Hermosas son las palabras de San Bernardo sobre este evangelio de la anunciación, comienza así:
"Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo. Has oído que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, condenados a muerte por una sentencia divina, esperamos, Señora, tu palabra de misericordia.
En tus manos está el precio de nuestra salvación; si consientes, de inmediato seremos liberados. Todos fuimos creados por la Palabra eterna de Dios, pero ahora nos vemos condenados a muerte; si tú das una breve respuesta, seremos renovados y llamados nuevamente a la vida".
Porque en las manos y la disponibilidad de María estaba el Sí al Señor, el Sí a la llegada del Mesías, el Sí a la Salvación. Y en ese momento toda la creación esperaba su respuesta. Es una hermosa imagen la que hace San Bernardo, una imagen que me lleva a otro pensamiento.
Me lleva a aquella frase de San Pablo: "la creación entera espera y gime dolores de parto esperando la manifestación de los hijos de Dios".
¿Por qué lo asocio? Porque Jesús asoció a nuestra vida, o mejor nos asoció a Su Vida, para que nosotros continuemos lo que Él mismo comenzó con su vida, muerte y resurrección: la Obra de la Salvación. Por eso mismo Él nos mandó a anunciar a todos los pueblos la salvación. Así como en aquél día que todos esperaban el Sí de María, hoy todos esperan nuestro Sí a la Voluntad de Dios, los hombres que no creen, los que dudan, los que no encuentran el sentido a sus vidas, los que han perdido la fe, la esperanza y el amor, todos esperan que nosotros los que hemos creído en el nombre del Señor manifestemos en nuestras vidas la alegría de creer, el gozo de sabernos salvados y renovados por un Dios que se quiso nacer en la historia para que la historia naciera en Dios.
La creación entera hoy espera de nosotros, espera que nos sintamos alegres y esperanzados de que podremos, con la Gracia de Dios, nacer como Hombres Nuevos, crecer en santidad y enseñarles el Camino que los conduzca a la Salvación.
Por eso como ayer se esperaba el Sí de María para que comience la Salvación, hoy se espera nuestro Sí para que continúe brillando la Luz de la Vida Nueva que nació en Belén.
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