lunes, 22 de diciembre de 2014

Cantemos con María

Hermoso canto que brota de labios de María, llena del Espíritu Santo: el Magníficat:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava".
Es una invitación clara para que podamos llevarlo, como el canto de nuestra Madre, a nuestro día a día, porque cuanto más proclamamos la grandeza del Señor, más hijos nos podemos sentir, y más nos podemos dejar guiar por Él por el Camino de Su Voluntad, y, alcanzar así, como María la Bienaventuranza plena de nuestra vida.
La humildad, la humillación, de la que habla el cántico es el reconocimiento puro de que sin Él nada podemos, de que todo lo podemos con Él pues es el Padre quien nos ama y nos da todo para vivir en fidelidad hacia la felicidad.
Los pasos de María hacia Belén no fueron directos, no fue un camino que comenzó en la Anunciación y finalizó en el parto, sino que antes debió pasar por otros lugares, por otras situaciones: la visita a Isabel, el desprecio de José, el nuevo anuncio del ángel a José, que José la recibiera como su esposa, para finalmente partir a Belén y llegar a parir en un establo. Pero igualmente, en todos y cada uno de los momentos, sus alma rebosaba de alegría, porque nunca de dejó de confiar en la Providencia de aquél que la había llamado "Llena de Gracia".
Muchas veces nuestros proyectos de vida buscan alcanzar su fin sin tener ningún obstáculo, sin que haya en nuestro camino ningún desvío no contemplado en nuestro proyecto, ideamos líneas rectas que diseñamos casi con cálculos milimétricos... pero nos olvidamos de quién es el que va construyendo el Camino.
María comenzó a recorrer el Camino de Su Mano, y no se soltó de Su Mano, por eso casi al comenzar el camino, cantó a su grandeza, dio gracias a su poder, y cantó a su humildad, cantó una acción de gracias al reconocerse pequeña ante el Padre del Cielo, porque sólo Él es capaz de hacer maravillas con el alma que se deja conducir.
Y María hoy nos sigue conduciendo a Belén, para que con Ella demos Luz al Niño que hay en nuestro corazón, y demos Gracias al Señor por enseñarnos el camino de la sencillez, de la humildad, de la pequeñez para que Él con su Gracia y Su Espíritu haga con nosotros, como con María, grandes cosas.

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