De las Disertaciones de san Atanasio, obispo
El Verbo eterno del Padre no abandonó la naturaleza humana que corría hacia su
ruina, sino que con la oblación de su propio cuerpo destruyó la- muerte bajo
cuyo dominio el hombre había sucumbido, con sus enseñanzas corrigió los errores
humanos y con su poder restauró los bienes que el género humano había perdido.
Quienquiera que lea los escritos de los discípulos del Señor verá confirmado,
con la autoridad de estos teólogos, lo que hemos afirmado. Leemos, en efecto, en
estos escritos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que, si uno murió por
todos, consiguientemente todos murieron en él; y murió por todos, para que los
que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos,
nuestro Señor Jesucristo. Y en otro lugar dice: Vemos a Jesús, a quien Dios puso
momentáneamente bajo los ángeles, coronado de gloria y de honor por haber
padecido la muerte; así por amorosa dignación de Dios gustó la muerte en
beneficio de todos.
La Escritura nos da la razón por la que fue precisamente el Verbo de Dios y no
otro el que tenía que hacerse hombre: Era conveniente para Dios -dice-,
para
quien y por quien son todas las cosas, que, queriendo llevar una multitud de
hijos a la gloria, consumase en la gloria, haciéndolo pasar por los
sufrimientos, al jefe de la salud de todos ellos. Con estas palabras se nos
significa que librar a los hombres de la corrupción corresponde únicamente al
Verbo de Dios, por quien fueron creados en el principio.
La razón por la cual el Verbo quiso tomar carne y hacerse hombre no fue otra
sino la de salvar a los hombres con quienes se había hecho semejante al asumir
un cuerpo; así lo dice, en efecto, la Escritura: Como los hijos comparten carne
y sangre, también él entró a participar de las mismas; así por su muerte reducía
a la impotencia al que retenía el imperio de la muerte, es decir, al demonio; y
libraba a los que por temor a la muerte vivían toda su vida sometidos a
esclavitud. Así, al inmolar su propio cuerpo, destruyó la ley que había sido
dada contra nosotros, y renovó nuestra vida, dándonos la esperanza de la
resurrección.
Pues si la muerte penetró en la humanidad fue por culpa de los hombres, en
cambio, fue gracias a la encarnación del Verbo de Dios que la muerte fue
destruida y se recuperó la vida, como lo afirma aquel apóstol, cuyo vivir era
Cristo: Porque, como por un hombre vino la muerte,
también por un hombre viene la resurrección de los muertos; y, así como todos
mueren, asociados a Adán, así todos revivirán, asociados a Cristo, y lo demás
que sigue. Ya no morimos, pues, como unos condenados, sino que morimos con la
esperanza de resucitar de entre los muertos en el día de la resurrección
universal que Dios realizará. cuando llegue el tiempo.
sábado, 12 de septiembre de 2020
Renueva nuestros días
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