el buen combate de la fe, llegar al final de la carrera, y conservar la fe".

sábado, 23 de julio de 2016

La hipocresía en nuestra fidelidad a Dios

Por medio de Jeremías Dios le decía al Pueblo de Israel:
"Mirad: Vosotros os fiáis de palabras engañosas que no sirven de nada. ¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y después entráis a presentaros ante mí en este templo, que lleva mi nombre, y os decís: ‘Estamos salvos’, para seguir cometiendo esas abominaciones? ¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo que lleva mí nombre? Atención, que yo lo he visto.”» Oráculo del Señor".
No estamos muy lejos de estar viviendo la misma realidad, por que, si analizamos bien nuestra conducta vamos a descubrir muchas cosas similares a las que Dios reprobaba al Pueblo de Israel. No respetamos los mandamientos de Dios pues creemos que ya algunos no tienen vigencia en los tiempos que corren, además hay una noción de que la costumbre puede ser más fuerte que la Ley de Dios, y por eso la famosa frase: "como todos los hacen".
Quizás lo que mejor tengamos conciencia sea el "no matar" porque tememos ir a la cárcel, pero en nuestro corazón y con nuestra lengua asesinamos a más de uno, y ni siquiera nos duele en el corazón hablar mal de alguien, ser portadores de difamaciones, o comenzar corrillos que perjudiquen a alguien. Y no hablo sólo de hablar o dañar la imagen de alguien a quien no quiero, sino que, muchas veces, lo hacemos con gente a la que queremos y con ellos mismos andamos a los abrazos y los besos.
Hoy Baal creo que no está de moda, pero vamos adorando dioses humanos, ideologías extrañas a nuestra fe, costumbres y modas que no son propias de nuestra manera de ser, idealizamos cualquier conducta que nos pueda gustar y queremos que sea parte de nuestra vida. Aceptamos en nuestra vida doctrinas anti-evangélicas simplemente por que sí, sin ponerme a pensar lo que eso significa o lo que tendría que ser.
Y después pretendemos que el Señor nos escuche, que haga lo que yo quiera. Voy a su encuentro en la Eucaristía sin más ni más, sin ni siquiera arrepentirme de lo que estoy haciendo o de cómo estoy viviendo. Pero ¡claro! si lo que estoy viviendo no es nada de otro mundo, es lo que se vive en este mundo. Y ¡ese es nuestro error! "Estáis en el mundo, pero no sois del mundo", desde el día de nuestro bautismo y, más, desde que con conciencia hemos decidido ser cristianos, somos de Dios, estamos en el mundo para llevar a cabo la misión que el Padre me ha encomendado por medio del Hijo. Por eso el Hijo me enseñó con su vida que el Camino es de Fidelidad y Obediencia a la Voluntad del Padre, no de fidelidad y obediencia al mundo, pues el mundo cambia el Padre no, el mundo destruye y el Padre da Vida.
No te equivoques pues el Padre conoce nuestra vida y nuestro corazón, podremos poner caras de santos y buenos, pero nuestro corazón puede estar muy lejos del Padre.

viernes, 22 de julio de 2016

Buscamos el Amor, somos testigos del Amor

"Así dice la esposa:
«En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: “¿Visteis al amor de mi alma?”. Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma».
Buscando el amor. El corazón del hombre siempre busca el amor, porque ha sido creado por el amor y no cesará hasta encontrarlo, pero, muchas veces, no sabe cuál es el verdadero amor, por eso, cuando nadie le muestra el camino siempre anda saboreando amores, creyendo que esos son los verdaderos.
Muchos buscan sabiendo dónde está, otros buscan para no encontrarlo, otros con un corazón necesitado de amor se dejan conducir. ¿Cómo saber cuál es el verdadero amor? ¿Cómo poder encontrarlo cuando lo necesitamos? ¿Cómo estar seguros de que es cierto el amor que hemos encontrado?
El Amor Verdadero es aquél que da sin pedir nada a cambio, ni siquiera pide una "prueba de amor" para saber si es verdadero o no, pues cree sin medida, se entrega sin medida. Nuestro Amor Verdadero fue Aquél que nos dio la Vida y nos llamó a la Vida desde el seno materno. Nuestro Amor Verdadero es Aquél que vino a nosotros y aunque no lo reconocimos nos dio Su Vida para que tuviéramos su Vida siempre con nosotros. Nuestro Amor Verdadero lo encontramos siempre dispuesto a perdonarnos, a levantarnos si nos hemos caído, a curar nuestras heridas, a sostenernos en nuestros tropiezos, y a esperarnos cuando decidimos dejarlo.
Los hombres van buscando el amor sin saber que está a su lado. Van correteando detrás de falsos amores intentando convencer a su corazón de que son los verdaderos. Pero el corazón sabe cuál es el Verdadero Amor, por eso nunca estará satisfecho hasta descansar en Él.
María Magdalena encontró el Amor Amado, encontró el Amor cuando encontró el Perdón, encontró el Amor cuando Él llamó por su nombre, encontró el Amor y encontró la Vida que la llenó de fuerza, de valor y la hizo testigo creíble del Verdadero Amor.
Y es ese Amor el que nosotros buscamos cada día. Es ese Amor el que recibimos en cada Eucaristía. Ese es el Amor que nos fortalece, nos anima, nos motiva y da sentido a nuestro caminar diario por un sendero de santidad, para ser, como María Magdalena mensajeros de la Buena Noticia de la Vida Nueva en el Amor Resucitado, Vivo y Verdadero.

jueves, 21 de julio de 2016

Si no hay disposición, no hay vida de Dios

"Esto dice el Señor:
Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia, cuando ibas tras de mí por el desierto, por tierra que nadie siembra".
¡Cuántas cosas hemos hecho con pasión juvenil! ¡Cómo hemos vivido nuestra pasión por Dios cuando éramos jóvenes! ¡Qué orgullo y qué necesidad había de cosas nuevas cuando éramos jóvenes! La pasión de la juventud se sentía en todo momento, porque todo nos apasionaba, todo nos convocaba y nos convencía de que todo era bueno. Y cuando nos decidíamos por algo nos tirábamos de cabeza para seguir ese rumbo.
Y comenzamos la etapa de la "serenidad" del adulto y fuimos perdiendo pasión en la entrega. Ya no es lo mismo porque ahora somos "grandes", es lo que nos decimos. Ahora pensamos más las cosas o, mejor dicho, les damos más vueltas; sólo hacemos aquellas cosas de las cuales estamos muy convencidos y sabemos que pueden no afectar nuestros proyectos.
Fuimos perdiendo la fuerza del Amor Primero. Y, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en cristianos "ligth", sin sabor, sin pasión, que no hacen ni bien ni mal, que están ahí, simplemente. Y a esos se refiere Jesús cuando dice:
"Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”.
Ya no tenemos disposición para ver más allá, no hay disposición para Jesús nos encienda con el Fuego del Espíritu y nos lleve por donde Él quiera. No. No queremos que Él nos lleve, queremos que Él se deje llevar por nosotros. Y por eso no entendemos Su Palabra, no comprendemos el por qué tal o cual cosa, no aceptamos Su Voluntad. Nos cuesta cada vez más comprender y entender el por qué tenemos que vivir de tal o cual manera.
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender".
Cuando no estábamos convencidos de nuestras capacidades y fortalezas, en nuestra juventud o en momentos de cruz, "necesitábamos" y estamos dispuestos a escuchar y entender. Pero ahora que sabemos quiénes somos y lo que queremos sólo escuchamos lo que nos interesa a nuestros proyectos, por eso cuando el Señor nos pide vivir otra cosa no comprendemos el por qué nos pasa esto o por qué ocurre lo otro. No estamos dispuestos a escuchar y menos a cambiar nuestros planes por los Planes de Dios.
"Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos, porque oyen.
En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron»

miércoles, 20 de julio de 2016

Sin excusas ante el llamado del Señor

"El Señor me dirigió la palabra:
-«Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones».
Qué hermoso que es saber que el Señor ha pensado en nosotros, en mí, en tí, desde antes de nacer; que tiene y tuvo para nosotros una idea, un plan para realizar. Tiene el Señor un plan, un proyecto para cada uno de nosotros, un proyecto para que podamos llevar a las naciones la buena noticia de nuestro valor original, de nuestra dignidad original.
A veces escuchamos en labios de gente cercana, de seres queridos, aquella frase: "no sirvo para nada", "no sé para que estoy aquí", "mi vida no tiene sentido". Es que aún no han descubierto este hermoso mensaje de Dios: "antes de formarte en el vientre, te elegí", o aquél otro que renueva y plenifica en labios de san Pablo: "antes de la creación del mundo nos eligió para que fuéramos santos e irreprochables ante Él por el amor".
Y ¿cómo poder descubrir este maravilloso mensaje? Sabiendo, primeramente, que Él no nos habla a los gritos, sino que nos habla en el silencio; confiando en Su Palabra que es su Voz escrita para que leyendo pueda escuchar, y escuchando pueda creer, y creyendo pueda vivir. Y, así, poder comenzar un diálogo profundo y sincero con mi Padre, con mi Dios, con mi Señor.
También es cierto que, como Jeremías, le ponemos excusas al Señor, pues nos cuesta pensar que podemos hacer tal o cual cosa, que vamos a poder vivir de tal o cual manera, y podemos llegar a decir: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que soy un niño», pues siempre que no queremos hacer algo nos surgen argumentos, para que, después, nos sintamos con angustias y depresivos porque nadie nos ayuda o nadie nos pide nada.
Por eso el Señor le responde a Jeremías:
«No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte»
Él nos elige para que confiemos en Él, para que teniéndole a Él como sostén, como fortaleza no dudemos en lo que hemos de hacer, sólo nos pide confianza en su Palabra para que esa Palabra se haga en nosotros vida, y esa Vida nos renueve y nos transforme en Heraldos del Evangelio, en Testigos de la Verdad, en Apóstoles del Señor que anuncian con su vida el Camino que nos conduce a la Salvación.

martes, 19 de julio de 2016

Ser Familia de Cristo

"Pero él contestó al que le avisaba:
-«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
-«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre».
Creemos, a veces, que porque tenemos títulos o jerarquías somos más importantes unos que otros, y eso es lo que Jesús quiere decir al dejar de lado el título de "madre y hermanos" de él. No quiere que ellos por ser su madre y sus hermanos (parientes en el pueblo de Israel) tengan preferencias ante la demás gente.
Alguna vez la gente nos dice: a usted que es sacerdote Dios lo escucha mejor. Y no es verdad. O puede ser, pero no porque sea sacerdote, obispo o Papa me va a escuchar más o menos, sino porque sea obediente a Su Voluntad.
Y así como nos pasa entre nosotros que los títulos o la jerarquía nos abre más puertas que a otra gente, creemos que en el orden espiritual puede pasar lo mismo. Y no. Muchas veces, en el evangelio, sobre todo en relación a María, la Madre Jesús, Él no le da importancia por haber sido su madre, sino que la eleva por haber sido Fiel a Dios.
Y ahí tenemos que ver nosotros lo importante en nuestra vida. Claro está que al tener más años como cristianos, al tener un cargo, títulos o jerarquía, eso lo que nos hace es más responsables de lo que tenemos que vivir. Porque, aunque no nos guste, somos gente pública y lo que hacemos o dejamos de hacer es un testimonio para los demás. Cuanto más hemos conocido el Amor de Dios, cuánto más hemos estudiado las escrituras, cuánto más hemos profundizado en el misterio de Dios, entonces es cuanto más se nos pedirá que demos testimonio de Fidelidad a Dios.
En la vida espiritual no importan los estudios, pues cuando me encuentre con el Padre el día que Él me llame, lo único me preguntará es si "he amado como Jesús me amó a mí", y para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como Cristo nos amó no hacen falta ni títulos ni jerarquías, sólo disposición de corazón para ser Fieles a Dios.
Y esa es la base y el centro de nuestra vida como Familia de Cristo: "hacer la voluntad de mi Padre que está en los Cielos", "escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica", "ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre".

lunes, 18 de julio de 2016

Es simple...

«Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿en qué te he molestado? Respóndeme".
Es un clamor de Dios ante Israel, pero también es una antífona que repetimos (generalmente) en la celebración de la Cruz del Viernes Santo. Y es una antífona que suena en los oídos y el corazón como un llanto del Padre a sus hijos, un lamento que brota del corazón después de haber dado la vida por sus pequeños. Pero es una pregunta que no termina de tener actualidad.
¡Cuántas veces nos rebelamos contra el Señor! ¿Cuántas veces nos renegamos ante el Padre por permitir tal o cual cosa? ¿Cuántas veces le damos vuelta la cara a Dios porque creemos que no puede ser esto así o asá? ¿Cuántas veces dejamos de hablar con Él por que creemos que no nos escucha?
Pero si hiciéramos un pantallazo de nuestra vida hasta hoy ¿cuánto ha hecho Dios por mí? ¿Cuántas veces me ha levantado desde el suelo? ¿Cuántas veces me ha perdonado? ¿Cuántas veces me ha dado mucho sin yo pedir nada? Por que es un Verdadero Padre siempre está dando, aunque no nos demos cuenta, aunque no se lo pidamos, aunque seamos ingratos en todo momento Él sigue dando entregando. Pero llega un momento que es necesario que su lamento llegue a nuestros oídos, que su llanto llegue a nuestro corazón para que nos demos cuenta de lo que tenemos, de lo que nos ha dado y vivamos en una acción de gracias, que no es por que Él necesite mis gracias, sino por que yo necesito ser agradecido con Él.
Por que cuando soy agradecido con el Padre, es Él quien sigue dando Gracia sobre Gracia para que podamos, simplemente, hacer vida el simple camino que nos pide recorrer:
"Hombre, se te ha hecho saber lo que es bueno, lo que el Señor quiere de ti: tan solo practicar el derecho, amar la bondad, y caminar humildemente con tu Dios".

domingo, 17 de julio de 2016

María eligió la mejor parte

Le escribe San Pablo a los Colosenses:
"Hermanos:
Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios..."
Cuando Jesús llamó a San Pablo y envió a Ananías a imponerle las manos le dijo a Ananías: "yo le mostraré lo que deberá sufrir a causa de mi nombre", y esta profecía se cumplió en la vida de Pablo pero fue algo que a él no lo derrumbó ni le quitó la fe en Jesús, sino todo lo contrario, pudo descubrir el misterio de la Cruz de Cristo, por eso esta hermosa reflexión acerca del sufrimiento: "me alegro de mis sufrimientos por vosotros".
Y ahí está también la base para poder comenzar a vivir, nosotros, en los momentos en que nos toque llevar la Cruz que el Padre nos pida. Una Cruz que la llevamos cada día, sin excepción, por que la Cruz no sólo es el sufrimiento corporal de una enfermedad, sino que también es el sufrimiento de nuestro alma por el pecado, o es el sufrimiento diario de la renuncia a nuestro yo para hacer la Voluntad de Dios.
Toda nuestra vida es una vida consagrada al Señor, desde el momento de nuestro Bautismo, por eso, cada día y cada cosa que vivamos podemos ofrecérsela al Señor, hacer sagrados los actos de nuestra vida. Pero para eso tenemos que tomar la actitud de María:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada»
Que la mejor parte no es estar todo el día sin hacer nada y escuchando al Señor, sino que estar a los pies del Señor para escuchar Su Palabra es el momento en el que "cargo mi alma" con el combustible necesario para salir a la vida y comenzar el camino de la santidad. Pues no puedo comenzar a vivir la Voluntad de Dios si antes no lo he escuchado, si no he orado, si no le he pedido la Gracia para poder ser Fiel a lo que Él me pida vivir.
Como San Pablo nosotros también tenemos el encargo dentro del Cuerpo que es la Iglesia de "llevar a plenitud la palabra de Dios..." y sólo lo podremos hacer si estamos unidos al Padre, recibiendo de su Hijo el Espíritu que nos fortalezca, nos estimule, nos encienda en el deseo ardiente de ser Fieles a la Vida que Él nos ha llamado a vivir. Por eso no comencemos nuestro sin ponernos a los pies del Señor para escuchar Su Palabra y recibir los Dones de Su Espíritu para iniciar el día en su Gracia y en Fidelidad a su Voluntad.

sábado, 16 de julio de 2016

Mi siervo no gritará

«Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles.
La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».
La Verdad de Dios no necesita ser gritada a los cuatro vientos, ni hay que gritarla con fuerza, porque no es la fuerza de la voz lo que hace a una frase más verdadera que otra, sino la fuerza de la vida la que hace que la Verdad sea escuchada.
Cuando vemos en épocas de elecciones a los políticos alzar tanto la voz para hacerse notar o para demostrar su verdad, parece que nos quisieran "meter" su verdad a la fuerza en nuestras cabezas. No hace falta.
Por eso Jesús no tuvo que andar gritando o voceando por las calles, su Voz era escuchada por todos y aceptada sólo por aquellos que tenían disposición a creer. Pues los que no quisieron creerle siempre buscaron argumentos para condenarlo, y aunque les hubiera gritado la verdad a la cara tampoco le hubieran creído.
Nosotros también somos siervos y mensajeros del Señor, Él se complace en nosotros porque hemos recibido Su Palabra y creemos en Él, por eso nuestra vida cotidiana es la Voz de Dios que habla de lo que creemos. O ¿nuestra vida cotidiana es la Voz de Dios que habla de lo que creemos?
Por eso el Señor cuando nos habla de que nos ha elegido desde el seno de nuestras madres, y nos ha destinado para ser sus profetas, siempre nos dice que no tenemos que temer lo que vamos a decir o cómo lo diremos, porque si nuestro corazón está libre de nosotros mismos y disponible para Dios, será el Espíritu Santo quien nos guíe, quien ponga Sus Palabras en nuestros labios y nos ayude a vivir en Fidelidad a lo que creemos.
Y así, del mismo modo, tampoco nos importará lo que los demás piensen o digan sobre nosotros, porque tenemos puesta nuestra confianza en Aquél que nos llamó y nos destinó a ser sus mensajeros, a vivir según Su Palabra y a llevar a todos los hombres la Buena Noticia de la salvación.

viernes, 15 de julio de 2016

Cumplir ¿para qué?

"Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado»
Escuchamos muchas veces o vemos otras tantas a mucha gente que hace grandes sacrificios: caminar descalzos, ir en peregrinación a tal lugar, no comer tal cosa, o tantas otras cosas que pueden llegar a ser, para algunos, grandes sacrificios. ¿Están bien hechos? Los grandes sacrificios son un signo de un deseo, de una actitud, pero sobre todo son un comienzo de un cambio en el corazón del hombre.
Generalmente vemos que los sacrificios se hacen como "pago" de algo que le hemos pedido a Dios (o a algún santo) y nos lo ha concedido. Pero ¿después de ese día qué pasa con mi vida cristiana? ¿Sigo el camino que Dios me pide vivir o "ya pagué y ¡listo!"?
Creemos, y, muchos lo vivimos así, que nuestra relación con Dios es una relación comercial: yo hago esto pero Tú tienes que hacer lo que te pido, si lo haces yo te voy a ofrecer tal cosa. Claro que es, quizás, la relación que tenemos, también, entre nosotros mismos: si me saludas te saludo, si me llamas te llamo, si el niño estudia lo premio, si hace lo que le digo le doy tal cosa... Hemos convertido nuestras relaciones humanas: familiares, filiales-parentales, de amigos, en relaciones comerciales. Le hemos quitado la gratuidad del amor, por eso, así como vivimos en la tierra pretendemos vivir con el Cielo.
Así nos dice Jesús: si comprendieras lo que significa quiero misericordia y no sacrificio. ¿De qué sirven los sacrificios si no hay amor en nuestras relaciones? Si nuestro corazón aún está lejos de amar, de perdonar, de ser misericordioso con nuestros hermanos nuestros sacrificios no nos han servido, no han sido útiles para convertir nuestro corazón, han sido simples actos para cumplir con una obligación y nada más.
Y, lamentablemente, así hemos ido vaciando todo nuestro tesoro litúrgico de contenido, de valor, casi todo ha quedado en actos para cumplir, y no en encuentros de amor con Aquél que dio la Vida por mí. Por eso cuanto más rápidos sean los actos religiosos mejor, pues vamos solamente a cumplir con una obligación, y cuanto más rápido lo hagamos mejor será.

jueves, 14 de julio de 2016

Cargar con su yugo

"En aquel tiempo,tomó la palabra Jesús y dijo:
-«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Se podría pensar que es una contradicción que Jesús nos pida que carguemos su yugo para sentirnos descansados. Por que si nos ponemos a pensar en lo que Él vivió y sufrió por nosotros nos daremos cuenta que su yugo no ha sido liviano. ¿Nos quiere engañar? No, no es una contradicción ni es un engaño. ¿Cuál ha sido el yugo de Jesús? Su obediencia al Padre, su Fidelidad a la Voluntad de Dios.
Y ¿porqué la obediencia y la fidelidad son un yugo suave y llevadero? Por que cuando aceptamos la Voluntad de Dios es Él quien nos da la Gracia para vivirla. Hay dos pasajes del evangelio que nos ayudarán (gráficamente) a comprenderlo: las tentaciones en el desierto y la oración en el Huerto. Cuando finalizan las tentaciones en el desierto, el evangelio nos cuenta que "los ángeles le servían", y, cuando en el Huerto, por tercera vez, le dice al Padre: "pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya" también el Padre manda los ángeles para que lo consuelen.
Así quiere el Padre que vivamos nosotros, por eso Jesús nos dice: "aprended de mí", porque su vida es para nosotros una enseñanza continua. No deja nada de vivir, como nosotros, salvo el pecado, para que tengamos en Él un espejo en el cual mirarnos y poder "llevar a la práctica" lo que Él fue viviendo primero.
Y vuelvo a decir como siempre digo: no pensemos en qué Él por ser Dios le fue todo más fácil, no. Y a nosotros nos va a ser todo más difícil. Como Jesús tenemos que disponernos a ser Fieles al Padre y Él nos dará su Espíritu para que podamos cargar con su yugo, pues Él cargará con el nuestro.
Jesús en el camino de nuestra vida será nuestro Samaritano, nuestro Cireneo y nuestra Verónica, pues no nos deja en ningún momento del Camino, aunque nosotros nos apartemos del Camino, Él siempre estará cerca, esperando que tendamos la mano para que Él nos conduzca, esperando que le pidamos que cargue nuestro yugo y que nos conceda llevar el de Él. Estará esperando que le digamos que ya no podemos más y que necesitamos su ayuda para seguir viviendo en Fidelidad y Obediencia. Pero no le pidamos simplemente que nos quite la carga, sino que nos de la Gracia para poder llevarla, así como Él le pidió al Padre, que también nosotros lo podamos hacer:
"Si es posible aparta de mí este Cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya".

miércoles, 13 de julio de 2016

Ser instrumentos de Dios

Dios le hablaba al pueblo por medio de Isaías diciéndole:
"¿Se enorgullece el hacha contra quien corta con ella?
¿Se gloria la sierra contra quien la mueve?
Como si el bastón moviera a quien lo sostiene o la vara sostuviera a quien no es de madera!
Por eso, el Señor, Dios del universo, debilitará a los hombres vigorosos y bajo su esplendor encenderá un fuego abrasador»
Cuando nos suceden las mejores cosas, o alcanzamos nuestras metas siempre nos alegramos y estamos orgullosos de nosotros mismos, porque pudimos hacer lo que queríamos. Pero cuando nos suceden cosas malas, o cuando no hacemos bien las cosas, siempre le preguntamos a Dios ¿porqué me castigas? o ¿porqué me abandonas?
Por esa causa es que Dios le dirigía esas palabras a su pueblo. En los tiempos de bonanza creemos que todo lo podemos lograr por nosotros mismos, y nos olvidamos que la fortaleza y la gracia viene de Dios. Pero en los malos tiempos siempre volvemos al Padre a reprocharle lo que no ha hecho por nosotros.
Estos ejemplos que el Señor pone nos hace recordar la virtud de ser instrumentos en Manos de Dios. Una palabra que quizás nos suene mal porque, en los tiempos vivimos, no queremos que nadie maneje nuestra vida, que nadie se meta a decirme qué es lo que tengo que hacer. Pero, cuando hemos conocido el Amor que Dios nos tiene y hemos aceptado (es más queremos) a un Dios Padre y Señor de nuestra vida, entonces estamos en camino de ser instrumentos en las Manos de Dios. Y esa es una decisión libre que tomamos, como María: "¡Hágase en mí según Tu Palabra!"
Una virtud que se va configurando (como toda virtud) día a día en nuestra vida, pues la virtud no nace de un día para otro, sino que cada día voy realizando actos que me lleven a crear un hábito, y el hábito me llevará a la virtud. Para esto hoy Jesús nos dice cómo comenzar a crecer en esta actitud de instrumento, cuando en su oración dice al Padre:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien".
Creer que el Padre sabe mejor que yo lo que me hace bien. Creer que no siempre es posible entender intelectualmente la Voluntad de Dios. Creer que siempre el Padre buscará el mejor camino para mi vida, pues es Él quien me Ama con Amor Infinito. Y saber, por supuesto, que en su Infinita misericordia siempre sus Caminos serán caminos perfectos que conducirán mi vida hacia Su Vida.
Son los más pequeños los que se dejan llevar de la Mano de Su Padre, por que confían en Él, por que se reconocen a sí mismos como pequeños y se esfuerzan por seguir haciéndolo. Y, nuevamente, tenemos a María que nos lo enseña:
"He aquí la esclava del Señor" dejó en Manos de Dios toda su libertad, pues Él es su Dios y Señor, y en Él está puesta toda su confianza y esperanza.