Parece como que el Señor se enfada muchas veces, y, en realidad, más que enfadarse está dolido. Dolido porque no nos damos cuenta que nos perdemos lo mejor de nuestra vida de fe: el saber por dónde ir y hacia dónde ir.
Por lo que nos dicen las lecturas de hoy me hace pensar en la adolescencia, sí, porque en la adolescencia adolecemos de una realidad en la que no sabemos qué hacer, cómo hacerlo, pero lo que sí sabemos es que queremos hacerlo solos. Nuestros padres nos van diciendo a cada instante lo que debemos hacer, cómo hacerlo, pero ¡no! ¡que nadie me venga a poner límites o a decir lo que debo hacer!
Y así me parece que el hombre de hoy está en plena adolescencia.
Y Dios se nos planta en el medio del camino y, como a nuestros padres, le negamos autoridad, le negamos sabiduría, le negamos palabras de verdad, porque para nuestra edad él ya está viejo, y no sabe cómo tenemos que vivir en estos tiempos.
Por eso, muchas veces, viene y nos dice: te das cuenta? Yo te lo dije, ahora no vengas con llantos. Si no quisiste escucharme yo no tengo la culpa, por izquierda y por derecha te le dije, pero ¡no! tú querías hacerlo tú solito porque sabías lo que hacías...
Y sí! Dios sigue siendo Padre tengamos la edad que tengamos, y, por esa misma razón, nosotros seguimos siendo hijos, tengamos la edad que tengamos.
Si escuchamos la Palabra de Dios con oídos de hijos que necesitan consejo para alcanzar la meta, y dejamos de ponerle excusas para desautorizarlo, vamos a tener más luz para caminar, descubriremos que son Palabras de sabiduría, de amor, que, aunque nos pongan límites y nos exijan, son por amor a nosotros los hijos pequeños, pues siempre seremos pequeños para nuestro Padre.
No nos hagamos los adultos que saben siempre por dónde tienen que ir, hagámonos niños necesitados de consejo, de cariño, de abrazos, de palabras de consuelo y palabras de sabiduría que llenen mi vida de luz, de calma, de seguridad porque confío en mi Padre que sabe hacía dónde va mi vida, que sabe por qué camino es mejor conducirme que, aunque sea el más difícil, es el más seguro para alcanzar lo que soñó Su Corazón cuando me llamó a la Vida.
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