jueves, 30 de junio de 2016

Necesitamos vivir para profetizar sin miedo

"Pero Amós respondió a Amasías:
-«Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y un cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve, profetiza a mi pueblo Israel”.
Y sigo insistiendo: somos profetas, no importa de dónde vengamos, ni quién seamos, ni cómo haya sido nuestro pasado: es el Señor quién nos eligió y nos sacó de nuestra comodidad para vivir y anunciar, para anunciar y vivir. Y cuando nosotros no profetizamos ni vivimos, surgen los falsos profetas; aunque, muchas veces, nosotros mismos nos convertimos en falsos profetas, porque no hablamos de las cosas de Dios sino de nuestra propia conveniencia.
Esta lectura del libro de Amós nos ayuda a ver que Amos no se quedó en la comodidad de ser pastor de ovejas, sino que escuchó el llamado y se dejó guiar por el Señor. Pero además no sólo eso, sino que, a pesar de las insinuaciones del Rey, no dejó de decir lo que Dios le mandaba decir, porque al no decirla no descubriría el camino de la Verdad y de la Vida para aquél a quien iba dirigida la Palabra.
Y en el Evangelio vemos como también Jesús no se queda con lo que los escribas y fariseos le dicen, pues ellos se creen los mejores expertos en la Palabra de Dios (por eso lo tratan de blasfemo) sino que les hace ver que la misericordia de Dios es el verdadero mensaje del Padre, que de nada vale la salud del cuerpo si el alma está enferma. Por eso, lo más importante en nuestras vidas es la salud del Alma, y esa salud sólo la encontramos en la Palabra y los Sacramentos, en la unión con nuestro Dios y Señor, en nuestra respuesta fiel y obediente a Su Palabra, y en la fidelidad en nuestra misión de profetas y apóstoles.
Así Jesús nos dirá en una de sus predicaciones: "no temáis a los que pueden matar el cuerpo, más bien temed a quien puede matar el alma y el cuerpo y enviarlo a la Gehena, al fuego que no acaba".
Aceptemos el llamado, seamos conscientes de nuestra misión y dejemos que el Padre nos fortalezca y nos guíe para anunciar lo que el mundo necesita oir, y nosotros necesitamos vivir.

miércoles, 29 de junio de 2016

Combatir el buen combate de la fe

"Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida".
Tanto Pedro como Pablo entregaron sus vidas por Jesús hasta último momento, y, al entregarlas por Cristo, lo hicieron por la salvación de los hombres, porque comprendieron, o, mejor dicho, el Espíritu Santo les hizo comprender que el ser "pescadores de hombres" es poder llevarlos al conocimiento del Dios verdadero revelado en Jesucristo, quien se entregó a la muerte por nosotros y por nuestra salvación.
Así la vida de ellos, como la nuestra, no es sólo una vida para salvarnos a nosotros mismos, sino que, salvándonos nosotros mismos haremos llegar el mensaje de Salvación a todos los hombres que lo quieran escuchar.
Igualmente no deja nunca de sorprenderme el mensaje de Pablo en esta carta, pues al final de su vida puede tener la certeza de que, lo que ha vivido, ha sido todo por amor a Cristo, pues desde el primer momento en que Jesús se cruzó en su vida, él lo aceptó y se dejó conducir por el Espíritu Santo que el Señor le infundió por el agua bautismal. Pero, además, la certeza que esa vida, para él, ha sido un duro combate: un combate entre la carne y el espíritu, entre el espíritu y la carne, pues constantemente, como todos, vivía seducido por la carne en contra del espíritu, pero siempre ganaba el espíritu, pues tenía la fuerza y el fuego del Amor por Cristo.
Los dos, Pedro y Pablo, nos enseñan que no importa nuestro pecado, nuestras traiciones, nuestras infidelidad, sino la disposición del corazón a buscar y encontrar la verdad, y llegado el momento a dar el sí a la reconciliación, a la conversión del corazón y de la mente; porque "aunque tu pecado sea rojo como la grana yo lo dejaré blanco como la nieve", dice el Señor, y Él jamás nos echará en cara nuestra debilidad, sino que se servirá de ella para demostrar dónde reside nuestra fortaleza: en su sabiduría, y dónde reside nuestra sabiduría: en su Espíritu.
Por que, como dice San Pablo, no predicamos con la sabiduría humana sin que lo que anunciamos es Palabra de Dios, y no andamos con grandes ideas sino que predicamos a un Cristo muerto y resucitado, escándalo para unos y locura para otros, pero para nosotros sabiduría y fortaleza de Dios.
Ellos dos hoy, más que nunca, nos invitan a seguir los pasos de Jesús, sabiendo que nunca nos faltarán las ocasiones de tormentos, persecuciones, dolores y cansancios, pero en todo venceremos por la Fuerza de Aquél que nos llamó y nos infundió Su Espíritu, un Espíritu de Amor que ilumina, fortalece y anima a vivir cada día el combate de la fe, el camino de la santidad, el gozo de creer en un Dios que vino a salvarme a mí, para que mi vida sea instrumento de salvación para los demás.

martes, 28 de junio de 2016

Las advertencias en el Camino

«Solo a vosotros he escogido, de entre todas las tribus de la tierra. Por eso os pediré cuentas de todas vuestras transgresiones».
¡Qué duras que son, a veces, las palabras de Dios! Pero más que dureza expresan el dolor de alguien que ha hecho demasiado por quien ama, y, sin embargo el amado no pone de su parte para seguir viviendo en fidelidad, siempre va detrás de otros amores.
Cuando Dios escogió a Israel, cuando nos llamó a cada uno de nosotros, lo hizo por amor, por amor a nosotros, y, por eso, quiso salvarnos de la muerte eterna, y nos dio la Vida por medio de su Hijo ¡cuántas cosas no ha hecho por nosotros! Y ¿cómo pagamos el Amor que nos brinda?
Nunca lo podríamos pagar, pero sí podemos intentar ser fieles a Su Amor; podemos intentar no buscar otros amores, porque otros amores no nos dan Vida como nos la da el Amor Primero que nos llamó a la vida. ¡Qué difícil es la fidelidad en, nosotros, hombres imperfectos y pecadores! Y, cada día, si lo intentamos podemos volver a Amar, podemos reconciliarnos y quedar nuevamente enamorados y amados, pues el Perdón de Dios nos devuelve el Amor y la Vida, pues su Vida es Amor, y su Amor es Vida, y siempre perdona a quien con corazón contrito y humillado pide su perdón.
Pero no hemos de tener miedo ante sus palabra duras, porque las dice así por Amor, para que la fuerza de sus palabras nos sacuda de nuestro pesar, de nuestro error y podamos descubrir que, aunque creamos que todo está bien, no está nada bien, porque nos hemos desviado del camino. Es como cuando quien va a nuestro lado en el coche nos anuncia con un grito que nos estamos desviando de la carretera. Es una advertencia para volver, una advertencia que nace del amor al otro, del amor a la Vida.
Aunque muchas veces a estas advertencias no le hacemos ni caso, y la vida sigue su rumbo como puede, buscando caminos por lugares donde no están diseñados, por entre matorrales y selvas, para encontrar aquello que parece nuestro destino, sin saber que el mejor camino es el que ya está marcado. Sin embargo preferimos las espinas y los estorbos de un camino sin señalar, a la pureza de un camino ya señalado.
En la vida de fe tenemos un navegador que nos guiará con toda presteza y exactitud hacia donde debemos ir, pero, como somos hombres aventureros, no queremos usarlo, muchas veces, porque buscamos el placer y la adrenalina de la aventura, sin embargo cuando te dejas guiar por el Gran Navegador podrás descubrir hermosos lugares llenos de Paz y Verdadera Felicidad, para poder alcanzar y gustar el final tan deseado.
Por eso, las advertencias del Camino son sólo eso, advertencias de que puedes no llegar al final deseado, sólo reconduce la marcha y disfruta del viaje.

lunes, 27 de junio de 2016

Nos llama hoy y ahora, no mañana o después

"En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.
Se le acercó un escriba y le dijo:
-«Maestro, te seguiré adonde vayas»
¿Por qué alguien quiere seguir a Jesús? ¿Qué significa seguirlo? Si nos ponemos en aquella época y miramos el núcleo pequeño que lo seguía a Jesús, podemos suponer varias cosas. Pero hay una que me surge, principalmente, pues cuando miramos a un famoso y a su núcleo más pequeño pensamos que ellos gozan lo mismo que el famoso de toda su fama, pensamos ¡qué bien estaría a su lado!
Si miramos lo que ocurre en los shows musicales con los cantantes famosos ¡cómo gritan los fans! ¡cómo buscan los primeros puestos para poder aunque sea "olerlo"!
Y sería, quizás, ese mismo sentimiento el que, en aquél tiempo, le sugirió a este hombre querer seguirlo a Jesús: estar junto a Él pues su fama había adquirido mucha popularidad, hacía milagros, tenía a la gente en "la palma de su mano".
Pero Jesús no le dice ni que sí ni que no. NO es decisión de Jesús el que lo sigamos, pero tampoco quiere mentirnos en lo que significa estar con Él, pues no es vivir el estrellato, no es gozar de la fama: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Él tuvo que desprenderse de toda su dignidad de Dios y hacerse hombre para venir a nosotros, se despojó de su divinidad y se hizo uno de nosotros, en todo menos en el pecado. Y por eso nos invita, a los que desean seguirle, a vivir lo mismo para alcanzar lo prometido. Y lo prometido no es gloria y bienes terrenales (que los puede haber) sino la vida eterna, la cual se alcanza: negándose a sí mismo, tomando la cruz de cada día y siguiéndolo en todos los caminos por los que El Padre quiera llevarnos.
Pero cuando surge en el corazón el deseo de seguirlo nuestra disposición y nuestra respuesta tiene que ser ya, hoy mismo, porque mañana no sabemos qué pasara, pero seguro que mañana no tendremos la misma fuerza que hoy, pues ha sido hoy cuando el Padre ha permitido ese deseo en mi corazón. Pues si dejamos lugar a la duda nunca vamos a tomar la decisión de seguirlo, pues la duda oscurece a la Gracia que ilumina mi corazón, la duda nos deja sin fuerzas para lanzarnos tras Él. Por eso Jesús responde:
"Otro, que era de los discípulos, le dijo:
-«Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre».
Jesús le replicó:
-«Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos».
Siempre nos van a surgir excusas para no tomar la decisión hoy, pero aunque sean los mejores argumentos sabemos que cuando Dios nos llama nuestra respuesta no debe esperar, pues en ese caso no estoy dispuesto a seguirlo y, seguramente, Él buscará a otro que ocupe ese lugar, pues Él me necesita ahora, hoy y no mañana. Ese hoy será ocupado por otro llamado con mejor disposición que yo, y la Gracia que el Señor tenía para mí ya no me será dada. Y el mañana... ¿qué pasará mañana?

sábado, 25 de junio de 2016

No soy digno de que entres en mi casa

"Pero el centurión le replicó:
– «Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le dijo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
– «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe".
"Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme", es lo que decimos en la Misa cuando se nos presenta el Pan de la Vida, la Eucaristía. Palabras que han sido tomadas de esta respuesta del centurión a Jesús. Palabras que expresan nuestra fe en Jesús Eucaristía, en el poder de su Amor y en el poder de nuestra fe. Y, si decimos las mismas palabras que el centurión: ¿es porque nuestra fe es tan digna de admiración por parte de Jesús?
Sí, tenemos que estar convencidos que nuestra fe es digna de admiración. Tenemos que estar convencidos que nuestra fe es el puntal fundamental en nuestra vida, por eso "necesitamos" del Pan de Vida para sanar nuestro corazón, para fortalecer nuestra alma, para darle Luz a nuestra Vida.
Sí, nuestra fe es tanta que somos capaces de ver en un trozo de pan al mismo Jesús que viene a nosotros, que se entrega por nosotros, que muere y resucita por nosotros, y nos vivifica con su Vida.
Sí, nuestra fe es tan grande que sabemos que sólo una Palabra de Él basta para encender nuestro amor, para levantarnos del fango, para borrar nuestro pecado, para alentar nuestra esperanza, para fortalecer nuestra entrega cotidiana.
Sí, nuestra fe es tan fuerte como para saber que "todo lo puedo porque es Él quien me conforta", es Su Palabra la que llega a mi casa y sana al abatido, conforta al agobiado, da consuelo al afligido, sosiego al desesperado, salud al enfermo.
Hoy día hay muchas cosas que nos invitan a dejar de creer, a comenzar a perder la fe en el Señor, porque quieren destruir nuestra vida, porque quieren vivir sin Dios, y somos nosotros los que, a pesar de nuestras debilidades y pecados, les mostramos el rostro de Dios, les hablamos de Dios, les hacemos ver "lo buenos que es Su Amor". Pero tenemos mantenernos firmes en el Amor de Cristo, en la Palabra de Dios, en la Vida que nos da en la Eucaristía, porque sabemos que no debemos confiar ni poner nuestra confianza en los hombres, pues la palabra de los hombres no permanece, sino que nuestra confianza y nuestra fe están en la "Palabra de Dios".
Como dice el libro de las Lamentaciones:
"Tus profetas te ofrecían visiones falsas y vanas; y no denunciaron tu culpa para que cambiara tu suerte, sino que te anunciaron oráculos falsos y seductores".
Que nuestra fe nos ayude a descubrir cuáles son los falsos profetas, que con falsas "recetas" nos quieren "robar" nuestra fe, nos quieren quitar las Verdades que nos han y nos dan Vida..Por eso no sólo creamos en Dios, sino también en que es Él quien sostiene mi vida y fortalece mi fe.

viernes, 24 de junio de 2016

Precursores de la alegría

Cuando María, embarazado de Jesús, llega a la casa de Isabel, embarazada de Juan, dice el Evangelio que:
"al escuchar el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno".
Fue ésta la frase que hoy me levanté pensando, por el nacimiento de Juan Bautista. Ante la presencia del Mesías, Juan saltó de alegría antes de nacer. Y se me ocurría pensar en que así ha sido el Precursor de la alegría de la salvación, pues antes de comenzar a predicar el bautismo de conversión y la reconciliación del hombre consigo mismo y con Dios, Juan Bautista predicó la alegría de la cercanía del Mesías.
Y creo que es eso lo que nos toca también a nosotros, como profetas, comenzar a anunciar con más fuerzas, con más entusiasmo: la alegría de la presencia de Cristo en nuestras vidas. Que podamos ser verdaderamente alegres de sabernos escogidos por Dios, desde antes de nacer, para anunciar un Camino de Salvación a los hombres, un camino de salvación que ha comenzado en nuestras vidas primero, y que es esa la alegría que tenemos: sabernos amado, perdonados y salvados.
"Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel – tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza -: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Nos toca así, nacer cada día a la alegría que nos trae el Señor, una alegría que nace de lo más profundo de nuestro ser, porque es ahí, en el fondo de nuestro corazón y de nuestra alma, donde el Señor comienza su obra de redención, de salvación, quemando el pecado que hay en mí y colmándome de su Gracia, Gracia Salvadora, que comenzará a brotar desde mi vida hasta la vida de mis hermanos, como una fuente de agua que brota hasta la vida eterna.
Sí, no podemos dejar de compartir alegría tan grande, pues el Señor ha puesto sus ojos en mí, en tí, en nosotros y nos ha llamado para que llevemos la Luz de la alegría a un mundo que en tinieblas sólo busca el placer de un día, en cambio el Señor nos ha dado el gozo de la eternidad, pues Él mismo habita en nosotros pues en "Él vivimos, nos movemos y existimos".

jueves, 23 de junio de 2016

De la abundancia del corazón...

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos".
Hablar, decir, tiras palabras al aire es muy fácil. Es más, hay quienes primero hablan y después piensan. Siempre es fácil decir cosas porque somos seres parlantes. Pero no siempre es fácil saber lo que decimos, por qué lo decimos y para qué lo decimos.
Por eso Jesús nos advierte pues nuestras palabras siempre llevan el peso de nuestra vida; así hay palabras que dan vida, palabras que no dan vida, y palabras vacías.
"De la abundancia del corazón hablan los labios", también nos decía Jesús en algún momento. Quizás nuestro corazón no esté donde creemos que tendría que estar, aunque sabemos dónde está y de qué está lleno.
"Sepulcros blanqueados: muy limpios y blancos por fuera pero llenos de huesos podridos por dentro", le decía Jesús a los fariseos e hipócritas de su pueblo. Y así parecen algunos corazones.
Es decir, tenemos que ponernos (como se dice) "las barbas en remojo" y comenzar a quitar todo aquello que no es bueno de nuestros corazones: las envidias, el odio, los rencores, las angustias, los sinsentidos... y ¿qué queda? Si no queda nada, habrá que llenarlo de cosas con sentido, con valores: fe, esperanza, amor, alegría, verdad...
¿Dónde vaciamos nuestro corazón? Lo vaciamos en las Manos del Señor, pues Él recoge todo lo que nos daña y lo transforma, recicla todo lo que nos hace mal y hace mal a nuestro prójimo, y nos llena de su Gracia para que podamos comenzar a buscar nuevos valores para colmar nuestro corazón y nuestra vida.
Claro que al vaciar nuestro corazón de tantas cosas malas tenemos que saber buscar los mejores valores para llenarlo, pues si dejamos mucho tiempo el corazón vacío nuestra vida no encuentra sentido, y se va llenando de lo primero que me ofrece el mundo. Y en el mercadillo del mundo hay baratijas que se compran por muy poco, pero que no lucen, que no dan brillo a la vida, sino que al poco de comprarlas ya pierden su valor.
En el mercado del Señor los valores son valores y hay que saber ganárselos, aunque Él no te cobra por dártelos, pero sí implican un esfuerzo de nuestra parte para poder llegar a tenerlo.
Cada virtud a conquistar es un esfuerzo constante y diario de actos buenos que nos llevan a alcanzar aquello que nos falta por tener. Y la constancia y la perseverancia en la conquista de las virtudes es la lucha constante y continua contra la pereza y la mediocridad. Pero al final del combate diario alcanzamos lo mejor para nuestra vida.
Así, día a día, vamos conquistando virtudes y valores que hacen que nuestro corazón se llene de lo más hermoso de la vida que nos da el Señor, y nuestros labios podrán ser instrumentos del Señor porque serán portadores de su palabra, de su amor, de esperanza y de fe, para que todos puedan recibir aquello que Él tiene para darnos.

miércoles, 22 de junio de 2016

Santo Tomás Moro, patrón de los gobernantes y los políticos

Santo Tomás Moro (1477) estudió en Oxford. Contrajo matrimonio y fue padre de cuatro hijos. Como canciller del rey, escribió varias obras destinadas al buen gobierno del estado, y otras en defensa de la religión.
Cuando conocí la figura de Tomás Moro me impresionó muchísimo porque vivió intensamente su cristianismo como padre, abogado y entregó su vida antes que renunciar a su fe. Sus últimos escritos sobre la agonía de Cristo y las cartas a su hija antes de su martirio son una obra increíble y llena de amor a su familia y a su Dios.
San Juan Pablo II, en el Jubileo de la cosa pública y de los gobernantes del año 2000, lo declaró patrón de los gobernantes y políticos, porque su último cargo fue ser Canciller del Rey Enrique VIII, quien pretendía que anulasen su matrimonio para casarse con otra mujer. Y aunque le ofreció todos los bienes del mundo Tomás Moro no aceptó el soborno de ir en contra de la Ley de Dios, ni de la Iglesia. Y, así, junto al Obispo Juan Fisher, lo único que recibieron fue su martirio pues no quisieron quebrantar la Ley de Dios por el deseo del Rey.

Aquí en España, como en muchos países, vemos, cada día, como (una mayoría) de la clase política y los gobernantes se van corrompiendo y dejan de velar por los intereses más profundos y propios de la gente a la que representan. Casi no se ve una línea clara de transparencia y de sensibilidad hacia los que dicen querer defender, proteger y ayudar a crecer, sino que cada uno (en su mayoría) sólo buscan su propio beneficio o estar en contra de alguien.
Hoy el evangelio nos puede dar una pista sobre lo que estoy diciendo:
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?..."
Por eso Juan Pablo II puso a Santo Tomás Moro como patrón de los políticos y gobernantes, para que se tenga un modelo a imitar, un ejemplo a seguir.
Sí, ya se lo que muchos estarán pensando: que no es sólo la clase política la que está corrompida, pues dentro de la Iglesia y de todas las instituciones humanas hay corrupción. Y es cierto. Y es lamentable, porque, hoy por hoy, creemos que la mayoría es el ejemplo a seguir y por eso nos quedamos, muchas veces, con los brazos cruzados: no votamos a nuestros representantes porque hemos dejado de creer en la política, no nos comprometemos con la Iglesia porque ya no creemos en los curas, no nos "metemos" en las asociaciones de padres o en otras instituciones porque "son todos iguales". Y así vemos cómo también "los que nos creemos buenos" dejamos el espacio libre a la corrupción del medio ambiente donde me muevo.
Santo Tomás Moro no dudó ni un momento en lo que tenía que hacer, pues su entrega a su familia y su amor a Dios era lo que defendía, no estaba como Canciller para servir a los deseos de un Rey, sino que lo primero que tenía que defender era el deseo del Rey de Reyes. Y con el corazón partido por tener que despedirse de su familia, sabía que el mejor consuelo para ellos era que había sido fiel a sus ideales hasta el último suspiro de su vida.
No es tiempo de quedarnos con las manos cruzadas viendo como otros destrozan o corrompen lo que forma parte de mi vida. Es tiempo de que, cada uno, de acuerdo a la Voluntad de Dios nos pongamos a trabajar por el Bien Común, por nuestra comunidad, por nuestra ciudad, por nuestro País. No son sólo corruptos los que delinquen, sino también quienes nos hemos quedado de brazos cruzados esperando que otros hagan lo que a mí me corresponde hacer.

martes, 21 de junio de 2016

San Luis Gonzaga a su madre

Hoy en el día de San Luis Gonzaga quiere copiar una carta de él a su madre antes de morir, me parece algo hermoso para leerlo y meditarlo, pues así es el sentir y el vivir un momento que parece tan duro, pero desde nuestra fe es diferente.
San Luis Gonzaga murió a los 33 años de edad, después de contraer una enfermedad contagiosa cuidando enfermos en un hospital.

"Pido para ti, ilustre señora, que goces siempre de la gracia y del consuelo del Espíritu Santo. Al llegar tu carta, me encuentro todavía en esta región de los muertos. Pero un día u otro ha de llegar el momento de volar al cielo, para alabar al Dios eterno en la tierra de los que viven. Yo esperaba poco ha que habría realizado ya este viaje antes de ahora. Si la caridad consiste, como dice san Pablo, en alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me llama a la verdadera alegría, que pronto poseeré con la seguridad de no perderla jamás.
Te he de confesar, ilustre señora, que al sumergir mi pensamiento en la consideración de la divina bondad, que es como un mar sin fondo ni litoral, no me siento digno de su inmensidad, ya que él, a cambio de un trabajo tan breve y exiguo, me invita al descanso eterno y me llama desde el cielo a la suprema felicidad, que con tanta negligencia he buscado, y me promete el premio de unas lágrimas, que tan parcamente he derramado.
Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión puede ayudar te en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo. Esta separación no será muy larga; volveremos a encontramos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin fin. Al morir, nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de guardarlo en un lugar más inmune y seguro, y para enriquecernos con unos bienes que superan nuestros deseos.
Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú, ilustre señora, así como los demás miembros de mi familia, consideréis mi partida de este mundo como un motivo de gozo, y para que no me falte tu bendición materna en el momento de atravesar este mar hasta llegar a la orilla en donde tengo puestas todas mis esperanzas. Así te escribo, porque estoy convencido de que ésta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que te debo como hijo".

lunes, 20 de junio de 2016

No juzgar, ayudar a encontrar la paz

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros".
Uno de los consejos evangélicos más complicados que nos ha dado Jesús: no juzgar a nuestros hermanos. ¿Cómo hacer para no hacerlo? Es una buena pregunta, que, la mayor de las veces no tiene respuesta. Al ser personas racionales sabemos que estamos todo el tiempo juzgando, es decir haciendo razonamientos sobre esto o aquello. Por ejemplo en este momento estas haciendo un juicio sobre si seguir leyendo esto o no hacerlo, si leer un poquito o seguir hasta el final. Es un juicio personal sobre algo.
Pero que pasa con lo que nos dice Jesús. Él va un poco más al fondo de nuestra vida de relaciones con las personas, que ya no son sólo personas extrañas a mi vida, sino que son hermanos (aunque no los conozca) y son parte de nuestra vida y de nuestra familia, y, lo que es más importante, en ellos también está Jesús: "lo que hagáis a uno de mis pequeños hermanos a mí me lo hacéis".
Entonces si vemos a alguien actuar mal ¿qué hacemos? Porque cuando miramos a alguien actuar ya estamos juzgando si lo que está haciendo está bien o mal. Exacto. Y ahí viene la cuestión ¿cómo actuamos ante lo que vemos? Y a este consejo evangélico de no juzgar, tenemos que añadirle el otro consejo: la corrección fraterna y la misericordia.
Al juicio que hacemos sobre la conducta de mi hermano tengo que "agregarle" la misericordia, es decir no levantar mi dedo acusador y señalarlo como un pecador sin remedio, ni condenarlo a muerte por tal o cual cosa, sino que con misericordia tengo que mirar a la persona y buscar el modo de saber el por qué actuó de esa manera. Pues siempre querré que a mí también me ayuden y me miren con misericordia.
Así podré ir al diálogo personal con mi hermano para poder hablar sobre lo que ha hecho y preguntarle el por qué. Pues la corrección fraterna comienza por el diálogo personal con mi hermano. Que es lo que habitualmente no hacemos, pues primero lo trasladamos a otros (cotilleo o chusmerío) y no lo hablamos con nuestros hermanos.
Un ejemplo de todo esto es el evangelio de la mujer encontrada en adulterio: todos querían condenarla y apedrearla por haber pecado, pero cuando Jesús les dijo el que esté sin pecado que tire la primera piedra, todos se fueron yendo, desde los más ancianos a los más jóvenes. Y Él le dijo: yo tampoco te condeno, en adelante no peques más, vete en paz.
Hizo un juicio porque vio su pecado, pero no la condenó, la perdonó para darle vida y alentarla a que su vida comience a vivirse sin pecado, por eso le dio la paz necesaria para volver a comenzar. Así debemos actuar, sabiendo qué hacer con lo que vemos sobre la vida de nuestros hermanos: ayudarlos a crecer, a madurar, a cambiar, a encontrar el camino hacia la paz.

domingo, 19 de junio de 2016

Quién soy para tí?

En una de las tantas misas que tuve ayer (sábado) pensaba en lo que decía Jesús: ¿por qué antes de decirles a los discípulos si querían seguirlo les anuncia la pasión y luego les pide que se nieguen a sí mismos que tomen su cruz de cada día y lo sigan?
Y me surgía la idea de los contratos de préstamos bancarios, telefonía móvil y tantos otros. ¿Por qué? Porque en esos contratos siempre hay una letra pequeña que, en algún momento, te hace la vida difícil porque o te cobran más o te quitan prestaciones o no puedes revocarlos y nunca la letra pequeña de esos contratos beneficia al usuario, sino a la empresa.
En Jesús no pasa lo mismo, la letra pequeña (podríamos decir) es lo primero que nos muestra y nos lo pone con letra grande para que sepamos bien lo que vamos a firmar con nuestro Sí a Dios. Y no escatima en detalles acerca de su pasión y de lo que vamos a tener que vivir: obediencia a Su Palabra, por que no se puede servir a dos señores (mi yo y Su Voluntad)
Por eso necesitamos saber Quién es el para mí, porque si es un simple hombre no tengo por qué entregarle mi vida, ni obedecerle, pues así lo dice la Sagrada Escritura: "maldito el hombre que pone su confianza en el hombre". Pero si para mí Jesús es Hijo de Dios, el Mesías Salvador, y Dios mismo, entonces mi mirada hacia Su Palabra ha de ser diferente, tiene otro significado.
Quizás la gente de aquél tiempo no podía hacer un salto en la fe hacia lo trascendental de la persona humana de Jesús de Nazaret, el hijo del carpintero; pero nosotros, después de tantos siglos, y después de tanto hablar con Él, leer Su Palabra, y conocerlo en el diálogo permanente de la oración, podemos como Pedro decir con total certeza: eres el Mesías de Dios, gracias al Don del Espíritu Santo que me fue dado el día de mi bautismo, o el Don de la Fe al que he abierto mi corazón si es que me he convertido de adulto.
Y así poder decir de corazón que Jesús es Dios me lleva a presentarme ante con un corazón totalmente vacío de mí mismo para poder ser verdadero discípulo de la Voluntad del Padre, como María: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra", le dijo al ángel.
Hoy, en este siglo XXI tenemos miedo de perder nuestra libertad si nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios, tenemos miedo de perder identidad si aceptamos la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, tenemos miedo de vivir fuera del mundo si vivimos radicalmente nuestra fe. Pero no tenemos miedo de no alcanzar la Vida Eterna si no seguimos las huellas de Jesús. Pues ese es el final de lo terrenal: lo eterno, pero sólo hay un Camino: Yo soy el Camino, Yo soy la Verdad, Yo soy la Vida.
Entonces ¿Qué es Jesús para mí? ¿Acepto firmar este contrato con un "Hágase en mí según tu Voluntad"?

sábado, 18 de junio de 2016

Fidelidad y Providencia

Creo que al evangelio de hoy se lo podría resumir con dos palabras: fidelidad y providencia.
"No se puede servir a dos señores". Hay veces en que no sabemos decir que no a ciertas cosas o a ciertas personas, y, por eso, tratamos de quedar bien con todos o hacer lo que todos quieren. Pensamos que eso está bien, pero no está bien por que si decimos que sí a una cosa y sí a otra que es diferente, entonces no somos coherentes con lo que profesamos. Hay momentos en los cuales nos tenemos que poner "serios" y decir que no a aquello que no es lo que queremos vivir, o a aquello que sabemos que no es lo correcto. La fidelidad es primeramente a lo que creo, porque eso definirá mi estilo de vida, mi forma de ser, de actuar. Y, aunque muchas veces otros se enfaden conmigo, pero tendré que ser fiel a lo que creo y quiero.
Y, la providencia, de la que nos habla Jesús, no es un dejarse estar sin hacer nada, pues todo lo me van a dar hecho. Sino que en fidelidad a Dios buscaré siempre su Voluntad para poder hacer lo que Él me indica, sabiendo que todo lo que necesite para ser Fiel a Su Voluntad, Él me lo dará.
Muchas veces se ha caído en el providencialismo frente a la vida, es decir, dejo todo en manos de Dios y yo no hago nada. No. Dios no te pide que no hagas nada, sino que vayas, cada día, buscando su Voluntad, pues al buscar Su Voluntad y disponerte a hacerla Él te concederá todo lo necesario para realizarla. Pero no busques que Él haga lo que tú quieres, sino que Tú hagas lo que el Padre te sugiere.
Y en este también está lo contrario a la confianza en la Providencia. Y para esto recordemos aquella parábola de Jesús que nos hablaba del agricultor que llenó todos sus graneros de la cosecha, y se sentó en su sofá y dijo: "ahora alma día descansa que ya tienes todo guardado". Y el Señor le dijo: "insensato, esta misma noche se te pedirá la vida". Nos gastamos la vida asegurándonos el futuro y nos olvidamos de vivir el presente, sabiendo que no sabemos si habrá mañana. Y así se nos pasan los días creyendo que todo tiene que estar "bien asegurado", y lo único que no aseguramos es la Fidelidad al Hoy en el cual Dios me está hablando y yo estoy viviendo.

viernes, 17 de junio de 2016

Cuál es mi tesoro? Dónde está mi corazón?

"Jesús dijo a sus discípulos:
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón".
¿A qué tesoros se refiere Jesús? A todos y a ninguno en particular, porque cada uno de nosotros tenemos nuestros propios tesoros. No podemos decir que sólo habla del dinero, sino de aquello por que todos los días nos dejamos la vida, nos quita el sueño, dejamos de estar en paz, de estar con amigos, con la familia.
Sería muy pobre encerrar en la palabra tesoro solamente los bienes materiales, el dinero; pues hay muchos que sin dinero tienen sus propios tesoros, eso que no me deja ver nada más que lo que quiero y deseo, sin detenerme a pensar en el que está a mi lado, en quien me necesita, en quien me quiere o espera algo de mí.
"Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón". Ese tesoro es el que ocupa mi corazón, por eso muchas veces dejo de lado relaciones personales, amistades, familia, dejo de estar presente en los lugares donde me sentía bien, dejo de llamar a amigos para ver cómo están, dejo de estar con mi familia y disfrutar con ellos, todo porque hay otra cosa o cosas que ocupan mi corazón.
A estos tesoros los podemos llamar trabajo, estudios, diversión, ambición, egoísmo, despreocupación e, incluso, muchas veces hasta religión.
El Señor nos invita a poner un equilibrio en mi vida, a descubrir de acuerdo a mi llamado, a lo que he elegido vivir, que no haya nada que me nuble la mirada del corazón, que sepa que haya cosas que aunque las pueda retener mucho tiempo nunca me las podré llevar a la eternidad, sin embargo hay otras tantas cosas que mantendré hasta la eternidad: el amor de los que amo.
Cuántas veces por una hora más de trabajo no puedo ver crecer a los hijos? Cuantas veces por una hora más de trabajo no estoy con mi pareja, con mi esposa/o? Cuántas veces por una hora más de gimnasio no estoy con mis amigos? Una hora más de estudio y me pierdo de cenar con mis padres, de salir con amigos? Por tener un título más dejo de vivir la aventura de la juventud? Por vivir la vida loca dejo de experimentar el gozo de una pareja, de formar una familia, de ser padre o madre?...
¡Hay tantos tesoros ofrecidos en este mundo! Que nos olvidamos que los verdaderos tesoros los tenemos a nuestro lado y muchas veces no los valoramos como es debido. Sólo cuando es demasiado tarde descubrimos su valor.

jueves, 16 de junio de 2016

Padre Nuesro

Padre nuestro que estás en el cielo: porque Jesús nos hizo hijos todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre, hermanos de un mismo Dios, no sólo porque su Espíritu está en nosotros, sino porque su Amor nos une a Él y entre nosotros. Un Amor que no podemos quitarnos del alma, pero si podemos dejar de usarlo. Un Amor que si lo usamos nos sana, nos convierte, nos da Vida. Si decimos Padre, decimos hermanos, si decimos hermanos decimos Familia, Familia unida en el Amor del Padre para que siempre podamos amarnos como hermanos.
Santificado sea tu nombre: por que te conocemos, por que te amamos queremos santificar, cada día tu nombre, no sólo con nuestra lengua, sino con nuestro corazón y nuestras obras, por que santificar Tu Nombre es vivir como hijo de Dios, pues: "los hombre viendo nuestras buenas obras, glorificarán al Padre que está en los Cielos". Por eso, necesitamos, día a día, tu Gracia porque sabemos que sólo no podemos santificar ni siquiera un minuto de nuestro día. Y, santificando tu Nombre santificamos nuestra vida.
Venga a nosotros tu reino; tu Reino de Paz, de Amor, de Justicia, de Libertad, de Respeto, de Alegría, de Gozo, de Verdad, de todo aquello que, como hijos tuyos, anhelamos cada día. Un Reino en el que podamos vivir unidos, en paz, con la certeza de que todos nos amamos y por eso nos respetamos, que todos buscamos el bien del hermano porque lo amamos y queremos que todos y cada uno puedan gozar de los bienes que nos diste.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: tu Reino no se construye solo en la tierra, sino que necesita de nuestra disposición y de nuestra acción: que sepamos hacer tu Voluntad y no la nuestra, que sepamos abrir nuestro corazón a Tu Palabra, renunciando a nosotros mismos, y dejándonos guiar por tu Voluntad. Tú que nos creaste sin nosotros no quieres salvarnos sin nosotros, por eso nos diste un cuerpo para que hagamos Tu Voluntad. Por eso necesitamos estar siempre cerca tuyo para poder escuchar, y escuchando tener la fuerza suficiente para obedecer, pues la obediencia es lo que nos salva de nosotros mismos, del pecado que vive en nosotros, y nos da la libertad de la Gracia para ser Fieles a tu Voluntad.
Danos hoy nuestro pan de cada día; sólo bien alimentados y fortalecidos en nuestra Vida de hijos de Dios, podemos hacer frente al mundo que nos rodea, al pecado que vive en nosotros. Solamente alimentados con el Pan de la Vida, con el mismo Cuerpo de Cristo llegaremos a vivir en plenitud nuestra misión como miembros de Su Cuerpo, como instrumentos en Tus Manos, como constructores de un Reino de personas que se aman. Ya Jesús nos había advertido: "sin Mí no podéis hacer nada", pero con Él todo lo podemos por que Él nos conforta, nos sostiene, nos fortalece, nos ayuda a vivir, como Él, la obediencia hasta la entrega total de nuestra Vida.
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: la reconciliación contigo, con los hermanos y con nosotros mismos es el momento donde se renueva la Gracia del Amor, donde el Amor vuelve a encender nuestros corazones en el deseo ardiente de Fidelidad al Amor. Por que no hay mayor fuerza en el mundo que el Amor que bajó de los Cielos a nuestros corazones y nos hace aspirar a los Dones mayores y más altos. En la reconciliación se vuelven a unir el Cielo y la Tierra en nuestro corazón, pues la lluvia de Gracia que el Padre nos da por el Hijo, nos renueva, nos purifiica, nos alienta para que sigamos recorriendo el Camino de la santidad, el Camino del Amor.
No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal: y sabemos que siempre estará "satanás como león rugiente queriendo devorarnos", no podemos soltarnos de Tus Manos, necesitamos estar cogidos de Tus Manos pues la tentación está siempre a nuestro lado, porque el Mal está siempre en nuestro Camino, y se vuelve dulce a nuestros ojos y apetecible a nuestra vida. Por eso, Padre Nuestro, no permitas que nuestros ojos vean el Mal como Bien para que no caigamos en la tentación del Mundo de aceptar como dios y señor de nuestra vida el oprobio que destruye, el odio que separa, la mentira que mata, sino que con la Fuerza del Espíritu podamos resistir y cada día nos aferremos, más y más, a Tu Palabra, a Tu Amor, a Tu Voluntad para no sólo llamar hijos de Dios sino para serlo en plenitud.
Amén.

miércoles, 15 de junio de 2016

Instrumentos en sus Manos

En el evangelio de ayer terminaba Jesús diciéndonos: "sed perfectos porque vuestro Padre celestial es perfecto" y nos hablaba de la vivencia más plena del amor. Hoy sigue en la misma línea haciéndonos pensar en nuestras acciones hacia los demás, en nuestros actos de caridad y misericordia para con nuestros hermanos.
Es muy propio de los hombres (varones y mujeres) que queramos que se note lo que hacemos, sobre todo si eso habla de caridad hacia los demás. Lo más típico es que pongamos letreros o carteles anunciando grandes proyectos u obras para que se reconozca mi trabajo, mi buen hacer. Quizás en el orden civil, social o político puede ser algo bueno, aunque también es una obligación y un deber de quien ejerce ciertos cargos que haga lo mejor para la gente, para el pueblo.
Pero, sin meternos en política ni mucho menos, hablemos de nosotros, de nuestro interior y de nuestro exterior. Es cierto que la vida cristiana es un crecimiento personal: la oración, la reflexión de la palabra, la dirección espiritual hacen la vida interior, a nuestra relación con el Padre celestial. Esta vida interior es la que constantemente intentamos perfeccionar y mantener para que nuestro espíritu esté fuerte y pueda responder según la Voluntad de Dios.
Pero el cristiano también tiene una vida espiritual exterior, es decir, parafraseando a San Juan: "quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso", por lo tanto nuestro crecimiento espiritual se tiene que reflejar en el exterior, en las relaciones fraternas, en el compromiso con la comunidad, en mi comportamiento ciudadano, y en todo lo que haga o diga.
No es por eso que cada vez que haga algo bueno tengo que ir tocando la trompeta, o poniendo carteles que anuncien "¡qué bueno que fuí!" No. Nuestras obras buenas no necesitan publicidad, pues sólo quien recibe es quien se encargará de propagar la Bondad de Dios que ha recibido, no la bondad del instrumento.
¿Por qué Jesús nos pide esto? Porque los hombres, que aún vivimos inmersos en el pecado original, caemos muy rápidamente en la vanidad y la soberbia, y no dejamos lugar a que los hombres busquen a Dios, sino al hombre que hizo lo que Dios le pidió. Nosotros, los hijos de Dios, sólo somos puentes por los que los hombres llegan a Dios, por los que baja la Gracia de Dios a los hombres. Nos equivocamos mucho cuando nos creemos dioses, o cuando ensalzamos tanto a alguien que le hacemos creer que es un dios. No, sólo somos instrumentos en sus manos. Si Él no nos diera sus Dones nosotros no seríamos capaces de entregar nada a los demás.

martes, 14 de junio de 2016

La obediencia del profeta

Continuando con la lectura de ayer del Primer libro de los Reyes, podemos detenernos en las dos personas que hay en el relato: Elías y Ajab.
Elías, el profeta, es llamado por el Señor para enviar un mensaje a Ajab por haber aceptado la instigación de Jezabel y el asesinato de Nabot. Dios envía su castigo a Ajab y Jezabel, y ese mensaje es el que tiene que llevar Elías.
No es fácil, en este caso, el papel del profeta. No nos gusta muchas veces tener que decir algo que suena a castigo o que a muchos no los agrada, pero el profeta tiene que cumplir con su encargo. Cuando sabemos que Dios nos llama a anunciar algo lo tenemos que hacer por amor a Dios y a nuestros hermanos, pues el anuncia lleva implícito algo maravilloso de parte de Dios, o un castigo para convertir el corazón del pecador, o un anuncio para que otros puedan salvar su vida.
Claro que, a muchos les ha pasado como a Elías, pues cuando llega a la presencia de Ajab, éste le dice:
«Así que has dado conmigo, enemigo mío»
Cuando el profeta anuncia algo que no nos gusta es nuestro enemigo, cuando nos trae buenas noticias es el amigo que más queremos. Pero, en uno u otro caso, el profeta siempre tiene que obedecer a Dios antes que a los hombres. Por aquello que también Dios le dijo a Ezequiel:
"Te pongo como centinela de la casa de Israel. Cuando recibas una palabra de mi boca, se la anunciarás de mi parte. Si digo a un malvado: ´Vas a morir', y tú no le adviertes ni le insistes para que se convierta de su mal camino y viva, el impío morirá por su culpa, pero demandaré su sangre de tu mano..."
Así, aunque el mensaje no le guste al profeta o no le gusta al que lo recibe igual hay que enviarlo porque es de parte del Señor para la salvación de quien lo recibe.
Por eso, al final de este pasaje de los Reyes vemos cómo Ajab acepta su pecado y su arrepentimiento convierte la ira de Dios en misericordia.
Y para finalizar el Evangelio no nos deja otra opción más que aceptar que el Camino que Jesús nos invita a recorrer es muy complicado y difícil (son las palabras que surgen en un primer momento) pero es el único Camino para alcanzar la Vida que anhelamos: "sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto". Por eso los cristianos no podemos dejar de buscar la Gracia de Dios para que Él nos lleve a la perfección, pues sabemos que nuestros pobres medios humanos nunca lo lograrán.
Y tomando palabras de Santa Teresita: "nos subimos a las alas del águila para que ella nos lleve a los más alto de la cima a alcanzar". Si no nos hacemos pequeñitos en brazos del Padre para que Él nos pueda conducir, para que Él nos pueda llevar, nunca alcanzaremos la perfección de la santidad. Quizás algunos alcancen una perfección humana, pero no llegarán a la santidad que es nuestra meta como hijos de Dios.