"Hermanos:
El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. Pues, ¿quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce solo el Espíritu de Dios.
Pero nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos".
Muchas veces creo que es algo que no llegamos a comprender que, los que hemos sido bautizados en Cristo, somos hombres espirituales y no solamente hombres terrenos, por eso vivimos pendientes de las cosas de la tierra y no de las del espíritu. Es cierto que lo que palpamos y sentimos son nuestros instintos y sentimientos, que es lo que más a mano tenemos; pero, por eso mismo, tenemos que hacer un esfuerzo constante por sabernos, creernos y buscar nuestra propia verdad: el Espíritu de Dios que habita en nosotros.
En otra de sus cartas san Pablo nos decía que nos recibimos nada porque no sabemos pedir, no sabemos rezar porque no dejamos al Espíritu que habita en nosotros que hable por nosotros. Y ¿por qué no dejamos al Espíritu que hable por nosotros? Porque sabemos, inconsciente o conscientemente que lo que Él va a pedir por nosotros no es lo que nosotros queremos, sino lo que nosotros necesitamos. Es decir, mejor pido yo que sé lo que quiero, porque si lo pide Él va a pedir lo que, quizás, yo no quiera.
"Hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos", y eso es lo que Él nos va a enseñar si le dejamos espacio en nuestra vida, si hacemos el silencio necesario para que nos muestre qué es lo que Dios nos ha regalado y para qué nos lo ha dado, pues los Dones recibimos están en relación con la misión que el Padre soñó para nosotros. Y si no descubrimos cuál es la misión, tampoco podremos conocer para qué sirven los dones que tengo y, así siempre estaré buscando otros dones para algo que no lograré hacer, porque he sido llamado para tal o cual misión.
"Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo? ». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo".
Así no estaríamos llorando por lo que no tenemos, sino que valoraríamos más lo que se nos ha dado y encontraríamos más pronto el Sentido hacia dónde debemos ir, pues es el sentido que le da valor a nuestra vida y hace brillar los Dones que Dios nos ha dado.
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